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Homenaje en el cementerio de La Puebla de Híjar (Teruel) al brigadista estadounidense Sam Levinger

La Librería de Cazarabet, 4 de septiembre de 2013 | 5 septiembre 2013

sam_18Jueves 5 de septiembre a las 18 horas

 

TEXTOS DE SAM LEVINGER

Las frases de amor cambian según la latitud…

(Poema de Sam Levinger escrito en Ohio, tras su graduación en el Instituto)

En el Madrid de las especias,

ella habría dejado caer una rosa ardiente, de un rojo flamígero

y susurrado con suavidad desde un balcón

Pero en Nueva York (barrio del este),

ella se reía desde una salida de incendios, y dejó caer

la hoja tiesa de una alcachofa sobre mí.

 

En casa

Texto extraído de la novela escrita por Elma, madre de Sam Levinger, en el que narra hechos acaecidos en Columbus (Ohio), en noviembre de 1936.

Golpeé su puerta y, como no respondía, entré. Sabía que no podía controlarlo tanto, a un joven de 19 años, pero no podía evitarlo. Se suponía que aquel otoño estaba estudiando para sus exámenes finales… Tenía el libro de Sociología abierto sobre su estómago, pero al inclinarme para apartarle el pelo de los ojos me di cuenta de que la tira cómica del periódico matutino estaba metida bajo la almohada.

Saqué la hoja arrugada. “No me engañes, Samuel, solo te engañas a ti mismo”… Samuel se levantó, sonriéndome. “No entiendo por qué te sigues preocupando por esos exámenes. A mí no me preocupan”…

Fui a ordenar la ropa metida en su armario. De repente mis manos, ocupadas con los calcetines y la ropa interior y las corbatas, temblaron. Porque, al levantar la vista, vi la foto que Samuel había arrancado del New York Times del último domingo y había pegado en su espejo. Mostraba dos fotografías de la España en guerra… De repente, si estudiaba o no era la menor de mis preocupaciones.

…Sam había cerrado su libro y me estaba observando. “Podría estar bien ir a España”, dijo con toda tranquilidad.

Intenté disimular el pánico de mi voz. “No te necesitan. Tienen soldados de sobra”.

“Sabes que no es así. Has leído en la prensa lo mismo que yo, que hay lugares donde las mujeres cogen un palo o una horca y salen a encontrarse con Franco y los moros”.

“Está bien, quizá tengas razón, pero hay muchos voluntarios sin ti”.

“Suponte que todos los demás dijeran lo mismo… Después de lo que he visto, las huelgas, la gente en la calle desesperada, pobre, sin un sitio donde vivir, incluso sin lo suficiente para comer, y todo lo demás, me considero un revolucionario. Y hoy en día el lugar para un revolucionario de verdad está en España”.

 

Llegada a Madrid de las Brigadas Internacionales

(Del poema de Pablo Neruda, de su libro “Tercera residencia”)

Una mañana de un mes frío, de un mes agonizante

manchado por el lodo y por el humo,

un mes sin rodillas, un triste mes de sitio y desventura,

cuando a través de los cristales mojados de mi casa se oían los chacales africanos

aullar con los rifles y los dientes llenos de sangre, entonces,

cuando no teníamos más esperanza que un sueño de pólvora,

cuando ya creíamos que el mundo estaba lleno solo de monstruos devoradores y de furias,

entonces, quebrando la escarcha del mes frío de Madrid, en la niebla del alba,

he visto con estos ojos que tengo, con este corazón que mira,

he visto llegar a los claros, a los dominadores combatientes

de la delgada y dura y madura y ardiente brigada de piedra.

Entonces os he visto,

y mis ojos están ahora llenos de orgullo

porque os vi a través de la mañana de niebla llegar a la frente pura de Castilla,

silenciosos y firmes

como campanas antes del alba,

llenos de solemnidad y de ojos azules venir de lejos y lejos,

venir de vuestros rincones, de vuestras patrias perdidas, de vuestros sueños

llenos de dulzura quemada y de fusiles

a defender la ciudad española en que la libertad acorralada

pudo caer y morir mordida por las bestias.

 

La guerra es larga

(Poema de Sam Levinger, escrito en un hospital de Madrid, tras ser herido en la batalla de Brunete)

Camaradas, la batalla es cruenta, la guerra es larga,

grises colinas adelante se escucha el grito de las armas;

sobre nosotros planean aviones blancos preñados de dolor,

mirad los tanques sombríos y salvajes, odian la carne;

y escuchad: los fusiles muestran a los hombres el camino del olvido.

Las ametralladoras retumbantes proclaman la muerte.

Camaradas, la batalla es cruenta, la guerra es larga,

Aquí yace un camarada, con la cabeza envuelta en sangre y vendajes,

aquí hay un camarada destrozado con la cara blanca y crispada,

aquí yacen nuestros muertos, aguardan un poco de tierra.

Estamos cansados de la guerra y hartos del peligro.

Soñamos con muchachas que nos esperan muy lejos.

En nuestras manos hay sangre que no podemos limpiar.

