Franco, Queipo y la responsabilidad del Papa Francisco
En ningún paÃs civilizado, ni incivilizado, la Iglesia acoge, agasaja y protege en sus templos los cadáveres de criminales de guerra y de dictadores
Sin dejar a un lado la culpabilidad de los distintos gobiernos democráticos, esta situación insultante para las vÃctimas y para la democracia tiene otros dos responsables directos: el presidente de la Conferencia Episcopal y el Papa
Llevo tiempo preguntándome por qué la Iglesia en general y la española en particular están consiguiendo permanecer de perfil en un tema que les afecta directÃsimamente como es la necesaria revisión histórica de nuestro pasado más reciente. Hasta ahora les ha funcionado la estrategia de no hacer absolutamente nada; algo que en este asunto, sin embargo, es hacer mucho porque supone dejar las cosas como están y como ahora vamos a repasar.
Durante 40 años la jerarquÃa eclesiástica y la mayor parte del clero se dedicaron a santificar la dictadura, a aplaudir el secuestro de nuestras libertades y a justificar las decenas de miles de asesinatos polÃticos cometidos por el régimen. Franco entraba en las iglesias bajo palio y los obispos le rendÃan pleitesÃa utilizando el saludo fascista. Los sacerdotes y las monjas reinaban en las cárceles y los campos de concentración franquistas; allà imponÃan disciplina, castigaban a los prisioneros que se negaban a comulgar, delataban a quienes pensaban diferente, robaban bebés y acompañaban a los piquetes en las ejecuciones. Fueron muy pocos los religiosos, la mayorÃa vascos y catalanes, que exhibieron algo de caridad cristiana y levantaron la voz contra los crÃmenes perpetrados por la dictadura.
En los 40 años siguientes de democracia la Iglesia se ha dedicado a silbar y a mirar para otro lado cuando alguien les recordaba ese papel ignominioso. No solo eso, la jerarquÃa eclesiástica ha seguido actuando de parte, como si su misión fuera exclusivamente la de servir a los españoles que comulgaron y comulgan con el franquismo. Solo asà se explica que entre los centenares de «mártires de la Guerra Civil» beatificados por El Vaticano no se haya incluido a ninguno de los sacerdotes que fueron asesinados por los fascistas. Solo asà se explica que mantenga protegidos en «suelo sagrado» los cuerpos de dos genocidas y criminales de guerra como fueron Queipo de Llano y Francisco Franco. Solo asà se explica que siga sin pedir perdón por su complicidad con el dictador.
Y es que ese serÃa, justamente, el primer paso… el paso lógico: pedir perdón. Los herederos ideológicos del franquismo, vestidos hoy de polÃticos demócratas o de reputados tertulianos, tratan de convencernos de que solo los radicalesetarrasbolivarianos se atreven a pedir cosas asÃ. Con esa estrategia ofensiva, pretenden ocultar que la realidad es, precisamente, la contraria: lo extraordinario y lo radical en este planeta llamado Tierra es la benevolencia, cuando no la simpatÃa, con que España analiza los hechos ocurridos durante la dictadura. Solo hay que mirar hacia fuera para constatar que somos nosotros los raros, que somos nosotros quienes constituimos una verdadera anomalÃa en el mundo democrático.
En Argentina, ya en el año 2.000, la Iglesia de ese paÃs pidió perdón por su complicidad con la dictadura de los generales y por haber sido «indulgente» con los totalitarismos que «lesionaron libertades democráticas». En el vecino Chile sus obispos hablaron en 2013 de «reconciliación» tras el fin del pinochetismo, pero también de «verdad, justicia» y de que «no hay futuro sin Memoria». Incluso el mismÃsimo Vaticano pidió perdón en 1998 por su «insensibilidad» frente al Holocausto durante la II Guerra Mundial.
Donde ni siquiera podemos encontrar comparaciones es cuando abordamos la polémica generada por el tratamiento casi sagrado que se sigue dando a los restos mortales de Queipo de Llano y de Franco. En ningún paÃs civilizado, ni incivilizado, la Iglesia acoge, agasaja y protege en sus templos los cadáveres de criminales de guerra y de dictadores. AquÃ, sin embargo, los genocidas reposan al abrigo de la Santa Cruz. En ese engendro llamado El Valle de los CaÃdos son monjes benedictinos los que velan por el descanso eterno del fundador del partido fascista español y de un «Caudillo» que asesinó a un mÃnimo de 150.000 personas, encarceló a más de un millón de hombres y de mujeres por motivos polÃticos, forzó al exilio a otro medio millón e impidió durante cuatro décadas que tuviéramos derechos y libertades. En la BasÃlica de la Macarena es la diócesis de Sevilla la que bendice la permanencia del sepulcro de aquel general que animaba a sus tropas a violar mujeres. Más allá de sus vomitivas soflamas radiofónicas, Queipo de Llano fue el responsable del exterminio, solo en la provincia de Sevilla, de entre doce y quince mil personas.
Sin dejar a un lado la culpabilidad de los distintos gobiernos democráticos, esta situación insultante para las vÃctimas y para la democracia tiene otros dos responsables directos: Ricardo Blázquez y Jorge Mario Bergoglio. Son ellos, el presidente de la Conferencia Episcopal y, sobre todo, el mismÃsimo Papa de Roma, los que pueden acabar con este agravio histórico con mover un solo dedo. Mientras las cosas estén como están, mientras no pida perdón y siga custodiando las criptas de los genocidas, la Iglesia española seguirá siendo la heredera de aquella que hacÃa el saludo fascista, bendecÃa paredones, robaba bebés, denunciaba al disidente polÃtico y aplaudÃa a quienes gritaban «viva la muerte». En las manos de Blázquez y, especialmente, de Francisco está cambiar o no esta triste realidad. La elección y la responsabilidad es toda suya.
http://www.eldiario.es/zonacritica/Franco-Queipo-responsabilidad-Papa-Francisco_6_669543072.html