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Peña La Veleta:  republicanos y pioneros del blanco y rojo

Noticias de Navarra, 04-07-2015 | 7 julio 2015

peña-la-veleta-1931-1024x643Muchos de ellos fueron represaliados por el franquismo

 

Sin saberlo, inventaron una costumbre que ha universalizado las fiestas de Pamplona, la de vestirse de blanco y rojo. Fueron los miembros de la peña La Veleta, muchos de ellos obreros republicanos que fueron represaliados por el franquismo.

UN REPORTAJE DE IVÁN GIMÉNEZ – Sábado, 4 de Julio de 2015

Al oír las primeras descargas, Honorino Arteta echó a correr en una acción desesperada que le salvaría la vida, y que le convertiría en el único superviviente de la matanza de Valcardera, en la que falangistas y requetés fusilaron a más de 50 hombres en un akelarre sangriento y precipitado para que les diera tiempo de regresar a Pamplona y asistir al final de la procesión de Santa María la Real. Era el 23 de agosto de 1936, apenas un mes después del golpe fascista de Mola y Franco, y todo el mundo dio por muerto a Honorino Arteta. “Ése está muerto, que se lo coman los gusanos”, gritó alguno de los matarifes cuando se cansaron de buscarlo por el secarral bardenero.

Pero no. Honorino estaba vivo, pese a que una bala le había alcanzado en la pierna durante el fusilamiento. “Nadie puede imaginar las fuerzas que saca un hombre cuando se trata de salvar su vida”, contaría él mismo años después, tal y como recoge Galo Vierge en el escalofriante libro Los culpables. Pamplona, 1936. Honorino echó a andar, recorrió unos 200 kilómetros y, ya moribundo, unos cazadores franceses lo llevaron al hospital de Mauleon (Zuberoa). Honorino Arteta estaba salvado.

Nacido en la Rotxapea en 1912, Honorino Arteta Echarte vivió muchos años más, siempre exiliado en Francia, donde rehízo su vida, pero nunca pudo imaginar que una nieta suya tendría el honor de lanzar el chupinazo sanferminero de 2015 precisamente para homenajearle a él y a los mozos de la peña La Veleta que fueron perseguidos por su militancia política durante la Guerra Civil.

Chantal Estrade vive en París, pero ha mantenido viva la memoria de su abuelo (mantiene, por ejemplo, un blog en internet: www.honorinoarteta.unblog.fr), y ha sido designada por el alcalde Joseba Asiron para prender la mecha festiva de este año, representando a los descendientes de aquellos jóvenes de la peña La Veleta pioneros en vestirse de blanco y rojo durante los Sanfermines y que inventaron, sin saberlo, una costumbre que ha universalizado las fiestas de Pamplona y que se ha exportado por toda Navarra y mucho más allá (Baiona, Huesca, Soria…).

La iniciativa para conceder el chupinazo a estos familiares de la peña La Veleta partió hace unos meses del colectivo Txupin Etxepare, en el que han confluido las asociaciones de memoria histórica agrupadas en el Autobús de la Memoria y la Federación de Peñas, a las que después se sumó la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra (Affna).

En su propuesta, los impulsores de Txupin Etxepare señalan que “vestirse de blanco y rojo es una costumbre natural e inconsciente, sin ningún significado aparente, y se ha convertido en un distintivo esencial de los Sanfermines; con el reconocimiento a quienes impulsaron esta indumentaria, queremos convertirlo en un acto consciente de homenaje a muchos de aquellos mozos, que tanto han aportado al carácter popular de las fiestas y que, sin embargo, fueron perseguidos políticamente y, algunos de ellos, incluso fusilados. Ha llegado la hora de que todo el mundo conozca esta historia, de saber que la indumentaria blanca fue iniciativa de obreros (fontaneros, albañiles, pintores…), en su mayoría republicanos y de militancia socialista, comunista, anarquista o nacionalista vasca, algo que el franquismo no podía permitir”.

