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“Es importante que nuestros jóvenes no recuerden la historia de forma injusta”

Cuarto Poder, 26/5/2017 | 27 mayo 2017

 

Entrevista a los autores de ‘¿Qué fue la Guerra Civil?…’

 

ENTREVISTA / Silvia Casado Arenas y Carlos Fernández Liria, autores de ‘¿Qué fue la Guerra Civil?…’

SALVADOR LÓPEZ ARNAL

Su libro es una réplica al de Arturo Pérez-Reverte ‘La Guerra Civil contada a los jóvenes’

— ¿Un nuevo libro sobre la guerra civil? ¿No hay ya muchos libros sobre nuestra guerra civil? ¿No hay qué mirar para adelante y no para atrás?

— SILVIA: Hay numerosos e importantísimos estudios e investigaciones  sobre la Guerra Civil. Ahora bien, es evidente que nuestro libro no tiene pretensiones investigadoras, para eso ya tenemos los magníficos trabajos de Ángel Viñas o Julián Casanova, entre otros. Es un libro de divulgación que hemos considerado necesario por varias razones. En primer lugar el objeto del libro es servir de réplica al que publicó el año pasado Pérez Reverte porque ese libro, si bien es cierto que no faltaba a la verdad, guardaba demasiados silencios, y sobre todo presentaba la guerra civil como una suerte de fenómeno fatal que cada cierto tiempo se da entre los españoles, sin atender a las causas políticas, sociales y económicas, de manera que el hecho histórico de la guerra queda completamente despolitizado, convirtiéndolo en un especie de absurdo enfrentamiento entre hermanos. La segunda razón es que ochenta años después de la guerra civil española no hay un acuerdo en torno a las causas de la misma, lo que es motivo de encendidas polémicas, ya sea por el cumplimiento de la Ley de memoria histórica, en torno a la retirada de calles dedicadas a franquistas o en torno a qué hacer con el Valle de los Caídos. Aún hoy, nos encontramos historiadores, tanto en la academia como en la caverna mediática que no paran de repetir el mantra franquista (40 años repetido) de que la guerra fue inevitable y vino a poner fin al caos de la II  República y a librar al país del comunismo soviético. Recientemente tenemos un ejemplo de ello.

— ¿Qué ejemplo?

— SILVIA. La publicación del libro 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, tesis nada novedosa (es un de los mitos más repetidos en los cuarenta años de dictadura franquista) y que no busca otra cosa más que crear confusión histórica permanente en torno al golpe del 36 y sus consecuencias. Ahora bien, ¿cuál es la raíz de que aún a estas alturas nos encontremos con  “el todos fueron iguales” y las equidistancias, cuando no las puras mentiras históricas? Pues una vez más tiene que ver con cómo se hizo la (modélica) Transición. La política fue la del olvido, la desmemoria, la amnesia respecto a nuestra historia más reciente, respecto a nuestra última experiencia democrática que no era otra que la democracia de la II República. El gobierno socialista liderado por Felipe González decidió, en efecto, “no hablar del pasado”. Y cuando desde la sociedad, al margen de los partidos políticos, se iniciaron los trabajos de recuperación de nuestra memoria más reciente, se puede decir que ya era tarde para cortocircuitar algunos mitos y mentiras. Porque, mientras tanto, mientras la izquierda mantenía el principio de “no hablar del pasado”, el “revisionismo” hacía su labor, sobre todo a nivel mediático, hablando por los codos. No es correcto llamarles “revisionistas”, porque, en realidad, no aportan ninguna revisión, sino que mantienen la burda visión franquista de nuestra historia. Pero han sido muy eficaces y han marcado una diferencia fundamental entre la actitud española y la que tienen el resto de los países europeos respecto al fascismo y la II Guerra Mundial. Eso de que “mirar al pasado” “mirar para atrás” es malo es una idea que no ha dejado de hacer el juego a la derecha. Los nazis también habrían estado encantados de que en Alemania no se hubiera mirado al pasado y se les hubiese dejado en paz, permitiéndoles conservar altas cotas de su poder e incluso de su prestigio.

— Un compañero, amigo y maestro, José Luis Martín Ramos, un historiador y profesor de la UAB, ha respondido adecuadamente -hemos publicado su trabajo en rebelión- al libro que acabas de hacer referencia, 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular. Acabáis de mencionar el libro de Arturo Pérez Reverte, “La Guerra civil contada a los jóvenes” y comenzáis el vuestro hablando de él. ¿No os ha gustado? ¿Por qué? ¿Es un asunto de equidistancia como señaláis?

