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Cuando Franco quiso morir matando

Asturias 24, 22-12-2013 | 24 diciembre 2013

gaceta_sindical_n_186__40_anos_del_proceso_1001Los 40 años del ‘proceso 1001’

 

// El dictador encarceló en 1973 a diez sindicalistas en venganza por el asesinato de Carrero Blanco //  El asturiano Juan Muñiz Zapico, Juanín, fue uno de los presos

Domingo22 de diciembre de 2013

Mucho se habla de la Transición, y de la dictablanda de Franco en los últimos años de su vida. La historiografía oficial establece varias fases dentro del régimen y dice que la primera etapa, en la dura posguerra, hasta los años 50, fue la más represiva. Sin embargo no fue así. Hace 40 años, es decir, pocos meses antes de la muerte del caudillo, varios miembros de las comisiones obreras, entre ellos el asturiano Juan Muñiz Zapico, Juanín  eran sentenciados a severas penas de cárcel simplemente por hacer sindicalismo. Las condenas eran fruto de una venganza calculada del moribundo régimen, que acababa de ser víctima de un atentado de ETA, que mataba al presidente del Gobierno, Carrero Blanco. “La represión fue dura hasta el final del régimen” dice Francisco Prado Alberdi, un histórico de CCOO, amigo de Juanín para constatar que este proceso demostraba que el aperturismo del régimen era pura propaganda.

Se cumplen estos días de navidad 40 años desde que finalizara aquel juicio, el proceso 1001/72 del Tribunal de Orden Público. Se había iniciado en el año 1972 con la detención de parte de la cúpula de un movimiento sociopolítico llamado comisiones obreras, en el que había comunistas, curas y hasta hijos de aristócratas. Se había creado en los años 50 y aún carecía de una estructura sindical ya que, por aquel entonces, se albergaban esperanzas de que tras la muerte de Franco se creara un gran sindicato unitario que agrupara a las fuerzas obreras dispersas de la UGT, CNT y las secciones más afines al PCE.

Como relata el historiador Francisco Erice, el día de san Juan de 1972, el 24 de junio, tras muchos avatares, la coordinadora nacional de este movimiento lograba reunirse. Estaban perseguidos y la posibilidad de juntarse era muy difícil. Se encontraban en el convento de Oblatos, en Pozuelo de Alarcón. No estaban todos los delegados. Faltaban los compañeros de Sevilla y Barcelona y otros.Entre los puntos del orden del día se iba a hablar de la ayuda internacional y se iba a estudiar un documento de estrategia que había redactado Nicolás Sartorius, entonces miembro activo de este movimiento.

Era habitual que los encuentros clandestinos se desarrollaran en edificios religiosos, porque muchos “curas obreros” simpatizaban entonces con la causa. También llegaron a reunirse en una ocasión en una casa de campo que tenía José María de Areilza, un aristócrata monárquico, diplomático, que había sido destacado miembro del Movimiento Nacional al lado de Franco y que en estos años formaba ya parte de la oposición democrática.

Probablemente muchos de los presentes a la reunión estaban felicitando a Juan Muñiz Zapico, Juanín, por el día de su santo cuando en el exterior del edificio se oyen murmullos, ruidos de motores y se ven extraños movimientos policiales. Los temibles grises rodeaban el edificio. ¿Cómo se habían enterado? Erice dice que una posibilidad es que en las comisiones obreras participase algún infiltrado de la policía y que se produjera un chivatazo.

La delegación catalana estaba a punto de llegar al convento cuando se percataron de la presencia policial y dieron marcha atrás.

Varios asistentes trataron de escapar por los tejados pero, como relata Erice, el despliegue policial era muy importante y no había posibilidad de eludirles.

Permanecieron encarcelados hasta la celebración del juicio, un año después. Durante todo este tiempo se produce una movilización en todo el mundo y campañas de solidaridad que tienen una gran repercusión pública y que, de alguna manera, dan a conocer a estas comisiones obreras. La detención fue la principal propaganda para la expansión del futuro sindicato.

