Federación Foros por la Memoria
Comunicados y Documentos de la Federación
Noticias
Agenda
Artículos y Documentos
Home » Artículos y Documentos

Cazarabet conversa con…   Francisco Espinosa Maestre

| 14 abril 2016

unnamed2222Autor de “Lucha de historias, lucha de memorias. España, 2002-2015”

 

 

Lucha de historias, lucha de memorias. España, 2002-2015. Francisco Espinosa Maestre. Prólogo de Francisco Moreno Gómez

590 páginas

25,00 euros

Aconcagua

Este libro es un compendio de treinta artículos que el historiador Francisco Espinosa ha elaborado durante estos últimos 13 años. La mayor parte de ellos son inéditos y el otros han sido publicados en revistas de difusión limitada para el gran público.

Como indica en su prólogo el historiador Francisco Moreno:

“Después de leer las páginas de este nuevo libro de Francisco Espinosa, sobre la historia y la memoria de la guerra civil española, debo confesar que, aparte del sumo interés e importancia de este estudio, la sensación resultante es de asombro y una infinita estupefacción ante las resistencias que este tema suscita en nuestro país”.

“Lo que en este libro hace F. Espinosa es presentar el “vía crucis” del proyecto de la memoria histórica en España, el surgimiento del movimiento memorialista y todos sus avatares, además otros muchos temas, todo un conjuntopluritemático: el combate por la historia, la lucha contra el olvido, los enemigos de la historia y de la memoria de la represión franquista, el desastre de la desmemoria y del “pacto de silencio”, en una democracia pésimamente construida (pese a los aduladores y arúspices oficiales), las hipocresías de las “saturaciones” y de los olvidos, los intentos aberrantes de excluir el pasado del presente y la batalla persistente, a pesar de todo, por la memoria democrática en esta España farisaica”.

SINOPSIS:

Dentro de cierto tiempo habrá quien diga que la lucha de ciertos historiadores a partir del final de la dictadura por restablecer la verdad de lo ocurrido y el movimiento social pro memoria desde fines de los noventa y muy especialmente de la pasada década, no existieron o no tuvieron la menor importancia. No sería la primera vez que esto ocurre en nuestro país.

Este libro, escrito por un historiador implicado en el movimiento pro memoria, reúne una serie de artículos cuyo factor común es precisamente ese: gira en torno a esas luchas que dan título a la obra. El autor fue consciente de la importancia de la memoria vivida desde sus primeros trabajos. Al menos tanto como la de esos documentos que tanto nos ha costado ver, parte de los cuales aún oculta el poder.

Apoyó proyectos pioneros como el de AGE (Archivo Guerra Exilio), fue durante cinco años coordinador científico del proyecto Todos los Nombres y ha colaborado en numerosos encuentros y jornadas. Por otra parte ha investigado alguno de los grandes proyectos republicanos, caso de la reforma agraria, y, muy especialmente, la implantación del fascismo, agrario y clerical, en la zona suroeste de España.

Lo que ahora se presenta es el trabajo de muchos años de reflexión y de lo que algunos llaman de manera peyorativa historia “militante”. Esta militancia, en el sentido de combate dialéctico, nace de la seguridad de que, en lo que respecta al pasado histórico, nadie nos va a regalar nada. Lo que tenga que quedar de aquella época está en nuestras manos, no en la de instituciones que no desean que se conozca su pasado ni en la de un personal político y administrativo a su servicio.

De todo ello trata esta obra que ahora reúne treinta artículos publicados a lo largo de trece años, años clave que encontraron su final en la llegada del PP al poder tras la caída de un PSOE caracterizado siempre por su tibieza en estas cuestiones.