“El libro de Reverte es muchísimo más peligroso que todos los libros de los Pío Moa o los César Vidal“

CARLOS: Sí, leímos el artículo de Martín Ramos, que era magnífico. En cuanto a nuestro libro, es intencionadamente una réplica calcada del libro de Arturo Pérez Reverte. Ese libro nos pareció, la verdad, mucho más peligroso de lo que aparenta a simple vista. Parece un libro de divulgación para jóvenes, que intenta darles una visión neutral y equidistante sobre la guerra civil. Pero, por eso mismo, porque la cosa parece más o menos intrascendente, es mucho más preocupante. Es a este nivel de discurso (y no en las grandes obras eruditas para especialistas) en el que se delimitan los relatos que luego nadie se atreve a poner en duda, donde quedan enraizados en el sentido común y luego no hay manera de discutirlos porque se consideran evidencias. El libro de Reverte es muchísimo más peligroso que todos los libros de los Pío Moa o los César Vidal. Es verdad que el mal llamado revisionismo sobre la guerra civil (que en realidad es obra de pseudohistoriadores franquistas) ha calado muy profundamente, porque ha contado con algunos altavoces mediáticos importantes, como en su momento la cadena COPE. Pero un libro como el de Reverte, mucho más aséptico, es más capaz de crear hegemonía cultural, tanto más cuanto que opera a nivel de la juventud. En su momento ya alertaron sobre ello Juan Carlos Monedero y David Becerra. En sus diagnósticos, tenían básicamente mucha razón. Escribieron algunos artículos memorables al respecto, alguno de los cuales fue respondido por el propio Reverte. Nosotros hemos seguido otra táctica: escribir un libro idéntico al de Reverte en su forma y modelo editorial, pero con otro contenido. Creemos que esto puede ser muy útil para torcer al bastón, dando otra versión de nuestra historia, pero utilizando las mismas armas editoriales y dirigiéndonos al mismo público.

— El subtítulo de vuestro libro: “Nuestra historia explicada a los jóvenes”. ¿Qué jóvenes? ¿En quién, en quiénes estáis pensando? ¿A quiénes va dirigido vuestro libro?

— CARLOS: Obviamente, nuestro libro no tiene nada que ver con una investigación historiográfica, no se sitúa en ese plano, es un libro de divulgación para jóvenes. Lo que sí que pretendemos es intervenir activamente en la realidad de la Memoria histórica. Tan importante como hacer justicia a los desaparecidos de la guerra civil es velar porque nuestros jóvenes y los jóvenes venideros no “recuerden” su historia de una forma injusta, que su “memoria” no sea un ejercicio inconsciente de mala fe. Los dos somos profesores y -lo hemos comentado muchas veces- hemos notado que en los institutos y la Universidad, los jóvenes empiezan a decir cosas que hace una década eran impensables.

— Por ejemplo…

“Nos hemos encontrado con alumnos muy convencidos de que, en realidad, la Guerra Civil la comenzó el PSOE en el 34”

— CARLOS. Por ejemplo, nos hemos encontrado con alumnos muy convencidos de que, en realidad, la guerra la comenzó el PSOE en el año 34. Esto quiere decir que la caverna mediática ha tenido un cierto éxito a la hora de conformar la conciencia de nuestra juventud. Una pandilla de pseudohistoriadores ideológicamente muy marcados ha suplantado a la comunidad científica de los historiadores gracias unos altavoces mediáticos muy potentes. Y eso no se contrarresta publicando artículos en las revistas académicas. El problema no está entre los historiadores, está en la conciencia ciudadana en general. Nuestro libro es una intervención a ese nivel divulgativo y, sin embargo, esencial. No podemos perder la batalla sobre el relato que ha de considerarse obvio para nuestros adolescentes. Es un respiro, desde luego, que la editorial Akal siempre esté dispuesta a plantear la batalla en ese sentido. En seguida comprendieron que no se trataba de escribir un libro en tanto que historiadores (que no lo somos), sino de plantear una batalla política imprescindible en el terreno de la divulgación, y además, de la divulgación para jóvenes.

— ¿Y en el ámbito escolar de la educación secundaria?

