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80 años de fascismo y totalitarismo en España

Shlomo Vlasov. Diagonal, 29/10/13 | 30 octubre 2013

falangistasEl falangismo celebra en estos días su 80 aniversario dividido y marginal

 

La división es entre aquellos que se hacen llamar los históricos, otros que se dicen el falangismo auténtico y verdadero o la suerte de falangistas cercanos al movimiento nazi. Todos ellos son defensores de un exacerbado nacionalismo, de unas estructuras políticas totalitarias y de un pasado ominoso repleto de crímenes contra quienes no pensaban y piensan como ellos.

El 29 de octubre de 1933, en el Teatro de la Comedia de Madrid, tras un acto organizado por personajes como José Antonio Primo de Rivera, Julio Ruiz de Alda o García Valdecasas, nacía la organización Falange Española. Defensora del llamado “nacionalsindicalismo” la Falange seguía los criterios del fascismo europeo en su formación. Organización populista, intento de enraización en la clase obrera, intento de captación de los integrantes de los movimientos obreros. No podemos olvidar que el fascismo italiano surgió tras la Primera Guerra Mundial como una suerte de unión de un exacerbado nacionalismo junto a la implicación de varios ex del movimiento obrero, empezando por su líder Benito Mussolini. En Alemania el Partido Nazi no se denominaba nacionalsocialista de forma baladí, teniendo en cuenta que era precisamente el movimiento obrero socialista el mayoritario entre los trabajadores alemanes.

Demagogia y captación

La organización de grupos de carácter fascista en España no era nueva ni Falange fue algo novedoso. Los comportamientos de los Sindicatos Libres y de la patronal durante los años que mediaron entre el final de la Primera Guerra Mundial y la dictadura de Primo de Rivera, anticipaban los tiempos. La patronal no paraba de pedir mano dura contra el movimiento obrero y ante la situación internacional generada tras la Revolución rusa, veían en el ejemplo italiano una posible salida.

El golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera, con la venia y participación del rey Alfonso XIII, seguía casi literalmente el ejemplo italiano. Una monarquía en descomposición que apoya un golpe de fuerza por parte de militares y grupos armados para “reconducir” la situación nacional. El objetivo: reprimir la luchas obreras, ya sea por la captación o por la represión. Aun así no se puede catalogar de fascista estos movimientos, si bien son claros preludios a lo que iba a suceder con posteridad. Quizá el primer intento de articulación de un movimiento de extrema derecha lo tuvo el doctor José María Albiñana con el Partido Nacionalista Español (PNE), también conocido como la «partida de la porra» al tener grupos de rompe-mítines contra los grupos de izquierda. Su lema fue “Religión, patria y monarquía”. Si bien tenían presente el ejemplo de Italia, Albiñana también conoció a la extrema derecha mexicana, en concreto al grupo de los “cristeros”, en la estancia que pasó allí.

El primer grupo abierta fascista en España lo constituyó por una parte el vallisoletano Onésimo Redondo Ortega, fundador de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, y el zamorano Ramiro Ledesma Ramos a través del grupo surgido alrededor del periódico La conquista del Estado. Dicho periódico pudo ver la luz gracias a la ayuda económica que le ofreció el Banco de Vizcaya y la Italia fascista. El grupo de Ledesma Ramos llegó incluso a hacer una incursión de venta de su periódico en el congreso que la CNT realizó en el teatro del Conservatorio de Madrid en mayo de 1931, que acabó con enfrentamientos entre ambos grupos.

Tanto Ledesma Ramos como Onésimo Redondo eran seguidores de los movimientos italianos y alemán de Hitler. Por indicación de Mussolini el objetivo era hacer una incursión en el propio movimiento obrero revolucionario para provocar un vuelco de la situación, tal como sucedió en muchos casos en Italia. Incluso Mussolini veía en un sindicalista como Ángel Pestaña el mejor iniciador de ese movimiento. Pero el histórico dirigente cenetista tenía las ideas muy claras y siempre fue un antifascista convencido. La literatura posterior ha desfigurado su persona y la han situado cercana a José Antonio Primo de Rivera. Falsedad histórica que ha perdurado hasta ahora.