DEL AUTOR:

Francisco Espinosa Maestre (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1954), doctor en Historia e historiador. Por otra parte es autor de diversos libros y artículos sobre la República, la guerra civil y la represión franquista en el suroeste y sobre su memoria e investigación posterior. También fue autor del Informe sobre la represión franquista entregado al juez Garzón y miembro de la comisión que le asesoró en su iniciativa. Ha coordinado trabajos sobre las consecuencias del golpe militar en todo el país, caso de Violencia Roja y azul. España, 1936-1950. Desde su fundación en 2005 y hasta 2010 fue coordinador científico del proyecto Todos los Nombres. Entre sus obras destacan La guerra civil en Huelva (1996), La columna de la muerte (2003), La justicia de Queipo (2005), La primavera del frente popular (2007), o Callar al mensajero (2009).

http://www.aconcagualibros.net/news/lucha-de-historias1/

Francisco Espinosa Maestre, vuelve a escribir una obra magistral, completa, exigente y precisa sobre la historia y su conjunción con la memoria…poniendo no pocas tildes sobre las palabras. Francisco narra sobre cómo , desde la propia historia, se ha hecho historia…se ha rebuscado en los cajones más perdidos de la historia, los de los años de la guerra, dictadura y sobre los episodios en los que unos pocos valientes empezaron a sacar informaciones que ponían muchas tildes en párrafos donde casi no había ni uno…tildes sobre el genocidio de una guerra y una dictadura…y tildes que, enseguida, eran, de nuevo, cuestionadas, escupidas , pisoteadas…La lucha de esos historiadores por escribir, con dignidad, historia es el eje central de este libro…si leen el prólogo de Francisco Moreno Gómez, seguro que les quedará , todo, mucho más claro. El prólogo de este historiador no es de los que uno pueda saltarse, si es que hay prólogos que uno deba saltarse, pero éste es, si mucho me “aprietan” mucho más necesario que otros…

El libro de Francisco Espinosa: “Lucha de historias. Lucha de memorias” es mucho más necesario que lo que nos imaginamos, porque investiga y ha trabajado mucho mirando la propia historiografía y sus propias maneras de hacer historia. El trabajo ha sido inmenso y más necesario que nunca…alguien tenía que poner orden en este gallinero que, a veces, ha parecido “el particular mundo de los historiadores”. Donde muchos han vomitado mentiras sin sentir  o querer ver lo sensible que es todo esto….

El prólogo de Francisco Moreno Gómez es también una invitación….nos pone, a los lectores en bandeja de plata la investigación de Espinosa…..y les recomiendo encarecidamente que no pasen de él, hoy no. Vayan y lo: no tiene desperdicio porque, además, pone a mucha gente en su sitio

El libro  ve, como en metáfora, a un trozo de mantequilla como su fuese la historia y le va clavando el cuchillo…para luego depositarla en una sartén que la derrite muy poco a poco…

Por su parte Aconcagua Editorial vuelve a acertar, como viene siendo costumbre, con este libro con un oficio y una valentía sin igual…

Lo que nos explica y nos argumenta Aconcagua:

Este libro es un compendio de treinta artículos que el historiador Francisco Espinosa ha elaborado durante estos últimos 13 años. La mayor parte de ellos son inéditos y el otros han sido publicados en revistas de difusión limitada para el gran público.

Como indica en su prólogo el historiador Francisco Moreno:

“Después de leer las páginas de este nuevo libro de Francisco Espinosa, sobre la historia y la memoria de la guerra civil española, debo confesar que, aparte del sumo interés e importancia de este estudio, la sensación resultante es de asombro y una infinita estupefacción ante las resistencias que este tema suscita en nuestro país”.

“Lo que en este libro hace F. Espinosa es presentar el “vía crucis” del proyecto de la memoria histórica en España, el surgimiento del movimiento memorialista y todos sus avatares, además otros muchos temas, todo un conjunto pluritemático: el combate por la historia, la lucha contra el olvido, los enemigos de la historia y de la memoria de la represión franquista, el desastre de la desmemoria y del “pacto de silencio”, en una democracia pésimamente construida (pese a los aduladores y arúspices oficiales), las hipocresías de las “saturaciones” y de los olvidos, los intentos aberrantes de excluir el pasado del presente y la batalla persistente, a pesar de todo, por la memoria democrática en esta España farisaica”.

La sinopsis que nos facilita Aconcagua:

Dentro de cierto tiempo habrá quien diga que la lucha de ciertos historiadores a partir del final de la dictadura por restablecer la verdad de lo ocurrido y el movimiento social pro memoria desde fines de los noventa y muy especialmente de la pasada década, no existieron o no tuvieron la menor importancia. No sería la primera vez que esto ocurre en nuestro país.