— SILVIA: Conviene tener en cuenta la configuración del curriculum de Ciencias Sociales e Historia en el Bachillerato. Es un curriculum tan amplio que casi tienes que pasar de puntillas por los temas de la II República, el golpe de Estado y la guerra, la dictadura y la Transición, de manera que depende del profesor (y no siempre se puede porque es el curso de la selectividad) profundizar más o menos en la cuestión. Es curioso que el curriculum de 2º de bachillerato se modificó durante el primer gobierno de Aznar y siendo ministra Esperanza Aguirre. Empezaron a repetir que los alumnos salían del bachillerato sin saber quién era Felipe II, lo que a su criterio debía ser más importante que conocer la Constitución de 1931. El programa de Historia de España de 2º de bachillerato pasó de ocuparse del siglo XIX y XX, a abarcar toda la historia de España (desde Atapuerca a la actualidad) y se ajustó el modelo de la PAU a un temario disparatado por su amplitud. De manera que, actualmente, el primer trimestre se emplea en repasar la historia de España hasta el siglo XVIII y el resto al XIX, XX y la actualidad. ¿Cuál es la consecuencia?

— ¿Cuál es en tu opinión?

— SILVIA. Pues que, efectivamente, no puedes profundizar en ese amplio período de las fallidas revoluciones liberales que van marcando el deficit democrático de este país. Y cuando quieres llegar a la II República, te queda muy poco para terminar el curso y tienes que ir a toda prisa. La consecuencia es que los alumnos salen a veces con mucho batiburrillo de contenidos y poca profundización en hechos históricos tan relevantes como la Guerra Civil. Y por cierto, cuando Zapatero llegó a la Moncloa y se aprobó la LOE el curriculum de Aznar se mantuvo.

— Las ilustraciones son de David Ouro. ¡Están muy bien, pero que bien! Me gustaría felicitarle. Lo hago ahora. ¿Quién es David Ouro?

— SILVIA: Lo eligió la editorial y nos mandó unas ilustraciones para ver si nos gustaban. Nos encantaron. Y  el resultado ha superado lo previsto. Pensamos que la estética que David Ouro ha elegido es muy acorde con el sentido del libro, con una mezcla de belleza y dramatismo muy impactante.

— Habláis también en el prólogo de memoria histórica. Lo hemos comentado ya pero insisto un poco más. ¿Qué es la memoria histórica en vuestra opinión?

“La amnistía de 1977 fue la verdadera ley de punto final para el franquismo y los partidos decidieron no mirar atrás”

— SILVIA: Es una cuestión de verdad, justicia y reparación hacia la víctimas. Durante toda la Transición, como ya hemos comentado, se gestó la política del olvido. La amnistía de 1977 fue la verdadera ley de punto final para el franquismo y los partidos (cada uno por diferentes razones) decidieron no mirar atrás. La política del olvido propició  que la historia de los vencidos sobre la guerra y la represión se mantuvieron en el ámbito privado.  Yo misma me pasé mi adolescencia escuchando a mi abuelo contar donde estaban las fosas comunes y los asesinados enterrados en las cunetas en mi pueblo, al sur de Ávila, donde no  hubo guerra, sino ocupación y exterminio, como en toda Castilla y León. Durante la Transición y los catorce años de gobierno de González, memoria era sinónimo de rencor y  reconciliación de olvido. Pero la sociedad no quería olvidar. Esto lo expresó muy bien Tomás y Valiente a finales de los años 80 en unas jornadas sobre la Justicia en la guerra con las siguientes palabras: “nadie tiene mentalidad de revancha, ni de venganza, pero no nos engañemos, nadie tiene mentalidad de olvido”. El hecho de que no se haya podido recuperar, dignificar y reparar en la medida de lo posible la memoria de los vencidos tiene consecuencias políticas y sociales. La memoria es la base de la democracia y, mientras se siga diferenciando entre víctimas de primera y víctimas de segunda sepultadas en cunetas, la calidad democrática dejará mucho que desear. Tras 80 años de Guerra Civil sigue existiendo una tensión entre dos memorias, la predominante heredera del franquismo y la minoritaria, para quién la República representa el último referente democrático frustrado por un brutal golpe militar, una guerra, una dictadura fascista de 40 años y una transición que supuso una de las más delicadas reformas de gran parte del franquismo.  Y que existe esta tensión entre memorias históricas no cabe duda, pues, fíjate, aún hoy,  tras décadas de investigaciones históricas, hay que seguir insistiendo en que no todos fueron iguales;  de hecho, nuestro libro es un ejemplo de esto, un intento de recuperación de nuestra historia y de nuestra memoria democrática frente a los  relatos equidistantes.

