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Matar, purgar, sanar. La represión franquista en Álava

| 30 abril 2014

alavaDe Javier Gómez Calvo

 

 

376 páginas

22,00 euros

Tecnos

El fracaso del golpe militar y la incapacidad del gobierno legítimo de la República para sofocarlo en su totalidad provocaron el “choque de incapacidades” que derivó, el 18 de julio de 1936, en guerra fratricida. Sin embargo, en Álava, controlada casi de forma total por los sublevados desde el primer momento, apenas se puede hablar de enfrentamiento bélico y sí de lo que aconteció lejos del frente. Largas penas de prisión, ejecuciones, secuestros, asesinatos, depuraciones profesionales, multas y exilio acabaron de un plumazo con la experiencia democrática iniciada en abril de 1931. En este libro se atienden tanto los tiempos y las formas de represión franquista como la diferenciación entre las víctimas de aquélla. Así, matar fue la consigna franquista en retaguardia hasta finales de 1936. Del exterminio físico se pasó a purgar al ahora enemigo. Casi cuarenta años después, la dictadura murió matando, pero la transición a la democracia no se comprende sin atender a un lento, complejo y laborioso proceso en el que se comenzaron a sanar las heridas abiertas durante tantas e interminables décadas.

El recuerdo de la guerra civil y de la represión franquista en el País Vasco se encuentra ligado, irónicamente, a una suerte de desmemoria selectiva. En la mente de todos pervive la agitación política y social que envolvió la agonía del dictador y su régimen en una frenética espiral de acción-represión-acción retroalimentada por el Estado y la recién nacida ETA. Se llegó a escribir en obras de difusión internacional que “durante los largos años de dictadura franquista nunca ha dejado de ocupar (el País Vasco) un puesto de vanguardia en la lucha de los pueblos del Estado español por su liberación, a causa del alto grado de movilización obrera y popular alcanzado y de la intensa conciencia nacional y antifascista de sus gentes”. Se trata de una visión que proyecta hacia atrás lo ocurrido en los últimos años de dictadura en las provincias vascas, pero que olvida entre otras cosas que aquéllas nutrieron con millares de voluntarios las tropas de Franco en aquella reconquista de Madrid por parte de la insurgente y nueva Covadonga.

El golpe de Estado de 1936 supuso en el País Vasco el aplastamiento definitivo de la cultura cívica republicana, de los valores sociales que ésta encarnaba y el aniquilamiento físico del movimiento obrero en todas sus vertientes y derivaciones políticas y sindicales. Fueron esas las máximas de la política represiva de los golpistas para toda España y fueron también las que guiaron la aplicación de la misma en Álava, territorio explorado en este trabajo. En 1936, la provincia más meridional del País Vasco apenas superaba los 100.000 habitantes, siendo así la menos poblada de España. Políticamente, los carlistas se alzaban con victorias relativamente cómodas en todas las convocatorias electorales en un territorio en el que predominaba el pequeño propietario agrícola y en el que la presencia de la industria, escasa y aun eminentemente artesanal, prácticamente se limitaba a su capital, Vitoria.

Así las cosas, el 18 de julio de 1936 fue recibido con alborozo por la mayoría de los alaveses. Sin resistencia, la guarnición militar de Vitoria -en buena medida conspiradora- el Requeté carlista y los escasos falangistas impusieron su particular concepto de “orden” y depusieron a todas las autoridades políticas republicanas de la provincia, comenzando con rapidez las detenciones, las purgas profesionales y los crímenes. ¿Quiénes se convirtieron en objetivos? Por este orden, anarquistas, republicanos de izquierdas, socialistas y comunistas, así como todos aquellos que, sin poseer una adscripción partidaria concreta, resultaban sospechosos de haber simpatizado con formaciones republicanas de izquierdas. Por el contrario, los nacionalistas vascos, que habían conseguido un 20% de respaldo electoral en las urnas, consiguieron esquivar lo peor de la represión: muchos se integraron sin dificultad en el nuevo régimen, otros pudieron pasar desapercibidos y los más fueron multados económicamente, detenidos durante tiempo limitado o desterrados.

Con todo, la represión practicada en Álava guarda algunas diferencias notables con la ejercida en provincias tan próximas como Navarra o La Rioja. Así, en un macabro ranking nacional del terror y la muerte éstas últimas se encontrarían en el grupo de cabeza, mientras Álava lo haría a la cola. Lo cuantitativo, sin

embargo, no es interesante per se sino en cuanto que deriva de una diferencia cualitativa fundamentada en el análisis de una serie de factores que se obvian cuando se estudia la represión franquista. Por ejemplo, ¿qué papel jugó en la represión la alianza civil que nutría el bloque sublevado en un Estado en el que su soporte institucional era militar y no civil? ¿Qué papel jugaron los tiempos políticos en la aplicación de unas u otras políticas represivas? ¿De qué manera se manifiesta la oposición a la dictadura? ¿Cómo se combate a un nuevo y difuso enemigo que ya no es exactamente el de 1936? Como horizonte final, todas estas preguntas acaban remitiendo a una que subyace en el debate académico y social sobre lo que fue la política represiva franquista: ¿se puede hablar realmente de exterminio o genocidio?

La represión franquista, sostengo en este trabajo, puede dividirse en tres etapas. En una primera se persiguió con saña al adversario, deshumanizado y convertido en enemigo antipatriota. En la segunda, prolongada al menos hasta la derrota en Europa del Eje nazi-fascista, el enemigo fue reeducado en la cultura política del régimen a través de la cárcel, los campos de trabajo, las multas y, en fin, el olvido. Matar al principio, purgar después. Y, bajo el recuerdo de la sangre y la amenaza del castigo, vencedores que terminaron siendo vencidos y vencidos que no lo fueron tanto comenzaron a fraguar un lento proceso para acabar por sanar y cicatrizar las heridas abiertas en 1936.

Para la realización de este libro he utilizado principalmente fuentes de carácter militar-judicial, analizado miles de expedientes penitenciarios y vaciado todos los expedientes de depuración profesional instruidos en Álava, ya fuera en sus principales instituciones políticas -Diputación y Ayuntamiento de Vitoria- o en categorías profesionales determinadas, caso del Magisterio, los técnicos de Hacienda o los empleados de Correos. Además, me he apoyado en la práctica totalidad de los archivos municipales de la provincia para entender y comprender qué tipo de conflictividad prepolítica determinaba ciertas actitudes sociales y en qué medida esos enfrentamientos determinaban la aplicación de las políticas de castigo y eliminación física en los meses posteriores al golpe de Estado.