Matilde Landa, la mujer que prefirió la muerte al bautizo
La dirigente del PCE se suicidó en el penal de Mallorca en septiembre de 1942 el dÃa en el que el régimen franquista habÃa organizado su conversión al catolicismo
ALEJANDRO TORRÚS Madrid 18/08/2013
Matilde Landa prefirió la muerte. La dictadura franquista ofreció a la dirigente comunista mejoras en la alimentación de los hijos de las presas del penal de Mallorca a cambio de su bautismo y conversión al catolicismo. Matilde eligió sus principios. El 26 de septiembre de 1942, dÃa que estaba prevista la ceremonia de bautismo, Landa se precipitó por la terraza hacia el patio interior de la prisión. Se suicidó. En los 45 minutos que duró la agonÃa de Landa, completamente inconsciente, las autoridades eclesiásticas de Illes Balears aprovecharon para bautizarla en articulo mortis.
Minutos antes de su suicidio, Landa escribió una carta a su hija donde, de manera encubierta, se despedió de ella rogándole perdón. La ceremonia de su bautizo ya estaba preparada. «Hoy es el gran dÃa, dicen. Doña Bárbara, otras señoras de Acción Católica y las monjitas andarán relamiéndose con el triunfo. El dolor del pecho no me deja pensar, Carmencilla; pero no creo que el aceite alcanforado alivie mi sufrimiento, porque otro dolor, más hondo, es el que me acucia (…)».
«No puedo ver sin llorar los rostros de esos niños a los que amenazan con dejar sin leche si yo no me convierto -prosigue la misiva- Tú sabes, Camencilla, lo mucho que me preocupan los niños, los más desgraciados, con sus corazoncitos, tan sensibles y tan a merced de los caprichos de los mayores. No puedo, no puedo aceptarlo. SerÃa como prostituirme. Ay, esos niños… ¿Será lo mÃo un capricho? (…) Quien sobra soy yo. (…) Espero que me sigas queriendo y que te acuerdes de mà a pesar de lo que te cuenten, a pesar de lo que voy a hacer. Que tú, mi niña, mi chiquitina, y esos pobres niños me perdonéis», escribió Landa antes de su suicidio en una carta que recoge Antoni Tugores en la obra VÃctimes invisibles.
En esa misma misiva, Matilde Landa recordaba lo mucho que echaba de menos leer los versos que el poeta Miguel Hernández le habÃa dedicado. Hernández y Landa se conocieron cuando, en 1938, la mujer formaba parte de la sección de información popular del subsecretariado de Propaganda del Gobierno Republicano y recorrÃa la España republicana organizando conferencias para levantar la moral a los combatientes republicanos.
‘A Matilde’ de Miguel
«En la tierra castellana 
el castellano caÃa 
con la voz llena de España
 y la muerte de alegrÃa.

 Para conseguir la libertad de sus hermanos
 caen en los barbechos los más nobles castellanos.

 No veré perdida España
 porque mi sangre no quiere.
 El fascismo de Alemania 
junto a las encinas muere.

 Para hacer cenizas la ambición de los tiranos 
caen en las trincheras los más nobles castellanos.

 Españoles de Castilla
 y castellanos de España
 un fusil a cada mano
 y a cada dÃa una hazaña.

 Voy a combatir al alemán que nos da guerra
 hasta conquistar los horizontes de mi tierra».
Eran los años en los que la popularidad de Matilde Landa crecÃa sin parar. Un año antes, en 1937, Matilde habÃa sido voluntaria en el Socorro Rojo Internacional, donde colaboró en la evacuación de Málaga. Cuando estalló la Guerra, Landa se incorporó a las tareas sanitarias en un hospital de guerra de Madrid. El activista italiano Vittorio Vidali «Comandante Carlos» habÃa señalado que si tuviera que escribir la historia de la Guerra Civil española bastarÃa con dos biografÃas: la de Antonio Machado y la Matilde.
Condenada a muerte
Con la victoria del ejército de Francisco Franco sobre la República, Matilde Landa se quedó en Madrid para reconstruir desde dentro el PCE. El 4 de abril de 1939 fue detenida mientras preparaba la huida de dos compañeros del partido. Tras ser sometida a un Consejo de Guerra, fue condenada a muerte. Antes, le habÃan ofrecido salir libre si renegaba públicamente del PCE. También se habÃa negado.
Condenada a muerte, Matilde ingresó en la cárcel de Ventas de Madrid, donde permanecÃan alrededor de 10.000 presas. Desde dentro, con el permiso de la directora de la prisión, compañera de la residencia de estudiantes, montó la llamada Oficina de Penadas, que se encontraba en su misma celda. Se trataba de una máquina de escribir en la que Matilde escribÃa recursos para que sus compañeras no fueran fusiladas una vez escuchados sus casos.
En poco tiempo se convirtió en la reclusa más carismática. La joven comunista se habÃa convertido en un sÃmbolo de dignidad y resistencia para sus compañeras reclusas. Un amigo de la familia, cercano al régimen franquista, intercedió para que no fuera ejecutada. A cambio, el régimen la condenó a 30 años de prisión que debÃan cumplirse fuera de la penÃnsula. Fue entonces cuando trasladaron a Landa a Mallorca. Era el mes de agosto de 1940.
Landa se convirtió entonces en el objetivo propagandÃstico de la Iglesia balear. Su conversión al catolicismo serÃa una gran arma propagandÃstica y minarÃa la moral de los vencidos. No bastaba con vencer. HabÃa que humillar y convertir a los derrotados. Matilde fue apartada del resto de presos y sólo podÃa hablar con Bárbara Pons, de Acción Católica, quien se encargaba de que finalmente aceptara la conversión al catolicismo. Matilde Landa prefirió la muerte.
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