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La asociación murciana de memoria histórica se presenta con un libro sobre la gesta de ‘La Nueve’

El Pajarito, | 20 noviembre 2014

_PrElPajaritoCon una notable presencia de público, que dejó pequeño el local

 

 

JUEVES, 20 DE NOVIEMBRE DE 2014            ELPAJARITO

“La mayoría de los hombres que componían La Nueve tenían menos de veinte años cuando, en 1936, cogieron las armas por primera vez para defender la República española. Ninguno sabia entonces que quienes sobrevivieran ya nos las abandonarían hasta ocho años después, y que en la noche del 24 de agosto de 1944 serían los primeros en liberar París con la compañía de la Segunda División Blindada del general Leclerc”. Este es el resumen que figura en la contraportada del libro de la periodista e investigadora Evelyn Mesquida, autora del La Nueve, y que fue presentado el pasado martes en el Txoko ‘Pepe Carvalho’ de la capital, informa Diego Jiménez en su blog.

El acto, organizado por la Asociación para la Recuperación y Defensa de la Memoria Histórica de Murcia (MHMU-Tenemos Memoria), con la que esta asociación se presentaba públicamente, se desarrolló en dos fases, con rueda de prensa matinal, con la presencia de la autora y de Joaquín López, secretario de dicha asociación,  y en horario de tarde, en el citado local, donde, tras la exposición de la autora, tuvo lugar un animado coloquio.

Con una notable presencia de público, que dejó pequeño el local, Pedro Pina, presidente de MHMU-Tenemos Memoria, comenzó expresando agradecimientos a Antonio Rubio Calín, autor  del diseño gratuito del logo de la Asociación; a Pepe, del Txoko; a Mariano Montesinos y a Paco Roca, que están detrás del magnífico cartel con que se anunció el acto; a la ponente,  Evelyn Mesquida, a todos los miembros de la junta directiva… Dijo no poder dar las gracias al Ayuntamiento por haber negado a la Asociación el local del García Alix al considerar el acto culturalmente “irrelevante”, cuando el libro ha sido presentado en París por la propia alcaldesa de esa ciudad. Ello, en opinión de Pina, justifica el por qué la sociedad civil murciana ha de montar sus propias asociaciones de memoria histórica.

Pina habló del nacimiento de la asociación a partir de unas Jornadas memorialistas de la pasada primavera en el Salón de Grados de la Facultad de Derecho. Justificó la necesidad de la memoria histórica, entre otras cosas por la pervivencia actual de edificios y simbología franquista en la propia ciudad de Murcia. Tras afirmar que la asociación es necesaria, por las propias carencias de la Ley de Memoria Histórica, afirmó que procede retirar con urgencia la simbología y el callejero franquista existente en la ciudad de Murcia, pues la ley exige que así sea.

También dio cuenta de las próximas actividades memorialistas, en concreto la participación de la asociación en la exposición en Murcia de las Misiones Pedagógicas, cuyos actos están previstos para enero y febrero del próximo año.  Y, en lo inmediato, informó de la presencia de la asociación en las II Jornadas Anti Represión que se celebran estos días en el Moneo.

Afirmó que otra de las finalidades de la asociación es consolidar los espacios de la Memoria, propugnando, a tal fin, la reconversión de la cárcel vieja de Murcia, un BIC de propiedad municipal actualmente, en un espacio de la memoria.

Intervino a continuación María Jesús García Ruiz, vicepresidenta de la asociación, que afirmó estar muy contenta de presentar a la ponente. María Jesús, que el pasado verano participó personalmente en los actos del 70 aniversario de la liberación de París, dio cuenta de que el día anterior se hizo una representación dramática del libro La Nueve. Dijo haber leído el libro en tres días y confesó que le fascinó, pues considera que está redactado por una mujer muy humana que llega a establecer un vínculo emocional con los protagonistas de aquella gesta del verano de 1944.

Recordó que Evelyn Mesquida, que es periodista e investigadora, es hija de uno de los 15.000 republicanos que quedaron atrapados, sin poder partir, en la bocana del puerto de Alicante. María Jesús García Ruiz estar muy contenta de conocer a una persona que ha dedicado unos diez largos años al estudio de este tema, desde su posición de corresponsal en París, durante treinta años,  de la revista Tiempo. Por último, informó que Mesquida sigue en la actualidad trabajando en un nuevo libro, en este caso sobre la resistencia.

Una historia recuperada

La autora empezó agradeciendo la presencia del público invitado al acto, así como a la MHMU-Tenemos Memoria. Reconoció que en 1998, cuando trabajaba en París como corresponsal de la revista Tiempo, ignoraba totalmente la historia de la Nueve. Fue en el contexto de su trabajo como periodista como se encontró con esa historia.