Este libro, escrito por un historiador implicado en el movimiento pro memoria, reúne una serie de artículos cuyo factor común es precisamente ese: gira en torno a esas luchas que dan título a la obra. El autor fue consciente de la importancia de la memoria vivida desde sus primeros trabajos. Al menos tanto como la de esos documentos que tanto nos ha costado ver, parte de los cuales aún oculta el poder.

Apoyó proyectos pioneros como el de AGE (Archivo Guerra Exilio), fue durante cinco años coordinador científico del proyecto Todos los Nombres y ha colaborado en numerosos encuentros y jornadas. Por otra parte ha investigado alguno de los grandes proyectos republicanos, caso de la reforma agraria, y, muy especialmente, la implantación del fascismo, agrario y clerical, en la zona suroeste de España.

Lo que ahora se presenta es el trabajo de muchos años de reflexión y de lo que algunos llaman de manera peyorativa historia “militante”. Esta militancia, en el sentido de combate dialéctico, nace de la seguridad de que, en lo que respecta al pasado histórico, nadie nos va a regalar nada. Lo que tenga que quedar de aquella época está en nuestras manos, no en la de instituciones que no desean que se conozca su pasado ni en la de un personal político y administrativo a su servicio.

De todo ello trata esta obra que ahora reúne treinta artículos publicados a lo largo de trece años, años clave que encontraron su final en la llegada del PP al poder tras la caída de un PSOE caracterizado siempre por su tibieza en estas cuestiones.

El autor:

Francisco Espinosa Maestre (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1954), doctor en Historia e historiador. Por otra parte es autor de diversos libros y artículos sobre la República, la guerra civil y la represión franquista en el suroeste y sobre su memoria e investigación posterior. También fue autor del Informe sobre la represión franquista entregado al juez Garzón y miembro de la comisión que le asesoró en su iniciativa. Ha coordinado trabajos sobre las consecuencias del golpe militar en todo el país, caso de Violencia Roja y azul. España, 1936-1950. Desde su fundación en 2005 y hasta 2010 fue coordinador científico del proyecto Todos los Nombres. Entre sus obras destacan La guerra civil en Huelva (1996), La columna de la muerte (2003), La justicia de Queipo (2005), La primavera del frente popular (2007), o Callar al mensajero (2009).

Leer más: http://www.aconcagualibros.net/news/lucha-de-historias1/

El autor del prólogo, Francisco Moreno Gómez, tiene una dilatada “carrera” como historiador, divulgador e investigador:

http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=179758

 

Cazarabet conversa con Francisco Espinosa Maestre:

historiador-Francisco-Espinosa_EDIIMA20150916_0460_5.jpg-Francisco, escribir sobre el oficio de historiador y sobre cómo “se hace y se trata a la historia” es muy serio como para encontrarte con tantas frivolidades desde las librerías, los libros de texto, los documentales…

-Eso es inevitable. Empecemos por el mundo del libro. Las librerías van mal, la venta de libros no le va a la zaga y, como es lógico, el ensayo es lo que va peor. Vivimos en un país que lee muy poco, tanto prensa como libros. Según la última encuesta del CIS sólo un 29% de los encuestados tiene la costumbre de leer; el resto, alguna vez, nunca o casi nunca.

Es normal, por lo que se refiere a la historia, que con este panorama persista la mitología franquista y que vulgares propagandistas pasen por historiadores. Pensemos que se ha hecho muy poco, y siempre desde la sociedad civil, contra la permanencia de la memoria histórica del fascismo español. La “ley de memoria” de Zapatero (cualquiera sabe cómo se llamaba aquello) quedó en un simple amago de lo que podría haber sido una verdadera Ley de Memoria Histórica.

La Universidad, salvo honrosas excepciones, ha entrado en esto tarde y por la presión de la realidad. Para colmo tenemos santones que ejercen gran influencia en el mundo académico que vienen pregonando hace años que historia y memoria no tienen nada que ver. Como ninguno de ellos ha investigado los aspectos más sucios del fascismo español no entienden que haya reductos a los que sólo podemos acceder a través del testimonio oral, de la memoria de la gente. Y es que, aunque historia y memoria no sean lo mismo, la memoria sí es un recurso más de la historia.