La detención sirvió de propaganda para la expansión del sindicato

El juicio iba a celebrarse los días 20, 21 y 22 de diciembre de 1972. En la primera jornada, los detenidos conocen la noticia del atentado que acaba con la vida de Luis Carrero Blanco, por lo que la sesión se retrasa varias horas. Suponemos que en ese tiempo el fiscal aumentaría las penas propuestas, totalmente desproporcionadas con los cargos que se les imputaba. La crisis política, la crispación y las presiones en el exterior de grupos de ultraderecha fueron determinantes para estas condenas que, dice Erice “tenían que ser ejemplarizantes”. Por su parte Alberdi asegura que las penas lo que buscaban era “meter miedo” para que no se repitiera este tipo de reuniones. Juanín le contó a Alberdi que en las manifestaciones ultraderechistas que pedían la cabeza de los integrantes de las comisiones obreras, un teniente de la policía armada les tranquilizó y les dijo que les iban a proteger. Las cosas empezaban a cambiar, también dentro de las propias fuerzas armadas.

Los acusados se enfrentaron a la acusación de ser dirigentes de las comisiones obreras, perteneciendo, por tanto a una organización ilegal por su presunto vínculo con el Partido Comunista de España. “Sólo intentábamos hacer sindicalismo” dice Alberdi. El día 30 de diciembre se anunciaron las condenas, que coincidieron con las peticiones del fiscal. Los diez miembros de la coordinadora, que serían conocidos como los diez de Carabanchel, fueron condenados a prisión. Las penas fueron: Marcelino Camacho, 20 años de cárcel; Nicolás Sartorius, 19; Miguel Ángel Zamora Antón, 12; Pedro Santiesteban, 12; Eduardo Saborido, 20; Francisco García Salve (el cura Paco), 19; Luis Fernández, 12; Francisco Acosta, 12; Juan Muñiz Zapico Juanín, 18; y Fernando Soto Martín, 17. En el caso de Juanín su elevada pena era mayor aún por tener antecedentes.

Un año después el Tribunal Supremo revisó las condenas, rebajándolas considerablemente: Marcelino Camacho a 6; Nicolás Sartorius a 5; Miguel Ángel Zamora Antón a 2; Pedro Santiesteban a 2; Eduardo Saborido a 5; Francisco García Salve a 5; Luis Fernández a 2; Francisco Acosta a 2; Juan Muñiz Zapico a 4 y Fernando Soto Martín a 4 años de cárcel.

El papel de la defensa fue fundamental y dejó claro a la opinión pública internacional que lo que se juzgaba era a un régimen dictatorial. Si no ¿cómo se explicaba que los abogados defensores de los diez de Carabanchel pertenecían a todas las tendencias políticas, desde comunistas hasta gente de derechas, como Gil Robles o democristianos?

El 25 de noviembre de 1975, cinco días después de la muerte de Franco, los encarcelados por el Proceso 1001 fueron indultados por el Rey Juan Carlos I, algo que molestó en las comisiones obreras, ya que lo que querían era una amnistía a los presos políticos y sociales. Muchos otros compañeros quedaban todavía en las cárceles franquistas.

Los diez de Carabanchel defendía un sindicalismo diferente al actual, explica Erice. “Ese modelo de sindicalismo no se corresponde con el de hoy. Salvo algún caso, estos militantes habían conocido la cárcel y estaban acostumbrados a la lucha, gente muy batalladora y apegada a la realidad”.

EL PAPEL DE JUANÍN

Juan Muñiz Zapico, había nacido en La Frecha, un pueblo de Lena en 1941 en donde vivió hasta después de casado, antes de establecerse en Gijón. Cerca de su casa natal moriría trágicamente en un accidente de tráfico el 2 de enero de 1977. Cuando fue detenido en el proceso 1001, tenía 31 años. Era aún joven pero ya destacaba como líder obrero. Fue en este proceso en donde sus compañeros empiezan a ver las enormes capacidades de Juanín. Dice Erice, coautor de un libro sobre este proceso, que durante el juicio “tuvo el papel más coherente y contundente de todos y dio muy buena impresión y eso le dio posibilidades para ser en un futuro integrante de la dirección nacional. Se engrandeció en este proceso”.

Francisco Prado Alberdi es el presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico. Amigo y colaborador de Juanín, vivió muy de cerca este proceso que considera “muy importante” en la historia de Comisiones Obreras por la repercusión internacional que tuvo. De Juanín cuenta que era muy inteligente y que no desaprovechó el tiempo que estuvo en la cárcel: “estudió y empezó Económicas. Salió muy formado y con la intención de seguir estudiando la carrera, pero los acontecimientos posteriores se lo impidieron”.

