Un historiador en la calle
Por la trascendencia que tuvo, y porque entonces era un tema en el que todo quedaba por hacer, destaca su coordinación del congreso y del libro consiguiente en tres volúmenes Historia y memoria de la Guerra civil. Encuentro en Castilla y León (1988), uno de los primeros jalones en la reconstrucción historiográfica de la Guerra Civil, y desde luego el libro que recoge su estudio de la guerra durante dos décadas: Por qué el 18 de julio… y después (2006).
En segundo lugar, se recordarán de él sus trabajos sobre metodologÃa y teorÃa de la historia y sobre la relación de esta con la «memoria», algunos desperdigados en artÃculos de referencia y otros recogidos en sus libros La investigación histórica: teorÃa y método y La historia vivida: sobre la historia del presente.
Violencia polÃtica
En tercer lugar, lo conocemos por haber sido con seguridad el primero en abordar de modo sistemático y riguroso desde el ámbito de la historiografÃa el estudio de la violencia polÃtica. Cuando entre nosotros la cosa se limitaba a ‘contar muertos’ y poco más, él nos abrió hace casi 20 años a un mundo de reflexiones teóricas, metodológicas e interpretativas sobre el hecho violento en las sociedades históricas y actuales procedentes de las principales ciencias sociales. Y, aunque en buena medida confió esa labor después a su discÃpulo Eduardo González Calleja, nunca dejó ya de lado esa lÃnea de trabajo, que cultivó tanto en artÃculos teóricos como en otros aplicados a la España de los años 1917 a1952 a través del estudio de cuestiones como las ideologÃas de la violencia, la militarización de la polÃtica en la II República o la violencia de la guerra civil y la posguerra.
Y en cuarto lugar, resumiendo mucho, me atrevo a decir que pasará a la posteridad historiográfica como el gran biógrafo de Largo Caballero, lo cual no es poco decir. Asà como por el hecho de que su monumental biografÃa (publicada en Debate) la completara con 73 años, a una edad en la que la mayorÃa de sus pares viven de rentas, o de breves encargos, nunca se dedican ya a patear archivos, a bucear en fuentes primarias ni a sentarse a escribir casi 1.000 páginas inéditas.
Compromiso social
Por lo demás, como todo grande, queda de él su enorme labor de dirección de tesis doctorales y dinamización de grupos y equipos de investigación. Dirección y dinamización que no sólo se traducen en un buen número de historiadores españoles que han trabajado con él, sino en el hecho de que ha desbrozado lÃneas de investigación prometedoras, lo cual llevarÃa a otra de sus caracterÃsticas: haber conjugado siempre la tarea de investigador, exquisito y crÃtico, con un compromiso con la sociedad de su tiempo desde el convencimiento de que el historiador no puede encerrarse en su torre de marfil.
Por último, un recuerdo personal: cuando recién licenciado daba mis primeros pasos en el mundo de la investigación. En un viaje a los archivos de Madrid pensé que debÃa aprovechar para hablar de mi investigación, y pedir consejo sobre ella, a algún gran historiador de la capital. Mi primer objetivo fue don Julio. Me presenté en su despacho de la Complutense una mañana de septiembre, haciéndome un hueco entre otros estudiantes que esperaban ante su puerta. No me conocÃa de nada. Con paciencia me escuchó, acompañó su escucha de alguna sonrisa y me obsequió un par de preguntas y de comentarios crÃticos que, al recordarlos tantos años después, me sorprenden por lo que tenÃan de agudas intuiciones.
*José Luis Ledesma. Universidad de Zaragoza. Coautor con Julio Aróstegui y otros de En el combate por la historia (Pasado y presente, 2012).
http://www.elconfidencial.com/cultura/2013/01/30/un-historiador-en-la-calle-113849/