Hay, además otros problemas. Aquí se hace la historia como buenamente se puede. Nunca ha existido un verdadero plan de archivos. Por no haber no hay ni una Ley de Archivos. Todo remite a la calculada ambigüedad de la Ley de Patrimonio Documental Español de 1985. En relación con la etapa más negra de la dictadura no sabemos ni los fondos documentales que existen. Y de los que conocemos su existencia muchos de ellos no están ni catalogados. El mejor que había, el de la Guerra Civil de Salamanca, un modelo de archivo, lleva camino de convertirse en un cajón de sastre. O sea que no sólo no se ha mejorado sino que lo que funcionaba bien lleva camino de no poder superar lo que se le ha venido encima. Es este un terreno en el que no parece que haya interés alguno en que nos parezcamos a Europa.

Dejar toda (la que nos ha llegado) la documentación judicial militar bajo custodia militar puede que tenga alguna ventaja en ciertos casos, pero son más los inconvenientes: a los militares, en general, no les gusta que se aireen sus cosas y esto puede estar detrás de que algunos fondos documentales estén en perpetua catalogación; digamos que no son muy partidarios de exponer sus papeles a la luz pública. Tampoco parecen estar de acuerdo en que se desclasifiquen de una vez documentos que debían estarlo hace ya décadas. Pensemos en los “10.000 documentos” que se pensaron desclasificar en tiempos de Carme Chacón. Y esto era una selección de documentos desde 1936 a 1968. ¿Cuántos son realmente los documentos que aún no podemos ver basándose en una ley de secretos oficiales de la dictadura (1968)?

Digamos pues en conclusión que es un trabajo el de historiador al que se ponen demasiadas trabas. Parece que el poder, en el sentido amplio de la palabra, no sólo no quiere oír ciertas cosas sino que tampoco quiere que lleguen a la sociedad.

-Pero lo más grave viene cuando, desde las “altas instituciones” esto se sigue contemplando con esa frivolidad que solo contempla dar algún nombre, llenarse la boca de adjetivos, promesas y frases vacías o de mentiras y fraudes…

-Vivimos en una ceremonia de confusión. Hace años que vengo manteniendo que la investigación de la destrucción de la II República, la represión, la guerra y la eterna posguerra ha constituido un auténtico combate por la historia. Las trabas para que se llevara a cabo han sido constantes y en todos los niveles, desde los archivos nacionales hasta los archivos municipales, tanto civiles como militares como eclesiásticos. Los partidos políticos, cada uno por sus razones, no han querido implicarse en esta tarea. A finales de los setenta hubo una serie de pueblos que decidieron sacar los restos de sus vecinos de las fosas y hacerles una sepultura común digna. Las cúpulas de los partidos actuaron como si no fuera con ellos y, al mismo tiempo, desde los gobiernos civiles se dificultaron estas iniciativas, llegando a multar a alguno de los alcaldes que intervinieron en estos actos.

Otros se contentaron con vaciar la fosa común y trasladar los restos a otro lugar erigiendo un monolito en recuerdo de los demócratas o de las víctimas inocentes asesinadas. Pero no se consideró oportuno intentar recuperar los nombres de las personas allí enterradas ni por supuesto buscar la manera de que se reparara a las familias.

Se cambiaron nombres de calles pero no todas las que había que cambiar. Sin llegar al extremo de Madrid, donde permaneció buena parte del callejero fascista, en numerosas localidades se eliminaron los nombres más señalados pero se dejaron otros relativos al Ejército como institución y a la Iglesia. Las lápidas adosadas a los muros de las iglesias con los nombres de los “caídos” desaparecieron por lo general, pero las cruces con el rótulo de ¡PRESENTES! fueron sustituidas en numerosas zonas y por decisión política por otro que decía “Por todos los Caídos en las guerras de España”. Más ambigüedad no se podía pedir. Había que agradar a todos, hasta en los lugares donde solo hubo represión fascista.

