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El «peor pecado de Franco» que todos (también la izquierda) han olvidado

El Español, | 3 mayo 2017

‘Deportado 4443’ cuenta la vida de los españoles en los campos de concentración nazis, traicionados por Franco y la democracia

 

DANIEL BASTEIRO  @basteiro

03.05.2017

Ya no sabe cómo contarlo. Primero escribió un libro. Un «tocho» de 568 páginas, como él mismo reconoce con una sonrisa. Luego se abrió una página web y perfiles en redes sociales. Acabó recreando minuto a minuto en Twitter la vida de su tío abuelo, como si en las profundidades del horror de la Segunda Guerra Mundial, cuando apenas tenía qué comer, dispusiese de un móvil escondido bajo el uniforme de rayas. Ahora, junto al dibujante Ioannes Ensis, el periodista Carlos Hernández ha hecho del «peor pecado de Franco» un cómic, Deportado 4443, «la mejor manera de tapar los agujeros gráficos» de un episodio negro de la historia. En él explica la vida de su tío abuelo Antonio Hernández Marín, más conocido como ‘el murciano’, que pasó cuatro años y medio en el campo de concentración de Mauthausen.

Sobrevivió, aunque los políticos se han olvidado de él. También los de la izquierda que rápidamente recurren a Franco para explicar de dónde viene la España de hoy en día. Esta semana se cumplen 72 años de la victoria sobre el nazismo. También esta semana se cambiarán en Madrid el nombre de 52 calles, muchas de ellas alegorías del franquismo, una decisión que ha contado con la abstención del PP.

Pero ni en el Madrid de Manuela Carmena los alrededor de 5.500 españoles muertos en los campos de concentración (de un total de 9.300 que fueron enviados allí) tienen una calle, grande o pequeña. Todos parecen haber olvidado que esa tragedia, que a un adolescente podría parecerle hoy ficción de la mala, fue también made in Spain.

Los españoles en los campos representan lo que en origen fue el franquismo: una pata más del fascismo europeo Es la España que manda a la División Azul a destruir Europa. Es la España que le pide a Hitler que le envíe de vuelta desde el sur de Francia a los republicanos exiliados, como [Lluis] Companys y otros, para ser fusilados. Quizás por eso el franquismo se empeñó en borrarlo con más saña

¿El patito feo de la memoria histórica? «Sí es el colectivo más simbólico. Representa lo que en origen fue el franquismo: una pata más del fascismo europeo, que tenía otras dos, la de Mussolini y la de Hitler. Quizás por eso el franquismo se empeñó en borrarlo con más saña. Franco estaba codo con codo con Hitler. [Ramón] Serrano Suñer, ministro de la Gobernación, hacía acuerdos entre la Gestapo y la Policía española. Aquí había submarinos y aviones nazis. Es la España que manda a la División Azul a destruir Europa. Es la España que le pide a Hitler que le envíe de vuelta desde el sur de Francia a los republicanos exiliados, como [Lluis] Companys y otros, para ser fusilados. Es esa España que podría haber evitado que muriesen más de 50.000 judíos de origen sefardí y español. Acabaron en las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau porque Franco no mueve un dedo para salvarlos. Ese es el origen del franquismo, que luego se cambia la chaqueta cuando se da cuenta de que va a perder la guerra. Y estas víctimas, el peor pecado de Franco».

El cómic, en blanco y negro, apenas tiene tres páginas de introducción antes de una bienvenida tras la que no habrá tregua. «Me encuentro en el campo de prisioneros de guerra de Trier, en Alemania. Somos unos 700 españoles. Los nazis nos mantienen separados del resto». A partir de ahí, Antonio, que había sido carabinero en la guerra civil española y se exilió en Francia, va contando, a golpe de tuit hecho viñeta, su vida.

