No se puede matar la memoria
Homenaje a los 34 empleados de la Diputación Foral de Navarra represaliados por defender los ideales de la República
POR ALICIA EZKER – Viernes, 2 de Octubre de 2015
No se puede matar la memoria, solo una cruel enfermedad acaba con ella e impone el olvido. Querer no recordar no quiere decir que lo que se pretende olvidar no haya existido. Quizás porque la memoria, pienso, es mucho más que recopilar la historia; es ser honesto con lo que ha ocurrido y afrontarlo desde un lugar que no siempre es un destino fácil de recorrer. La memoria nos mantiene vivos y nos ata a nuestro tiempo, nos determina en lo que somos y nos exige verdad, aunque duela, para poder construir un futuro que no repita los errores del pasado.
Es dura, sÃ, y hace daño, sÃ, y no admite matices y por eso no es fácil transitar por su territorio, porque demasiadas veces es doloroso, sobre todo cuando se acumulan las injusticias y las personas acaban siendo vÃctimas. Desenterrar la memoria es un trabajo complicado; a veces quienes necesitan hacerlo no tienen el valor suficiente por el dolor que les causa o no cuentan con información, por los silencios que han ocultado los hechos que hoy necesitamos contar.
También hay quienes no quieren memoria porque prefieren la historia a medias, la suya, y tapan y tapan para intentar que, a fuerza de no reconocer, el olvido convierta en mentira la verdad. Por suerte ahora son los menos.
El homenaje de mañana a los 34 empleados de la Diputación Foral de Navarra represaliados en la Guerra Civil por defender los ideales de la República es un paso más en este difÃcil recorrido, un paso que ha sido posible gracias a todas y cada una de las asociación de familiares de fusilados, en este caso la de Navarra, que han estado allà donde no estaban las instituciones, junto a los familiares de aquellos y otros muchos republicanos del 36, para avanzar junto a su dolor en la recuperación de nuestra Memoria Histórica tras años de olvido impuesto sobre las vÃctimas del fascismo.
Son 34 vidas rotas. Cada una con nombre propio en el recuerdo, como el nuestro, el de Calixto Ezker Mayo, el abuelo, caminero de profesión. Su desaparición truncó la vida de nuestra familia en Isaba. Allà quedo la abuela Modesta y los tres pequeños, el aita Gregorio, el tÃo Eusebio y la tÃa Demetria. Y la vida cambió para siempre.
Luego llegamos nosotros, sus nietos, Laura, Roberto, Begoña y yo, y supimos muy poco de ese hombre desaparecido, apenas su imagen en escasas fotos antiguas y los recuerdos de un crÃo de 11 años guardados en una maleta que solo el paso del tiempo fue sacando del corazón. Mañana todos, también sus biznietos, Aritz, Idoia, Aitor, Bidane, Daniel y Sara, estaremos un poco más cerca de él, aunque no le conocimos y no sepamos donde murió. Nos toca ahora a nosotros trabajar por una sociedad en paz, que no genere más vÃctimas. Hay que seguir dando pasos, desde la Memoria hasta el mañana.