Canarias, tres historias de represión sin Guerra Civil
Entre 2.000 y 3.000 personas fueron asesinadas, y 6.000 canarios pasaron por las cárceles y los campos de concentración
El golpe de Estado se impuso en Canarias sin necesidad de trincheras, frentes y batallas. A pesar de ello, se apunta que entre 2.000 y 3.000 personas fueron asesinadas entre 1936 y 1939 y que 6.000 canarios pasaron por las cárceles y los campos de concentración
ALEJANDRO TORRÚS Madrid
En las Islas Canarias no hubo Guerra Civil. Al menos no existió lo que tradicionalmente se entiende por guerra: trincheras, frentes y batallas. Los golpistas ocuparon el poder con relativa facilidad aunque no sin resistencia de parte de las clases medias y populares. Sin embargo, la no existencia de un campo de batalla no influyó para que la represión fuera enorme. El investigador Ramiro Rivas, autor de la obra Tenerife 1936, calcula que en el archipiélago fueron asesinadas más de 3.000 personas, que 5.000 canarios pasaron por las cárceles y los campos de concentración y que 4.000 ciudadanos de las Islas se vieron obligados al exilio.
«Los rebeldes, ante la no existencia de una Guerra Civil, ejecutaron un plan de exterminio ideológico del contrario»
«La no existencia de una Guerra Civil y la enorme represión que hubo en Canarias es la demostración más palpable de las intenciones de los rebeldes: sembrar el terror, eliminar fÃsicamente al adversario polÃtico y erradicar cualquier atisbo de resistencia. Se trata de un plan de exterminio del contrario ideológico», explica a Público el historiador Sergio Millares.
Las Islas Canarias tuvieron una función muy importante para el bando franquista a lo largo de la Guerra. Desde el archipiélago se mandaron cerca de 60.000 soldados, dinero, oro, divisas y el petróleo refinado de la factorÃa Cepsa en la capital tinerfeña, «producto no sólo fundamental sino imprescindible para la maquinaria militar en una guerra moderna como fue la contienda del 36», explica Rivas.
Las Islas eran demasiado importantes para el bando franquista. HabÃa que machacar a la resistencia y a aquellos que democráticamente habÃan vencido en las elecciones de febrero del 36. «Se trata de represión en frÃo y ejercida desde el primer momento. Por un lado querÃan evitar que los republicanos se levantaran contra los rebeldes. TenÃa, pues, un carácter preventivo. Por otra parte, los republicanos aquà eran numerosos. HabÃan vencido en las elecciones y el bando rebelde trata de acabar con él de raÃz», señala Millares.
Este artÃculo recopila tres historias diferentes sucedidas en tres islas del archipiélago. Son tres casos personales que muestran hasta qué punto llegó la represión y se extendió el sin sentido. En las Islas Canarias no hubo una Guerra Civil como tal, pero los rebeldes ejecutaron un plan de represión cuyas consecuencias aún se pueden observar. Un número imposible de determinar de ciudadanos republicanos siguen desaparecidos. Algunos están localizados, otros están sin localizar y otros muchos nunca serán encontrados, ya que se sospecha que fueron lanzados al mar.
José Sosa y los pozos del olvido de Arucas. Gran Canaria.
La misma mañana del 18 de julio José Sosa, tesorero de la agrupación socialista de Arucas, fue detenido en la puerta de su casa. Pasó por diversas comisarÃas y campos de concentración. Su mujer estaba embarazada de una niña, Pino Sosa, que en enero de 2014 cumplirá 77 años. El 15 de enero, tras varios meses como prisionero, José fue puesto en libertad y regresó a su casa. Diez dÃas después, nacerÃa su hija Pino. Pero la situación volverÃa a dar un giro radical.
El 19 de marzo las autoridades del bando franquista regresaron a casa de José. Eran las seis de la mañana. Nunca más nadie lo volverÃa a ver con vida. La desaparición de José no serÃa la única. En aquella semana de marzo, 88 ciudadanos de Arucas, Gáldar y Agaete desaparecieron para siempre. La tradición oral señala que aquellos ciudadanos fueron asesinados y enterrados en los pozos del Llano de las Brujas (Arucas).
«Mi madre llevaba a menudo margaritas silvestres a escondidas a uno de los pozos, donde pensaba que estaba enterrado según lo que escuchaba en el pueblo», narra Pino Sosa a Público. Este pozo fue excavado con fondos del Gobierno de Canarias hace unos años. En él, de tres metros de diámetro y 50 de profundidad, encontraron los restos óseos de 24 personas, pero no los de José. «Hay tres pozos y espero que puedan seguir investigando y aparezca en alguno de ellos», confiesa Pino, que a sus 77 años siguen luchando por encontrar los restos de su padre, del que sólo pudo disfrutar durante tres meses de su vida.
«La lucha por encontrarlo comenzó cuando murió Franco. Antes, durante la dictadura, no podÃamos movernos. Estábamos marcados por ser rojos. De hecho, mi madre jamás me hablaba de mi padre. Cuando cumplà los 20 años, le pregunté por él y me contestó que ya habÃa pasado mucho tiempo y que era mejor que dejara el tema», apunta Pino, que asegura que su última intención es abrir heridas. «Nosotros no queremos abrir ninguna herida porque nunca se han cerrado. Ni la Iglesia ni el Estado nos han pedido perdón por robarnos a tantos familiares», sentencia Pino.
