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El kilómetro cero de la represión franquista

Público, 14/09/2017 | 17 septiembre 2017

Ordes fue el pueblo gallego donde proporcionalmente hubo más paseados tras el golpe del 36

 

Un castigo por su defensa de los valores republicanos y su resistencia armada a la sublevación militar. Un libro revela el nombre de los represores.

LOS VERDUGOS DEL FRANQUISMO EN GALICIA

MADRID HENRIQUE MARIÑO @solucionsalina

Violaron a la mujer y la pasearon junto a su marido. Una vez asesinada, le cortaron los pechos. Uno de los verdugos, brazo ejecutor de la represión franquista, se los llevó a su casa. Cuando entró por la puerta, se los esgrimió a su esposa y le dijo: “Estas sí que son tetas y no las tuyas…”.

Leandro del Río Naveira, en el libro inédito Memorias dun fillo paseado, cita el nombre de aquella “mala persona, bruta y sin escrúpulos” que “tomó parte en el asesinato de mi padre, pues pertenecía al equipo de sanguinarios asesinos de Órdenes”. Manuel del Río Mandayo, primer secretario general del PSOE de Ordes, ayuntamiento y cabecera de comarca entre A Coruña y Santiago que vivía de la agricultura y la ganadería, fue paseado en octubre de 1936.

Su cadáver halló sepultura en el cementerio compostelano de Boisaca, donde cuatro meses después serían enterrados los cuerpos de once paisanos fusilados tras ser condenados a muerte en un consejo de guerra. Además de Mandayo, también serían carne de cuneta otras siete personas, lo que proporcionalmente convertiría a Ordes en el pueblo de Galicia con mayor número de paseados. Una veintena de muertos en una localidad que no llegaba entonces a los dos mil habitantes.

¿Por qué tantas víctimas en una tierra donde no hubo guerra? “La represión en Ordes se debe a la fuerte actividad y al trabajo de los partidos, sindicatos, agraristas y frentepopulistas que lucharon por los valores de la Segunda República”, explica el historiador Manuel Pazos. “A partir del 14 de abril de 1931, cuando se proclamó la Segunda República, las formaciones de izquierda se organizaron contra el caciquismo y llegó a haber delegaciones de todos los partidos, desde comunistas hasta anarquistas”.

Tras la victoria del Frente Popular en las elecciones generales de 1936, “el gobierno municipal cambió de bando y comenzaron las depuraciones políticas contra el caciquismo”, añade Pazos, investigador de la represión en la comarca coruñesa y uno de los autores de Os nomes do terror (Sermos Galiza), el primero libro que revela los nombres de los verdugos de la represión franquista en la comunidad gallega.

A esa significada actividad política progresista se unió la resistencia que opusieron los republicanos ordenses al golpe militar fascista. Entre el 19 y el 24 de julio, colocaron explosivos en un puente, cavaron trincheras, armaron a la población y defendieron el pueblo con escopetas. El Comité del Frente Popular creía que las tropas rebeldes llegarían desde Santiago y protegieron la carretera de entrada a la localidad, aunque finalmente los soldados tomaron la ciudad desde A Coruña, plaza que había tardado más en sumarse a la sublevación militar, lo que despistó a los defensores.

“A más organización y resistencia, más represión. Y ésta fue brutal, durísima y proporcional a la oposición que habían mostrado”, afirma Pazos, cuyo capítulo se titula Atila en Ordes e incluye una lista de victimarios. “Si no se organizara tal resistencia en los días posteriores al golpe, quizás no hubiera habido tanta represión. Además, en otras villas la Guardia Civil la controló de alguna manera, pero aquí se encerró en el cuartel y se cruzó de brazos, mientras los falangistas y matones campaban a sus anchas. Hubo muchos civiles implicados porque tuvieron las manos libres para hacer lo que quisieron”.

Armados con dinamita, por aquí pasaron los mineros de Lousame, quienes habían partido de Noia para recorrer después Santiago, Ordes y A Coruña con el objetivo de frenar a los militares golpistas. A ellos se sumaron milicianos del pueblo y frentepopulistas de Compostela, quienes también se desplazaron en camiones hasta la capital provincial, aunque tuvieron que recular cuando vieron que estaba tomada. “Muchos ordenses regresaron a sus casas y otros se escondieron por temor a represalias. El régimen fascista tenía objetivos a los que liquidar para que escarmentasen, porque en Ordes hubo una revolución”.

Amparados por la Guardia Civil, falangistas y matones comenzaron entonces la persecución de izquierdistas y demócratas, sucediéndose las torturas y los asesinatos. Veinte republicanos fueron detenidos y once fusilados tras un juicio militar. “En ningún otro pueblo gallego sucedió nada igual”, se sorprende Pazos.

En realidad, hubo doce condenados, pero el médico Francisco Comesaña se salvó porque había nacido en Cienfuegos y poseía la nacionalidad cubana. Presidente de las Juventudes Socialistas Unificadas, tras penar en diversas cárceles, en 1943 obtuvo la libertad condicional y una década más tarde se exilió en Cuba. Su historia de amor con Choncha Concheiro inspiró a Manuel Rivas para escribir la novela El lápiz del carpintero, llevada al cine por Antón Reixa.

Si hubo víctimas, tuvo que haber verdugos

El autor de Atila en Ordes clasifica a los verdugos en función de su profesión e ideología. Había militares, curas, falangistas, políticos y matones, definidos por Pazos en el texto como “persoas violentas y paramilitares (fascistas de ocasión) que aprovecharon la impunidad para cometer atrocidades que censuraban los vecinos”.

Había un teniente coronel ferrolano que ejercía de alcalde y “permaneció pasivo ante los actos violentos”, según los ancianos del pueblo.

Había un jefe de Falange que se hacía llamar el Veintiocho porque presumía de haber matado a ese número de personas.

Había un guardia civil “que se dedicó a hacer paseos junto a los falangistas”, según testigos. “Un criminal, un terrorista, una bestia”. También el redactor del informe sobre la resistencia en la comarca que motivó que once vecinos fueran condenados a la pena capital.

Había un cura apodado el Cerdo Cebado que, no contento con esas muertes, sermoneaba en la misa de doce que había que “exterminar” a “los retoños hijos de rojos menores de dos años”. Lo escribe Naveira en sus memorias, donde señala que “entre esos menores nos encontrábamos mi hermano y yo”. Un cura “muy bruto”, “gritón” y “mala persona”, según los testigos citados por Pazos, quien matiza que “no paseó a nadie, pero cogió la escopeta desde el púlpito”. O sea, creó “un ambiente hostil” contra los miembros del Frente Popular sometidos a juicio militar: “Fue el responsable total de estas muertes”, acusa Naveira, quien lo califica como un sacerdote “sin conciencia, ni escrúpulos, ni sentimientos humanos”.

Había falangistas y matones que, además de los paseos, les rapaban el pelo a las mujeres que simpatizaban con la República y las obligaban a desfilar por el centro del pueblo a mediodía, para humillarlas ante la mayor gente posible. Lo cuenta el abogado y escritor ordense Manuel Astray Rivas en el libro Síndrome del 36: la IV Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia (Ediciós do Castro): “De trecho en trecho, los esbirros armados con fusiles cargados les hacían detenerse, a culatazos, para que gritaran ¡Viva Franco! y ¡Arriba España!».

http://www.publico.es/politica/verdugos-franquismo-kilometro-cero-represion-franquista.html