En nuestras almas sangre que no se quitará en largo tiempo.

Camaradas, la batalla es cruenta, la guerra es larga,

Dejadnos subir a las colinas grises y recargar las armas,

embistiendo con las delgadas bayonetas hacia la siguiente ladera.

Aquellos que aún están vivos pronto verán los verdes campos,

un país libre y refulgente como una estrella;

y aquellos que recargaron las armas serán recordados,

y de la roja sangre descollarán blancas nubes.

 

Sin título

(Escrito tras regresar por su cuenta del hospital a su batallón, en un viaje de cuatro días en el que solo comía pan y la fruta que encontraba)

No temo al vacío que los hombres llaman muerte,

no recurro a rezos para conjurar un destino apenas adivinado,

no contemplo con malsana desesperación el envoltorio

de las negras tripas de la tumba.

Mi vida goza con la poesía púrpura y con las nubes,

con los barcos en que navegué, con la cerveza que derramé;

me esperan la lucha y la esperanza, un mundo que derribar,

un nuevo mundo que construir.

Y cuando mis ojos comiencen a temblar y cerrarse

llegará la tristeza, ¿pero acaso se debilitará mi coraje?

Si lo que aguarda es oscuridad, entonces dormiré,

si es luz despertaré.

 

 

La última carta

(Escrita cuando Sam luchaba en el frente del Jarama, entre febrero y abril de 1937)

Solo en caso de muerte, por favor,

Envía la presente a Mrs. Lee J. Levinger

2257 Indianola Ave. Columbus, Ohio, USA

No enviar en caso de resultar herido.

Gracias, camarada.

Samuel Levinger

Queridos Padre y Madre:

Supongo que cuando os llegue esta carta llevaré varias semanas muerto. La guerra es muy confusa, desde luego, he visto bastantes cadáveres certificados dando vueltas por aquí como para sentirme un poco escéptico. Pero si recibís esto y también un anuncio oficial, consideradlo definitivo.

Este es el último día de descanso. Mañana vamos hacia el frente a echar a los fascistas. No tengo dudas de que conseguiremos que se larguen de aquí, aunque será a un precio considerable; y dado lo bueno que es el Batallón Lincoln, estaremos en mitad de todo ello.

Me aferro todavía a mi convicción original, según la cual seguiré con vida mucho después de que un montón de dictadores hayan muerto intoxicados por el plomo o con las arterias colapsadas; aunque me he equivocado antes en otras materias. Así que decidí escribir esta carta.

Ciertamente, no me entusiasma la idea de morir. Me lo he pasado muy bien en mis primeros veinte años a pesar de que, salvo los seis últimos meses, han sido bastante inútiles. Supongo que habría disfrutado igual de los veinte siguientes. De todas formas, quería escribir esta carta para dejar claro que no hay absolutamente nada de lo que arrepentirme.

Si volviera a vivir creo que me uniría de nuevo a esta lucha, en este lugar crucial. Había una tarea extremadamente importante que hacer aquí y fui uno de los hombres que decidieron llevarla a cabo. Es una lástima que al hacerlo una buena cantidad de nosotros resultáramos muertos, y el hecho de que yo muriese es todavía más lamentable desde nuestra perspectiva. Sin embargo, eso carece de relevancia respecto a la necesidad de emprender esta tarea. La diferencia entre el fascismo internacional y el socialismo internacional es demasiado grande para permitir que nuestra seguridad sea un factor a considerar.

Lo siguiente que quiero pediros es que no veáis esto fuera de contexto. Cambiar el mundo es un asunto muy serio. Ha matado y seguirá matando a miles de muchachos tan queridos para alguien como yo para vosotros. Los fascistas quieren guerra, y les daremos guerra a muerte.

Sois más afortunados que la mayoría de los padres, porque todavía tenéis dos niños con futuros muy brillantes. Tenéis oficios realmente valiosos. No estoy tan capacitado como para valorar el trabajo de Padre, aunque soy consciente de que es de gran valía, pero en mi terreno, el de un autor, puedo decir que Madre se convertirá en una de las mejores escritoras de su generación. Y todavía tenéis que lograr la emancipación de América.

Creo que mis ideas sobre la inmortalidad coinciden ampliamente con las vuestras. Escribí una vez un pésimo poema: “Si lo que aguarda es oscuridad dormiré, si es luz despertaré”. Así que, si volvemos a encontrarnos será genial; si no, hemos disfrutado de muchas alegrías juntos mientras duraron.

En cuanto a mis amigos, hacedles llegar mi cariño si os encontráis con ellos. Contadles que os dije que sólo hay una cosa que merezca recordarse: que hay un camarada menos para hacer el trabajo del soldado insatisfecho. Algo tendrán que hacer todos ellos para compensar mi baja. A ver si eso hace que algunos de ellos dejen de ser tan independientes y pasen a la acción.

Ha sido una carta torpe. Solo quería decir que os quiero muchísimo a los dos, y todo eso. Y también que esto no es tan grave.

Amor y saludos revolucionarios.

Alegría para el mundo.

Samuel Levinger