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Suárez y Fraga prometieron a EEUU que el PCE jamás sería legalizado

Público, | 11 abril 2013

Legalización del PCEEEUU realizó un seguimiento minucioso de la actividad del Partido Comunista ante la posibilidad de que entrara en el tablero político de cara a las primeras elecciones

 

 

SERGIO LEÓN Madrid 11/04/2013

La Casa Blanca llegó a presionar al PSOE para que se desvinculara de los comunistas y veía con preocupación un hipotético aumento de la presencia soviética en España

«Mi idea de lo que debe ser la política estadounidense sobre la Unión Soviética es simple: nosotros ganamos y ellos pierden». La frase es de Ronald Reagan. La pronunció en 1977, cuatro años antes de hacerse con la Casa Blanca, a la que llegó después de su promesa de aumentar el gasto militar para hacer frente a los soviéticos en cualquier parte del mundo. Nixon y Ford ya habían sufrido en sus carnes el desgaste de la Guerra Fría, a pesar de que en sus respectivas épocas como presidentes el mundo ya había superado y sobrevivido a la crisis de los misiles de Cuba y EEUU y la URSS iniciaron la llamada coexistencia pacífica. Daba igual, el fantasma del comunismo seguía presente y había que hacer lo que fuera para salir vencedor de los conflictos indirectos entre las dos potencias.

Los embajadores de EEUU detallaron las movimientos de Carrillo y las reuniones del PCE en el extranjero. Esa obsesión por los soviéticos y los comunistas también se extendió a España. Durante la dictadura no había lugar a sospechas. Franco ya se encargaba de contener a los rojos. Pero con su desaparición, el panorama cambió y empezó a virar hacia un proceso que volvió a poner en escena algo que parecía haber quedado en el olvido durante 40 años: los partidos políticos y la democracia.

En los Cables de Kissinger recopilados por Wikileaks hay cientos y cientos de documentos sobre los movimientos de los comunistas españoles. Y otros tantos en los que, aunque el asunto no tuviera nada que ver con ellos, también aparecen mencionados. Una cantidad más que importante de telegramas que los embajadores estadounidenses en Madrid entre 1973 y 1976, Horacio Rivero y Wells Stabler, emplearon para realizar un seguimiento exhaustivo de la actividad comunista, y del Partido Comunista de España (PCE) en particular, ante el inicio de la Transición. La mayor preocupación de EEUU era que, aunque no lo consideraban como la principal amenaza para la estabilidad del país, la formación liderada por Santiago Carrillo pudiera ser legalizada. Por ello, desde las reuniones en el extranjero del partido hasta las posibles entradas furtivas al país de su líder quedaron detalladas en los cables.

Comunistas por todas partes

Tanto la Administración de Nixon como la de Ford veían comunistas por todas partes. Les culpaban de estar detrás de la mayoría de protestas y, por ejemplo, de la convocatoria, «junto a otros grupos clandestinos radicales», del intento de huelga general del 12 de diciembre de 1973. Tal era la fijación estadounidense por las corrientes comunistas entre los trabajadores y su predominio entre los sectores sindicales, y por lo que el PCE hacía o dejaba de hacer, que incluso el Departamento de Estado de Henry Kissinger analizó minuciosamente en otro informe la evolución de la formación desde la Guerra Civil.

El ministro de Justicia Garrigues aseguró que el Ejército no había sido «contaminado por los comunistas»

«Compartimos el escepticismo del Gobierno sobre que el PCE no es digno de confianza y que su legalización en este momento sería arriesgada», concluye el citado documento firmado por el jefe de la diplomacia estadounidense. Era el 12 de marzo de 1976 pero no era ni mucho menos la primera vez que EEUU hacía constar la predisposición del régimen a que los comunistas no entraran en el juego político.

Cada ministro, cada miembro de los diferentes gobiernos, hasta el de Adolfo Suárez, prometió lo mismo a EEUU: el PCE no iba a ser legalizado. Tras una conversación con el titular de Justicia, Antonio Garrigues Díaz-Cabañete, en enero de 1976, Stabler destacó que, según el ministro, «los comunistas no serán legalizados ni se les permitirá tener un papel en este proceso evolutivo». Garrigues comentó además que, gracias a que las fuerzas armadas se habían mantenido cohesionadas, EEUU no tenía que preocuparse de que hubieran sido «contaminadas por los comunistas». Curiosamente el ministro de Justicia de aquel entonces no sólo erró cuando prometió que el PCE no iba a entrar en el proceso de transición sino que también falló cuando pronosticó que «el PSOE no va a obtener mucha fuerza en España».

