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Con el franquismo no se juega

La Marina Plaza, | 9 febrero 2016

_PrLaMarinaPlazaLa decisión del PP de Calp (Alicante) de homenajear a alcaldes franquistas ha sobrepasado una línea roja inamovible en un estado democrático

 

La pasmosa decisión del PP de Calp de homenajear a alcaldes franquistas ha sobrepasado una línea roja inamovible en un estado democrático, ha provocado que todo un presidente de la Diputación se equivocara y ha ahondado en la idea de que los populares siguen siendo herederos del franquismo sociológico, como dijo Fraga

Ahora que tanto se habla de líneas rojas, hay una que jamás se debería atravesar: la que que suponga una exaltación a una dictadura, régimen absolutamente incompatible con el actual sistema de libertades de este país. El PP de Calp lo ha hecho, con su sorprendente decisión de dedicarle nombres de calles a cuatro alcaldes franquistas que además gobernaron el municipio en los tiempos del plomo de la represión militar de los vencedores, entre 1939 y 1940.

Esta actuación no sólo traiciona principios éticos e ideológicos que deberían ser irrenunciables para cualquier cargo público actual. Sino que además vulnera una ley, la de la Memoria Histórica, que prohíbe cualquier homenaje al régimen surgido del golpe militar del 18 de julio de 1936.

La edil del Territorio, la popular Ana Sala, autora de la propuesta, ha actuado con una frivolidad pasmosa. Sala sostuvo que homenajear a los alcaldes -a cualquier alcalde- era simplemente un homenaje al ayuntamiento como institución. Y que como ahora mismo había cinco calles en el municipio sin nombre, para bautizarlas había seleccionado por orden alfabético a los cinco alcaldes más antiguos que se encuentran en la galería de retratos del salón de plenos: es decir, al último alcalde republicano -Joaquín Tur- y a los cuatro primeros del franquismo. Así de fácil. Incluso presumió la edil de que su gobierno es tan ecuánime que no hace distinciones en esto de la historia.

El problema es que sí que hay que hacer distinciones. Que no todos los alcaldes son iguales. Que no pueden serlo si uno emana de un régimen democrático (como lo fue, pese a todas las matizaciones que se quieran, la II República) y otros lo hacen de una dictadura. Sala olvidó el terrible siglo XX de este país; olvidó a todas las gentes que lucharon e incluso se dejaron la vida para que ese país reconquistara sus libertades. Y olvidó la ley.

También colocó en una difícil situación a su alcalde, César Sánchez, que por si fuera poco no es un edil cualquiera sino también el presidente de la Diputación de Alicante. Consciente del lío en el que se metía -o en el que le estaban metiendo-Sánchez rectificó. Pero lo hizo muy mal: para corregir un error cometió otro.

Sánchez argumentó que si el resto de portavoces de la corporación no apoyaban la propuesta de Sala, ésta sería retirada. Es decir, que no frenó el homenaje a los alcaldes de la dictadura por principios éticos o por respeto a la ley, sino simplemente para que el PP no se quedara solo en el envite, como si el reconocimiento a políticos de un régimen represor fuera cuestión de consenso.Su postura era además papel mojado, porque estaba claro que al menos los partidos de la oposición (PSPV, Compromís o Podemos) no iban a apoyar la iniciativa. Así que Sánchez, después de rectificar a Sala, se rectificó a sí mismo y retiró la propuesta sin necesidad de consultar a las otras fuerzas políticas.

El franquismo sociológico

Bajo todo este carrusel de infortunios, late un problema muy serio en el PP que no sólo se circunscribe a Calp sino que, con algunas excepciones, es generalizado: su pésima gestión de todo lo que tiene que ver con la era de Francisco Franco. Parece que hoy en día los populares sigan siendo herederos del franquismo sociológico que el propio Manuel Fraga reivindicó hace cuatro décadas cuando fundó Alianza Popular; y que son incapaces de marcar distancias y de condenar la dictadura. Ni siquiera de llamarla así. Como si tuvieran miedo a perder a un puñado de votantes adscritos todavía a la extrema derecha.

El resultado es que con Rajoy a la cabeza, este partido se harta de proclamar los grandiosos valores democráticos de la Constitución de 1978 pero es incapaz de romper con el régimen al que esa Carta Magna puso fin. Sería inconcebible que los conservadores británicos, franceses o alemanes actuaran de ese modo.  Por eso, en muchos de esos países europeos han surgido formaciones de extrema derecha con expectativas electorales que no se ven reconocidos en los partidos de la derecha tradicional, profundamente democráticos. No pasa eso en España. Por algo será.

Por no ir tan lejos, en la Marina Alta hay otro ejemplo muy claro. Mientras en el gobierno de Calp volvía a flirtear con el 18 de julio, muchos gobiernos locales hacían lo contrario y se aprestaban a retirar símbolos franquistas. Pero esas localidades no estaban gestionadas, precisamente, por el PP: sí por el PSPV, caso de Xàbia, por Compromís y PSPV, Ondara, o por Compromís y Podemos, en Gata. Por algo será también.

http://lamarinaplaza.com/2016/02/07/con-el-franquismo-no-se-juega/