Los mártires de Gordón Ordás
Hace 80 años, el diputado logró que se investigara la represión sufrida tras la revolución de octubre de 1934
Hace 80 años, el diputado por León Félix Gordón Ordás logró que se investigara la represión sufrida en las provincias de León, Asturias y Palencia tras la revolución de octubre de 1934. Más de mil personas detenidas, sobre todo en las cuencas, fueron hacinadas en las prisiones de la provincia leonesa, el triple de su capacidad
ANA GAITERO | LEÓN
Martirios. Asà llamó Félix Gordón Ordás a la batalla que libró por los mineros represaliados en las cuencas de León, Asturias y Palencia tras la revolución de octubre de 1934. El ex ministro y diputado por León alzó la voz en el Congreso de los Diputados contra los malos tratos a los revolucionarios.
El 30 de enero de 1935 se abrÃa la causa 81/1935 en el juzgado eventual número 6 de León. Dos militares, el comandante de caballerÃa Emilio de Aspe Vaamonde, y el teniente de caballerÃa Carlos Casademunt, se hicieron cargo del expediente, que se desparrama a lo largo y ancho de casi 500 folios, manuscritos y a máquina, con una puesta en escena judicial aparentemente impecable.
La instrucción duró lo que un parto, nueve meses. El 3 de octubre se cerró el caso. No hubo niño ni niña. Fue sobreseÃdo por la autoridad militar y la comisión provincial de penas lo archivó sin propuesta. La causa se encuentra en el Archivo Militar de Ferrol y forma parte de los 12.000 expedientes digitalizados por la Asociación de Estudios para la Represión en León (Aerle) para ponerlos a disposición pública, cosa que todavÃa no se ha realizado.
Gordón Ordás basó su alegato en los testimonios que recabó personalmente por las cuencas mineras. Uno por uno, los elocuentes testimonios fueron desmontados por los instructores de la causa de los Martirios. El maestro de Sabero, Baudilio Riesco, es el primer interrogado. Detenido el 10 de octubre de 1934 en su casa, fue conducido al cuartel y después paseado por el pueblo en compañÃa de un portugués llamado José Camba, «haciéndoles durante el recorrido objeto de mofa y malos tratos». En Guardo (Palencia), a donde fueron trasladados, les encerraron en «una habitación oscura y pequeña que era la Casa del Pueblo y allà fue maltratado por varios guardias civiles».
El maestro aseguró que «emplearon vergajos, palos y fusiles, produciéndole magullamientos, dos heridas grandes en la cabeza y otra más pequeña en la ingle derecha» y perdió el sentido «durante algún tiempo». Cuando le trasladan a Burgos, «al penetrar en el patio de la prisión central perdió de nuevo el sentido siendo conducido a la enfermerÃa del establecimiento en la que permaneció hasta el dÃa 6 de diciembre en la que salió conducido para Astorga».
La confesión de José Camba reitera los maltratos propinados por los guardias en las calles de Sabero «con palos y con culatas de los fusiles». En Guardo, agrega, «les hacÃan pasar uno a uno a una especie de bodega donde tres guardias les maltrataban con palos de (ilegible) produciéndole, al declarante, varios magullamientos de los que fue asistido en el penal de Burgos por el médico, quien no prescribió tratamiento alguno».
Cuando fue interrogado, el 28 de marzo de 1935, una nota a pie de página señala: «No presenta lesiones ni cicatrices de haberlas padecido, estando apto para el trabajo». En cambio el maestro, Baudilio Riesco, por esas fechas aún tenÃa secuelas: «Presenta una cicatriz en región occipital y otra en región temporal, en ambas lineales y de uno y medio centÃmetros datando la producción de las lesiones correspondientes de unos cuatro meses».
El minero Aurelio Diez Diez, también de Sabero, declaró que no fue objeto de malos tratos en dicha localidad, describe el mismo modus operandi de los guardias civiles en la bodega a la que les hacÃan pasar, uno a uno, en Guardo: «Un cabo y tres guardias civiles les hacÃan objeto de maltratos de obra con unos palos de roble oyendo los lamentos del apaleado los demás detenidos que en la calle quedaban».
