Torturada durante el franquismo por roja y por mujer: «La amenaza entre golpe y golpe era que me iban a violar»
Rosa MarÃa GarcÃa fue detenida en 1975 y estuvo siete dÃas sometida a palizas y amenazas en la DGS
Marta Borraz
Rosa MarÃa GarcÃa fue detenida en 1975 y estuvo siete dÃas sometida a palizas y amenazas en la Dirección General de Seguridad de la policÃa franquista
Su historia forma parte de la nueva campaña de AmnistÃa Internacional para pedir al Estado que investigue las violaciones de derechos humanos de la dictadura
«Me invalidaron más estas cosas que los golpes porque los insultos me afectaron de una forma especial. SentÃas la humillación, la humillación como mujer»
Dejarlo apartado en un rincón de la memoria ha servido a Rosa MarÃa GarcÃa de artimaña contra los vaivenes del pasado. Recuerda con absoluta claridad lo que ocurrió la noche del 24 de agosto de 1975, cuando, con 19 años y un futuro como médica por delante, le empezó a cambiar la vida. «Creo que es lo que solemos hacer todos, dejarlo aparcado. Contarlo es duro, pero también es como un peso que te quitas de encima y alguien tiene que hacerlo. Supongo que pasará el tiempo y volverá al lugar de la memoria en el que tiene que estar», cuenta su voz serena al otro lado del teléfono.
Rosa MarÃa GarcÃa es una de las tantas vÃctimas del franquismo que todavÃa esperan justicia. Fue detenida y torturada por militar en el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) y pasó una semana en la Dirección General de Seguridad (DGS), el principal centro de detención de la policÃa franquista situado en la Puerta del Sol de Madrid. Nada más entrar a las dependencias de la DGS, Rosa MarÃa se dio de bruces con uno de los torturadores más conocidos, Antonio González Pacheco, apodado Billy el Niño.
Su historia forma parte de la campaña puesta en marcha por AmnistÃa Internacional #EstaNavidadToca, con la que la organización pide al Estado español que investigue y reconozca «las graves violaciones de derechos humanos cometidas durante la Guerra Civil y el franquismo». Rosa MarÃa no solo fue objeto de palizas, también tiene clavados en la memoria los insultos y las amenazas machistas que recibió durante los siete dÃas de detención y que demuestran la doble represión de Franco sobre las mujeres: ideológica y de género.
«Los insultos sexistas, como guarra y otros de ese estilo, eran constantes. La amenaza común entre golpe y golpe era que me iban a violar y a matar, que me iban a llevar a la Casa de Campo y nadie iba a saber dónde estaba…Ese dÃa llevaba un vestido y, cuando me tiraban al suelo, gritaban burlándose ‘mira qué guarra, que se le ven las bragas'», relata.
«Era muy común entre las mujeres. Todas las que nos juntamos después en la cárcel de YeserÃas lo hablábamos y a todas nos habÃa pasado. A mi me invalidaron más estas cosas que los golpes porque los insultos me afectaron de una forma especial. SentÃas la humillación, la humillación como mujer», prosigue.
Para buscar justicia sobre la represión especÃfica de las mujeres durante la dictadura la organización Women’s Link ha pedido a la jueza Servini que amplÃe la querella argentina, la única causa que investiga los crÃmenes franquistas en el mundo, para que incluya estos delitos. «S e persiguió y castigó a las mujeres que se hubieran atrevido a salir del ámbito doméstico y especialmente a las que participaron en actividades polÃticas contrarias al régimen. Al no encajar en los valores e imagen de la mujer construida por el franquismo no habÃa problema en detenerlas, encarcelarlas y violarlas», explica Teresa Fernández, abogada de la organización.
La detención y la cárcel
Eran aproximadamente las once de la noche y Rosa MarÃa volvÃa de estar con el que después se convertirÃa en su marido. En medio de la calle, varios agentes de la policÃa franquista vestidos de paisano le pidieron la identificación y la detuvieron. Poco después supo que casi al mismo tiempo detenÃan también a su novio y a otros tantos militantes del Frente. «A nuestros compañeros también les amenazaban con que nos iban a violar a nosotras», relata.
