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El comunista que arrancó una sonrisa a Franco

Lne.es, | 16 enero 2013

comunista-arranco-2Nebot, gijonés que fotografió a la burguesía ovetense, presenta hoy sus memorias de indesmayable luchador por la democracia

 

J. L. ARGÜELLES El número de junio de 1968 de la revista «Ensidesa», publicación que la extinta siderúrgica estatal repartía entre sus 26.000 trabajadores («productores», según la terminología vertical de entonces), recoge en su portada una foto más bien rara, insólita. Franco, pertrechado tras su uniforme de generalísimo y las gafas oscuras, sonríe abiertamente a cámara, como si algo le hiciera de verdad gracia. Es una imagen notable, pues pocas veces se ha visto tan jovial al hombre de mentalidad castrense que mantuvo con puño de hierro una de las dictaduras más longevas del siglo XX. El autor de esa fotografía es José Manuel Nebot, comunista hiperactivo para los listados de la tan temida Brigada Político-Social, y la historia de esa instantánea con estrambote tiene página en «Recuerdos de una vida militante». El libro, que su protagonista y narrador presenta hoy en el Antiguo Instituto (19.00 horas), está editado por la Fundación Juan Muñiz Zapico, con la colaboración de KRK y el Archivo de Fuentes Orales para la Historia Social de Asturias. Es uno de esos testimonios de primera mano que ayudan a explicar, con pasajes vivísimos, que la lucha por la recuperación de las libertades democráticas fue una ardua y peligrosa construcción cívica que excede los resúmenes rosados de la bendecida Transición.

Nebot, el rojo gijonés que fotografió las bodas, comuniones y bautizos de la burguesía carbayona (entre muchas otras cosas, claro) ha escrito, con el auxilio del historiador Francisco Erice, la narración de un entusiasta inmune a las persecuciones que trabaja, sin acusar nunca la fatiga de los materiales (la misma idea comunista después del estalinismo y de la caída del muro de Berlín, en 1989), en favor de la razón ciudadana. Su vida, así contada, es la de un heredero de la inquietud ilustrada que intuye, más allá de la estación de Finlandia de las explicaciones teleológicas, la necesidad revolucionaria de mejorar lo cercano para no perder de vista el horizonte. Lo dice con claridad el periodista Lorenzo Cordero en el prólogo de esta autobiografía sin ira: «La cualidad más sobresaliente de este veterano e imperturbable militante del Partido Comunista de España (PCE) quizá sea su sorprendente capacidad para generar simpatías a su alrededor». Y más adelante: «Nebot se hizo comunista por una necesidad ética, no por una frivolidad estética».

Esa actitud moral ante la vida y ante la historia de su país es la que ha guiado hasta hoy mismo su lealtad a una visión del mundo y a unas siglas, como relata en su libro. Arranca en el día de su nacimiento, el 23 de noviembre de 1928, en el hospicio de Oviedo, y concluye con una frase que resume bien el itinerario de un personaje que se reclama militante de la «ingenuidad» y del «diálogo»: «Pero al final, terminé por estar metido en todos los follones». Con esas palabras, Nebot quiere decir que ha estado en muchos de los peligrosos enredos que vivió la oposición asturiana al franquismo. Y sin querer ocupar «cargos» en la cúpula dirigente comunista, como él mismo subraya en su texto.

Tengo para mí, si embargo, que si Horacio Fernández Inguanzo, «El Paisano», ha encarnado mejor que nadie el talante del comunismo asturiano, Nebot ha sido sin duda, por su versátil capacidad para las relaciones públicas, algo así como el muy eficaz agente comercial del PCA; el tipo al que uno sigue y con el que se embarca en cualquier empresa, por muy descabellada que pueda parecer, porque se fía de él. Si hasta la mujer del almirante Luis Carrero Blanco, fiel cancerbero de Franco, le encomendó las fotos ovetenses de la boda de su hijo, aunque luego, por lo que explica Nebot, dejara sin pagar el encargo.

Fueron dos gijoneses, el abogado José Ramón Herrero Merediz y el fallecido farmacéutico Daniel Palacio, marido de la ex alcaldesa Paz Fernández Felgueroso, quienes «ficharon» a Nebot, en 1965 y en Grado, para el PCA. Desde que asumió su compromiso militante con este partido, sin el que es inexplicable la larga y heroica resistencia al franquismo, no dejó de arrostrar las consecuencias de una decisión siempre arriesgada: enrolarse en una organización clandestina que era la más perseguida por la Policía política. Hubo quien auguró que, vista su febril actividad, no tardaría en acabar entre rejas. Fue detenido e interrogado por el inevitable Claudio Ramos, azote y pesadilla de los comunistas asturianos, pero sus astucias de clandestino que no lo era tanto (abundaban quienes sabían de su militancia) le libraron de la temporada a la sombra de los muros de la prisión de Carabanchel. Fue mérito suyo, no impericia de sus perseguidores.

Hay un comunismo asturiano a pie de tajo (de la mina al taller) que se conoce mejor por su contribución a episodios tan importantes como las huelgas del 62. Su aureola no ha disminuido. Y hay otro, que surge del mismo partido pero es menos conocido y ha sido contado sin épica, fundamental en la compleja tarea de buscar la complicidad de las clases medias (profesionales, universitarios…) con el antifranquismo. Ahí Nebot, persona que ha sabido llevar bien el traje y la corbata, fue un minucioso organizador de mil y una cosas: padres de alumnos, movimiento vecinal, asociaciones culturales, autónomos, fotógrafos, la Asociación de Amigos de la Naturaleza de Asturias (ANA), la Editorial Amigos de Asturias o, por ir acabando, Tribuna Ciudadana. Y ahí sigue. Él lo explica así: «He sido un hombre muy inquieto y la política, entendida como forma de hacer algo por los demás, ha sido siempre mi pasión».

Un entusiasta apasionado. Es otra definición que perfila bien a Nebot, como comprobará el lector de «Recuerdos de una vida militante». Pero, como precisa Francisco Erice, esa minuciosa coherencia de la pasión ha estado siempre al servicio de las «causas colectivas».

http://www.lne.es/gijon/2013/01/16/el-comunista-que-arranco-una-sonrisa-a-franco/1354559.html