Según el historiador Ruben Vega, autor junto con Carlos Gordon de la biografía de Juanín dice que la detención del sindicalista lenense fue “una causalidad, porque aunque él representaba a Asturias, no siempre era el delegado, había otros”. De su biografiado destaca que tenía una gran capacidad para las relaciones humanas. Amante del fútbol, simpático y con gran sentido del humor, “ayuda a soportar la cárcel a sus compañeros y facilita que se tiendan puentes hacia otros presos”.

En este proceso el sindicalista asturiano juega un importante papel. De mano ya representaba a Asturias, un territorio que será un pilar fundamental en la fundación de CCOO. Muñiz Zapico fue quien propicie el debate entre los diez detenidos sobre la estrategia para su campaña internacional, rompiendo con la tradición comunista de dar protagonismo a la jerarquía (en este caso Marcelino Camacho). Juanín convenció a sus compañeros de que este era un proceso colectivo por lo que no había que personalizar, aunque ello no suponía poner en entredicho la autoridad moral de Marcelino.

Tras la liberación, la llegada de ‘Juanín’ a Asturias fue espectacular

Tras la liberación de los dirigentes encarcelados, la llegada de Juanín a Asturias fue espectacular. Franco había muerto, pero no su régimen represivo. “Hubo muchísima gente que queríamos ir a recibirle a la estación de Gijón pero entonces se produce una carga policial brutal y no nos dejaron acercarnos a él. Días después hizo un acto público en la Cultural Gijonesa y la gente no cabía, estaban por las escaleras”.

Ese mismo año, en Barcelona de 1976 es elegido miembro del Secretariado General de CCOO, y redacta la ponencia sobre Reforzamiento Orgánico de Comisiones Obreras. En julio de ese año fue elegido miembro del comité central del PCE, participando en su reunión de Roma. También participa en la Junta Democrática y posteriormente en Coordinación Democrática (conocida como la Platajunta) en Asturias.

A lo largo de su intensa militancia va a sufrir 7 años de cárcel, 5 despidos, 4 multas gubernativas y 2 condenas del TOP, y realizar 4 huelgas de hambre. Falleció el 2 de enero de 1977 en un accidente de tráfico y su entierro en el cementerio de la Frecha, el 4 de enero de 1977, fue una de las mayores manifestaciones públicas de la Transición en Asturias, a la que acudieron 20.000 personas.

Por entonces las comisiones eran un movimiento social, no un sindicato. Frustrada la esperada unidad sindical querían crear una organización. “Teníamos mucha experiencia en la lucha pero nos faltaba formación teórica como sindicalistas” explica Alberdi, para quien hoy el sindicalismo tiene otras carencias más importantes y cree que es necesario “construir otro sindicalismo”. No obstante matiza que el modelo que le tocó a él y a Muñiz Zapico era para esa época y tampoco hoy sería el adecuado.

¿Realmente Juanín y los dirigentes de las comisiones obreras luchaban por la democracia o por la implantación del comunismo? Alberdi lo tiene claro: “Éramos gente rebelde, luchadora, queríamos la dignidad en el trabajo, mejores salarios y claro por pedir eso nos encontrábamos de frente a la dictadura. Todo era delito, hasta la huelga, y eso nos llevaba hacia el camino de la política, del PCE, porque era el partido más organizado pero lo que queríamos era conseguir la libertad”.

Muchos de ellos eran hijos de gente del Régimen, que habían luchado con Franco “como mi padre” dice Alberdi, y añade: “pero lo que queríamos era luchar por unos derechos que no teníamos, mientras que ahora se lucha para evitar que nos arrebaten esos derechos”.

Marcos Muñiz, hijo de Juanín, tenía 5 años cuando murió su padre y guarda pocos recuerdos. Sin embargo, al pasar mucho tiempo con sus abuelos en la casa natal de su padre en La Frecha, recogió mucha información sobre él. «Al poco de nacer yo fue cuando les detuvieron y llegó el Proceso 1001. Yo solo te puedo decir que sus padres le adoraban. Era hijo único, imagínate. Lo pasaron muy mal porque estuvo 8 años de cárcel en cárcel y ellos detrás, a Jaén, a Segovia, a Madrid… y era cuando se viajaba en tren». En el aspecto personal Juanín  era «muy entrañable. Siempre luchaba contra las injusticias y sobre todo socializaba muy bien con todo el mundo, era muy tolerante y sumaba voluntades. No era nada sectario. Tenía amigos de todas las ideologías, también de derechas porque decía que a la gente había que tratarla según sus cualidades personales y no por lo que pensaran.»

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