«No hay sitio para el PCE», comentó Fraga en una de sus reuniones en la legación de EEUU

Junto a Garrigues, otros ministros importantes de la época hicieron declaraciones similares. En medio del convulso Gobierno de Arias Navarro, Manuel Fraga, que entonces se ocupaba de la cartera de Gobernación, dijo «en términos muy claros», según el embajador estadounidense, que los comunistas estaban excluidos sí o sí. Nada raro a tenor de su mítica frase de «la calle es mía» con la que sentenció los intentos de manifestación de cualquier segmento opositor. En otra conversación privada con Stabler en diciembre de 1975, el que fue fundador del Partido Popular comentó que si España aspiraba a convertirse en una sociedad democrática «no había sitio para el PCE». Una opinión gratamente compartida por el jefe de la legación de EEUU en Madrid, que agradeció igualmente oír cómo Fraga también reconoció que «los comunistas representan un considerable peligro» para el país.

Incluso el rey, todavía de príncipe, ya se ganó la confianza de Stabler. «¿Cómo se puede construir una democracia viable con antidemócratas?», dijo en referencia al PCE en una entrevista que finalmente se canceló por «inapropiada» y se reconvirtió en un artículo sin entrecomillados. El embajador consiguió el texto íntegro de la conversación con el periodista Arnaud de Borchgrave, del semanario Newsweek, y a buen seguro se felicitó al comprobar que no se equivocaron al convertir a Juan Carlos en la gran apuesta de EEUU: «Creo que cualquier persona podría reconocer que los países del Este apenas cuentan con modelos pluralistas. Los españoles tratarán de emular lo mejor de los sistemas democráticos de nuestros socios occidentales».

Cuando sólo era «el líder de la mayor agrupación política conservadora», Stabler también se reunió con Adolfo Suárez. Quedaba una semana para que Franco muriera. El joven abogado incidió ante el diplomático en lo importante que sería para «la corriente socialista» entrar dentro del nuevo panorama político. Pero, que, según se recoge en el cable del embajador, no «necesariamente» tendrían que ser liderados por personajes como Felipe González, una de tantas figuras de la izquierda en una «situación comprometida por su postura a favor de legalizar el partido comunista».

Suárez recomendó que Felipe González no liderara «la corriente socialista» por su compromiso con los comunistas

Con su ascenso a la presidencia, los nuevos miembros del Gobierno no bajaron el tono en sus encuentros con Stabler y siguieron garantizando lo mismo. «(Alfonso) Osorio dejó claro que la legalización del partido comunista es algo intolerable en este momento», comentó el embajador el 22 de julio de 1976 después de haber almorzado con el recién nombrado ministro de Presidencia y vicepresidente segundo. Un asunto que, en otro encuentro en la legación estadounidense en septiembre, Osorio puso de relevancia como uno de los obstáculos en las conversaciones entre el Ejecutivo y la oposición dada su insistencia en demandar en público que el PCE fuera integrado en el sistema político.

Otro de los asesores de Suárez, José Manuel Otero, quien fue subsecretario técnico del presidente antes de ocuparse del Ministerio de Presidencia, también aseguró ante el representante estadounidense que dejar participar a los comunistas en las elecciones, que ya en agosto de 1976 se aventuraban, sería «un error». Otero apuntó además lo importante que sería un partido socialista robusto dentro de la izquierda para poder frenar cualquier pretensión del PCE. Con el paso de los meses, el gabinete de Suárez se mantuvo inamovible, para regocijo de EEUU. En diciembre, a escasos seis meses de la celebración de las elecciones, Stabler destacó que el Gobierno seguía manteniendo su postura de no legalizar al partido de Carrillo en uno de sus informes sobre la evolución política en España y sus perspectivas de futuro.

