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Grafitis. Los presos de San Cristóbal (Pamplona), contra el olvido

Noticias de Navarra, 18-05-2014 | 19 mayo 2014

OLYMPUS DIGITAL CAMERAAl menos cuarenta condenados en el penal que corona el monte Ezkaba (1934-45) dejaron testimonios en los muros

 

 

Al menos cuarenta condenados en el penal que corona el monte Ezkaba (1934-45) dejaron testimonios en los muros -sucios, húmedos, abandonados y cerrados al público-, unas huellas en forma de firmas, dibujos y leyendas.

UN REPORTAJE DE LOLA CABASÉS FOTOGRAFÍA EDITORIAL PAMIELA, SOC DE CIENCIAS ARANZADI Y SOC TXINPARTA – Domingo, 18 de Mayo de 2014

«Aquí paso más frío que un perro. Felipe Pérez Domínguez». «Aquí estuvo un camarada sin petate. De frío, ni hablar. Juan» o «Cun subit illius tristissima noctis imago (…)», que traducido al castellano sería «Cuando se me aparece la tristísima visión de aquella noche, que fue para mÍ mis últimos momentos en la ciudad, cuando de nuevo revivo la noche en que tuve que dejar tantas cosas queridas para mí, todavía ahora de mis ojos resbalan las lagrimas», una culta transcripción en latín de los versos de Publio Ovidio que firma Virgilio, previsiblemente Virgilio Zorita, de Izquierda Republicana. Son algunos de los más de cien testimonios, firmas, dibujos, grabados… que dejaron una cuarentena de presos y que permanecen en los muros interiores del fuerte de San Cristóbal. Unos gestos que, quizás, dejaron contra el olvido. Sus intenciones nunca se sabrán, porque además de las penalidades, muerte, cárcel, represión y persecución, a estas personas las condenaron al silencio.

DOCE AÑOS DE INFRAHUMANO PENAL Las paredes del fuerte de San Cristóbal, utilizado como penal pese a sus condiciones inhumanas desde 1934 hasta 1945, conservan un auténtico tesoro que ha permitido conocer, o al menos intuir, la vida que padecieron los presos encarcelados en semejante presidio. Un libro que en principio hoy sale a la calle y que han redactado con el material localizado e investigado sobre el fuerte, su historia y las personas que allí padecieron los rigores de la dictadura. El libro es obra de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y de la Sociedad Txinparta y en sus páginas salen a la luz, entre otros testimonios e investigaciones, los grafitis que dejaron los presos. Unos pocos, firmados, y otros, la mayoría, anónimos.

«Se trata de reconstruir el relato de las historias narradas a través de los grafitis; traspasar el plano de su inscripción para conocer la identidad de los autores. Saber de ellos, de su existencia y de su trayectoria», afirma Lourdes Herrasti, antropóloga de Aranzadi, quien junto a Cristina Martín (investigadora de Aranzadi) y Francisco Ferrándiz (antropólogo social del Consejo Superior de Investigaciones Científicas), han redactado este capítulo del libro que ha coordinado Elisa Querejeta (documentalista de Aranzadi) y han dirigido Francisco Etxeberria y Koldo Pla. La obra se ha editado en Editorial Pamiela y contiene más de 400 páginas. Esta nueva publicación, que tiene precedentes, como la obra de Félix Sierra, permitirá conocer más a fondo los entresijos de este tenebroso lugar, hoy cerrado a la mayoría de la sociedad.

MÁS DE 5.OOO PRESOS EN DOCE AÑOS A lo largo de los doce largos años en los que el fuerte de San Cristóbal se utilizó como penal y como sanatorio penitenciario, pasaron por él cerca de 5.000 condenados a distintas penas. «En las cárceles franquistas las condiciones de vida eran muy precarias e incluso infrahumanas. El hambre, el frío, el hacinamiento eran características comunes. No era distinto el penal de San Cristóbal, donde el frío de la fortaleza soterrada, la humedad de las brigadas, el constante hambre y la falta de unas mínimas condiciones de higiene y salubridad eran evidentes», puede leerse en uno de los paneles que jalonan hasta el día 29 de mayo el Espacio Cultural del Ayuntamiento de Ansoáin en el marco de la exposición Que aflore lo enterrado.

 

Pues es precisamente de todo ello de lo que hablan los presos en sus grafitis. «Cada grafiti es expresión sintética del relato de su vida y, a través de las inscripciones -precisa Lourdes Herrasti-, hemos sabido de su existencia individual y colectiva». Estos «actos de comunicación» que han quedado en los muros interiores de esta construcción, proyectada como cuartel defensivo, tienen detrás cerca de 40 nombres propios y gracias a ellos se han podido conocer también fechas de ingreso o salidas de la cárcel, además de sus traslados, sensaciones y sentimientos.

Los grafitis «son reflejo de los momentos emocionales y del estado de ánimo de los autores, así como del contexto social en el que se ven obligados a interaccionar», explica Lourdes Herrasti. Así, hay presos que delatan su alegría por el traslado a otra cárcel, su desesperanza por el periodo que deben permanecer en el penal; sus quejas por el frío, el hambre… las frases dibujadas evidencian sus estados de ánimo, sus sentimientos, sus condiciones de vida. Tienen también una lectura sociológica porque varios grafitis hacen referencia a los avatares que compartieron grupos de reclusos.

Destaca por la profundidad del mensaje la transcripción hecha por un preso llamado Virgilio de los versos de Publio Ovidio. Solo hay constancia de que hubiera tres presos llamados Virgilio (uno de ellos Virgilio Zamarguilea Gloria, era un maderero natural de Burgui).

CON NOMBRE PROPIO Se cree que el grafiti puede ser del cacereño Virgilio Zorita, líder de Izquierda Republicana y jefe de telégrafos. También ha sido localizada la firma de Jacinto Ochoa, natural de Ujué, y toda una personalidad en la lucha antifranquista. Fue detenido por primera vez a los 18 años y se le condenó a 30 años; salió y volvió a ser detenido. Se fugó en 1943, se incorporó a un batallón de maquis y volvió a ser detenido para ser encarcelado hasta 1964.

Otros grafitis que identifican a sus autores son, por ejemplo, la firma de Lucio Goicoechea Urquiaga, nacido en Lekeitio, peluquero de profesión y acusado de pertenecer «a partido separatista vasco», se le condenó a 12 años de prisión. También se lee la de Ángel Varona García, originario de Burgos y vecino de Bilbao al que acusaron, junto a otros seis, de haber volado el puente de Orozko (Bizkaia). A otro preso, llmado Antonio Fernández Jesús, nacido en Portugalete, soltero de 27 años y que permaneció dos años ingresado en el penal por auxilio a la rebelión militar, le dio tiempo a sellar su despedida: «Deje el Fuerte a los 24 meses y 12 días».

http://www.noticiasdenavarra.com/2014/05/18/sociedad/navarra/grafitis-los-presos-de-san-cristobal-contra-el-olvido