Simplemente se tenía miedo a llamar las cosas por su nombre. Incluso a mirar atrás. El principio creado por el historiador francés Pierre Vidal-Naquet en el sentido de que “el primer deber de la democracia es la memoria” aquí no ha regido nunca. Los conceptos de “verdad, justicia y reparación” tampoco se cumplieron en modo alguno. Ni entonces ni ahora. Todo esto permitió que la derecha campase a su antojo, repitiendo hasta la saciedad la versión que la dictadura había dado sobre su origen y desarrollo, un cúmulo de propaganda fascista.

hqdefault.jpg- ¿Por qué “los autores de la transición”, herederos muchos de ellos del franquismo nos han estado mintiendo y han defraudado la historia de  su propio país cuando, por ejemplo, no miran que en este país hay niños robados, muertos en las cunetas, familias que han sufrido el expolio y muchos que todavía sufren del escarmiento o de un síndrome muy parecido al “síndrome de Estocolmo” (tenemos la memoria secuestrada)…? Hay mucha población que tiene sus ideas, sus idearios secuestrados y eso se ha permitido en este país que no ha pasado por la “caja registradora de la justicia” ni al régimen fascista, ni a sus herederos…

Por dos motivos. Porque se consideran la “generación de la transición”, hecho que elevan al rango de momento clave de nuestra historia reciente, y porque por este mismo hecho siempre se han preocupado más por el futuro (su futuro) que por el pasado (el de los demás). Siempre han sido conscientes de que todo lo que sea ahondar en el pasado (República, golpe, guerra y dictadura) va en detrimento de la transición, que queda reducida a un apaño dirigido por la derecha y orientado a volver a una normalidad admisible por esta misma derecha a la que ya le estorbaban los límites que imponía la dictadura. En un país democrático tanto el Estado como la Justicia debieron interesarse por las fosas comunes, el gran expolio sobre los vencidos, los niños robados… pero aquí los poderes del Estado mantuvieron la continuidad. Mucha gente ignora lo que pasó. Sabe sólo lo que le contó la propaganda fascista. Asumió como culpa lo que le contaron. No han querido hablar nunca de sus familiares asesinados porque el fascismo los convenció de que si acabaron así es “porque algo habrían hecho”. Se llega al extremo de tener que contarle a la gente lo que  vivieron ellos o sus padres y abuelos, porque ni lo saben ni lo recuerdan. Salvo que existiera una clara conciencia de lo que ocurrió o que más tarde haya habido una reelaboración de lo vivido a base de conversaciones o lecturas, normalmente se tiene una conciencia muy primaria de hechos gravísimos que cambiaron totalmente el sentido de la vida de la gente. El miedo caló y sigue ahí.

-Y lo más triste es que, hoy, cuando levantas la pesada alfombra con la que cubrieron la transición y con la que están cubriendo muchas etapas de la democracia…te miran, todavía, con esa mirada llena de reproche, casi de odio…

Los que vivimos la transición somos conscientes que la mayor parte de la gente, tanto de derechas como de izquierdas, ignorábamos lo que iba a pasar. Se estaba cociendo fuera de nuestra vista. En aquellos años terribles que van de 1976 a 1981, con cerca de seiscientos muertos por violencia política, lo que primaba era el miedo. Supongo que alguna vez, cuando se desclasifiquen los documentos relativos a aquella etapa en los archivos de los EEUU y Alemania –doy por supuesto que aquí no los veremos– nos enteraremos qué pasó realmente. Lo cierto es que la derecha proveniente del fascismo captó pronto que no corría peligro, que aquel pasado de horror del que procedían iba a quedar a salvo. Habría elecciones pero nadie tocaría nada fundamental. El pasado era sagrado y la nueva democracia asumiría las estructuras procedentes de la dictadura: fuerzas armadas, aparato judicial, poderes económicos, el renovado acuerdo con la Iglesia, etc. La alfombra no la levantaría nadie. Y por si había alguna duda la amnistía del 77 lo había borrado todo. Por si fuera poco el quinquenio lo cerró un golpe militar del que aún tampoco sabemos nada salvo que benefició a la monarquía y reavivó el miedo. El mensaje era claro: no olvidéis que aún estamos aquí dispuestos a lo que haga falta. La imagen del guardia civil con bigote y tricornio no podía ser más chusca. Efectivamente seguían allí.