Corría el año 1998 y en 1999 se iba a conmemorar la efeméride de los sesenta años del final de la Guerra Civil española. Con ese motivo,  propuso a la revista hacer algunos reportajes sobre el exilio español. Recordó que en estos últimos años se están publicando bastantes libros sobre el tema, pero curiosamente en 1998 apenas se hablaba de esta temática. La alusión “republicano español” no se encontraba fácilmente en los lugares públicos de la España de 1998. Por ello, al hacerle aquella proposición a la revista, pensaba lógicamente en hablar del exilio español, así como de los campos franceses donde habían sido acogidos los republicanos españoles al final de la guerra, para lo que se dispuso a hablar con algunos de ellos, de todas las tendencias políticas (socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos…), para que pudieran explicar sus historias, sus propias vivencias en el exilio.

Se propuso, así mismo,  hablar del exilio de Antonio Machado y de su muerte en Colliure. Comenzó, pues, a trabajar con estos reportajes, contactando con gente. Y en el contexto de estos reportajes –sobre todo en los que iba a hablar de los campos de concentración franceses–,  un hombre que había pasado por varios de esos campos le presentó una fotografía –que se reproduce en la portada del libro–, que presenta a un grupo de soldados. Esa imagen, que podría pasar fácilmente inadvertida, parecía simplemente eso, una fotografía de soldados. Pero aquel hombre le explicó a Evelyn que esos hombres de la fotografía, que había sido hecha en Inglaterra, van vestidos con uniforme americano, la compañía en que se integraban era francesa… pero todos eran españoles.  Evelyn reconoció que quedó sorprendida por ello. Pero más sorpresa le produjo la afirmación de su informante de que esos hombres de la fotografía fueron los que liberaron París. Primera noticia. Y sorpresa todavía mayor porque ella, residente en París, en ninguna de las conmemoraciones de la liberación de París había oído hablar de que fueran españoles los que habían contribuido a ello.

Por ello, se propuso encontrar a alguno de esos hombres para que le ayudaran a contar esta historia. Tuvo la suerte de encontrar a algunos supervivientes; gracias a ellos, en primer lugar, y después, apoyada en sus otras muchas entrevistas con ciudadanos franceses y en su labor archivística, pudo ir recopilando datos. Naturalmente, La Nueve “apareció” enseguida.

El libro comienza en 1939, al final de la guerra de España, durante el éxodo, que el mundo entero conoció como ‘la retirada’. La historia de La Nueve comienza, sin embargo, en 1936, cuando aquellos hombres empuñaron las armas por todos los rincones de España para defender la República española. Casi todos tenían menos de veinte años. Durante dos años y medio lucharon contra cuatro ejércitos: los de Franco, Hitler, Mussolini y Salazar. (Muchos olvidan que Salazar había enviado 20.000 soldados a Franco).

La humillación de los campos franceses

Enero de 1939, la retirada. Más de 500.000 personas cruzaron los Pirineos. En esos días, el corresponsal en España del New York Times escribía: “Todas las carreteras secundarias, todos los campos, todas las colinas son un inmenso hormiguero, donde miles y miles de desventurados caminan hacia la frontera. En territorio francés, los recién llegados fueron separados de familias, amigos y compañeros, y encerrados al aire libre en numerosos campos cercados por barreras de alambre de espino. Hambre, sed, frío, humillación, brutalidad… fueron las primeras experiencias francesas vividas por una gran mayoría de republicanos”.

Fermín Pujol, futuro soldado de La Nueve, lo contaba así: “Al entrar nos desarmaban. Nos quitaban todo: anillos, chaquetas, carteras, fotografías… Y nos enviaban a una playa al aire libre sin ninguna protección, rodeada de alambradas y vigilada por militares armados. La sarna y los piojos fueron enseguida nuestros compañeros. Si alguien se escapaba, la tropa colonial senegalesa tiraba a matar”.

Por su parte, el valenciano Germán Arrúe, afirma: “Nos dejaron en las playas sin ninguna protección contra la lluvia y el frío, como si fuéramos animales”.

El andaluz Rafael Gómez cuenta: “Llegamos hasta el campo al que nos habían destinado, acompañados por gendarmes a caballo y con látigo. Aquellos hombres no dudaban en pegar a los que, agotados, sin fuerza, se quedaban atrás, gritándoles “¡Allez, allez, allez!”. Recuerdo aquellos meses como una infamia. Humillados por el mal trato, la miseria, los piojos, la sarna”.

Eulalio Ferrer, uno de los exiliados, en su libro Entre Alambradas, evoca el comentario indignado de uno de los oficiales del Ejército republicano, comandante de Infantería: “Lo más intolerable de nuestra situación es la humillación moral a la que estamos sujetos. Nos tratan como a bestias. Nacimos con dignidad: ¿por qué no nos tratan con dignidad?”

Miles de muertos

Evelyn, además, recordó en su exposición que más de 15.000 personas murieron en las primeras semanas de encierro, a causa del frío, las heridas o la enfermedad. De tristeza, también. Algunos dejaban de comer, otros entraban en el mar, sin retorno.

