Una monografía documenta las frustraciones del espionaje republicano español
El historiador Hernán Rodríguez Velasco ha publicado una monografía sobre el espionaje republicano
Alfredo Valenzuela, Sevilla, EFE
El historiador Hernán Rodríguez Velasco, que ha publicado una monografía sobre el espionaje republicano, ha dicho que en la Guerra Civil «se dio la paradoja de que cuando más conocimiento e información sobre el enemigo tuvieron los republicanos, peor le fueron las batallas».
Según el historiador, «en la victoria de Guadalajara contra fuerzas italianas, los republicanos apenas si tuvieron información del enemigo, y en las grandes batallas iniciales de la defensa de Madrid, de Jarama y de Brunete no sufrieron derrotas graves, casi puede decirse que quedaron en tablas, aunque para esas batallas apenas tuvieron información previa».
«A partir del verano del 37 cambian las tornas, los servicios de información mejoran, tienen más equipamientos y obtienen resultados, pero las batallas son desastrosas a pesar de que se sabe cuándo y por dónde van a atacar y con cuántos efectivos», según Rodríguez Velasco, quien ha puesto los ejemplos de la campaña del Norte, Santander y Asturias, Teruel y el avance de Aragón y, finalmente, de la batalla del Ebro.
«La información es muy importante, pero si careces de medios, da igual saberlo», ha añadido el historiador sobre los resultados del espionaje republicano y su aplicación práctica.
Por eso ha titulado «Una derrota prevista. El espionaje militar republicano en la Guerra Civil española (1936-1939)» (Editorial Comares) las conclusiones de su estudio sobre la documentación del coronel Manuel Estrada Manchón, creador de los servicios de espionaje republicanos durante la contienda.
Según Rodríguez Velasco, la documentación que ha servido de base a su estudio se conserva en el Archivo de Salamanca y fue devuelta a España desde Francia en 1980 en unas setenta cajas, tal y como el coronel Estrada las sacó de España al término de la Guerra, para depositarlas en Francia antes de exiliarse en México.
«Una derrota prevista» se detiene en el coronel Estrada, «un hombre consecuente, fiel al Gobierno republicano, muy preparado intelectualmente, con los estudios de Estado Mayor y el cerebro y ‘alma mater’ del espionaje republicano», según Rodríguez Velasco.
Estrada fue nombrado responsable del servicio al inicio de la guerra cuando era comandante y «tuvo que empezar de cero, como en muchos aspectos tuvo que empezar el propio ejército republicano», para retomarlo tras unos meses en otros destinos en julio del 37, cuando «entendió que los comunistas y los soviéticos hacían las cosas con eficacia».
No obstante, Estrada nunca se afilió al comunismo, del que acabó muy desengañado, sobre todo tras el pacto entre nazis y soviéticos en 1939, según Rodríguez Velasco, quien también ha seguido sus pasos en México, donde ha localizado a un hijo suyo, músico y profesor de la Universidad Autónoma (UNAM).
El hijo de Estrada le confesó al historiador que de la guerra, el antiguo militar, solo tenía «malos recuerdos» y que era un asunto del que no le gustaba hablar, a lo que sin duda ayudó que hubiera tenido un hermano militar en las filas de Franco.
Estrada no contó con respaldo del general Vicente Rojo porque, según el historiador, «siempre es molesto que te digan lo que no quieres oír», además de que pedía más medios, que no le concedían, y quería promover el servicio de inteligencia de manera independiente, a lo que Rojo se oponía.
En el prólogo del libro, el historiador Ángel Viñas añade que «ni Largo Caballero, ministro de la Guerra, ni Prieto, su sucesor como ministro de Defensa Nacional, le prestaron la suficiente atención» a los planes de Estrada.
Sobre la preparación de los espías republicanos, Rodríguez de Velasco ha explicado que apenas tenían entrenamiento específico, sino que se sometían a un «cursillo acelerado de diez días» antes de ser infiltrados en la retaguardia enemiga o destinados a Francia y Marruecos para obtener información en círculos diplomáticos.
