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Winnipeg, el barco de Neruda

| 17 diciembre 2014

unnamedDe Laura Martel (texto), Antonia Santolaya (ilustraciones). Prólogo de Luis Sepúlveda

 

 

84 páginas

24,00 euros

Grupo 5

El 3 de septiembre de 1939, el Winnipeg arribó a las costas de Valparaíso. En él viajaban dos mil doscientos  inmigrantes españoles provenientes de Francia gracias a la iniciativa del poeta chileno Pablo Neruda, refugiados republicanos o comunistas de la Guerra Civil que habían huido de España con la llegada de Franco al poder. En 2014 se cumplen 75 años de aquella hazaña. España de manera oficial nunca ha agradecido a Chile el gesto de esta acogida.

Una novela gráfica  que relata  aquel viaje a través de los ojos de una niña que salió de Barcelona con su padre y tras pasar por los campos de concentración franceses consiguió llegar a Chile.

Winnipeg, el barco de Neruda es la novela gráfica que relata la hazaña de un poeta capaz de fletar un barco cargado de vidas truncadas deseosas de otra oportunidad

En tierra francesa, a la orilla de una Europa que ve acercarse el inicio de la Segunda Guerra Mundial, un poeta agitaba el pañuelo de despedida consciente de que ese viejo barco cargado de derrotados de la República era su mejor y más bello poema.

En la memoria de españoles y chilenos sigue navegando como el inmortal barco de la esperanza.

Luis Sepúlveda

Laura Martel. Licenciada en Ciencias Políticas y Sociología, guionista y dramaturga. Ha adaptado para cine la novela de Wendy Guerra Todos se van, dirigida por Sergio Cabrera y es autora de Lo que queda de D. Juan y Generación D. Actualmente trabaja como realizadora de documentales para distintas cadenas de Televisión en España y América Latina.

Antonia Santolaya. Ribafecha (La Rioja) 1966. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid. Comienza a trabajar en ilustración en el año 2000 después de ganar el premio Apel.les Mestre con Las Damas de la Luz (Editorial Destino). Obtiene además la mención honorífica en “Invenciones 2010” México y el primer premio en el V Concurso Internacional Álbum Ilustrado de Gran Canarias 2011. Otros trabajos relacionados con el cómic son: Proyecto Viñetas de vida (Astiberri-Oxfam Intermón 2014); El Apocalipsis según San Juan (EDT 2012); Bienvenidos a mi país, one, two, three, viva L’Algerie (De Ponent 2010); De ellas… (Instituto de la Mujer de la Región de Murcia 2006).

Trabaja habitualmente para las principales editoriales infantiles de España sobre álbum ilustrado y material didáctico.

 

Winnipeg, el barco de la esperanza

Una hermosa mujer que ya suma más de noventa años camina por las ca­lles de tierra de Cachagua, en el litoral central chileno, y se dirige como siempre hacia la orilla del mar para contemplar la inigualable puesta del sol en el Pacífico.

Esa bella mujer se llama Roser Bru, es chilena, catalana y española, y tenía recién dieciséis años cuando, el 4 de agosto de 1939, sus ojos de pintora vieron por última vez el puerto de Trompeloup y hasta sus oídos llegó el rui­do de las cadenas levando anclas a bordo del Winnipeg, un viejo barco de poco más de ciento cuarenta metros de eslora, casi veinte de manga, con una capacidad normal para trasportar ciento veinte personas, y que zarpó con la preciosa carga de dos mil doscientas vidas.

En tierra francesa, a la orilla de una Europa que veía acercarse el inicio de la Segunda Guerra Mundial, un poeta, Pablo Neruda, agitaba el pañuelo de la despedida consciente de que ese viejo barco cargado de derrotados de la República era su mejor y más bello poema.

El libro que tienen en sus manos narra lo que fue ese viaje desde la última barricada vencida en suelo español hasta la dura y fatigosa llegada a Trom­peloup, las dificultades y pasiones, anhelos, miedos y esperanzas que fue­ron sacudidos por las olas hasta el arribo al puerto chileno de Valparaíso el 3 de septiembre de 1939.

En el país austral, en cuanto se supo del empeño del presidente Pedro Aguirre Cerda y del poeta Pablo Neruda, que oficiaba de cónsul chileno en Burdeos, por salvar vidas de republicanos españoles, las fuerzas polí­ticas conservadoras hicieron todo lo posible por impedir la empresa hu­manitaria. Los derrotados de la República eran parias, delincuentes, vio­ladores, pervertirían las costumbres chilenas, eran ateos que atentarían contra la cristiandad de la nación chilena y, además, robarían el trabajo a los chilenos.

Pero la presión popular, la solidaridad, se impuso y el presidente Aguirre Cerda escribió una carta urgente a Pablo Neruda. En ella lo anima a seguir adelante y le pedía:

que vengan carpinteros que sepan hacer buenas mesas para com­partir el pan y el vino, pescadores que echen las redes en el mar nuestro que también será de ellos, mineros que compartan con nuestros mineros la oscura misión de rescatar la riqueza del fon­do de la tierra, maestros que enseñen en la lengua de Cervantes, campesinos para labrar esta tierra generosa, artistas que alegren la vida, poetas que canten a la esperanza.

El 1 de septiembre de 1939, el Winnipeg navegó por fin en aguas chilenas y algunos de esos dos mil doscientos hermanos y hermanas de la España herida desembarcaron en Arica. Eran mineros y el desierto de Atacama precisaba de sus esfuerzos y conocimientos para extraer el nitrato que fer­tilizaba los campos del planeta. Dos días más tarde, el Winnipeg atracaba en Valparaíso, el destino final.

Y Roser Bru, mirando la puesta de sol en el Pacífico, recuerda que en Valparaí­so los recibió la palabra más bella y acogedora: la palabra solidaridad, que esa misma palabra los acompañó en el tren hacia Santiago y, cuando en medio de los abrazos y frases de bienvenida a las compañeras y compañeros españo­les, un megáfono anunció que los recién llegados serían llevados a un alber­gue provisorio, miles de voces dijeron rotundamente no, y las casas chilenas se abrieron a nuestras hermanas y hermanos de la República.

Una vez desembarcada su preciosa carga humana, el Winnipeg levó anclas y zarpó con rumbo norte. Muy pronto empezó la Segunda Guerra Mundial, la nave fue confiscada por los británicos y renombrada como Winnipeg II. El 22 de octubre de 1942, mientras realizaba una travesía entre Liverpool y New Brunswick, el Winnnipeg II fue torpedeado por el submarino alemán U-433 y desapareció en las aguas del Atlántico.

Pero en la memoria de españoles y chilenos sigue navegando como el in­mortal barco de la esperanza.

Luis Sepúlveda

Isla Grande de Chiloé. Noviembre de 2014