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Móstoles: Homenaje a las Brigadas Internacionales

Foro por la Memoria de la Comunidad de Madrid, | 29 octubre 2017

Intervención del Foro por la Memoria de la Comunidad de Madrid en el acto celebrado en el Parque de las Brigadas Internacionales

 

 

EN EL HOMENAJE A LAS BRIGADAS INTERNACIONALES EN MÓSTOLES. 28 octubre 2017

Interviene Maite Gurtiérrez.

Buenos días. Agradezco, en nombre del Foro de la Memoria de la Comunidad de Madrid,  la invitación de la Agrupación Republicana de Móstoles a este acto en Memoria de las Brigadas Internacionales que fueron y son un ejemplo singular de generosidad y defensa de los valores democráticos. Es para mí un honor, 81 años después de su creación,  contribuir con estas palabras a su homenaje.

Entre el 18 de julio de 1936 y noviembre de 1938  miles de hombres y mujeres de muchas partes del mundo dieron lo mejor de sus vidas por la causa de la libertad. Ellos y ellas  vinieron  a España a combatir en defensa del gobierno del Frente Popular elegido democráticamente. Lo hicieron  “participando en el horror, la tragedia y la aventura que representa toda guerra”,  como señaló el corresponsal  de guerra Frank Hanighen  cuando publicó sus vivencias en 1939.

Interpretaron la guerra española como el inicio de otra guerra mundial y reaccionaron tanto al ataque a la II República de las potencias nazi-fascistas como   a la política de no intervención de las democracias que la abandonaron.  Se hicieron solidarios con la República traicionada por las democracias y entendieron que, desde España, había que detener el fascismo. Martha Gerhorn, activista en defensa de la República y periodista escribió en El rostro de la guerra, 1993 “las democracias occidentales tenían dos obligaciones primordiales: defender su honor ayudando a  una joven democracia en peligro y salvar el pellejo combatiendo a Hitler y Mussolini en España en lugar de hacerlo más tarde, cuando el sufrimiento humano ya habría alcanzado cotas inimaginables”

Las circunstancias de un Madrid asediado eran tan extremas que apenas fueron entrenados. Más de dos mil voluntarios internacionales desfilaron con firmeza hacia la capital para defenderla del ataque de las tropas franquistas.

No sólo fueron hombres.  Entre 600 y 700 extranjeras se alistaron voluntariamente y  vinieron a defender la causa de la República. Pertenecían a los servicios sanitarios y administrativos pero tenían prohibido participar en los combates.

Algunas realizaron tareas de espionaje como Lise Ricol en la OMS, el aparato clandestino de la Komintern en Valencia o en el SIM, el Servicio de Investigación Militar. Estaban familiarizadas con la lucha de la clase obrera y el antifascismo y en su mayoría pertenecían a las Juventudes Comunistas, Socialistas o eran de ideología de izquierdas.

Abandonaron su posición de observadoras y los lazos familiares tradicionales  para empatizar con quienes defendían los valores democráticos, la solidaridad  y un fuerte sentimiento de fraternidad hacia la España republicana. El compromiso profundo con esta causa tuvo un efecto emancipador en sus vidas,  dio sentido a su necesidad de autonomía y a la decisión de posicionarse a la vanguardia en la historia de la lucha contra el fascismo.

Traemos su memoria aquí hoy para conjurar su desmemoria.  Una memoria atravesada  por un conflicto de género expresado en las relaciones de subordinación, pues apenas hubo relación de igual a igual con sus compañeros de lucha.  En el mejor de los casos se les equiparó con los hombres -“las valientes combatientes”- pero apenas fueron valoradas  por sí mismas como sí se hizo con los hombres.

De algunas tenemos más datos porque fueron intelectuales destacadas, y/o porque vinieron junto a sus compañeros, como podría ser el caso de Gerda Taro, fotógrafa de guerra y  compañera sentimental del fotógrafo Robert Capa.

O de Milka Feldman de Etchébehère, conocida como “La capitana”; se puso al frente de una columna del POUM cuando su compañero falleció. En su libro Mi guerra en España, ejemplifica la contradicción de las mujeres entre la emancipación y las relaciones de género jerárquicas. Escribió: “Les protejo y me protegen. Son mis hijos, y al mismo tiempo son mi padre”, es decir, consideraba que tenían una relación materno- filial, no de igual a igual, en tanto que compañeros o hermanos.

O de Aileen Palmer, una voluntaria australiana que dedicó dos años de su vida a ayudar al pueblo español y lo hizo dentro de la British Medical Unit, un ejemplo modélico de solidaridad internacional que llevó a numerosas enfermeras y médicos del Reino Unido y de la Commonwealth a implicarse en labores humanitarias y de hondo compromiso político.

O de Martha Gerhorn, antes nombrada,  considerada la primera corresponsal de guerra y  esposa de Ernest Hemingway. Escritora a favor de la causa republicana, creía que “quienes combatieron y murieron por la República española sin distinción de nacionalidad, ya fueran comunistas, anarquistas, socialistas, poetas, fontaneros, trabajadores de clase media o príncipes de Abisinia, fueron valientes y generosos, porque España no dio recompensas. Lucharon por todos nosotros contra las fuerzas aliadas del fascismo europeo. Merecían nuestro agradecimiento y respeto y no obtuvieron ninguno de los dos”

La experiencia traumática de la guerra cambió las vidas de estos hombres y mujeres. Quienes pudieron salvar sus vidas se habían convertido en alguien distinto. La lucha compartida con los compañeros y compañeras españoles fue la base de una hermandad que el propio Juan Negrín señalaría:

“Vuestro espíritu, y el de vuestros muertos, nos acompañan y quedan unidos para siempre a nuestra historia”.

Vaya nuestro homenaje hoy para ellos, para ellas. Muchas gracias.