Los centenares de miles de refugiados fueron concentrados en más de una veintena de campos por todo el suroeste francés, de los Pirineos Orientales a los Pirineos Atlánticos: Argelès, Gurs, Saint-Cyprien, Septfonds… A algunos, los llamaron púdicamente ‘campos de acogida’ o ‘campos de retención’. El ministro del interior de la época, Albert Sarraut, no dudó en calificarlos como ‘campos de concentración’. Sin ser asimilados a los campos de exterminio nazi, en muchos de aquellos campos franceses se daría la primicia de la brutalidad perversa, implacable, que es característica en la mayor parte de los campos de concentración.

Desde el primer momento, y sobre todo en vísperas de la II Guerra Mundial, miles y miles de esos refugiados fueron incorporados obligatoriamente a la industria de guerra francesa, a los batallones de trabajo de voluntarios extranjeros o a la Legión.

Integrados en numerosas unidades militares, y casi siempre en primera línea de combate, los republicanos españoles continuaron la lucha al lado de los franceses y de las fuerzas aliadas, participando en todos los combates donde luchaban esas tropas: de Noruega al Chad, Gabón, Palestina, Siria, Libia, Egipto, Túnez… Miles de soldados españoles murieron en esos frentes.

Cuando en 1942 se formó en Marruecos la II División Acorazada del general Leclerc, los españoles constituyeron una parte importante de las tropas. “Los españoles llegaban de todos lados”, contaría Federico Moreno, un oficial de La Nueve. Procedían de los campos de concentración del Sahara, de donde habían sido liberados, o de la Legión, de donde desertaban por centenares. Otros llegaban de Argel, de Túnez, de Casablanca… lugares en que muchos habían estado más o menos escondidos. Si no hubieran cerrado los centros de reclutamiento, se hubiesen podido constituir  dos divisiones de la Francia libre sólo con españoles.

Un oficial superior, el coronel Josep Putz, jugó un importante papel en ese reclutamiento de españoles. Héroe de la I Guerra Mundial, veterano de las Brigadas Internacionales, comandante del Ejército republicano español (Hemingway lo evoca en Por quién doblan las campanas) Putz fue con quien los españoles se integraron en el III Batallón de Marcha del Chad, de la II División Blindada, llamado también el “Batallón español”, que incluía las compañías Nueve, Diez y Once.

Todos españoles

De las tres, sólo la Nueve tenía totalmente el estatuto de unidad española. Ciento cuarenta y seis de los ciento sesenta soldados que la componían eran españoles o de origen hispano. Sus hombres portaban, junto a la insignia de la Francia libre, la bandera republicana. Sus tanquetas de combate lucían también nombres de conocidas batallas de la guerra española. Compañía destinada a la avanzadilla de tropas, siempre en primera línea de fuego, La Nueve fue pronto un mito, pues a sus soldados se les reconocía una extraordinaria valentía y el coraje suficiente para no retroceder nunca, ni ceder un palmo en terreno conquistado. Germán Arrúe cuenta: “Cuando los alemanes atacaban una división americana, para ellos era algo folclórico, pero sabían que con nosotros no; nosotros no retrocedíamos un palmo…”.

Con las tropas de Leclerc, la Nueve se preparó en África, en Inglaterra, desembarcó en Normandía y liberó París. Los supervivientes de La Nueve contaron así la liberación de la capital francesa. Habla el catalán Pujol: “Después de liberar Normandía, llegamos hasta París. Los americanos querían detenernos en las afueras y dieron la orden en ese sentido a nuestro capitán, Drone.  Pero cuando llegó el general Leclerc le dijo que no tenía que acatar órdenes estúpidas y que entrara rápidamente en la capital con nosotros… Con una sección de tanquetas y otra de tanques, llegamos a París, hasta el mismo Ayuntamiento. Fue sencillísimo, como una fiesta. La gente nos vitoreaba por todo el camino. Corrían a nuestro lado, lloraban, aplaudían, cantaban… El entusiasmo era increíble. Parece ser que por todos sitios cantaban la Marsellesa, pero nosotros, con el ruido de los vehículos, no la oíamos. Poco después de nuestra llegada al Ayuntamiento, comenzaron a sonar todas las campanas de París.

Tras la liberación de París, La Nueve continuó los combates, los más duros combates para liberar Alsacia y su capital, Estrasburgo. Y consiguieron llegar hasta el ‘nido de águilas’, el mismo búnker de Hitler en Berschtesgaden. Sólo dieciséis de entre ellos pudieron celebrar la victoria. Los otros se habían quedado en el camino, muchos de ellos gravemente heridos.

Drone diría de estos hombres: “Eran individualistas, idealistas, valientes y mostraban un valor algo insensato. No tenían el espíritu militar; eran incluso antimilitaristas. Pero todos eran magníficos soldados. Si abrazaron nuestra causa, fue porque era la causa de la libertad”.

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