— En nombre de mi abuelo, un cenetista asesinado en mayo de 1939 llamado José Arnal, te agradezco mucho tus palabras. ¿Qué opinión tenéis de la Ley de Memoria histórica por cierto?

 

“El Estado debe hacerse cargo del problema de los desaparecidos, alrededor de 114.000 personas, una cifra que sólo es superada por Camboya”

— SILVIA: Llegó tarde y el PSOE no se atrevió a recoger las reivindicaciones más elementales. Por ejemplo, no se hace una sola mención a la experiencia democrática ni a la Constitución de la II República. Pero no sólo eso. El Estado debe hacerse cargo del problema de los desaparecidos, alrededor de 114.000 personas, una cifra que sólo es superada por Camboya. Francisco Espinosa, uno de los más brillantes historiadores de este país que lleva décadas estudiando la guerra civil y el exterminio que se produjo en muchas zonas, propone desarrollar una política de la memoria que abra la historia a la sociedad para regenerar nuestra memoria colectiva y que nos ayude a la construcción no sólo de la verdad histórica, sino también de una verdadera cultura democrática. Ahora bien, con el PP en el gobierno, estamos muy lejos de estos objetivos. El PP se ha encargado de boicotear la ley de la Memoria desde el primer día. Como derogarla era un escándalo y se hubieran notado demasiado sus anhelos franquistas, decidieron vaciarla de contenido con una dotación presupuestaria de cero euros. Por no hablar de las burdas declaraciones de algunos miembros del PP sobre la Memoria y la víctimas de la guerra y el franquismo.

— Cada capítulo se cierra con recomendaciones de libros, documentales o películas. ¿Con qué objetivo hacéis estas recomendaciones?

“Pensamos que si un joven llega a leer, por ejemplo, La forja de un rebelde, de Arturo Barea. aprenderá mucho más que en incansables horas de estudio en los librosde texto”

— CARLOS: En algunas ocasiones, como cuando recomendamos Soberanos e Intervenidos de Joan Garcés, se trata de citar libros que hemos tomado como referencia o bibliografía. Pero, normalmente, el objetivo es citar obras de calidad, normalmente películas, que a nuestro entender hacen justicia a la historia de la guerra civil. Uno podría imaginar que un joven que viera todas esas películas tendría una visión bastante buena de lo que ocurrió. Muchas veces, lo que ves en una película o lees en una novela se comprende mejor y se olvida menos que lo que se estudia en los libros de texto. Pensamos que si un joven llega a leer, por ejemplo, La forja de un rebelde de Arturo Barea (o incluso a ver la excelente serie que hizo Mario Camus), aprenderá mucho más que en incansables horas de estudio en los libros de texto.

— SILVIA: El libro está compuesto de capítulos muy breves, de manera que el propósito de estas recomendaciones  es que también sirva de guía didáctica para profundizar en los temas que el lector elija. Si te fijas, una gran parte de los libros que recomendamos son muy accesibles para un público joven, hay, por ejemplo, algunos cómics.

— Sí, sí, me he fijado, una decisión excelente. Yo mismo he recomendado en mis clases de Economía para ciclos formativos de grado medio y superior, El Capital en Manga.

— SILVIA. Antiguos compañeros del instituto me han comentado que esto les ha gustado mucho del libro y, de hecho, estoy contenta porque en varios centros están programando meterlo como lectura en la programación del próximo curso.

— Por cierto, si tuvierais que escoger una sola película sobre nuestra guerra, ¿qué película escogeríais?

— SILVIA: Canciones para después de una Guerra, de Basilio Martin Patino. Retrata muy bien lo que fue el franquismo; ese mundo de vencedores que humillan continuamente a los vencidos hasta puntos inimaginables. Ese mundo en el que, como explica el protagonista de Las bicicletas son para el verano, “no ha llegado la paz, hijo, ha llegado la victoria”. Por otro lado creemos que esa música, esas canciones, están tan metidas en nuestro subconsciente que incluso en los más jóvenes siguen resonando.

— Lo mismo si hablamos de libros. ¿Cuál es vuestro libro sobre nuestra guerra?