183786-620-282.jpg-Hasta los socialistas, por mucho que quisiera José Luis Rodríguez Zapatero decir, solo decir y pintar, solo pintar…nunca se han involucrado de pleno en una lucha por la recuperación de la Memoria Histórica… ¿A qué temen, a qué nos enteremos o cercioremos que muchos de ellos se han levantado sobre un “cierto tufillo” cuando otros muchos socialistas todavía yacen bajo los suelos de un país que prefiere ignorarlos?

-El PSOE nunca quiso conectar con el pasado republicano ni con alguna de las corrientes existentes en su partido antes del golpe de estado. En realidad el PSOE que surge deSuresnes nada tiene que ver con el PSOE de los años treinta. En teoría pueden decir que tienen no sé cuántos años de historia, pero en la práctica una y otra vez nos dejan claro que es un partido surgido en la transición. Se presentan como partido socialista y obrero pero se trata en realidad de un moderado partido de centro. De ahí su éxito en 1982. Se trata de un partido carente de programa, pragmático, cuyo único objetivo fue siempre mantenerse en el poder. Ahora que se han movilizado ante la posibilidad de un pacto PSOE-Podemos da vergüenza verlos y escucharlos. En realidad tanto bipartidismo los ha convertido en algo similar al PP, hasta el punto de que podrían firmar un pacto con estos. Si realmente les importaran los socialistas que siguen en las fosas hubieran tomado algunas decisiones en los catorce años que estuvieron gobernando. La ley de memoria histórica de Zapatero no colmó ni una sola de las expectativas que el tema había suscitado. Puede parecer baladí pero pienso que bajo esta actitud del PSOE está la negativa de muchos a asumir el pasado familiar. Y si no asumían el suyo, ¿cómo iban a asumir el de los demás? De ahí su decisión de “no mirar atrás”.

-Cómplices de los anteriores, se necesitan unos a otros, están numerosos historiadores, escritores, periodistas que, ya desde un primer momento, pero han ido “in creciendo” se visten de “cierta buena dosis de divinidad”. Son los que no aportando nada van dinamitando la lucha de los historiadores que pretenden escribir solamente la verdad, investigar y dar difusión, sin más…

-Estos surgieron hace ya años. Parte de la Universidad practicó el ninguneo, en el que es maestra. Para ellos los investigadores del golpe y sus consecuencias no existieron durante años. Muchos de ellos sentían aquellas investigaciones como vulgares intrusiones, como si alguien hubiera ocupado sus posesiones. Finalmente tuvieron que sumarse a la investigación para no quedar mal. Pero algunos lo hicieron insultando, llamando “historia militante” o “frentepopulista” a la que habíamos hecho, y otros repartiéndose algún temita secundario con ayuda económica y becario incluido. Sus objetivos no han sido otros que los que podríamos llamar flecos de la represión. Así han querido pasar a la historia.

En los escritores ha habido algunos muy buenos y una mayoría que sin tener gran idea del asunto se sumó al filón de la guerra civil. Raro será el que quede sin haber escrito su libro sobre la guerra. Supongo que esto ha sido también fomentado por las editoriales. El periodismo se ha movido en un terreno mucho más partidista. Incluso ha habido periódicos que llegaron a sacar colecciones de libro hechos especialmente para la ocasión. Fue el caso de El Mundo en aquel despropósito titulado “La guerra civil mes a mes” (2005). En unos medios ha contado más su historia e ideología, sería el caso del diario monarco-fascista ABC, y en otros el peso de sus colaboradores. El País, por ejemplo, ha prestado bastante atención al movimiento de memoria histórica desde 2002, cuando incluyeron en un suplemento dominical las imágenes de una exhumación. Sin embargo, entre sus colaboradores fijos ha contado con algunos de los más acérrimos enemigos del fenómeno de la memoria histórica.

IMG-20151209-WA0008.jpg-Esto de aquí afuera, en materia de historiografía e historiadores, es una jungla donde nombres como Cercas, Juliá, Trapiello (por poner tres ejemplos destacados…) van aportando polvo y paja para esconder lo que otros muchos van publicando con un esfuerzo infrahumano sin el apoyo de grandes grupos de comunicación ni de grandes respaldos editoriales porque éstos últimos son parte de los que alimentan el latido del sistema actual, heredero de la transición mal fecundada por una dictadura que lo dejó todo , eso sí, muy bien atado….

