«Fue una lluvia de bombas nazis. Llegaban tres aviones por minuto»
Felipe Matarranz, alias «Lobo», con 98 años, es probablemente el último superviviente de la batalla del Mazuco (Asturias)
ALEJANDRO TORRÚS Madrid
Felipe Matarranz, alias «Lobo», con 98 años, es probablemente el último superviviente de la batalla del Mazuco (Asturias), que actualmente está considerada como una de las más cruentas de la Guerra Civil.
El ejército franquista calculó que Asturias caerÃa en apenas siete dÃas. Asà lo hizo saber Queipo de Llano en una intervención radiofónica. Razones no le faltaban para el optimismo. La República estaba centrada en la reestructuración de su Ejército de maniobra para atacar Teruel y sus fuerzas aéreas estaban prácticamente destruidas. Para colmo, la Legión Cóndor nazi trabajaba a pleno rendimiento para abrir paso a las tropas franquistas. Sin embargo, la batalla se alargó durante 51 dÃas. La resistencia republicana fue tal que diversos historiadores llegaron a calificar la batalla del Mazuco, enmarcada dentro de la ofensiva del ejército franquista por Asturias, como la batalla de las Termópilas.
Fiel conocedor de aquella batalla, que produjo un número de muertos imposible de reconocer, es Felipe Matarranz, alias «Lobo», quien probablemente es el último soldado superviviente de aquellas. A sus 98 años, Felipe recuerda la dureza de la batalla, el olor de la muerte y el cielo, «lleno de bombarderos nazis». «Pasamos mucho rato mirando hacia arriba esperando a que dejaran de bombardear para poder salir a batallar», explica a Público Felipe Matarranz, que señala que cada dÃa vivÃan «una lluvia de bombas nazis». «Llegaban tres aviones para bombardear por minuto», añade.
El ejército franquista calculó que Asturias caerÃa en apenas siete dÃas
La ofensiva franquista por hacerse con el control total del norte de España comenzó el 1 de septiembre de 1937 y durarÃa hasta el 21 octubre del 1937 cuando las tropas del ejército autodenominado nacional llegaron a Gijón. La guerra que debÃa duras apenas una semana se habÃa prolongado 51 dÃas. «El ejército franquista llegó a utilizar 145 batallones para ganar esta batalla frente a los 75 que utilizó para conquistar Bilbao. Este dato por sà mismo explica la dureza de la batalla en Asturias», explica a este diario el historiador especializado en la guerra del norte Luis Aurelio González.
Felipe Matarranz conoce a la perfección la dureza de la que habla Luis Aurelio. Llegó a ser herido tres veces durante la Guerra Civil, dos durante la ofensiva de Asturias. «Estaba luchando en Oviedo cuando recibà un tiro en la pierna. El dolor era fuerte pero no podÃa parar de disparar. Me até un pañuelo sobre la herida y seguà luchando. Ahora tengo una cicatriz de siete centÃmetros para no olvidar la batalla», recuerda Felipe, que señala que las fuerzas republicanas siempre lucharon en inferioridad numérica y armamentÃstica.
«Morir de pie»
La batalla por Asturias tenÃa una importancia fundamental para el desarrollo final de la guerra. En disputa estaban las minas, la industria siderúrgica y las fábricas de armas. Sin embargo, fue una batalla desigual. El historiador Luis Aurelio RodrÃguez explica que la República nunca tuvo oportunidad de avanzar en el frente. «Fue una guerra de resistencia. El ejército republicano resistÃa y retrocedÃa, pero nunca avanzaba», explica el historiador que añade que la población asturiana resistió el avance del fascismo en «condiciones dantescas». «No habÃa ni comida».
Los 15 dÃas que duró la batalla en el Mazuco siguieron una misma lógica de guerra. A primera hora de la mañana llegaba un avión de la legión cóndor. ReconocÃa el terreno, realizaba fotografÃas y volvÃa sobre la base de Llanes. Los mandos militares franquistas, tras ver las fotografÃas, diseñaban la secuencia del ataque. «Primero el bombardeo de la artillerÃa pesada. Después el bombardeo de la aviación, después los cazas alemanes que ametrallaban en posición noria, es decir, de tres en tres y mientras se producÃan estos bombardeos, la infanterÃa avanzaba hasta situarse a 70 metros del objetivo. Ahà empezaba la lucha con la bomba en la mano», explica.
«Asturias luchó completamente sola. No recibió ningún tipo de refuerzo humano, ni armamento, ni munición»
En estas circunstancias, ya sólo resistir era una auténtica odisea, añade RodrÃguez. A la superioridad numérica del ejército franquista habÃa que sumar la inestimable ayuda de la Legión Cóndor y de la artillerÃa aportada por la Alemania nazi. «Asturias luchó completamente sola. No recibió ningún tipo de refuerzo humano, ni armamento, ni munición. Sólo en la última semana de la batalla llegó un barco con armamento y en su mayorÃa fue a caer en manos del ejército de Franco», asegura.
La soledad del ejército republicano la sintió Matarranz en el frente. «VeÃamos a gente abandonar al frente, heridos o muertos, y llegaban menos refuerzos. Estábamos tristes, sentÃamos el abandono, pero más vale morir que vivir de rodillas», emplaza el guerrillero, que tras la guerra pasó doce años en la cárcel y fue condenado a muerte en dos ocasiones.
Sin embargo, su espÃritu luchador antifranquista no se apagó y tras abandonar la prisión se enroló en las filas de la resistencia como enlace de los maquis. Tras ser descubierto, volvió a ser encarcelado. «Aquella fue una guerra de obreros contra obreros. Yo no vi a ningún capitalista en el frente. La derrota de la República nos hizo a todos más esclavos», sentencia.
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