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La toma de Badajoz fue un genocidio: las tropas de Yagüe, Asensio y Castejón tenían la consigna de arrasarlo todo»

El Periódico Extremadura,01/03/2014 | 12 marzo 2014

plaza_de_toros_de_badajoz_en_1936-2Entrevista a Justo Vila

 

Vaquero

Nacido en Helechal en 1954, Justo Vila Izquierdo es, sobre todo, un hombre comprometido que dice las cosas con el corazón, sin esconderse en hipocresías políticamente correctas, cuya obra tiene como línea argumental la Guerra Civil y su incidencia en la región. Dentro de sus novelas se encuentran La agonía del búho chico (1994), Siempre algún día (1998), La memoria del gallo (2001), y Lunas de agosto (2006), inspirada en hechos reales de la batalla de Badajoz. Y entre sus ensayos destacan Extremadura: la guerra civil (1983), La guerrilla antifranquista en Extremadura (1986), El movimiento guerrillero de los años cuarenta (1990), y Badajoz, agosto de 1936 (1997).

–¿Quién es Justo Vila Izquierdo?

–Un extremeño de Helechal, a punto de cumplir los sesenta años de edad, que vive en Badajoz desde hace casi cuarenta. Un maestro de escuela, licenciado en geografía e historia, bibliófilo siempre y bibliotecario cuando le dejan. Un viajero incansable, sobre todo por tierras extremeñas (Extremadura atesora algunos de los parajes más bellos del mundo). Alguien que siempre soñó con ser escritor…

–Escritor, político, sindicalista, ¿en qué faceta te sientes más tú mismo?

–Yo me recuerdo de siempre escribiendo, desde muy pequeño. Pero, a renglón seguido, tengo que decir que no entiendo a aquellos escritores que se encierran en su torre de marfil, huyendo de la realidad, como si temieran mancharse de la humanidad de sus contemporáneos Yo soy escritor, pero, cuando hay que dar la cara, la doy; no me escondo. Antes que escritor, uno es ciudadano.

–¿Qué desata tu creación literaria?

–Creo que el gusto por los cuentos nació en mí antes de aprender a leer, cuando mi abuelo, para cambiar una realidad que no le gustaba la disfrazaba en su imaginación y nos contaba a mis hermanos y a mí historias de tiempos y mundos lejanos, casi siempre inventados, para lo que utilizaba su increíble facultad de fantasear, tan osada como poco escrupulosa. Con el paso del tiempo, y para que no se perdieran algunas de aquellas historias, las reinventé, pasándolas al papel.

–¿Qué aporta la Biblioteca de Extremadura a nuestra comunidad?

–Identidad. Memoria. La Biex es la cabecera del Sistema Bibliotecario de la Comunidad Autónoma, un centro preparado para la labor investigadora y para recoger, conservar y difundir el patrimonio bibliográfico extremeño. La Biex es la memoria de Extremadura. Uno está muy orgulloso de haber sido director de la misma durante sus primeros diez años de vida.

–¿La escritura debe ser un arma de compromiso político?

–Una cosa es la literatura y otra el compromiso político. Pero, como dije antes, el escritor también es un ciudadano, y, como ciudadano, debe «mancharse» hasta el alma si fuera preciso en defensa de las causas nobles y justas. ¿Cómo era aquello que decía Celaya? «Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno». Espera, seguía así: «Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden».

–¿La toma de Badajoz fue un genocidio?

–Lo fue. Las tropas de Yagüe, Asensio y Castejón tenían la consigna de arrasarlo todo desde Sevilla hasta Madrid, incluido Badajoz.

–¿Tenemos la voz dormida porque hay miedo a desenterrar a los muertos?

–Cada día hay menos miedo y más ganas de conocer la verdad, de dignificar la memoria de quienes perdieron la vida por pensar de otra forma. Para olvidar, antes es necesario saber.

–¿Tenemos cuentas pendientes con los proscritos de la posguerra?

–Por supuesto. Durante la larga noche del franquismo, para unos hubo honores, funerales, monumentos, un lugar adonde los familiares pudieran ir a depositar unas flores, encontrando en esa cercanía el bálsamo para consolar las ausencias. Para otros, sin embargo, sólo hubo desprecio y olvido, y la angustia sin medida de ignorar el paradero de sus familiares asesinados: desigualdad ante los tribunales de justicia, desigualdad ante las instituciones del Estado, lo que ha impedido hasta hoy aclarar, no sólo las circunstancias de miles de muertes, sino la localización de incontables desaparecidos, así como la posibilidad para sus familiares de darles digna sepultura.

–¿Qué supuso la Guerra Civil para la literatura extremeña?

–La Guerra Civil lo condiciona todo. Durante muchos años. También una parte importante de la literatura. Y es que, insisto, la gente necesita saber la verdad de lo que pasó y a veces sucede que se entiende mejor un periodo histórico a través de una buena novela que a través de un tratado histórico.

–¿Por qué el sindicalismo tiene una imagen tan menospreciada?

–No menos que la imagen de los políticos, la justicia, la banca, la prensa o la monarquía, por poner algunos ejemplos. Pero la imagen negativa del sindicalismo que algunos medios venden, responde a unos intereses muy concretos, los del gran capital y sus palmeros. Lo malo es que hay trabajadores que caen en la trampa y ellos mismos zancadillean a los sindicatos. No se dan cuenta de que los sindicatos, con sus errores, que no digo que no los tengan, son la última barrera de resistencia ante un monstruo que todo lo devora…

–Un recuerdo de la infancia.

–Mi pueblo extremeño –Helechal– y mi pueblo asturiano: Las Mazas de Morcín…

–Una reflexión ante la vida.

–Nada está escrito, nada es imposible.

–Una anécdota divertida.

–Una vez, en el instituto Pedro de Valdivia de Villanueva de la Serena, batí el récord del mundo de los cien metros lisos. Tendría yo quince años. Día de niebla cerrada. El profesor de gimnasia en un extremo de la pista y yo en el otro. Bueno, como no nos veíamos, en lugar de correr cien metros, corrí unos sesenta y, claro, bajé de los diez segundos… El profesor ya iba a convocar una «rueda de prensa» para anunciar a España entera el «fenómeno», así que tuve que confesar y atenerme a las consecuencias…

–Un rincón de Helechal donde sentir la paz.

–En la sierra, con el Zújar a lo lejos, haciendo frontera entre Córdoba y Badajoz.

–Un libro de cabecera.

–El llano en llamas .

–¿Cómo te gustaría que te recordaran?

–Me conformo con que me recuerden…

–En confianza, ¿has pensado alguna vez en quitarte el bigote?

–Ahora que lo dices, cualquier día de estos…

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