— SILVIA: Hay numerosos estudios de la Guerra. De los más completos los del profesor Viñas. Pero si tengo que destacar un libro para todos los públicos diría La Forja de un Rebelde, de Arturo Barea. Debería ser  de obligatoria lectura en el instituto.

— CARLOS: Yo también recomiendo leer a Chaves Nogales. No es cosa de permitir a Arturo Pérez Reverte apropiarse de él.

— Los capítulos son breves, tres, cuatro páginas, lo ha comentado Silvia pero permito insistir. ¿Por qué? ¿Se pueden tratar temas tan complicados como los que tratáis en tan pocas líneas?

— CARLOS: Bueno, no hay que olvidar que el libro se concibe como una réplica del de Arturo Pérez Reverte, que era todavía más corto. Pero, en todo caso, la idea es buena, es un reto muy interesante (y el mérito es de Reverte, por supuesto): asumir la tarea de contar en pocas palabras unos acontecimientos sin los cuales los jóvenes no podrían entender nada del país en el que están viviendo. Ahí está lo interesante del asunto y también el mayor de los peligros. Al condensar tanto, se hace necesario elegir, distinguir lo más relevante, cribar lo secundario. Se presupone que ni Reverte ni nosotros vamos a mentir sobre nada en particular, así a las claras. Pero en la selección de lo que se cuenta, de lo que se elige poner en primer plano o en segundo, o de lo que sencillamente se calla o se silencia, la historia se juega mucho políticamente. Es posible falsear enteramente la verdad si necesidad de mentir ni una sola vez. De hecho, es la táctica que siguen normalmente nuestros medios de comunicación, desde la llegada de la democracia. El periódico El País, por ejemplo, se especializó en eso desde el primer momento y llegó a un nivel de maestría insuperable en esto de mentir sin mentiras. Con la llegada de la democracia, se suprimió la censura franquista. Pero se instaló una censura mucho más poderosa, la censura propia de nuestras democracias, que tiene que ver con el hecho de que llamamos libertad de expresión al monopolio que detentan unos cuantos oligopolios para seleccionar de qué se habla y de qué no. Es raro que se censure a periodistas. Pero sólo porque los periodistas a los que habría que censurar están en paro, no encontrarán trabajo jamás. Y los que están trabajando ya saben ellos la línea editorial a la que tienen que ceñirse si no quieren ser despedidos. Comparado con este modelo de censura estructural, la censura franquista era un ejercicio prehistórico de principiantes. La diferencia entre el libro de Reverte y el nuestro, es un problema de este tipo. No se trata de que haya desacuerdos concretos sobre nada en particular. Todo depende de qué se cuenta y de qué no, de en qué orden y con qué prioridades se cuenta lo que se cuenta, y de cómo se enmarca el problema general.

— Por ejemplo…

— Por ejemplo, se ha insistido con razón en el hecho de que el tema de la guerra civil suele ligarse al tema de la Segunda República y que eso ya encierra un cierto sesgo historiográfico. Al hacerlo así se está ya transmitiendo un mensaje muy importante, la idea de que fue el caos republicano el que condujo a una guerra más o menos inevitable. Nosotros hemos intentado compensar esto dando mucha importancia a los cuarenta años de dictadura e incluso a ciertas coyunturas de la Transición. La guerra no es la continuación de la República; es su interrupción golpista y violenta, que se continúa con un dictadura brutal y con una Transición marcada por cuarenta años de miedo y represión.

— El primer capítulo se titula “El problema de fondo”. ¿Cuál fue el problema de fondo en vuestra opinión?

“Las izquierdas anticapitalistas tuvieron siempre derecho a presentarse a las elecciones, faltaría más, pero no a ganarlas”

