En la muerte de Carrillo
Ha muerto Santiago Carrillo Solares, el de las tres vidas
FELIPE ALCARAZ* Exdiputado y ex secretario general del PCA
Ha muerto Santiago Carrillo Solares, el de las tres vidas: la lucha antifascista desde los ideales comunistas, el proceso normalizador de la Transición y su adscripción a posiciones modernizadoras que, por ejemplo, lo acercaron mucho a las propuestas de ZP al principio de sus dos mandatos.
Lo conocà a mediados de los setenta en el piso de la Fundación de Investigaciones Marxistas en la calle Alameda. Preparábamos la fase final de la legalización y, algo después, las primeras elecciones generales. Su voz habÃa vibrado hablando del ruido de sables en la reunión de Capitán Haya, donde confirmamos que no estábamos por procesos separatistas y aceptábamos la bandera como parte de un texto constitucional; después alguien añadió, pero fuera de la reunión, una aceptación de la corona que no se discutió.
TenÃa prisa. Prisa por ocupar el espacio moderado de los socialistas y sus cuarenta años de vacaciones, como repetÃa Tamames. Prisa por adquirir no exactamente notoriedad, sino una respetabilidad que lograra superar su imagen, la imagen que de él habÃa labrado el franquismo. Prisa que lo llevó a adaptar el partido a través de métodos de urgencia a una desactivación que convenÃa a la paz social requerida por la llamada Transición.
Recuerdo uno de sus argumentos, a raÃz de sus declaraciones en una de las universidades más reaccionarias de los Estados Unidos: si quitamos el leninismo, en las próximas elecciones subiremos al 25%. Aquà hay que enganchar la creación del Eurocomunismo.
Y recuerdo su mantra cuando las cosas empezaron a torcerse a principios de los ochenta (nunca superó que no pasáramos del 10%): a mà no me jodáis, venÃa a decir, que si yo quisiera, fuera del partido, serÃa una personalidad de relumbrón.
Pero de todas formas, en su vida primera, Carrillo fue un dirigente con valor, que se atrevió a todo, incluso a sustituir a Dolores antes de tiempo. No debemos, en ningún caso, ocultar lo positivo: fue un luchador antifascista notable e incansable hasta el final de esta etapa.
Precisamente se va Carrillo en el momento en que la conciencia de que no fue una Transición tan modélica empieza a extenderse y cristalizar. Por una parte se habla de la necesidad de una segunda Transición; por otra, se habla de que es inevitable un periodo constituyente, dado el desgaste polÃtico, la voladura de la Constitución y la erosión multiplicadora que ha supuesto la crisis. Pero Carrillo se ha ido antes, en plena etapa de condensación de esta crisis polÃtica e ideológica.
Pero hay algo que sà ha impactado fuertemente en el ámbito de sus ideas: la crisis de la socialdemocracia. Todos los militantes que a partir de 1984 se fueron con él, acabaron en el PSOE. Él (que, por cierto, nunca fue expulsado del PCE a pesar de lo que se dice), los acompañó hasta la puerta, incluida parte de su familia, y se quedó fuera. Y lo mismo que en una etapa anterior se «enamoró» (era muy enamoradizo) de Suárez, tuvo el mismo flechazo polÃtico de Zapatero; y ahà se refugió. Era la idea de una nueva formación, más allá de la socialdemocracia, fresca y mediática, europeÃsta, que pudiera superar algo que él no dejó nunca de repetir: la polÃtica ya no es la lucha clase contra clase. Una formación que conectara con la construcción civilizada de la Europa de los ciudadanos frente a la Europa de los mercaderes. Y este derrumbe de la modernidad, después de la caÃda del Muro de BerlÃn, sà le ha pillado de cabo a rabo. Esta orgÃa de los mercados sà ha llegado a conocerlo Santiago con plena intensidad. Quizás por eso, buscando siempre agarrarse a las ramas del futuro, apoyó la necesidad de crear ciertas formaciones superadoras a la vez de IU y del PCE. Aunque hay que reseñar otra de las caracterÃsticas de Santiago: desde el principio sabÃa que la realidad no podrÃa derrotarlo jamás. ¿Qué hacÃa entonces? Cuando la realidad, como si fuera una chaqueta, no le cabÃa en la maleta de su pensamiento, recortaba la chaqueta hasta que cabÃa. Y lo sabÃa. SabÃa que lo estaba haciendo. Pero también sabÃa que era un truco necesario para cualquier superviviente, y más para él, que era un superviviente profesional.
Participamos juntos en su primera (desde los años 70) y segunda vida (casi entera). En la tercera hubo que partir peras, máxime cuando mantenÃa la idea que tras él ya no podÃa existir el PCE. Además, en cierto grado, aunque seguÃa su entrañable relación con los viejos camaradas, habÃa cambiado la épica de la resistencia («Con los zapatos puestos tengo que morir», Alberti) por un supuesto discurso de inteligencia modernizadora. Nadie supo nunca esconder mejor las derrotas que él. La segunda parte del libro que estoy escribiendo empieza con la muerte de Santiago; se llama: «La disciplina de la derrota».
Que la tierra te sea leve, Santiago.
http://www.publico.es/espana/442534/en-la-muerte-de-carrillo