En vista de la sintonía entre los grupos de Onésimo Redondo y Ledesma Ramos, en octubre de 1931 en el Teatro Calderón de Valladolid se produce la unificación de ambos grupos, y surgen las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS). El primer movimiento genuinamente fascista en España y que nunca pasó de ser residual en muchos aspectos, aunque extremadamente violento en las calles. A nivel intelectual el fascismo español siempre fue muy pobre (como el resto de la derecha española). A excepción de personajes como Ernesto Giménez Caballero o José María Pemán, poco más se puede encontrar en las filas de la ultraderecha en aquellos primeros años.

La fundación de Falange

Pero el fascismo español no pasó de embrionario en aquellos primeros años de República. Si algo le caracterizó fue su retórica y práctica puramente violenta y de enfrentamiento con las organizaciones obreras y de izquierda. Para un personaje como José Antonio Primo de Rivera el intento de articulación de un partido a gran escala era objetivo fundamental. Conocedor y seguidor del fascismo italiano, defensor a ultranza del totalitarismo e hijo de un dictador, la idea de creación de un partido fascista era fundamental para él.

Pero era consciente que ese partido tenía que tener un banderín de enganche para poder extenderse. A ese proyecto se acercaron personajes como Julio Ruiz de Alda. Considerado un héroe nacional por haber cruzado el Atlántico a bordo del Plus Ultra (junto con Ramón Franco), la presencia de Ruiz de Alda era algo exótico a dicho movimiento. Junto a ellos se situó un intelectual segundón pero que daba algo de prestigio a lo que estaban fundando, Alfonso García Valdecasas. Éste había sido seguidor de Ortega y Gasset (una de las razones por la que se desfigura también la obra de Ortega) y provenía del grupo de intelectuales que habían formado la Agrupación al Servicio de la República en 1931 y que muy pronto se separaron de ellas para caer en manos del fascismo. Igualmente hubo personajes que con el tiempo tomarían importancia como Dionisio Ridruejo, Rafael Sánchez Mazas, etc.

Antes de la fundación de Falange y ya imbuido por el fascismo, José Antonio Primo de Rivera fundó, junto al colaborador de su padre Manuel Delgado Barreto, el periódico El Fascio. Poco después, ya con García Valdecasas y Ruiz de Alda, fundaron el Movimiento Español Sindicalista, que se denominaba como fascismo español. Todo se plasmó, el 29 de octubre de 1933, en la fundación en el Teatro de la Comedia de Madrid Falange Española (FE)

La dialéctica de los puños y las pistolas

La unión de los componentes del fascismo junto con el tradicionalismo católico será lo que fundamentará Falange. La idea de vertebración nacional frente a los que consideraban el enemigo separatista, marxista o anarquista, marcó la propaganda marginal falangista. Pero, sobre todo, dejaron muy claro cual iba a ser su componente fundamental: la violencia y el terrorismo. Ya Primo de Rivera lo marcaba así en el discurso inaugural en el Teatro de la Comedia: “Si nuestros objetivos han de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. […] Bien está la dialéctica como primer instrumento de comunicación, pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia y a la Patria”. A pesar de todo, los primeros tiempos, debido a la extrema debilidad, fueron de zozobra. Se diputaban el espacio con las JONS, lo que llevó a que en 1934 ambos movimientos se unificasen en la llamada Falange Española de la JONS (FE-JONS).

La simbología para Falange no fue baladí. Si se denominaron nacionalsindicalistas y adoptaron el color rojo y negro en su bandera no fue casualidad. Como se dijo más arriba el fascismo siempre miraba a los movimientos obreros de sus países para emularles y poder captar la atención. La bandera del partido nazi era roja no por casualidad. El rojo y negro de Falange lo toman del movimiento libertario (confesado por los propios falangistas). Y la denominación de sindicalistas viene porque es precisamente ese movimiento el mayoritario entre la clase obrera española. Aun con todo el fascismo español fracasó en sus propósitos y la captación que pretendieron fue escasa por no decir nula.

Aun así el fascismo español comenzó a tejer su urdimbre y a crear diversos organismos de captación entre la juventud. En noviembre de 1933 fundaron el SEU (Sindicato Español Universitario) con el objetivo de amedrentar y contar la influencia que tanto la FUE (Federación Universitaria y Escolar) como las Juventudes Socialistas, las Juventudes Comunistas o las Juventudes Libertarias tenían entre los jóvenes españoles. La violencia fue la característica de este grupo. Entre ellos destacó Matías Montero, estudiante de medicina e integrante del SEU y autor de asaltos a los locales de las FUE, que fue asesinado el 9 de febrero de 1934. Convertido en mártir por sus compañeros, la reacción de los falangistas fue atroz.: tuvieron lugar numerosos enfrentamientos y reyertas con jóvenes socialistas, comunistas y libertarios en las calles. Enfrentamientos que le costaron la vida a la militante de la Juventudes Socialistas Juanita Rico el 10 de junio de 1934 y al militante de las Juventudes Comunistas Joaquín de Grado el 29 de agosto de 1934.

