SÃmbolos franquistas y elecciones
Los partidos polÃticos deben explicarnos su opinión sobre la existencia de estos sÃmbolos cuarenta años después de terminada la dictadura
Junio 7, 2016 Opinión |
Uno de los aspectos que deben tratarse en la campaña electoral dentro del prioritario asunto de la Memoria Histórica tiene que ver con los sÃmbolos franquistas. Los partidos polÃticos deben explicarnos su opinión sobre la existencia de estos sÃmbolos cuarenta años después de terminada la dictadura, y los electores deben recordar las resistencias de algunos a que desaparezcan en los espacios públicos de esta democracia en crisis, pero democracia al fin y al cabo.
La Ley de Memoria Histórica de 2007 establece que los escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación personal o colectiva del levantamiento militar, de la Guerra Civil y de la represión de la dictadura deberán ser retirados de los edificios y espacios públicos. La retirada no se aplicarÃa cuando concurriesen razones artÃsticas, arquitectónicas, o artÃstico-religiosas protegidas por la ley. Como es bien sabido es una cuestión que ha generado, como casi todas las relativas a esta Ley, una intensa polémica en los últimos años.
En este artÃculo intentaremos demostrar la importancia de los sÃmbolos franquistas en nuestro paÃs partiendo del hecho de que deben desaparecer de forma inmediata de nuestra geografÃa.
Los romanos desarrollaron una práctica que, en realidad no crearon ellos, porque existen antecedentes en las civilizaciones mesopotámicas y egipcia, y que es conocida por la locución latina de la damnatio memoriae. ConsistÃa en condenar el recuerdo de un considerado como enemigo del Estado después de su muerte. Esta condena era competencia del Senado. Cuando se dictaba se procedÃa automáticamente a eliminar toda mención o imágenes del condenado en los espacios públicos, y hasta se prohibÃa usar su nombre.
Esta práctica de borrar de la historia y la memoria fue seguida posteriormente, y hay muchos casos que se pueden citar. En la Roma papal algunos pontÃfices desterraron la memoria de antecesores, y hay algún caso parecido en la Venecia medieval. Ya en nuestro tiempo, Stalin se convirtió en un ejemplo mayúsculo de ejercicio de la damnatio memoriae porque todos los lÃderes bolcheviques depurados fueron borrados completamente en las imágenes, y sus escritos desaparecieron de las bibliotecas y librerÃas. Hasta mencionarlos estaba prohibido. En nuestro paÃs el franquismo se encargó sistemáticamente de borrar casi todos los rastros de la Segunda República y de sus protagonistas, al considerar que su recuerdo era intolerable por el supuesto daño que aquel régimen habÃa hecho a España, a la idea que Franco tenÃa de España, en realidad.
¿Lo que dispone la Ley de Memoria histórica en el caso de los sÃmbolos es una versión actual de la damnatio memoria? Creemos que no es asÃ, aunque haya sectores o personas que defiendan la destrucción de esos sÃmbolos en una suerte de venganza frente a un régimen que generó tanto dolor en muchos españoles y españolas. En todo caso, somos radicalmente contrarios a que se destruyan los sÃmbolos, pero deben ser retirados en un plazo de tiempo muy breve, sin más demoras, ni empleando excusas de todo tipo para que no se produzca, como apuntábamos más arriba.
Todo régimen polÃtico emplea los espacios públicos para reflejar sus valores y recordar y homenajear a los personajes o colectivos principales. Las ciudades francesas están llenas de menciones y monumentos a sus muertos en la Gran Guerra, por ejemplo. Si paseamos entre las maravillas artÃsticas de las ciudades italianas encontraremos con relativa frecuencia placas con menciones a los héroes de la resistencia frente al fascismo. Podemos escribir páginas y páginas con ejemplos de todo tipo. ¿SerÃa comprensible y legal que en ambos paÃses hubiera monumentos que recordaran al régimen de Vichy o al de Mussolini? Todos sabemos la respuesta. En nuestro paÃs sigue habiendo nombres de calles y monumentos que glorifican el golpe que comenzó una guerra, una dictadura y a sus principales protagonistas. En Francia e Italia fue derrotado el fascismo, eso sà con evidente ayuda extranjera, pero en España se adaptó a los tiempos de la Guerra FrÃa y evolucionó hasta su desaparición casi cuarenta años después que naciera. Es cierto que sobrevivió no sólo gracias a la comprensión con mala conciencia de las potencias occidentales, sino también por el apoyo de una parte importante de la sociedad española, argumento que suele ser empleado por los defensores de la memoria del franquismo. Pero fue una dictadura desde el primer hasta el último dÃa, basada en valores que conculcan todos y cada uno de los que tenemos y disfrutamos en una democracia, y su homenaje público diario supone un insulto a la memoria de otra parte muy importante de españoles y españolas que sufrieron en su dÃa o que sin sufrir no toleran la exaltación de una guerra, de una dictadura y de unos principios contrarios radicalmente a las libertades.
Pero una democracia tiene una obligación fundamental con los ciudadanos y ciudadanas, con las nuevas generaciones que estudian, y hasta con los extranjeros y extranjeras. Esa obligación es la de preservar los restos materiales de su Historia en el más amplio sentido. El franquismo supone una larga etapa de la Historia contemporánea de España y sin su estudio no se puede entender a este paÃs. Los restos materiales que ha dejado deben pasar a museos, espacios donde tienen que contextualizarse, como ocurre con los restos materiales de otros momentos históricos. En esos espacios expositivos adquirirán una dimensión histórica, perdiendo su valor de exaltación y apologÃa. Es obligación de las administraciones públicas hacer cumplir la ley en lo relativo a la retirada de los sÃmbolos, pero también lo es el de preservarlos adecuadamente, analizarlos y exponerlos por su fundamental valor histórico y pedagógico. Por eso los sÃmbolos franquistas son muy importantes, como los de cualquier etapa histórica. Destruirlos supondrÃa un ejercicio de desmemoria que los españoles y españolas no merecen. La Historia es fundamental.
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