El maestro nacional Baudilio Riesco fue procesado por «hacer propaganda polÃtica» en contra de la «buena sociedad y en especial de los Poderes Constituidos infiltrando estas ideas en los niños». «Igualmente, hacÃa tal siembra en la juventud de la cuenca minera, de la que poco a poco se iba apoderando», añade el auto. Se le acusó de «atacar con marcada saña al clero, al ejército y a los institutos armados» en los mÃtines que daba por la provincia.
El comandante del puesto de Sabero, Eladio Sánchez Ramos, negó los maltratos «ni por parte de él ni de sus subordinados». Aunque se declaró neutral fue muy incisivo para acusar al maestro: «Desde hace dos o tres años tiene el declarante mal concepto de él por haberle visto repetidas veces tomar parte en manifestaciones públicas excitando a la jente (sic) y aprovechando su misión de maestro inculcar de ideas disolventes a la juventud». Incluso le habÃa llamado la atención el Primero de mayo por intentar celebrar una manifestación. El guardia Emeterio de Prado negó los maltratos y dijo que se habÃa facilitado a los detenidos colchonetas y utensilios necesarios «y a la hora de comer han venido a visitarles sus familiares».
El guardia descargó la responsabilidad sobre el jefe de la columna militar. «Como en esta casa cuartel habÃa 30 o 40 detenidos el jefe de la Columna le ordenó que como conocedor de los vecinos del pueblo le dijera cuáles eran los más significados en el movimiento para llevarlos conducidos, haciendo esto con tal premura de tiempo que, sin tener apenas datos, señalaron sólo a los más significados como lo era el señor Riesco, que ya en Cistierna se habÃa señalado y aquà en Sabero aparecÃa como dirigente», agregó.
El médico de Hulleras de Sabero, Fructuoso GarcÃa, «no prestó asistencia a ninguno de los detenidos ni heridos, ni lesionados, que al único que visitó fue a un enfermo de las vÃas respiratorias…», declaró. Varios mineros, entre ellos un concejal de Sabero del PSOE y militante de la UGT, niegan que fueran maltratados. «Por lo que afecta a la actuación de las fuerzas que intervinieron para reprimir el movimiento en el Valle de Sabero, puede decir que si bien es verdad que procedieron con toda energÃa lo hicieron con los mejores sentimientos humanos», señaló Eladio GarcÃa.
Gordón Ordás exigÃa una comisión parlamentaria. Pero su voz fue un grito en el desierto. El Gobierno de Lerroux no escuchó. La causa se cerró sin propuesta de penas y llegando a desementir de manera torticera las torturas y asesinatos. Se acusa de «confabulación» a los procesados que estaban detenidos en la cárcel de Astorga, que por falta de espacio se extendió al cuartel de Santocildes.
«Por la fuerza irresistible de las circunstancias y a fin de dar cobijo con seguridad a los numerosÃsimos detenidos de la provincia de León a raÃz de los sucesos revolucionarios hubo de habilitarse como cárcel provisional el cuartel de Santocildes pues entre la prisión provincial de León y las cárceles de partido de toda la provincia no habÃa capacidad más que para 315 detenidos y el número de estos en los últimos dÃas de octubre y primeros de noviembre excedÃa del millar», admite el redactor del sumario.
Una y otra vez, no se da crédito a los los testimonios de las vÃctimas. Ni siquiera las huellas del maltrato sirven de prueba fehaciente a los instructores. Entre los casos más sangrantes están las muertes de Domingo Pellitero y Manuel Gutiérrez, el Pastor, detenidos en el cuartel de La Pola de Gordón, y Laureano Cuervo, en Bembibre. Las explicaciones que obran en la instrucción son, cuando menos, chocantes. De Pellitero, el médico aseguró que murió de pulmonÃa. El Pastor, falleció «en efecto por un traumatismo visceral que el propio interfecto pocos dÃas antes de su muerte en conversaciones sostenidas con el teniente coronel Recas Marcos y el paisano Manuel Copa Rician manifestó con reiteración que fueron los propios revolucionarios los que le habÃan maltratado por negarse a hacer fuego contra las fuerzas del Ejército, versión confirmada por rumor público».