La dialéctica de los puños y las pistolas comenzaba a tomar cuerpo. De hecho en las cartillas de afiliación de Falange aparecía una casilla donde preguntaba al militante si tenía “bicicleta”, nombre en clave para preguntar si tenían pistolas. Los grupos de pistoleros falangistas tuvieron concienzuda instrucción militar por parte de personajes como el militar retirado Luis Arredondo o el aviador Juan Antonio Ansaldo. Igualmente estos grupos de pistoleros falangistas se vieron reforzandos por la paulatina fascitización de otros grupos juveniles de la derecha que como las JAP, comenzaron a tener un desarrollo entre la juventud.

Participación activa en el golpe de julio de 1936

La victoria del Frente Popular en febrero de 1936 fue un duro revés para la derecha española en su más amplio espectro. Si la idea golpista sobrevolaba las mentes de todos los derechistas, con la izquierda en el gobierno la idea de un golpe de Estado la tenían tomada. Falange no fue menos en este cometido. Durante todo 1935 siguieron los episodios de enfrentamiento entre ellos y las organizaciones de izquierdas. Tiroteos que acaban con numerosos heridos en las filas de izquierda. Su fuerza electoral era escasa y el objetivo era derribar a la República, a la que consideraban infectada de marxismo y separatismo. En conexiones permanentes con Italia, Primo de Rivera aseguraba que si el gobierno lo tomaba la izquierda colaborarían con las fuerzas de seguridad y los militares para desalojarlos del poder. Esto indica la conexiones que Italia tenían tanto con los fascistas españoles como con los monárquicos como preparación y ayuda al golpe militar.

Al producirse la victoria del Frente Popular, el gobierno que se forma fue de cariz republicano, sin participación de las organizaciones obreras. A pesar de ello se conocía las intenciones de Falange que fue ilegalizada, sus locales clausurados y Primo de Rivera detenido. En los locales falangistas se incautaron gran número de armas.

Cuando el 17-18 de julio se produjo el golpe de Estado contra la República los falangistas estaban en conexión con los militares para proceder a su ayuda. En los lugares donde el golpe triunfó la política de represión y exterminio que el general Mola había marcado tuvo a los falangistas sus más entusiastas seguidores. Entrenados específicamente para ellos, la Falange se ocupó de la represión en la retaguardia. Incluso algunos militares golpistas, como el caso de Yagüe, eran de militancia falangista. Eso, unido a la formación militar africanista, hace de la represión uno de los episodios más terribles de la historia de España.

Las disputas con Franco

Falange, como partido fascista, se consideraba vanguardia. Y hablaban de una Revolución Nacional-Sindicalista como factor de cohesión. Algo que chocó desde los inicios con la idea de muchos militares golpistas o con la idea que sobre la guerra tenían, por ejemplo, los carlistas. Aquí se rompe otro lugar común de la historiografía que consideraba que la desunión de la parte republicana se diferenciaba de la unión de la parte rebelde. La división de tendencias en el lado rebelde fue solucionada por Franco con mano totalitaria cuartelera.

Lo que Franco realizó fue toda una maniobra para controlar a las llamadas “familias” que apoyaron el golpe de Estado (monárquicos alfonsinos, monárquicos carlistas, falangistas, cedistas, etc.). Manteniéndolos a todos bajo control sería más sencillo controlar la zona y hacerse con el poder absoluto. La manera de neutralizar las ansias de los falangistas fue unificarlos en un partido único junto con tradicionalistas (carlistas) y los cedistas. Todo ello favorecido por la desaparición física de José Antonio Primo de Rivera que había sido fusilado en Alicante el 20 de noviembre de 1936, o la de otros dirigentes fascistas como Onésimo Redondo o Ramiro Ledesma Ramos. Una unificación que no contento a muchos sectores ni de los carlistas (que consideraban a los falangistas como advenedizos) ni entre los falangistas (que veían cómo su revolución pendiente quedaba  completamente desarticulada). El Decreto de Unificación se aprobó el 19 de abril de 1937 y dio lugar a la Falange Española Tradicionalista de la JONS (FET-JONS). Los opositores a dicha unificación fueron perseguidos. Desde el líder de los requetés Manuel Fal Conde, que se tuvo que marchar a Portugal, hasta el falangista Manuel Hedilla, que fue encarcelado. Otros como Tomás Domíguez Arévalo (Conde de Rodezno) o Raimundo Fernández Cuesta la aceptaron de buen grado.

