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Un equipo de fútbol español para burlar a la Gestapo

Miguel Ángel Lara. Marca, | 7 marzo 2013

1362578392_extras_ladillos_3_0En momentos en los que contactar era peligrosísimo, cada partido fuera del Axat se convertía en una oportunidad excelente

 

Por Miguel Ángel Lara

El 24 de agosto de 1944, el ‘half-track’ (semioruga blindado) llamado ‘Guadalajara’ llegó por la orilla derecha del Senna al ayuntamiento de París. Tras él, una columna de blindados con nombres españoles: Madrid, Ebro, Teruel, Gernika, Belcihite o un afrancesado Don Quichotte. Los republicanos españoles fueron los primeros en entrar en la capital francesa para liberarla de la ocupación nazi. Ese momento escenifica la importancia de los soldados y guerrilleros españoles en la II Guerra Mundial a pesar de que luego De Gaulle minimizara hasta llevar casi al olvido su lucha, como olvidó la promesa de ayudarles después para derrocar a Franco.

En la Francia ocupada por los nazis, los maquis españoles jugaron un papel esencial en la resistencia. A mediados de 1942, la primera unidad guerrillera se forma en el departamento del Aude, muy cerca de Cataluña. En un granero de Greffeil, se constituye la V Brigada, el mismo nombre bajo el que uno de sus fundadores (Jesús Ríos) combatió en España.

Se decide actuar en la zona de Carcassonne y no en la de Toulouse por tener menos población y estar considerada por las autoridades franco-alemanas poco peligrosa. En Axat, a 60 kilómetros de Carcassonne, con colaboración con los anarcosindicalistas de Solidaridad, se forma uno de los grupos. Al frente del mismo dos comunistas madrileños, José Gálvez y Alberto Medrano. La fórmula que se emplea es sencilla: encontrar trabajo para los guerrilleros en las fábricas de la zona, algo que debido a la economía de guerra resulta relativamente sencillo. Las empresas que se dedicaban a la construcción de embalses en la región se llenaron de refugiados españoles. Era el Grupo Extranjero de Trabajo 105, que después sería absorbido por el 422 a mediados del otoño de 1943. A su favor jugaba la alta estima que tenían los alemanes por la mano de obra española.

Gálvez y Medrano idearon mil formas para no levantar sospechas. Una de ellas, aprovechando su pasión por el fútbol y el entusiasmo que levantaba entre sus jóvenes compatriotas los recuerdos y piques de ese deporte, fue la formación de un equipo de fútbol en Axat para participar en el campeonato que se seguía jugando en la región. Los españoles consiguieron ser aceptados en el Torneo de la Haute Vallée y el Campeonato de L’Aube en el que compartían cartel con los equipos de Axat, Limoux, Espéraza, Couiza, Quillan, Espezel, Belfort, Belcaire, Camurac y Rodome.

Al elegir los colores, los anarquistas de la CNT y la FAI impusieron su idea: camiseta roja y pantalón negro. Aprobada la participación por las autoridades franco-alemanas, el equipo comenzó a viajar hacia el norte de Axat, pero también hacía al sur, llegando a jugar en pueblos muy cercanos a la frontera española. Aunque no ganaron, estuvieron en la pelea con los de arriba, pero su batalla era otra. Gracias al fútbol, los guerrilleros que militaban en el mismo lograron una movilidad que estaba vetada. Para desplazarse de su lugar de residencia, ‘los rojos españoles’ (como se les llamaba) tenían que lograr un permiso especial, que nunca duraban más de 24 horas, sólo se concedía en fines de semana y que era sellado a la llegada a su destino y al regreso a sus casas por las autoridades.

De esta forma, ‘el equipo de los españoles’, que era su apelativo, logró que sus integrantes de la resistencia pudieran entrar en contacto de manera habitual con un enlace, una mujer llamada Rosario Regina, y trasmitir así mensajes de operaciones. Los jugadores se convirtieron en oro puro para la resistencia por su ‘libertad’ de movimientos. En momentos en los que contactar con los enlaces era peligrosísimos, cada partido fuera de Axat se convertía en una oportunidad excelente para pasar informaciones. De manera paralela se montó un grupo de teatro que tuvo las mismas ventajas y tareas.

Carcassonne y sus alrededores pasaron a ser un centro neurálgico de la resistencia contra los alemanes y a la vez un punto de peso para preparar la ofensiva republicana que fracasó en octubre de 1944, cuando la Operación Reconquista de España finalizó en una encerrona para los maquis en el Valle de Arán.

La primera acción que acometieron los ‘futbolistas’ fue volar varios postes del tendido eléctrico de Axat con dinamita que habían robado en sus fábricas. Las acciones se fueron sucediendo, como el asalto del manicomio de Limoux, dirigida por el anarquista Eulogio Anoro para liberar a los miembros de la resistencia allí encerrados. Una de las más espectaculares fue dirigida por el propio Gálvez, el ideólogo del equipo de fútbol, y se llamó ‘Operación Profilaxis’. Con ella se hizo fracasar una enorme redada organizada por Fritz Sauckel, que en 1946 sería ahorcado en los juicios de Nuremberg.

La caída de este grupo de guerrilleros, y con ella del equipo de fútbol que habían organizado como tapadera y diversión, se produjo el 20 de enero de 1944. Tres españoles (Tomás Martín, Enrique Oubiña y Miguel Karner) fueron parados en un control rutinario de la Gestapo. Karner llevaba bajo un abrigo demasiado grande un centenar de ejemplares del periódico clandestino Combat, el que luego dirigiría Albert Camus. No tenía que haber pasado por la imprenta clandestina ni recoger esos periódicos, pero ese error pueril les costó ser trasladados a la temida granja Bouttegach, donde fueron torturados hasta que la Gestapo tuvo material para desarticular al grupo 422 después de seis días de infierno. “La Gestapo a veces utilizaba aparatos eléctricos, la bañera o simplemente te arrancabas la piel a tiras”, cuenta el guerrillero Victorio Vicuña en ‘La última gesta’, libro de Secundino Serrano. Un español llamado ‘El Tenor’ había sido ya infiltrado entre ‘los rojos españoles’ para acabar de desarticularlos.

Oubiña y Karner fueron trasladados a Dachau; Martín a Mauthausen con las siglas NN (Noche y niebla) marcadas en su cartilla. La doble N significaba la condena a muerte. Sin embargo, la Organización Clandestina de Españoles en Mauthausen logró salvarle enviando en su lugar a un compatriota voluntario en estado terminal y haciendo que Tomás Martín, llamado ‘El Marinero’, abandonara el campo de concentración en un ‘grupo de castigo’ destinado a Loïblpass, donde se construía un túnel entre Austria y Eslovenia. Allí hubo dos fugas masivas de presos en septiembre y octubre de 1944 en el que los campesinos austriacos ayudaron a los evadidos a ponerse en contacto con los partisanos eslovenos.

http://www.marca.com/reportajes/2011/12/el_poder_del_balon/2013/03/06/seccion_01/1362578392.html