¿Qué pasó en septiembre de 1939 en Los Molinos (Madrid)?
Sin Memoria no hay futuro y que los familiares tienen derecho a que los suyos reposen en tumbas con su identificación
En julio publiqué en este blog una entrada explicando qué estaba pasando en el Ayuntamiento de Los Molinos en torno al 18 de julio de 1936, intentando exponer la normalidad democrática por la que transcurrÃa entonces nuestra administración municipal, preocupada por construir unas nuevas escuelas, por mantener la disciplina urbanÃstica, por atender a las necesidades de los vecinos y vecinas, por denunciar y desentrañar qué habÃa hecho la anterior corporación con las cuentas municipales…
Cuando leà esas actas y esos documentos en el Archivo Histórico Municipal me sorprendieron la normalidad y la contemporaneidad de lo que entonces pasaba, tan parecido a lo que pasa ahora en muchos Ayuntamientos.
Las cinco personas que constituÃan el gobierno municipal eran las protagonistas de esa pequeña historia, como lo son de esta nueva entrada, porque tres años después cuatro de los concejales, entre ellos el alcalde que habÃa vuelto voluntariamente de Francia, habÃan sido fusilados, tras someterlos a torturas, a un consejo de guerra sin posibilidad de defensa y acusarlos de adhesión a la rebelión. El quinto miembro de la Junta Local se salvó al quedarse en Francia.
Precisamente fue el 15 de septiembre de 1939, coincidiendo con las fiestas de Los Molinos, cuando murió fusilado en las tapias del cementerio del Este nuestro alcalde Santiago Andrés Andrés, junto con el concejal y su sucesor en la alcaldÃa Mariano López Piñuelas y el vecino Basiliso GarcÃa RodrÃguez. También ese dÃa fueron fusilados otros alcaldes de pueblos de la Sierra, como Mariano Cuadrado, de Torrelodones (al que ha sido dedicada una plaza en ese pueblo, por unanimidad del Pleno municipal), el alcalde de El Escorial, Dionisio Fernández Salinero y otros más.
El ilegal fusilamiento de vecinos de Los Molinos, en Cercedilla, a manos de milicianos desconocidos, en los primeros dÃas de la Guerra pesó en las condenas, aunque a ninguno de los molineros fusilados se les acusó de ninguna muerte, pero sà de destinar los muebles que incautaron en los chalets a los hospitales y el dinero de las cofradÃas, que depositaron ante el Secretario del Ayuntamiento, a la Caja de Reparaciones de Madrid. Concretamente, la sentencia del Consejo de Guerra dice:
«Resulta probado y asà se declara por el Consejo que los procesados Gregorio Alonso MartÃn, Anastasio Aparicio Ortega, Mariano López Piñuela y Santiago Andrés Andrés de malos antecedentes y izquierdistas destacados con anterioridad al Glorioso Movimiento Nacional actuaron dede el primer momento al servicio de los marxistas en el pueblo de Los Molinos (…) Considerando que los hechos que se declaran probados son constitutivos de un delito de adhesión a la rebelión con las circunstancias agravantes de extrema peligrosidad (…) Fallamos que debemos condenar y condenamos a los procesados (…) como autores de un delito de adhesión a la rebelión agravado por la peligrosidad de los agentes y gran transcendencia de los hechos realizados a la pena de muerte»
Durante el Consejo de Guerra Santiago Andrés Andrés mantuvo en todo momento una posición digna, indicando que por orden suya se protegió al cura párroco, Alejandro de Castro, «para evitar que se metieran con él» y en sus declaraciones no inculpó a nadie (lo que a veces hacÃan algunos procesados tras las torturas y para intentar librarse de la pena de muerte).
El defensor de oficio, un oficial del ejército franquista, «expuso que los hechos realizados por los cuatro procesados eran constitutivos del delito de auxilio a la rebelión y solicitó se impusiera a cada uno de ellos la pena de 18 años y un dÃa de reclusión temporal.» El 23 de junio de 1939, tres meses antes, habÃan sido fusilados los concejales Anastasio Aparicio Ortega y Gregorio Alonso MartÃn, junto con el vecino Enrique Molero Herrero, en el barranco arcillero que existÃa junto al cementerio de S. L. de El Escorial.
Los cadáveres de todos estos molineros fueron enterrados en fosas comunes, a las que se negó su identificación y esquela, que se sigue negando 76 años después.
La Junta Local de Los Molinos, emanada de las elecciones ganadas por el Frente Popular en febrero de 1936, habÃa desaparecido junto con la democracia y el poder de los de abajo. En Los Molinos volvÃan a mandar los caciques, los señoritos, los pistoleros falangistas, el cura y el comandante del puesto, que se involucraron activamente en las denuncias y acusaciones que llevaron a estos molineros a la muerte y también a decenas de encarcelamientos, expropiaciones, las palizas y humillaciones a los sobrevivientes, durante años y años.
La dictadura en su estrategia represiva y en su afán de implantar el miedo no sólo se llevó la vida de estos trabajadores y sindicalistas, y de varios vecinos más, sino que quiso matarlos dos veces haciendo desaparecer también su memoria del recuerdo colectivo.
Parcialmente lo lograron durante decenios.
TodavÃa hoy algunos vecinos y hasta algunos familiares se sienten incómodos cuando salen a relucir estos hechos históricos. TodavÃa hoy, en nuestro pueblo, al contrario que en otros, nada recuerda a estas personas injustamente condenadas y fusiladas por un gobierno ilegÃtimo, nacido de la traición y la victoria en una guerra en la que fueron claves las tropas coloniales («los moros que trajo Franco») y el amplio apoyo del gobierno nazi alemán y del gobierno fascista italiano…
Una vez más, y no nos cansaremos, tenemos que repetir que sin Memoria no hay futuro y que los familiares tienen derecho a que los suyos reposen en tumbas con su identificación. Una vez más, y no nos cansaremos, decimos que tenemos que sentirnos orgullosos de esos molineros que pelearon por la República, la democracia y los derechos de los humildes. Una vez más, y seguiremos insistiendo, recordamos la deuda que tenemos con su memoria y alentamos a que ésta sea reconocida oficialmente por nuestro Ayuntamiento y nuestro pueblo, como ya lo ha sido en centenares de localidades.
Adolfo RodrÃguez Gil