El caso de Juliá resulta especialmente significativo. Ha sido uno de esos columnistas militantes contra la memoria, que él opone a la historia. Como nunca ha investigado la represión fascista se permite decir barbaridades como que aquí ya se abrieron fosas en la transición, como quedó reflejado  en la revista Interviú. Olvida, porque lo ignora, que aquellas exhumaciones constituyen precisamente la prueba de la inhibición del Estado y de los diferentes gobiernos en dar sepultura digna a las personas asesinadas y arrojadas como perros a fosas comunes abiertas en cementerios, fincas, cunetas, etc.

Otra de las consecuencias de no haber investigado nunca la represión fascista es que no tome conciencia de que la memoria en este terreno viene en ayuda de la historia. En todo lo relativo a la represión fue tal la ocultación practicada por los perpetradores de la masacre que se requiere el recuerdo de los que vivieron aquellos hechos o de los que más tarde los escucharon. La inconsciencia absoluta en que se mueve este sociólogo en este terreno lo muestra que, al mismo tiempo que lo anterior, haya escrito que hay que sacar a la gente de las fosas.

Evidentemente, como otros tantos, a esto no se puede negar. Pero desear esto en abstracto es como no desear nada. La exhumación sería la parte final de un proceso que debería comenzar por disponer de un conocimiento mejor que el que tenemos sobre la desaparición de personas entre el 17 de julio de1936 y finales de febrero de 1937. Las fuerzas que llevaron a cabo la masacre, con los militares golpistas en cabeza, deberían sacar a la luz pública la documentación que poseen. Me refiero al Ejército, a la Guardia Civil y a la Policía (heredera de las antiguas Delegaciones de Orden Público creadas por los fascistas). Luego vendría un vasto trabajo de campo para localizar las fosas comunes y finalmente las exhumaciones con la dignificación de los restos. Todo esto debería hacerse bajo control judicial. Una fase final establecería las responsabilidades y trataría de reparar el daño hecho a miles de personas. Con la desfachatez con la que se tiran aquí los millones de euros no puede ser el dinero motivo para no afrontar esta obligada reparación. Llegados a este punto se habrían producido las tres fases obligadas en este tipo de procesos: el conocimiento de lo ocurrido, la intervención de la justicia y la reparación del daño causado. Y si alguien, como podría ser el mismo Juliá, habla de los del “otro bando” se le recuerda que seguir este proceso con las víctimas de los vencedores sería repetirlo, pues ya lo hizo el fascismo. Quien lo dude que acuda a la llamada Causa General.

Los Trapiellos, Cercas y Molinas, promocionados por potentes editoriales y publicitados hasta la saciedad por medios como El País van sembrando loas a esa supuesta “tercera España” que estaba por encima de rojos y azules y, al mismo tiempo, desprecio por la memoria histórica. Alguno de ellos dice estar ya harto de la guerra civil pero curiosamente no deja de escribir sobre ella. Con todo lo que queda por hacer sobre aquella época resulta penoso tener que soportar las ocurrencias de estos individuos. ¿Por qué no hacer una buena biografía de Chaves Nogales que completara el trabajo de Maribel Cintas o una verdadera biografía de Enric Marco? Es posible que sea porque hacerlas resulta bastante más trabajoso y menos rentable que inventársela.

Trapiello mostró una vez más su mala baba en un artículo publicado no hace mucho en El País. En él daba pábulo a la campaña de la caverna mediática, en la que hay que incluir al periódico referido, contra la reforma del callejero madrileño. Sólo en la mente enferma de la derecha más rancia cabía semejante dislate, ya que todo era falso. Por si fuera poco arremetía contra Margarita Nelken acusándola de ser responsable de “paseos”. Será que ha leído a García Oliver. Este tipo de campaña en el que, sin prueba alguna, se coloca a alguien el sambenito de chequista ya lo conocimos con Alberti hace años. En cualquier caso, los que acabaron en Badajoz con la calle de la diputada socialista M.Nelken mientras mostraban como prueba irrefutable la imagen de Mika Etchevéhère con el pistolón al cinto recibirán con gusto Trapiello en el Aula de Hoy, lugar muy apropiado para él.