No tendrían ningún tipo de escrúpulos en señalar y acusar como lo hicieron muchos a partir de 1936

 

Francisco Javier León Álvarez 03.06.2015

Estoy seguro de ello: si hubiese una nueva guerra civil, muchos nos señalarían para salvar sus vidas o por envidia, enviándonos a un paredón para que las balas, convertidas en el peso de la justicia, nos redimiesen del pecado, o quizás amaneciésemos en una cuneta de cualquiera de las calles por las que transmitamos a diario, con las manos amordazadas, la sangre solidificada como una asquerosa costra que cubre nuestra piel y el tiro de gracia con el cual se nos juzgó por pensar distinto.

Aceptamos el rol de participar en unas elecciones, pero de antemano ya rechazamos cualquier resultado que sea distinto al que represente nuestros intereses. Nuestra individualidad nos lleva a plantear que todo es maldad si se razona de manera diferente al patrón general. No existe el bien de la colectividad, el avance diario para mejorar como personas, para convivir y crecer compartiendo opiniones dispares que demuestren que somos una sociedad racional, un jardín con flores de toda clase en el que se complementan unas con otras.

España sigue siendo un país bipolar, dividido entre los que creen defender el bien frente al mal, aunque lo correcto sería decir su bien, su pensamiento, sus hechos, sus creencias y su mundo, y cuando todo eso se ve amenazado y se produce algún cambio brusco que no tiene por qué implicar destrucción o pérdida de identidad, rápidamente se recurre al miedo y la violencia como fórmula de ataque directo para debilitar al que ya considera su enemigo. Para ello, nada mejor que alentar a las masas con discursos apocalípticos en los que se alude a la nueva llegada de Satán, al cual hay que enfrentarse inexorablemente para vencerlo en pos del reinado celestial del Todopoderoso. Pero en momentos tensos como estos también aflora esa rabia intestinal que ocultan muchos de nuestros políticos y que no es más que una muestra del fascismo, la homofobia, la xenofobia y el racismo que defienden a ultranza, una llamada de atención para hacernos comprender que ellos no tendrían ningún tipo de escrúpulos en señalar y acusar como lo hicieron muchos a partir de 1936.

El Partido Popular ese uno de esos monstruos que no ha aceptado su fracaso electoral y ha comenzado una amplia campaña de desgaste contra todo lo que sea ajeno al bipartidismo, recurriendo a manipular la información para desgastar esa supuesta democracia que tanto defiende porque no la acepta cuando el juego da un resultado distinto al que deseaba. Para ello, nada mejor que avivar ese duro período de la guerra civil española con el fin de destapar monstruos y volver a manipular la Historia en beneficio propio, recordándonos que estamos condenados a la miseria, la muerte, el desgarro familiar y el credo de los asesinatos. La semana pasada fue el turno de la edil valenciana Nuria Losada Natividad al manifestar que los integrantes de Podemos y otras formaciones políticas en coalición con este comenzarían «a quemar iglesias y a matar monjas», unas declaraciones que demuestran el tipo de esperpento que son muchas personas bajo su piel de cordero. A su vez, la manifestación de la plaza Colón en Madrid contra el comunismo y el referido partido estuvo acompañado de gritos como «Madrid no es comunista», donde los participantes, auspiciados y alentados por la formación de derechas, mostraban su rabia contra los saqueadores que destruirán la paz social y política que impera en este ejemplar marco constitucional, muchos de los cuales eran personas mayores en los que es fácil calar este tipo de discurso porque en el fondo lo defienden.

Por eso a muchos que van de santos no les interesa remover las fosas de la vergüenza, pero defienden discursos como los de Queipo del Llano porque el franquismo sigue vivo.

Francisco Javier León Álvarez es licenciado en Geografía e Historia

http://www.laopinion.es/opinion/2015/06/03/franquismo-sigue-vivo/610044.html