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Ludwig Renn, el brigadista armado con un lápiz

El Mundo, 20/10/2016 | 21 octubre 2016

Ludwig RennEditado íntegro el relato sobre la Guerra Civil del jefe de la XI Brigada Internacional

 

El estilo de Renn «es más seco que sobrio» dice Fernando Castillo, el prologuista

  1. UNAMUNO Madrid

Ludwig Renn era un militar profesional perteneciente a una familia de la nobleza sajona cuando llegó a España para combatir con las Brigadas Internacionales en nuestra contienda civil. Ocho años antes había publicado con gran éxito internacional Guerra, el libro en el que narraba su experiencia en la Primera Guerra Mundial. Renn era, además, un comunista convencido que se había exiliado de su Alemania natal con el ascenso de Hitler al poder

.Como ya había hecho en una ocasión, contó sus vivencias, ahora como jefe de Estado Mayor de la XI Brigada Internacional, en La Guerra Civil española, cuyo texto íntegro publica por primera vez en español la editorial Fórcola. El estilo de Renn, un hombre adusto, culto y de talante aristocrático, «es más seco que sobrio, sin concesiones literarias y alejado de toda retórica sentimental», según el prologuista Fernando Castillo, quien contextualiza esa forma de escribir en una ortodoxia comunista para la que cualquier adorno retórico representaba una reminiscencia burguesa

.Lo que se encuentra en las Brigadas este representante a deshora de la caballeresca alianza entre las armas y las letras es un batiburrillo «de idealistas, de románticos, de funcionarios del partido [comunista] como Willi Münzenberg o Arthur Koestler, de mercenarios sin paga, de agentes de la NKVD [el espionaje militar ruso] y de juramentados de la revolución». En el campo de batalla, un militar profesional como él detecta en seguida la deficiente formación de las fuerzas republicanas.

Participa en las principales batallas desde noviembre de 1936 hasta julio de 1937, es decir, de la Ciudad Universitaria a Brunete, sin olvidar el Jarama y Guadalajara. Con ímprobo esfuerzo y determinación germánica, Renn consigue que algunas de las unidades del Ejército Popular comiencen a recordarle a las ordenadas tropas del Káiser que había dirigido durante la Gran Guerra.-

Con ciertas licencias literarias, Gustav Regler -también escritor, y comisario político de la Brigada XII- describió así la irrupción de nuestro hombre en la Batalla del Jarama: «Esa alta figura con su uniforme de Estado Mayor recortándose contra el salvaje firmamento. Venía directamente del cuartel general, no llevaba pistola (…). Le pude ver haciendo preguntas a todo el mundo, de un grupo a otro, y de repente abandonó la trinchera de un salto (…), levantó su mano con un lápiz todavía en ella e indicó a las tropas que le siguieran (…). No tenía la menor duda; estaba tan seguro como cuando dibujaba en los mapas de campaña».Günther Drommer señaló, en la introducción a la edición original alemana de la obra, que los apuntes de Renn «resultan cautivadores por la exactitud de las observaciones y por su análisis implacable de las operaciones militares que realizaba en pleno frente de batalla». El brigadista es inmisericorde también con quienes considera responsable de las derrotas republicanas. Por ejemplo, con los anarquistas de la FAI, a los que ve tan incompetentes que no le extraña que recurran a «un comunista declarado» como él. «Tal vez estaban tan carcomidos por las dudas que no podían imaginarse que hubiera personas que sí estaban seguras de lo que pensaban», escribe con la arrogancia evidente de quien no cuestiona la línea oficial del partido.

Renn dispara con furia contra los culpables máximos de todos los males de la causa republicana: a Largo Caballero lo acusa de ser «un socialista utópico obsoleto» que, con su querencia por los anarquistas, oculta tras su verborrea «el hecho de no haber entendido el trasfondo de la miseria y de la guerra»; de Indalecio Prieto, ministro de la Guerra del primer gabinete de Negrín, dice que es «un traidor a la patria» que «se llevó a México parte del tesoro del Banco de España en un yate».

Durante su estancia en España, el antiguo oficial prusiano tiene ocasión de asistir al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, donde hace una defensa encendida de la literatura como instrumento de combate y se alinea con los Byron, Shelley y demás literatos que cambiaron la pluma por la pistola. Allí coincide, entre otros, con Nicolás Guillén, Valentine Ackland, Max Aub, José Bergamín, con quien no congenia, y Miguel Hernández, que sí le cae en gracia. André Malraux es, junto a él, la estrella de la cita.

Después del Congreso, Renn -que tiene ya 48 años, muchos para el campo de batalla- inicia una campaña internacional en favor de la República que lo lleva, entre otros destinos, a EEUU, donde se reúne con Einstein, Vicky Baum y Upton Sinclair. De vuelta a España ocho meses después, las cosas van de mal en peor para los republicanos. Aunque permanece en España hasta la caída de Cataluña, acaba en el campo de refugiados francés de Saint-Cyprien, y allí comienza un segundo exilio cuyos destinos serán Inglaterra, Estados Unidos, México y, por último, la Alemania comunista en la que vivió hasta los 90 años.

http://www.elmundo.es/cultura/2016/10/20/5808766d46163f004e8b45f5.html