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Josu Arrizabalaga: «Me quedé sorprendido de cómo una persona puede torturar de esa manera, con esa frialdad»

Deia, 04-04-2014 | 7 abril 2014

_PrDeiaDenuncia haber sido torturado en 1976 por el excapitán Muñecas

 

 

Josu Arrizabalaga (Ondarroa, 1945) denuncia haber sido torturado en 1976 por el excapitán Muñecas, que ayer compareció en la AN y al que no guarda odio

JURDAN ARRETXE – Viernes, 4 de Abril de 2014

DONOSTIA – Jon Arrizabalaga (Ondarroa, 1943) interpuso una querella contra el excapitán Muñecas por torturar en 1968 a su hermano Andoni (1941), fallecido en 1984. Una causa a la que otros dos hermanos, Mikel (1956) y Josu, que denuncian haber sido torturados en 1976, se suman.

¿Cómo se suman a la causa?

-Cuando se puso en marcha el caso de Andoni, no había testigos. Nuestro hermano Jon llevó el caso a Argentina y nos dijeron a ver si mi hermano Mikel y yo, que habíamos sido torturados, íbamos a meter otra querella.

Dice que no hay testigos de lo ocurrido en 1968 con Andoni, pero usted sí que pudo visitarle.

-Vi a Andoni en el cuartel de Zarautz. Con mi aita. Lo detuvieron en Ondarroa, pero lo trajeron a Gipuzkoa, que había estado de excepción y tenían posibilidad de retenerlo más tiempo. La familia no sabíamos ni dónde estaba. Yo era fraile en el convento de los benedictinos de Lazkao..

¿Cuánto tiempo tardaron?

-Ocho días. Primero se lo llevaron al cuartel de Ondarroa. Fuimos a ver si estaba allá, pero no nos dijeron nada. De ahí a la semana o así, mi aita y yo, junto con un amigo de Andoni, fuimos en coche a Zarautz. En la puerta del cuartel había un guardia joven. Nos identificamos y nos dijo que esperáramos. El cuartel estaba en Etxe Zabala, donde están las oficinas municipales en Kale Nagusia. Nos quedamos enfrente, en el parque de Torre Luzea, donde ahora está el busto de Baserri. A los diez o quince minutos apareció el capitán Muñecas.

¿Qué les dijo?

-Que fuéramos. Nos metieron en un cuarto que daba a la calle. Allí estaba Andoni, sentado. Le dijeron que se levantara, esposado. ¿Ha visto la cara de Unai Romano? Más o menos estaba así. Tenía la ropa llena de sangre. Estaba, según dijo mi aita, con la misma ropa con la que salió de casa. Abatido. Muñecas nos dijo que «esto es lo que ocurre cuando no colaboran».

¿Qué buscaba Muñecas?

-Estoy convencido que quería ahondar en nuestra herida, que por eso nos dejó pasar. No reconocíamos a Andoni. Por el cuerpo y la ropa sabíamos que era él, pero estaba irreconocible. Lo tuvieron colgado un par de días, colgado por los pies…

Años después, pasó usted por algo similar.

-En 1976, creo que el 11 de abril, el domingo de Ramos. Entonces vivía ya en Zarautz, en Itsas-Mendi, pero todavía no tenía teléfono en casa. A las 6.00 horas, vino a casa un amigo muy conocido, Anjel Lertxundi (escritor), diciendo que habían llamado desde nuestra casa de Ondarroa para que me avisara de que se habían llevado a mi hermano Mikel y que me buscaban. No lo tomé demasiado en serio, Andu se fue a su casa… Hacia las 8.30 horas, empezaron a tocar el timbre. Al principio no les abrimos. Ellos, que trajeron a Mikel, no sabían exactamente dónde vivía. Él, el barrio sí, pero dónde no. No le creían. A la media hora, dando vueltas, Mikel reconoció mi coche. Ahí entraron en varios portales y luego en el nuestro. Abrí y me pusieron la pistola, me esposaron y nos llevaron al cuartel de Ondarreta.

¿Qué pasó?

-Había un gran revuelo. Creo que aquel día o en la víspera, ETA mató algún guardia civil. Bastante rápido, me llevaron abajo, al patio.

¿Le llevaron allí?

-Sí. Había un par de jóvenes dentro, uno de ellos el que luego ametrallaron, el ondarrutarra Ángel Etxaniz. Arriba no vi a Muñecas. Había otro guardia civil famoso. Bajito y moreno. Luego me dijo Etxaniz que aquel era Hidalgo, que había sido capitán de la Guardia Civil en Gernika. Antes de entrar, con un gran cabreo, cogió un martillo y me golpeó en la cabeza. Con más rabia, cuando me iba a volver a dar, alguien le agarró del brazo.

¿Y ya dentro?

-Lo primero que me hicieron, como a otros, fue desnudarme. Te quedas indefenso y sin dignidad. Impotente… A mano derecha, había una pequeña bañera, de las de escalón. Con agua negra, podrida. Me envolvieron en la manta, me ataron y me metieron la cabeza. No perdí la consciencia del todo, pero tuve que tragar mucho. A punto de ahogarme, me sacaron y me dejaron tirado. Cuando me recuperé, me quitaron la manta y me pusieron colgado de las esposas en una viga.

¿Cuánto tiempo?

-Quizá hora y media. Se pierde la noción del tiempo. Durante meses no sentí las muñecas, que no tenían protección. Mientras tanto, el capitán me hacía muchas preguntas, a ver a quién conocía, etc… Al comienzo, me dijo que si no decía nada, acabaría como Andoni. El cuerpo, colgado, está muy tenso. Al rato, me bajaron.

¿Habló con Etxaniz?

-Un guardia preguntó si nos conocíamos. Le dijo que me diera un consejo: «Di todo lo que sepas». Ahí dices todo. Luego uno me llevó un café con leche y me llevaron a la zapatería, muy cerca. Lo peor fue que empecé a escuchar los gritos de Mikel. Fue muy fuerte. Había oído mil veces lo que era, pero hasta que no lo pasas, no sabes lo que es la tortura en una situación de estas. No se tiene ni idea. Yo sé lo que es, quien no lo ha pasado no lo sabe. Muchas veces me acuerdo cuántas veces escucharía Martxelo Otamendi testimonios de tortura.

¿Y qué decía el capitán Muñecas?

-Hidalgo, muy caliente, me pegó con el martillo, pero Muñecas, ni cabreado, ni nada. Tenía un aplomo… Me quedé sorprendido cómo una persona puede torturar fríamente, él mismo daba, activamente.

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