A buen seguro, hubo mozos de La Veleta con otras ideas, y quienes fueron perseguidos durante la Guerra Civil lo fueron por motivos políticos, no por ser socios de La Veleta. Sin embargo, lo cierto es que al menos tres de los primeros 21 mozos de la peña fueron fusilados. Mientras que Honorino Arteta pudo escapar milagrosamente, quien corría su lado en la matanza de Valcardera, José Zapatero Barea, fue rematado a tiros. Tenía 23 años, era albañil, afiliado al PCE y había sido el vocal de la primera junta directiva de La Veleta (y en 1933 llegó a ser vicepresidente).

La crueldad no terminó ahí. A la madre de José Zapatero, una anciana de más de 70 años llamada Estanisláa, le raparon el pelo y le obligaron a andar por toda la ciudad entre burlas y pedradas. Y después del asesinato de su hijo, aún recibió una carta en la que se reclamaba al joven para el servicio militar. La familia pensaba que era otra burla cruel de los golpistas, pero su hermano tuvo que presentarse en Comandancia para explicar que José había sido fusilado en Valcardera. “Al escuchar estas palabras, el teniente coronel Oyaga se levantó de un salto y frenético de furor, contestó a gritos: ¡Venga, venga! Salga por esa puerta antes de que me arrepienta y lo mande a presidio. En la España de Franco no se fusila a nadie; aquí el que falta es que ha desaparecido”.

OTROS REPRESALIADOS El segundo presidente de La Veleta, tal y como consta en el Archivo de Navarra, fue Pablo Amatria San José, y también fue fusilado, en julio de 1938, tras ser capturado por el bando franquista en Pontevedra. Era guardia de asalto, y su fidelidad a la República le costó la vida. Está por investigar si hubo más fusilados entre las decenas de socios que La Veleta llegó a tener antes de 1936. Por ejemplo, consta como asesinado Tomás Ariz Oteiza, de la calle Navarrería y posible socio de La Veleta, ya que su hermano era el secretario de la peña en 1933. En todo caso, la lista de represaliados políticos es bastante más amplia.

Miguel Casanovas Rau, primer vicepresidente de la peña, fue encarcelado y le hicieron un consejo de guerra en 1938. Otro caso es el de Antonio Orcoyen Recio. Era fontanero, y su militancia izquierdista le aconsejó huir en 1936. Sin embargo, a su regreso fue encarcelado entre 1939 y 1943 en la cárcel de Pamplona y, por una breve temporada, en Madrid. En una de las primeras fotos de la peña La Veleta, allá por 1931, tiene en sus brazos a un niño de tres años que lleva una trompeta. Era su sobrino Jesús Aristu. Aquel niño tiene hoy 87 años, vive en la Txantrea, y recibe en 2015 el homenaje de las peñas y acompañará en el txupinazo a la nieta de Honorino Arteta. A Jesús Aristu le cabe el honor de ser la única persona viva entre quienes figuran en aquellas primeras fotos de La Veleta.

Quien no vivirá para verlo es el puentesino Cruz Juániz Zabalza, que falleció en 2006 tras una larga y accidentada vida, siempre con su compromiso comunista por delante. Fundador de La Veleta según su propio testimonio, fue en 1934 uno de los encargados de pedir a Turrillas que compusiera el himno de la peña, partitura con la que el maestro se estrenó en su prolífica carrera de compositor sanferminero. En varias entrevistas, Juániz fue dando muchos datos sobre el nacimiento y la evolución de La Veleta durante los años 30, y él fue quien atribuyó a Juan Marquina González, joven pintor de brocha gorda, la idea de vestir de blanco en Sanfermines. “Alguno protestó y le dijo: claro, lo que tú quieres es usar tu traje de faena y no gastarte dinero en comprar ropa. Pero él nos dijo que la ropa blanca era la única que se puede meter en lejía y limpiar bien, así que al final decidimos vestirnos así”.

