Paul Preston: «Santiago Carrillo fue el Stalin español»
Preston, uno de los grandes hispanistas británicos, aborda en El zorro rojo (Debate), su último libro, la figura de Carrillo
«No autorizó la matanza ni la ejecutó, pero sà fue un elemento clave en su organización», dice el hispanista sobre Paracuellos | «La mayor parte de la actual crisis se la atribuyo a la corrupción masiva, herencia de la dictadura», opina sobre la crisis
Cultura | 06/04/2013
Lleva mucho estudiando al personaje. ¿Ha descubierto algo nuevo?
Quizás lo más interesante, repasando documentos y conversaciones con Fernando ClaudÃn, Jorge Semprún y Manuel Azcárate (figuras históricas del comunismo español), es hasta qué punto Carrillo y su papel en la transición consiguieron que se pusiera en entredicho la lucha antifranquista. Existen tres percepciones básicas: la de la derecha, que lo considera el rojo asesino responsable de la matanza de Paracuellos; la popular, del héroe de la transición que se sacrificó a sà mismo y al PCE por intereses nacionales; y la de ex compañeros de partido, como un estalinista cruel y brutal.
¿Y la suya?
Hizo cosas que contribuyeron a la transición, pero creo que sus motivaciones no fueron desinteresadas ni patrióticas sino muy calculadas, de mera supervivencia polÃtica. Era un hombre pragmático, muy astuto e inteligente. Hasta hace poco yo habÃa aceptado sus argumentos sobre las concesiones que tuvo que hacer como lÃder de la oposición antifranquista, y de que los compromisos fueron necesarios (e históricamente inevitables) para la entrada de España en el Mercado Común y el desarrollo del capitalismo. Pero he llegado a la conclusión de que cometió muchos errores de bulto en su lectura de lo que pasaba en España, con consecuencias trágicas y nefastas. Su ambición primó por encima de todo, y en aras de ellas mintió y esquivó responsabilidades, impidió todo debate interno dentro del PCE. Insisto, fue el Stalin español, un personaje negativo para la izquierda, que no sólo destrozó al partido comunista, sino que también contribuyó a destruir al PSOE.
¿Y su implicación en Paracuellos?
No fue quien dio las órdenes, que seguramente vinieron de Moscú y de la cúpula del partido en España, ni tampoco ejecutó la matanza, pero sà fue un elemento clave en su organización.
El hecho de que las heridas de la guerra civil española nunca hayan sido bien curadas, que nunca haya habido una Comisión de la Verdad y la Reconciliación, ¿tiene algo que ver con los actuales problemas del paÃs?
Tiene parte de la culpa, pero no es el mayor de los males. La memoria histórica es muy importante. Ignorarla añade crispación, alimentada por decisiones como las del actual gobierno respecto a la Ley de Exhumaciones. Pero la mayor parte de la actual crisis se la atribuyo a la corrupción masiva que hay en el paÃs, una herencia de la dictadura. El franquismo creó una cultura del robo y del pillaje al enemigo, de que el servicio público era para beneficio privado, que se perpetuó y creó hábitos. Quizás no hubiera en términos generales venganzas de sangre una vez terminada la guerra, pero sà salarios de hambre. En todas partes cuecen habas, y los conservadores británicos son una pandilla de mentirosos empeñados en destruir el Estado del bienestar. Pero hay grados. En el Reino Unido se montó un gran follón con los gastos que cobraban los miembros del Parlamento, pero no por hacer (en la mayorÃa de casos) algo ilegal, sino por ser poco ético. En España la corrupción es mucho más amplia y profunda.
Una de las paradojas de la actual crisis es que, tratándose de un fallo del sistema capitalista, no se esté traduciendo en un renacimiento de la izquierda tradicional. ¿Lo ve posible?
Muy difÃcil, porque la derecha está ganando la batalla de la propaganda y existe una enorme presión para desmontar el Estado del bienestar, como si fuera el culpable de todo. Llevamos 40 años de lavado de cerebro y se nota.
¿Comparte la opinión de que la transición, tan aplaudida en su momento, fue en el fondo una chapuza que echó una mano de pintura sin atacar los problemas estructurales?
No. Se hizo lo mejor que se pudo en circunstancias muy complicadas, cuando habÃa unas Fuerzas Armadas dedicadas no a combatir al enemigo exterior sino a los enemigos interiores, con los grises dando palos a diestro y siniestro y una Guardia Civil que constituÃa un virtual ejército de ocupación. No se podÃa arriesgar otra guerra civil. Carrillo fue un realista que a base de realismo traicionó a su propio partido. El mayor error fue el café para todos en el Estado de las autonomÃas para fastidiar a vascos y catalanes. La única solución a la cuestión nacionalista es un federalismo asimétrico.
¿Qué le parecen los polÃticos españoles contemporáneos?
Felipe González fue un gran estadista, Zapatero, no tan malo como lo pintan. De Rajoy mejor no me haga hablar…