Las heridas reconocidas en el cadáver de Laureano Cuervo no se valoran como suficientes para causarle la muerte, ocurrida en la prisión de Santocildes. Su versión es que falleció a causa de «una pulmonÃa» que ya tenÃa contraida con anterioridad a la detención.
A Daniel Huerga Merayo, de Bembibre, le «aprecian cicatrices circulares en la espalda cuyas fechas de origen no pueden concretarse ni el objeto con que fueron causadas, que Huerga afirma que lo fueron con fusiles y vergajos, y claudicación parcial de una pierna sin lesión articular».
En el caso de Teófilo RodrÃguez, minero de Ciñera y lÃder de la Juventud Socialista, se hace más hincapié en la acusación que pesa sobre él como cabecilla de la revolución en la cuenca que en la paliza que recibió en el cuartel de Santa LucÃa. Él confesó que «le maltrataron pegándole con unos vergajos». Es uno de los pocos que aporta nombres de los maltratadores, apuntando al sargento Pablo Monedero y un guardia que le llamaban Rodrigo. Fue obligado a firmar un atestado sin saber lo que ponÃa. El sargento Monedero no sólo negó los maltratos, sino que aseguró que el detenido Teófilo RodrÃguez les dijo que «si los guardias del puesto hubieran caÃdo en su poder después de matarles les cortarÃa la cabeza y les colgarÃa por ser esas las órdenes que habÃa recibido del comité revolucionario». De todos los agentes que habÃa en el cuartel sólo se tomó declaración a tres, al resto fue «imposible por haber sido desconcentrados», excusó el capitán instructor.
Alipio Vélez y Julio Oricheta, de Matallana, Julio Patán, de León, fueron detenidos en los Altos de Nava, «apaleados horriblemente por los guaridas de asalto», fueron obligados a firmar una declaración en la que se acusaba a Alfredo Nistal «como jefe de rebelión» de la provincia aunque ninguno le conocÃa. «Una vez que hubieron firmado les arrojaron debajo de la mesa y se pusieron a jugar a las cartas, teniéndoles por alfombra…», denunció Gordón Ordás.
La lista de maltratos es interminable. El tomo V es la pieza separada de Bembibre. Por la casa ayuntamiento, que sirvió de cárcel tras la revolución y su salón de sesiones de cuartel general, pasaron unos 200 detenidos. «A la casi totalidad de ellos les pegaron brutalmente», alegó el diputado. «Antes de pegarlos les hacÃan quitarse a los detenidos las chaquetas diciéndoles que ellas no tenÃan la culpa», relata en su denuncia, en la cual detalla que en Bembibre uno de los maltratos preferidos por los guardias eran los culatazos en los pies que «impedÃan andar a quienes los recibÃan ocasionando a muchos inflamaciones y heridas de consideración».
Apunta también los golpes recibidos por Nemesio Pascual, vecino de Matarrosa, y Luciano DomÃnguez de Bembibre, tanto en el ayuntamiento como en la cárcel de Astorga. «Allà está también otra infeliz vÃctima, un chiquillo de 15 años, que aún parece más niño por su delicada complexión, quien llegó con la piel de las muñecas cortadas por las esposas y el cuerpo cubierto por las huellas de una paliza bestial», cuenta el diputado. Era el pinche de la cooperativa obrera de Matarrosa.
No faltaron mujeres entre los mártires del 34. «Fueron maltratadas las mujeres Concesa Melón Vega, Juliana (Rosario) Aller y Rosa RodrÃguez» en La Pola de Gordón. La lista del oprobio sólo recibió la justicia de salir a la luz gracias al empeño de un polÃtico honesto y leal a la República.
http://www.diariodeleon.es/noticias/afondo/martires-gordon-ordas_957217.html