Este Juan Marquina también pasó sus apuros en julio de 1936 -“tuvo que escaparse por los tejados”, rememora su nuera, Ana Mari Rey-, pero nada comparable con lo vivido por Juániz. Cualificado militante del PCE, huyó a Gipuzkoa con el célebre dirigente Jesús Monzón y luchó contra Franco en la columna vasconavarra del Ejército Popular. También fue capturado y pasó una temporada en la cárcel, pero al menos salvó la vida y pudo instalarse para siempre en la Rotxapea.

Juániz aún recordaba en 1996 que “seis o siete mozos de La Veleta fueron fusilados” durante la Guerra Civil, y que en los Sanfermines de 1939 los que quedaban decidieron no salir. “Luego, cuando intentamos el reconocimiento [legal] se revolvieron como leones contra nosotros y nos lo prohibieron. Fue una venganza política”. “Nos consideraban rojos -cuenta en otra entrevista de 2002-, pero al cabo de un tiempo nos contestaron diciendo que el nombre de La Veleta ya no se podía utilizar. Nos lo pensamos y hablamos de ponerle otro nombre, La Saeta, pero al final no salimos”.

LA SAETA En ese punto es donde surge esta nueva denominación, que todavía hoy perdura. Según documenta Juan Rived, uno de sus socios actuales, La Saeta es la continuación de La Veleta, e incluso algunos mozos de los años 30 figuran en la lista de socios de La Saeta de 1943, como el propio Juan Marquina, Joaquín Aranguren Elizalde, Cecilio Losada Fernández o Nicanor Marco Jiménez, entre otros.

No obstante, a finales de 1941 el gobernador civil expone “la falta de garantías políticas y ciudadanas de los miembros de la junta de La Veleta”, quienes habían solicitado la legalización según la nueva Ley de Asociaciones franquista. Según la documentación, La Veleta “había desaparecido durante la Guerra Civil (Glorioso Alzamiento Nacional)”.

De hecho, la autoridad obliga a dimitir a los directivos José Lorente Ortigala (sastre de la calle Dormitalería, nacionalista vasco), Sebastián Lucía Lizarraga (electricista de la plaza del Castillo, exafiliado de Izquierda Republicana) y Julio Monasterio Guerendiain (fontanero de la calle Zapatería, del PNV y las Juventudes Socialistas), pero la nueva directiva aún insiste en enero de 1942 en solicitar la legalización de La Veleta.

Sin embargo, pronto desisten y al mes siguiente optan por registrar nuevo reglamento bajo la denominación de La Saeta, libre de reminiscencias políticas republicanas. Ahora sí, el gobernador civil les da permiso, por lo que el nombre de La Veleta ya no aparecerá más en ningún documento oficial. En 1943, figuraba como presidente de La Saeta Cecilio Losada Fernández, que ya era miembro de la primera directiva de la Veleta allá por 1930.

De este modo, y siguiendo la documentación aportada por Juan Rived, se desprende que la actual sociedad La Saeta, ubicada en la calle Jarauta, nº 33, es la sucesora de La Veleta, que quizá ya ocupaba el mismo local en los años 30, aunque algunos testimonios la ubicaban en sus inicios justo en la esquina con la calle San Lorenzo (nº 79), y después en Descalzos, nº 65. Sin embargo, hubo socios iniciales de La Veleta, entre otros el propio Cruz Juániz o Félix Larrañeta, que no se integraron en La Saeta, y que siempre la consideraron otra peña distinta.

En todo caso, y como es natural, la reivindicación de la memoria histórica ligada a los primeros socios de La Veleta se ciñe a sus descendientes familiares, como corresponde a la persecución política que sufrieron a partir de 1936, y cuyas consecuencias también pagaron en carne propia. Ése es el caso, precisamente, de Chantal Estrade, lanzadora del cohete y parisina por obligación, pues Francia fue el destino final de su abuelo Honorino Arteta cuando emprendió aquella desesperada carrera entre las balas, aquel fatídico 23 de agosto de 1936.

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