Vigo: Aniversario de la matanza del 27 de agosto de 1936
Ochenta años del amanecer que fusiló la democracia
Carlos Prego
El 27 de agosto de 1936, tras el golpe de estado, eran asesinados en Pereiró los alcaldes MartÃnez Garrido y Antela Conde, entre otros socialistas
La madrugada del 27 de agosto de 1936 la democracia se desangrará contra la tapia del cementerio de Pereiró. Al despuntar el dÃa y tras un sumarÃsimo juicio, los militares golpistas fusilaban contra el muro del camposanto a los alcaldes de Vigo y Lavadores, MartÃnez Garrido y Antela Conde, respectivamente, junto a otros socialistas apresados, como los hermanos Bilbatúa o Heraclio Botana. Mañana se cumplirá el 80 aniversario de aquel dramático amanecer.
Una ráfaga de balas. Olor a pólvora. Y una aplastante y gélida bruma de silencio que se extendió desde Pereiró hacia el valle do Fragoso. El jueves 27 de agosto de 1936 amaneció en Vigo con la trágica trÃada de sensaciones con la que despuntarÃan, a lo largo de las siguientes semanas, meses y años, muchas otras jornadas en España.
La madrugada de aquel jueves de agosto, embozados aún por la noche, un grupo militares sublevados obligaba a empellones a varias figuras a salir de el cuartel situado en el castillo do Castro. AllÃ, a los pies de la cuna que vio nacer a Vigo, el grupo tomó un autobús de lÃnea que los llevarÃa por las oscuras calles del casco urbano hasta el cementerio de Pereiró.
Para parte de los viajeros aquella fue la última parada de sus vidas. Al despuntar el dÃa los golpistas obligaron a los presos a situarse contra la tapia del camposanto y descargaron contra ellos sus fusiles. Ráfaga de balas. El olor a azufre de la pólvora elevándose sobre los muros del cementerio, entre los mausoleos, lápidas y tumbas. Y el implacable manto de silencio.
Mañana se cumplirán 80 años de aquella madrugada en la que fueron asesinados algunos de los demócratas y figuras de la izquierda más reconocidos del Vigo de principios del siglo XX. Entre ellos figuraba el alcalde Emilio MartÃnez Garrido, Enrique Heraclio Botana, Waldo Gil Santostegui, Ramón González Brunet, Ignacio Seoane Fernández y Apolinar Torres López. Todos ellos -recuerda el historiador Xoan Carlos Abad, autor de Cen personaxes en torno a unha guerra, obra editada por el Instituto de Estudios Vigueses (IEV)- «las más importantes figuras del socialismo local».
Esa misma madrugada el paredón de Pereiró era testigo de cómo las balas arrebataban la vida de los hermanos Antonio y Demetrio Bilbatúa Zubeldia -en septiembre asesinarÃan al tercer hermano de la familia, Luis Bilbatúa- y el alcalde socialista de Lavadores, José Antela Conde.
Abad recuerda en su libro cómo «poco después de las cinco y media de la madrugada el capitán médico Manuel Mesa Palop, con la colaboración del alférez médico del complemento Manuel RodrÃguez Grandjean, certifica la muerta de todos los reos». Quedaban a los pies de la tapia de Pereiró una «maraña» de cadáveres y balas. Y los vestigios de la democracia depuesta.
Para justificar los fusilamientos las autoridades golpistas abrieron un proceso judicial sumarÃsimo y trufado de irregularidades contra los reos. A MartÃnez Garrido, por ejemplo, se le acusó de colaborar en un reparto masivo de armas en la Casa do Pobo y confabular contra los militares. La vista contra el alcalde socialista y el resto de sus compañeros apresados se celebró el 22 de agosto. Los procesados no pudieron asistir, les defendió un militar apenas sin información del caso y les juzgó el coronel Cánovas La Cruz. Salvo Pastor Iglesias todos fueron condenados a muerte. Incluido un delincuente de poca monta conocido como «VillagarcÃa», que compartió el proceso.
Los fusilamientos de la madrugada del 27 de agosto se produjeron apenas un mes después del inicio de la sublevación militar que acabarÃa desembocando en la dictadura del general Franciso Franco. El ilustrador Evaristo Pereira -autor de la imagen que acompaña este reportaje- recuerda cómo el 20 de julio de 1936 se habÃa vivido ya un sangriento y cruel episodio en Porta do Sol.
Ese dÃa -a primera hora de la tarde- el capitán Antonio Carreró y medio centenar de soldados declaraban el Estado de Guerra. Ya en la plaza donde hoy se alza el Sireno alguien intentó arrebatar el bando de guerra que estaban proclamando los militares, lo que llevó al capitán Carreró a ordenar a sus soldados abrir fuego en una calle atestada de vecinos.
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