— CARLOS: Pues es lo que estamos diciendo: cuando se reinstaura la democracia tras una sangrienta dictadura no se devuelve el gobierno legítimo a los que lo detentaban antes del golpe de Estado. Se convocan elecciones para una población que ya está digamos que suficientemente escarmentada. Es una especie de ley de hierro a la que se sometieron todas las democracias del siglo XX, no sólo la española. Carl Schmitt, un nazi al fin y al cabo, que sabía lo que se decía, lo resumió muy claramente en los años veinte: “seguro que no hay nadie ya en Europa que esté en contra de las libertades y el parlamentarismo. Pero me imagino que no habrá tampoco nadie tan ingenuo como para pensar que esas libertades y ese parlamentarismo se van a mantener en el caso de que algún día osen con tocar los intereses de los que detentan el poder real”. Esa advertencia ha pesado siempre sobre la democracia bajo condiciones capitalistas. Las izquierdas anticapitalistas tuvieron siempre derecho a presentarse a las elecciones, faltaría más, pero no a ganarlas. Y cada vez que una pizca de anticapitalismo ganó las elecciones, un golpe de Estado, una invasión o una guerra acabaron con la democracia. Pinochet lo resumió perfectamente cuando, al fin, se decidió a permitir que se convocaran elecciones: “estoy dispuesto a respetar el resultado de las elecciones, con tal de que no ganen las izquierdas;  si tocan a uno solo de mis hombres, se acabó el estado de derecho”. Recuerdo un editorial de El País que calificaba de pintoresca esta peculiar concepción de la democracia. No tenía nada de pintoresca, es lo que ocurrió durante todo el siglo XX, fue la norma, no la excepción. Así ocurrió en Guatemala, en 1944; en Brasil, en 1961; en Indonesia, en 1963; en Irán, en 1953; en República Dominicana, en 1963; en Chile, en 1973; en Haití, en 1990 (y en el 2004); en Colombia (entre 1985 y 1995); en Nicaragua, entre 1979 y 1990; en Rusia, en 1993; en Venezuela, en 1935 y también en 2002…, hay al menos treinta casos que demuestran que durante todo el siglo XX jamás se dejó al socialismo avanzar por la vía democrática. El siglo XX jamás dejó a la izquierda elegir entre Allende o Fidel Castro. A los anticapitalistas se les dio a elegir entre Allende muerto o Fidel Castro vivo. Y luego se decía que el socialismo no respetaba la democracia, que tenía tendencias totalitarias. No, es que a los que no las tenían, se les mataba. Se llamó democracia al paréntesis entre dos golpes de Estado. Se permitió la democracia mientras que no ganaran las izquierdas. Y el caso español fue uno de los más paradigmáticos. Los chilenos que según Kissinger se equivocaron al votar en 1973 (y en 1970), lo pagaron con dieciséis años de dictadura y de represión, con decenas de miles de desaparecidos y represaliados. Pero es que en España, por lo visto, habíamos cometido un error muy grave al votar: hubo que pagarlo con cuarenta años de dictadura. Es el modelo exacto de lo que Santiago Alba llamó la pedagogía del millón de muertos: cada cuarenta años más o menos, se mata a casi todo el mundo y luego se deja votar a los supervivientes.

— ¿Es por eso por lo que unos pocos capítulos van más allá de la guerra y de la larga dictadura fascista?

— SILVIA: Por supuesto. Las dictaduras son, en efecto, muy pedagógicas para las generaciones futuras, dejan muy claro que está permitido votar a los partidos de derechas y a los partidos de izquierdas que apliquen programas de derechas. La alternancia entre PP y PSOE es la aplicación perfecta de este modelo. Por eso, nos ha parecido que un libro sobre nuestra guerra civil tenía que extenderse a esta consecuencia crucial que ha marcado nuestra vida democrática. También nos ha parecido imprescindible marcar la diferencia respecto del final del libro de Pérez Reverte, para quien la llegada de la monarquía parlamentaria, con los Borbones, supuso la vuelta a la democracia sin más.

— Os pregunto sobre algunos personajes de nuestra contienda, en dos o tres líneas, no más. Os pregunto por Juan Negrín.

— SILVIA: Un hombre que supo entender con enorme lucidez el carácter internacional del conflicto y que apostó por una España integrada en Europa. Una de las grandes figuras del siglo XX español, desdichadamente poco reconocida.

— Toca ahora hablar de Manuel Azaña.

— SILVIA: Un político de esos que ya quisiéramos tener hoy en día.

— Ahora de Casado y Besteiro.

SILVIA: Nos pica la curiosidad saber por qué eliges precisamente a estos dos personajes.

— Por los últimos acontecimientos de la II República en Madrid, por el golpe de ambos.  En el caso de Besteiro, también porque era catedrático de lógica y un filósofo muy notable.

— SILVIA: Pensamos que Besteiro fue una persona honesta que se dejó engañar por Casado. Y Casado por Franco. El objetivo de Franco era exterminar a la izquierda de Madrid y así lo hizo con una durísima represión.

