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¿Qué problema tiene el PP con la memoria histórica?

Marc Pallarès. Infolibre, 03/09/2014 | 5 septiembre 2014

_PrInfoLibre  FEDERACIÓN FOROS POR LA MEMORIAAl PP le gustaría que la memoria recrease el pasado como un trauma social, y no como una postura política

 

MARC PALLARÉS

A finales de agosto un relator de derechos humanos de la ONU, Pablo de Greiff, presentó un informe sobre la relación que mantiene el Gobierno del PP con la memoria histórica. En él se asegura que el ejecutivo de Mariano Rajoy no está haciendo nada al respecto. Aparecen afirmaciones contundentes como que “el modelo vigente de privatización de las exhumaciones, que delega esa responsabilidad a las víctimas y asociaciones, alimenta la indiferencia de las insituciones estatales”. El relator invoca al Gobierno actual a crear una institución «externa pero oficial» de búsqueda rigurosa de información, similar a la Comisión de la Verdad impulsada por algunas asociaciones.

Pero el PP no está por la labor. El diputado Rafael Hernando tiene el honor de haber realizado una de las declaraciones més deleznables de los últimos años cuando manifestó que “algunos se han acordado de su padre, parece ser, cuando había subvenciones para encontrarle”. La lista de dirigentes populares que no solo han ignorado la Ley de Memoria Histórica sino que incluso han ampliado el callejero urbano con nombres de ilustres franquistas es interminable. Una de las primeras decisiones que en el año 2011 tomó la alcaldesa del PP de Elche (ciudad gobernada hasta entonces por el PSOE) fue dedicar una calle a Vicente Quiles, un exalcalde franquista. El presidente del PP de Granada y de la Diputación Provincial, Sebastián Pérez, afirmó que la Ley de Memoria Histórica era «uno de los atrasos más grandes que ha tenido nuestro país» en la historia de su democracia porque «viene a abrir heridas que ya estaban cerradas».

¿Qué problema tiene el PP con la memoria histórica? ¿Es solo una estrategia para impedir que la memoria recuperada sintonice con recuerdos que pueden llegar a funcionar en las generaciones más jóvenes como modelos y condiciones públicas? ¿O simplemente se trata de no perder unos cientos de miles de votos de los nostálgicos del régimen franquista?

La respuesta del PP siempre es la misma: recordar el pasado no sirve para nada, recuperar la memoria histórica nos llevaría a reabrir las heridas. En realidad, esto no parece más que un pretexto para no reconocer que aquello que el PP teme es que la memoria se convierta en el vehículo a través del cual definir y reforzar sentimientos de pertenencia a ideologías que le espeluznan.

Pues bien, hagamos el ejercicio de llevar este argumento de “recordar el pasado no sirve para nada”, que el PP defiende a capa y espada, al País Vasco, donde se llevan a cabo emotivos actos de recuerdo y reconocimiento a víctimas del terrorismo. ¿Se imaginan que, aplicando el mismo argumento que el PP dedica a la memoria de las víctimas de franquismo, alguien propusiese no celebrar estos actos porque en los colegios del País Vasco conviven hijos o nietos de víctimas y verdugos? Visualicen por unos instantes a alguien aduciendo que no se deberían producir los homenajes a las víctimas del terrorismo porque estos alumnos y alumnas vascos, descendientes de familias de uno y otro lado, juegan y conviven tranquilamente en el patio y que los actos de homenaje solo abrirían heridas del pasado. El escándalo sería monumental, ¿verdad?

En el País Vasco (o en cualquier parte del mundo) recordar un daño sufrido en el pasado e intentar repararlo es algo más que digno, y también necesario. La memoria no es un constructo para enfrentar a nadie, la memoria es un conjunto de sensaciones y puntos de vista que se desarrollan con su propia lógica temporal. Así, la memoria incluso nos presenta otra forma de leer los hechos, diferente a la de la Historia; la Historia tiene como objetivo la verdad en tanto que la memoria aspira a la fidelidad. Y nos queda la literatura: en períodos de tiempo lejanos, en los que acontecimientos violentos políticosociales desestructuraron a la sociedad, la Historia ni tan siquiera termina siendo la base a partir de la cual se produce la “génesis” de las ficciones narrativas; muy al contrario, suele ser más que habitual que de la novelación de una realidad a la que llamamos literatura dependa, en buena parte, de la interpretación de los hechos, a la que denominamos Historia.