El último alcalde republicano de Santa Cruz de Tenerife
«Ingresado en prisión el 18 de julio de 1936. A disposición del comandante militar de Canarias. Puesto en libertad el dÃa 2 de octubre de 1936». Este es el texto que queda en el expediente del prisionero José Carlos Schwartz, el último alcalde republicano de Santa Cruz de Tenerife. José Carlos, sin embargo, nunca volvió a ser visto. Ese dÃa, supuestamente, el alcalde fue fusilado y enterrado en un lugar que aún hoy se desconoce.
«El 2 de octubre de 1936, mi abuela, como tantos otros dÃas, fue a la cárcel a llevar ropa limpia a mi abuelo. Sin embargo, en la cárcel le dijeron que no estaba, que ya se habÃa ido a casa. Mi abuela regresó a casa, pero allà no estaba», cuenta a Público Mercedes Pérez Schwartz, nieta de José Carlos. En ese momento comenzó la búsqueda de la mujer de José Carlos por encontrar a su marido.
Las primeras informaciones apuntaron a que podrÃa estar enterrado en las Cañadas del Teide y la familia se puso a buscar. Sin embargo, cuenta Mercedes, el hermano de José Carlos recibió pronto un mensaje anónimo. «Si no dejas de investigar, te pasará lo mismo», rezaba el mensaje que puso punto y final a una búsqueda que se tuvo que reanudar una vez muerto el dictador.
Sin embargo, 38 años después del fin de la dictadura, la búsqueda de su abuelo continúa generando problemas. Mercedes es actualmente la presidenta de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en Tenerife y denuncia la imposibilidad de buscar no sólo a su abuelo sino a todos los desaparecidos por la falta de fondos. «Seguimos y seguiremos buscando. Ya no como nieta de represaliado sino como presidenta de la asociación, pero para eso necesitamos dinero», sentencia Mercedes.
Juana Casañas, la novia de Manuel, ‘el Huido’. El Hierro.
Juana tenÃa catorce años. HacÃa cinco años que no veÃa a Manuel, un vecino de su pequeño municipio en la isla del Hierro. Un dÃa fue a casa de sus vecinas y mientras esperaba en el salón echando un vistazo a una revista apareció un hombre con una larga barba y la besó. Juana se asustó mucho. Entró en pánico. «Soy yo, Manuel», le dijo el hombre. Juana, sin embargo, querÃa huir de allÃ. «No te puedo dejar de ir porque con la cara de pánico que tienes cualquiera que te vea por la calle va a descubrir que estoy aquû, le dijo él, que habÃa conseguido ser maestro con sólo veinte años y alcalde constitucional de la Villa de Firgas en Gran Canaria a los veintidós.
La hija de un desaparecido: «No queremos abrir ninguna herida porque nunca se han cerrado»
Manuel, como tantos otros miles de canarios, habÃa tenido que esconderse para no ser fusilado. El 16 de julio de 1936 habÃa llegado a su ciudad natal para pasar sus vacaciones. El 18 de julio, su vida cambiarÃa para siempre. Desde la localidad que gobernaba le advirtieron que si regresaba serÃa asesinado. Cuando besó a Juana llevaba ya cinco años escondido. De vez en cuando visitaba a su madre y hermanas y en una de esas visitas se encontró con Juana. Tras el susto inicial, la madre de Manuel y el propio fugitivo explicaron a Juana la situación y por qué estaba escondido el que habÃa sido el alcalde más joven de todo el Estado español, con tan solo 23 años.
«La madre y él me dijeron que se habÃa enamorado de mi, pero yo tenÃa sólo 14 años. Era muy niña», explica a Público Juana. En ese momento, comenzó un carteo continuo entre Juana y Manuel. El huido escribÃa todos los dÃas algunas lÃneas a Juana, que le eran entregadas a través de las hermanas de Manuel. Aquellas cartas fueron conquistando poco a poco el corazón de Juana, reacia en un principio a la relación. «Al final en una de esas cartas acepté ser su novia, pero ni siquiera mis padres sabÃan de esta relación», relata.
«Acepté ser su novia, pero ni siquiera mis padres sabÃan de nuestra relación», recuerda Juana Juana y Manuel siguieron carteándose durante tres largos años. A veces, muy de vez en cuando, se veÃan a escondidas en la casa de la madre de Manuel y el amor, cuenta Juana, fue creciendo. AsÃ, la mujer cumplió 18 años y Manuel decidió salir de su refugio con la esperanza de iniciar una nueva vida y de que la represión no acabara con su vida. Manuel fue condenado a un año de cárcel y Juana continuó esperando. «Una vez me habÃa enamorado nunca más desaparecerÃa el amor. Estuve enamorada de él todos los dÃas hasta el dÃa en el que falleció», narra.
Una vez que Manuel habÃa salido de la cárcel, la pareja decidió emigrar a Las Palmas, donde abrieron un Bar-Restaurante. «Fue una historia de amor muy bonita, abrimos un restaurante, tuvimos cuatro hijos y todo fue felicidad», resume Juana. A cambio, Manuel tuvo que renunciar a su vocación de maestro durante media vida. Una vez muerto el dictador le fue devuelta su plaza de maestro de escuela. Manuel ya tenÃa 61 años. «Cuando recuerdo cómo nos cambió la vida la Guerra Civil no siento rencor, siento pena. SÃ, pena. La sensación de que todo pudo ser de otra manera y con menos sufrimiento», sentencia Juana.
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