— La Pasionaria, en último lugar.

— SILVIA: Una personalidad gigantesca en la que, además, se cruzan todas las aporías de la condición femenina.

— Me olvidaba: el asesinato de Lluís Companys.

— SILVIA: Un héroe y un político imprescindible de la segunda república. Su papel para frenar la violencia descontrolada en los primeros meses de la guerra fue crucial. Su trágico final fue un adelanto de la monstruosidad que se apoderaba de Europa.

— El capítulo más extenso es este: “Protagonismo de las mujeres y lucha feminista”. ¿Por casualidad o por alguna razón especial?

“Las mujeres desaparecieron del espacio público durante cuarenta años, y la que se asomaba, corría el riesgo de ser estigmatizada o catalogada como una ramera”

— SILVIA: Por supuesto, no es casual. Se trata de hacer justicia y de rendir homenaje a todas esas mujeres conocidas y anónimas que lucharon no sólo por la democracia en España y por ganar la guerra, si no por construir un mundo donde las mujeres estuviéramos en igualdad de condiciones en todos los aspectos de la vida. Las luchas feministas fueron violentamente aplastadas por la dictadura fascista, imponiéndose un modelo de mujer sumisa y abnegada. Las mujeres desaparecieron del espacio público durante cuarenta años, y la que se asomaba, corría el riesgo de ser estigmatizada o catalogada como una ramera. Nuestras abuelas y madres sufrieron esa educación y ese modelo femenino del franquismo, mujeres nacidas para servir a los hombres, y las consecuencias de esa violencia patriarcal y fascista han llegado hasta nuestros días. Por otro lado, en los libros de texto escolares, la presencia de las mujeres y su protagonismo en la guerra es mínima. Y eso tiene que cambiar. Normalmente aparecen como víctimas de la guerra y de su condición femenina, y que no cabe duda de que lo fueron, pero también fueron unas luchadoras contra el fascismo y a favor de un mundo más democrático e igualitario. De hecho, creo que en este sentido también hay una marcada diferencia entre nuestro libro y el de Reverte.

— Lo hay, desde luego. Finalizáis con una referencia al Valle de los Caídos. ¿Qué habría que hacer con ese monumento fascista en vuestra opinión?

— SILVIA: Hay que identificar los restos allí depositados y entregárselos a sus familiares para que puedan recibir digna sepultura. Sin duda, habría que sacar de ahí los restos de Franco y Primo de Rivera y entregárselos también a sus familiares. Y después, una posibilidad es la demolición, y desde luego que deje de recibir dinero público. Otra posibilidad, bastante controvertida, es convertirlo en un museo, tal y como se ha hecho con Auschwitz.

— ¿Hay muchos restos fascistas en nuestras calles y ciudades? ¿Qué habría que hacer con ellos?

“En ningún país de Europa, salvo en España donde triunfó el fascismo, se permitiría que se dedicasen calles a criminales de guerra”

— SILVIA: Cumplir la Ley de Memoria Histórica  y cambiar los nombres ya. En ningún país de Europa, salvo en España donde triunfó el fascismo, se permitiría que se dedicasen calles a criminales de guerra. Pone los pelos de punta cuando aún en pueblos de Castilla te encuentras con todo un callejero franquista: calle 17 de julio, 18 de julio, mártires de España, Caudillo, etc. Esas calles antes del golpe y la dictadura tenían otros nombres. Sencillamente se trata de volver a ellos, de hecho, aún queda gente viva que los recuerda.

— No sólo en pueblos de Castilla. Barcelona tiene alguna calle o museo dedicada a dirigentes fascistas (pienso en Samaranch por ejemplo) o a colaboradores del golpe (estatua incluida). ¿Queréis añadir algo más? ¿Se me olvida algún asunto importante?

— SILVIA: Sí, el próximo miércoles 31 de mayo presentamos el libro con Juan Carlos Monedero y Facu Díaz en la Sala Mirador de Madrid. Nos encantaría contar con vuestra presencia. Nada más, muchas gracias.

— Lástima que dos ciudades hermanas como Madrid y Barcelona no estén más cerca. Espero que también lo presentéis en la ciudad de Montserrat Roig, Maria Rosa Borràs, Pilar Fibla y Giulia Adinolfi.

https://www.cuartopoder.es/cultura/2017/05/26/guerra-civil/