Recuerda que Billy el Niño la recibió con golpes e insultos y que en aquella época era muy conocido «por su sadismo» porque «disfrutaba torturando y eso te lo puede decir cualquiera que haya pasado por sus manos». Rosa MarÃa estuvo una semana en la DGS, un tiempo en el que la pasearon por Madrid en busca de lo que ellos llamaban pisos francos: «Nada más llegar me hicieron poner de rodillas y empezaron a darme golpes en las plantas de los pies con la porra. Luego me pasaban a otro y me pegaba, era muy caótico, pasando de agente en agente. Me amenazaban con matarme…y yo pensaba que casi lo de morir era un alivio».
Tras su estancia en el centro de detención la encarcelaron en la prisión madrileña de mujeres de YeserÃas, donde después de estar cuatro dÃas incomunicada en los calabozos, la pasaron a las celdas. «Allà era diferente, habÃa una cama, un vaso de agua.. Además eramos muchas y nos apoyábamos unas otras. Los dÃas que habÃa comunicación nuestras madres –¡Qué hubiera sido de nosotras sin las madres!, exclama– nos traÃan comida y la compartÃamos», esgrime.
Rosa MarÃa estuvo encerrada en el módulo de presas polÃticas, mujeres que para el régimen eran traidoras de su género. U na visión sostenida en las «investigaciones cientÃficas» del psiquiatra y militar Antonio Vallejo-Nájera, que dirigió los Servicios Psiquiátricos del bando nacional y que ha pasado a la historia por sus «estudios» misóginos sobre la mujer republicana. Dijo cosas como que «el psiquismo femenino tiene muchos puntos con el infantil y el animal» y fue un no de los impulsores de la segregación entre hijos y madres «rojas».
Luchar aunque no sea para ganar
Tres meses después Rosa MarÃa salió de la cárcel tras morir Franco y pagar sus padres una fianza de 30.000 pesetas que consiguieron gracias a la ayuda de familiares, amigos y vecinos. Pero tanto ella como su marido seguÃan teniendo juicio pendiente por asociación ilÃcita y propaganda ilegal. Por eso, se fueron a vivir a Valencia, donde estuvieron dos años antes de regresar a Madrid de nuevo. «Tuve que irme de casa de mis padres porque no podÃa dormir por miedo a que volvieran», explica.
Más de 40 años después ha decidido denunciar y ser rostro público de la campaña de AmnistÃa Internacional, que ha enviado al Congreso diez recomendaciones en aplicación de las indicaciones que varios organismos internacionales, como la ONU, han dado a España para lograr los derechos de verdad, justicia y reparación en relación con el franquismo y la Guerra Civil. Pero además, Rosa MarÃa está preparando una denuncia conjunta con otras vÃctimas contra ‘Billy el Niño’.
Su objetivo es «que se abra camino» y se reconozca «a las personas que se vieron obligadas a enfrentarse a la represión. Habla de su origen, de su familia de republicanos y ‘rojos’ –»como nos llamaban en aquella época»–, de su barrio, Vallecas, y del miedo y la represión, pero también de la ilusión por el cambio. Recuerda a Concepción Tristán y MarÃa Jesús Dasca Penelas, dos mujeres con las que compartió cárcel y que fueron condenadas a muerte, aunque finalmente no fueron ejecutadas.
Ellas formaron parte del juicio en el que fueron condenados los últimos fusilados del franquismo, tres de ellos militantes del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota. Rosa MarÃa asistió al homenaje por el 40º aniversario de las ejecuciones y se enteró de que las dos mujeres estaban ya fallecidas. «Me impresionó saber que las habÃa conocido. Eran de mi edad, habÃan sufrido muchas torturas y pensé que ellas ya no podÃan hacer nada, asà que casi por ellas decidà denunciar», cuenta.
Sobre si cree que ganarán con la denuncia, responde con un rotundo «no». Pero añade que eso no le echa para atrás: «A veces luchar no consiste en saber qué vas a conseguir. A veces consiste simplemente en plantar cara, aunque no vayas a ganar. En poner un granito de arena, en dar un pequeño paso. Aunque no vayas a conseguir nada, te queda la dignidad de no haberte agachado».
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