Las querellas entre carlistas y falangistas no pararon en ese momento, y trascendieron la propia Guerra Civil, con enfrentamiento violentos como los sucesos de Begoña (en Bilbao) el 16 de agosto de 1942, cuando un grupo de falangista atacó a unos carlistas a la salida de misa.

Fin de la guerra y apoyo a la dictadura

A pesar de las disputas la Falange es uno de los triunfadores de la Guerra Civil. Los integrantes de FET-JONS se adhieren al aparato franquista y protagonizan crueles casos de represión. La impunidad rodeó a los integrantes de Falange. Además, en los primeros años de franquismo se vieron reforzados por la Segunda Guerra Mundial y su apoyo tácito a las fuerzas de Eje (Hitler y Mussolini). Falange organizó a la División Azul y era partidaria de entrar en la Guerra junto a Hitler. El apoyo a las potencias fascistas fue claro y tuvo en los falangistas a sus mejores representantes. La figura del cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, tomó importancia por las estrechas relaciones diplomáticas entre España y la Alemania nazi y la Italia fascista.

Pero la derrota del fascismo en Europa hace que Franco tenga que remozar un poco su imagen. Muchos dirigentes falangistas son relegados para dar una cara “más amable” de la dictadura. Aun así, los falangistas siguieron manteniendo importantes cuotas de poder, como el control total de los sindicatos verticales, al mismo tiempo personajes como Raimundo Fernández Cuesta o José Luis Arrese no pierden su papel protagonista. El falangismo siempre estuvo representado en el gobierno franquista.

Otros falangistas se sintieron traicionados al volver a fracasar su Revolución Nacional-sindicalista pendiente. Algunos siguieron con un discurso fascista puro. Otros fueron abandonando sus fracasadas posiciones y se intentaron mostrar como opositores democráticos al régimen (caso de Dionisio Ridruejo, que aun siendo un «camisa vieja» estuvo preso durante mucho tiempo). FET-JONS fue una de las grandes beneficiadas de las incautaciones que se realizaron contra los organismos obreros y de izquierda tras la Guerra Civil. Muchos locales pertenecientes a los sindicatos de clase (UGT y CNT) fueron ocupados por los falangistas. La oposición antifranquista tanto en el interior como en el exilio tuvo siempre al falangismo como su máximo enemigo.

La muerte de Franco y la impunidad de la democracia

La muerte de Franco dejó un panorama dividido en el fascismo español. Los grupos de ultraderecha proliferaron pero, a excepción de Fuerza Nueva de Blas Piñar, pocos partidos lograron aglutinar una cantidad importante de gente y votos. Los grupos falangistas fueron marginales y quedaron divididos entre aquellos que habían apoyado abiertamente al Franquismo y los que consideraban que tal apoyo había sido una traición a las ideas de la propia Falange.

A pesar de ello, el proceso de Transición no revisó la actuación de la Falange durante la República como agente desestabilizador, ni durante la Guerra ni el franquismo, cuando fue autora de numerosos crímenes. Muy por el contrario sus estructuras quedaron legalizadas y la mayoría de sus componentes se pudieron presentar a las elecciones. Desde el propio presidente del gobierno Adolfo Suárez (que fue vicesecretario general del Movimiento –denominación de Falange durante el franquismo– durante la dictadura), hasta Raimundo Fernández Cuesta, que se presentó por la provincia de Guadalajara (sin resultado alguno), Carlos Arias Navarro, Manuel Fraga Iribarne, etc. No solo en las altas esferas. En los cargos de la administración muchos falangistas mantuvieron su puesto, demostrando que en España no hubo depuración de ningún tipo. Además partidos como las Falange fueron participe de actos de violencia contra integrantes de organizaciones de izquierda y contra actos y manifestaciones.

https://www.diagonalperiodico.net/saberes/20508-80-anos-fascismo-y-totalitarismo-espana.html