Si bien es cierto que la memoria es colectiva y social, la subjetividad que la articula permite dimensiones que incluyen lo emocional y lo afectivo. Las vivencias de cada una de las personas que perdieron a un familiar modulan una memoria particular que puede tener unos referentes explícitos, pero que vehicula algunos de los aspectos que la Historia a menudo no contempla. Y esto, al PP, le parece perfecto que ocurra en el País Vasco, pero resulta más que evidente que no va a permitir que suceda con las víctimas del franquismo. Le da igual que para algunas personas los lugares en los que enterraron a sus padres o abuelos sean, todavía hoy, un espacio infernal, una línea de intersección desconocida e inquietante. Por eso el informe del relator de la ONU concluye que las víctimas del franquismo hoy son tratadas como “víctimas de segunda categoría”.

Al PP le gustaría que la memoria recrease el pasado como un trauma social, y no como una postura política, por eso reduce todo lo que sucedió como algo que no impone el discurso de los hechos como una “lección” de lo que no debería volver a ocurrir. Al fin y al cabo, la derecha no acepta que la memoria histórica sea vivida por los descendientes de las víctimas como algo que deletrea la experiencia por la que pasaron sus antepasados a través de un orden de causa-efecto, por ello no está dispuesta a aceptar este orden, insinuando, así, que todo aquello fueron hechos inevitables, consecuencia de una especie de conflictividad social que nada tenía que ver con las ideologías. Prefieren interpretar lo que ocurrió como un universo histórico en el que los hechos fueron obra de la práctica histórica de la humanidad; nada más.

El partido que preside Mariano Rajoy se niega a entender que alguien pueda sentir algo que de lugar a disímiles representaciones del pasado. Por eso rechaza la memoria histórica, la ignora, la traslada al campo de un pasado que tiene muy claro que no quiere recordar. El presente es lo más importante, lo único que vale, ha declarado Floriano en multitud de ocasiones con un tono de voz que solidifica los sentimientos y que demuestra que para el PP la memoria histórica queda encerrada en la camisa de fuerza del olvido. La conciencia de “lo actual” es colocada por la derecha como la verdadera conciencia que decide sobre el sentido y la expresión de lo que es la vida de hoy, la del siglo XXI; el resto es borrado y disimulado casi como una ficción, o como una mitología. El mismo informe de la ONU revela que los historiadores no tienen acceso libre a archivos que contienen informaciones que ayudarían a encontrar a víctimas del franquismo. Y lo más contundente es que reconoce que «no existen censos oficiales de víctimas, ni datos o estimaciones oficiales sobre el número total de víctimas de la Guerra Civil y la dictadura»

Después de tantas décadas, la esperanza de algunos familiares poco a poco va siendo aniquilada por un sentimiento de cosa casi irreprable, insalvable. Esta sensación de vacío entra de lleno en estas personas, que se han convertido en lo que Grossman etiquetó como las “huérfanas del tiempo”. Y esto es algo que deberíamos reivindicar con más vehemencia; no deberíamos permitir que estas personas, huérfanas de memoria, se vayan de este mundo sin haber cerrado esta herida.

Hasta que el PP no respete la memoria histórica, hasta que no se una al resto de partidos para trabajar por ella, el recuerdo de la injusticia nos deshonra como sociedad.

Estamos hablando de una historia social de la memoria de la que prácticamente solo se ocupan grupos societarios, por eso, cada vez que nos abandona algún familiar de una víctima del franquismo a quien no hemos sido capaces de proporcionarle la posibilidad de recordar, debemos admitir que le estamos fallando. Porque, no lo olvidemos, cuando recordamos quizá es cuando más capaces somos de representarnos a nosotros mismos y a lo que nos rodea, puesto que quien tiene todas las herramientas necesarias para recordar tiene la posibilidad de aceptar la llamada de lo real, de recibir su mensaje, aunque este mensaje venga en forma de cuneta y sea duro de asimilar.

Marc Pallarès es profesor de Teoría e Historia de la Educación en la Universitat Jaume I de Castelló y escritor

http://www.infolibre.es/noticias/opinion/2014/09/04/que_problema_tiene_con_memoria_historica_21127_1023.html