Stabler: «El rey hizo bien en reemplazar a Arias y Suárez parecer haber sido la elección correcta»

La única concesión llegó por boca de Osorio. El vicepresidente segundo comentó a Stabler que la nueva administración no haría nada contra los comunistas mientras llevaran a cabo acciones en conjunto con otros grupos, pero justo inmediatamente después aseguró que en ningún caso les iban a permitir «organizarse o escenificar sus propias actividades políticas». No es de extrañar entonces que en un telegrama para hacer balance de los tres primeros meses de Gobierno, Stabler asegurara que «el rey hizo bien en reemplazar a Arias y Suárez parece haber sido la elección correcta. Ha recuperado la iniciativa a través del diálogo y, sobre todo, a un factible programa de reformas políticas […] Suárez cuenta con perspectivas razonables de éxito».

EEUU, siempre vigilante, tampoco dejó pasar por alto al PSOE. El embajador supo valorar la popularidad creciente del partido y sus grandes posibilidades de cara a las elecciones. Podrían permitir que un partido socialista se hiciera fuerte, pero de ningún modo que se aliara con el PCE. La administración estadounidense veía con buenos ojos la figura política del joven González al que en más de una ocasión, aprovechando sus encuentros con Stabler, le advirtieron de que se alejara de los comunistas. «El embajador volvió a dejar claro nuestra visión de que la participación de los comunistas en el desarrollo de un proceso político es totalmente incompatible con la evolución hacia un sistema democrático», apuntó el propio Kissinger en un cable enviado el 31 de enero de 1976 a las capitales de los países miembros de la OTAN.

EEUU advirtió a Felipe del «serio peligro» para España y el PSOE si se aliaba con el PCE

El secretario de Estado reconoció que las conversaciones entre Stabler y González giraban, casi prácticamente, en torno al PCE. En una de ellas, en octubre del 75, el embajador llegó a alertar al líder socialista del «serio peligro» al que se enfrentaba España y el PSOE mientras se empeñara en dar a los comunistas «un papel» que jugar en las elecciones. No le debió gustar entonces que González hiciera caso omiso a las presiones y fusionara su partido con el PCE en la Coordinación Democrática, popularmente reconocida como Platajunta. El representante de EEUU envió un telegrama solamente para informar de esta unión en el seno de la izquierda. En él, aparte de asociar la decisión de González con la «gran influencia» ejercida por Mitterrand tras su alianza con los comunistas en Francia, analizó las consecuencias negativas de la creación de la Platajunta: la asociación entre socialistas y comunistas «compromete algunos elementos democráticos» y «permite a la derecha invocar el peligro de un frente popular, dándoles munición para atacar el proceso de reforma».

‘Soviets’ en España

Si EEUU fue capaz de conocer las idas y venidas del PCE durante el lento avance hacia la democracia gracias a Stabler, no menos importantes fueron los informes de Rivero sobre la presencia soviética en España. Ante la inminencia de la muerte de Franco, el Gobierno estadounidense temía que la URSS aprovechara para conseguir nuevas alianzas. Tal era la obsesión que la embajada de Madrid llegó a cruzar cables con el Departamento de Estado sobre el aumento de la presencia de cubanos en Guinea Ecuatorial, que dejó de ser colonia española en 1968.

El Gobierno estadounidense temía que la URSS aprovechara la muerte de Franco para conseguir nuevas alianzas

«Moscú considera que su situación en Madrid, en cuanto a su representación diplomática, es bastante molesta, si no degradante, y espera que su misión se actualice para estar al mismo nivel que otros países del este de Europa», avisó Rivero en un documento de octubre de 1974. Juan Carlos se encargó dos años después de disipar cualquier duda sobre si el recién estrenado Gobierno español pudiera decantarse por el bloque soviético:

«El rey y el presidente Suárez están cada vez más preocupados sobre la gran y creciente presencia soviética en España. Suárez está ahora contemplando pedir la expulsión [el verbo en el texto original en inglés es removal, que también se podría traducir como eliminar o suprimir. El contexto del documento no deja claro qué interpretación dar] de 30 ó 40 soviets para principios del próximo año», anunció Stabler a Kissinger. Todo un regalo para EEUU, que a buen seguro le hubiera encantado iniciar otra caza de brujas también en España.

http://www.publico.es/internacional/452778/suarez-y-fraga-prometieron-a-eeuu-que-el-pce-jamas-seria-legalizado