No es el primer cómic sobre el nazismo, pero sí sobre los españoles víctimas de Hitler. Como otras obras, el libro está impregnado de una doble deshumanización, la de las víctimas y la de los verdugos. «Vosotros que habéis entrado por esa puerta, perded la esperanza. Sólo saldréis de aquí por la chimenea del crematorio», dice en un momento un oficial de las SS. El cómic es una colección de espantos con tan sólo un par de destellos de luz, como un partido de fútbol o un clarinete que suena en una de las páginas.

«PRIMERO EL HORROR, LUEGO LA ANÉCDOTA»

¿Un libro demasiado negro? «Es probable, pero durante la investigación he visto cómo las anécdotas han tapado todo lo demás. Por ejemplo, un partido de fútbol, que puede acabar desvirtuando todo el drama. Esos partidos comienzan en 1943, cuando ya han muerto el 99% de los españoles. Cuando ha pasado la etapa negra. En mi opinión, si no están dimensionados, pueden tergiversar lo que realmente ocurrió. Hay quien puede llegar a pensar, frívolamente, que si jugaban al fútbol tampoco estaban tan mal. Espero que en unos años se puedan hacer libros que traten exclusivamente los partidos de fútbol o incluso la música en Mauthausen, pero antes tenemos que conocer el horror. Luego, las anécdotas».

Hablar de guerra civil es hablar de guerra entre hermanos, algo que me horroriza. Al final acabó ocurriendo, claro, pero considerarlo así de partida es manejar el lenguaje franquista, que ha logrado equiparar en la historia ambos bandos

De este ramalazo del fascismo del siglo XX en España se sabe poco. Pero también de la propia guerra civil. «Descontando los mitos», dice Hernández. Su próximo proyecto es un libro sobre los campos de concentración en España para esclarecer lo ocurrido. Para el periodista, es necesario «revisar la historia». Tal como suena.

«Si preguntas a la sociedad si cree que Franco evitó que España entrase en la Segunda Guerra Mundial, creo que habrá un porcentaje amplio que responderá que sí. Pero hay más mitos: sostener que los dos bandos de la Guerra Civil fueron iguales. Incluso hablar de guerra civil. ¡Me niego! La hubo, pero al final. El origen es una sublevación, un golpe de Estado que deriva en esa guerra por el apoyo de Alemania e Italia, entre otros motivos. Hablar de guerra civil es hablar de guerra entre hermanos, algo que me horroriza. Al final acabó ocurriendo, claro, pero considerarlo así de partida es manejar el lenguaje franquista, que ha logrado equiparar en la historia a ambos bandos. Hay más: hablar de nacionales y rojos. Cuando empieza la guerra civil, una parte importante del Ejército, la Armada al completo y sectores clave de la sociedad trataron de repeler el golpe. El Partido Comunista era una fuerza minoritaria. Va ganando peso conforme avanza la guerra, porque las demás democracias nos ignoran y quien nos apoya es la Unión Soviética. Y Stalin, que era un sanguinario, pero muy listo, va sacando rédito», explica.

LA TRAICIÓN DE LA DEMOCRACIA

Su tío Antonio murió en 1992. «Cuando era demasiado joven para darme cuenta», lamenta Hernández. Desde 2012 comenzó a investigar «las 24 horas del día» hasta conocer la verdad y publicar su primer libro en 2015. Por el camino, descubrió que a su tío y a miles de españoles les traicionaron muchas veces. «La primera, cuando durante la guerra las naciones democráticas no apoyan a la República mientras Franco es apoyado por Hitler y Mussolini. Después, se van al exilio y Francia los trata como a perros aún siendo una democracia. Más tarde, cuando acaba la Segunda Guerra Mundial, se creen que los aliados van a acabar el trabajo echando a Franco y lo que hacen es pactar con él. Y llegamos a la última: la de 1975. Las víctimas habían visto que desde 1945, los supervivientes franceses, polacos y holandeses habían sido tratados como héroes y piensan: ¡Ahora llega nuestro momento! Cuál es su sorpresa cuando ven que no va a ser así. Y ahí es cuando se hunden. Cuando hablé con ellos vi que no tenían rencor, pero sí mucho dolor por la traición de la democracia. Es la que menos se esperaban. Eso obedece a cómo se hizo esa transición: con la pistola de los militares en la cabeza».

