Cerrando heridas, abriendo brechas
«Para el Estado, Companys no sólo no es vÃctima, sino que es culpable»
Joan Tardà i Coma
«El caso español es único porque las vÃctimas no son reconocidas jurÃdicamente como tales», asegura el diputado de Esquerra al congreso Joan TardÃ
En el año 2007, con la aprobación de la mal llamada Ley de la Memoria se consagraron dos anomalÃas. La primera, comprobar cómo partidos polÃticos con los que habÃamos compartido cultura y luchas antifranquistas y antifascistas (IU, PSOE, PNV…) aprobaban un texto legislativo insultante para las vÃctimas. Y en segundo lugar, convertir de facto al Estado español en una excepción entre las democracias maduras en la medida que se blindaba un modelo de impunidad imposible de homologar con aquellas. Ambas han hecho del español un caso único.
Otras sociedades que padecieron el infortunio de regÃmenes dictatoriales, incluso menos sanguinarios que el Franquismo, tarde o temprano reconciliaron a la ciudadanÃa mediante la asunción de la verdad de todo lo acaecido y la reparación jurÃdica de las vÃctimas. No ha sido asà en el caso español, para cuyos sucesivos dirigentes la demanda de hacer justicia con el ánimo y voluntad de invertir en el fortalecimiento de los valores democráticos de las nuevas generaciones ha sido una opción sistemáticamente descartada.
El caso español es único porque las vÃctimas no son reconocidas jurÃdicamente como tales, al considerarse legales los tribunales de la Dictadura, hecho que imposibilita la nulidad de sus sentencias. Justo lo contrario de lo que se ha hecho en Alemania o Italia.
El caso español es único porque el Estado es todavÃa incapaz de reconocer sus responsabilidades en la deportación de miles de republicanos a los campos de exterminio nazis. Y porque todavÃa se inhibe ante los miles de desaparecidos, asesinados en cunetas y ante tapias de cementerio, hasta el punto de tratar legalmente las fosas encontradas como si fueran necrópolis romanas.
El caso español es único porque el Estado se niega a reparar el trabajo esclavo de los republicanos que permitió a grandes empresas españolas sumar capitalizaciones. Como se niega igualmente a poner al alcance de la ciudadanÃa los archivos policiales y la desclasificación de la documentación reservada o a retornar los patrimonios expoliados a miles de personas.
El caso español es único porque mientras obvia las vÃctimas de los grupos ultraderechistas y de las organizaciones paramilitares organizadas por el mismo Estado o sus funcionarios, despliega todos sus recursos para impedir que la causa abierta en la República argentina pueda avanzar.
La lista de agravios serÃa interminable, pero ya a estas alturas deberÃa avergonzar a tantos y tantos polÃticos españoles que se pretenden decentes, sean de derechas o izquierdas. PolÃticos que durante años han publicitado cÃnicamente las bondades de la Transición sin ninguna voluntad de ejercer una mÃnima autocrÃtica como muestra de respeto a las vÃctimas y sus descendientes. Aún al contrario, polÃticos que callaron y aplaudieron una Ley de la Memoria que desviaba la atención de un sistema judicial español que se mantenÃa bunquerizado ante las demandas de justicia para con sus ciudadanos.
El mismo sistema judicial que sà se atrevÃa con la persecución de verdugos y mandatarios vulneradores de los Derechos Humanos en América Latina. Sin duda un noble empeño que, sin embargo, hoy ya no serÃa posible a raÃz de la modificación de la legislación, propiciada por el PSOE primero y por el PP después, que limita el alcance de la aplicación de los principios de justicia universal.
El mundo democrático clama contra el vergonzante y distintivo modelo español de impunidad. Y asà llegamos, un año más, al aniversario del fusilamiento del President de Catalunya LluÃs Companys. Pese a los compromisos adquiridos en 2005 ante su tumba por parte de la entonces vicepresidenta MarÃa Teresa Fernández de la Vega, el Estado español sigue negando la anulación de la sentencia que condujo a su ejecución. Para el Estado, Companys no sólo no es vÃctima, sino que es culpable.
No obstante, la imprescriptibilidad de los CrÃmenes contra la Humanidad (asà como los CrÃmenes contra la Paz y los CrÃmenes de Guerra) son hoy dÃa un valor de civilización que difÃcilmente la democracia española podrá burlar. El gesto polÃtico que los republicanos catalanes llevamos a cabo en 2007 votando no a una Ley de la Memoria que legitimaba la preconstitucional Ley de amnistÃa de punto final de 1977 hoy tiene un enorme valor.
Lo tiene reforzado por una nueva realidad, que ofrece un triple escenario. Por un lado, buena parte de las fuerzas polÃticas que entonces aprobaron la ley (IU, ICV y los nacionalistas catalanes y vascos) hoy reconocen que no es merecedora de nuevos avales. Por otra parte, la constatación que van a abrirse nuevas causas en otros paÃses al igual que se abrió camino la Querella Argentina. Y, por último, la brecha catalana.
Catalunya aprobará dentro de pocos dÃas la ley que declarará anulados y sin efectos jurÃdicos todos los consejos de guerra y las correspondientes sentencias instruidas por causas polÃticas en Catalunya por parte del régimen franquista. El Govern de la Generalitat emitirá a solicitud de los procesados o de sus familiares una certificación de la nulidad del procedimiento y sentencia correspondientes. Por primera vez en el Estado español, la causa de las vÃctimas superará el estricto ámbito de lo legÃtimo para alcanzar también el de lo legal. En el marco del proceso iniciado en Catalunya hacia el ejercicio del Derecho a Decidir y el establecimiento de una nueva legalidad, el Parlament legisla para reparar jurÃdicamente a las vÃctimas, catalanas o no, que fueron juzgadas en Catalunya.
Al fin y al cabo, es por ello, y para ellos y ellas, que en Catalunya no cesamos en el empeño de constituir una nueva República. Ante la constatación de la imposibilidad de cambiar los cimientos profundos del Estado español, sólo una nueva legalidad inequÃvocamente democrática y republicana puede garantizar el respeto a las vÃctimas y reconciliar a la ciudadanÃa. Y los que opten, queriendo o no, por mantener un statu quo caduco deben ser conscientes que están sosteniendo una anomalÃa vergonzante a escala mundial.
Este estado de cosas no es una maldición eterna. Puede y debe cambiar. Sirva la brecha catalana como prueba de que si se quiere, se puede.
http://www.eldiario.es/catalunya/opinions/Cerrando-heridas-abriendo-brechas_6_569453075.html