No entiendo que desde 1985, por poner una fecha generosa, no se haya hecho nada. Con mayorías absolutas de la izquierda

La traición de la democracia a la memoria de españoles como su tío no está encardinada como un pecado original en la transición a la democracia. Hernández procura no sacralizarla, pero tampoco considerarla una conspiración para que ciertos poderes siguieran mandando. «Ninguna de las dos cosas. Se cometieron muchos errores, pero puedo justificarlos por el momento. Es muy fácil decir ahora: Yo hubiera sacado a Franco del Valle de los Caídos. Los militares tenían un poder tremendo, con una amenaza de golpe de Estado permanente, con la judicatura y la policía de Franco. Lo que ya no entiendo es que desde 1985, por poner una fecha generosa, no se haya hecho nada. Con mayorías absolutas de la izquierda. Cuando acaban las dictaduras de Argentina y Chile se promulgaron leyes de punto y final, como aquí. Pero cuando pasaron unos años, se derogaron. ¿Por qué? Porque allí se dan cuenta de que ya no hay una amenaza de golpe y porque hay que acabar con la impunidad. Es poner la Historia en su punto justo. Es imperdonable que los sucesivos presidentes, desde Felipe González hasta Mariano Rajoy, apenas hayan hecho nada», lamenta.

La falta de memoria histórica no es un problema de la derecha. También desde la izquierda y sus «complejos, especialmente en el PSOE. Zapatero hizo una ley que tenía mucho sentido, pero luego la descafeinó, no sé si por miedo a levantar ampollas, a perder apoyos o a ambas cosas. Él pudo hacer mucho, pero más pudo hacer Felipe [González], con mayoría absoluta. E hizo menos. Ahora hay un movimiento, gracias a gobiernos de izquierdas, como los de Valencia o Aragón. Espero que sea el comienzo de algo definitivo. Es querer hacerlo, como se hizo en Alemania o en Francia en 1945. Y eso que allí había una gran parte de la población que estaba con los nazis. Cuando se haga, ningún Gobierno, por muy de derechas que sea, se va a atrever a dar marcha atrás. ¿Quién va a volver a poner nombre franquistas en las calles?», se pregunta.

NI UN ACTO DE HOMENAJE

El Gobierno de Rajoy aún no ha sido capaz de organizar un acto, aunque sea sencillito, para honrar la memoria de los muertos y de la decena de supervivientes, hoy ancianos. El Congreso de los Diputados dio luz verde hace dos años, pero aún no hay fecha en el calendario. «Aún estamos esperando, pero uno de los supervivientes me dijo: ‘Somos todos muy mayores. Se nos ha pasado ese día. Nos pueden hacer un reconocimiento, pero lo más importante es que se sepa la verdad. Que se sepa quiénes somos».

Su tío fue un hombre en gran medida desdichado. Francia lo acogió, como a tantos otros, de mala gana. Subsistió como pudo tras haber sobrevivido al campo de concentración, donde los españoles vivieron un mes tras la liberación. «Nadie sabía qué hacer con ellos». Y Antonio, el murciano, no sabía qué hacer con su vida. Volvió a España a finales de los 50, con pasaporte francés, pero sólo de visita. No le gustó la España gris del franquismo. «Arrastró secuelas. Físicas, seguro, y psicológicas creo que también, aunque no tengo todas las certezas, por ejemplo en el campo de la sexualidad. La primera vez que visité su tumba me dio mucha pena. Acabó muriendo un poco solo. Personas como mi tío abuelo fueron abandonadas hasta el final», lamenta. Ahora, las ilustraciones reconstruyen un horror del que no hay testimonios fotográficos suficientes. Más tarde, quizás, los reconocimientos. Quien sabe si algún día llegará de verdad la memoria.

http://www.elespanol.com/espana/20170503/213228695_0.html