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Javier Fernández Quesada, 40 años de un crimen impune

Diario de Avisos, 12/12/2017 | 13 diciembre 2017

El joven estudiante grancanario murió víctima de un disparo que realizó la Guardia Civil a las puertas de la Universidad de La Laguna

 

DAVID SANZ

El éxito de la Transición española ha fijado en el imaginario colectivo el proceso que llevó al país de la dictadura a la democracia como un camino pacífico, marcado por el consenso y las cesiones de una y otra parte, que lograron el tránsito de “la ley a la ley”, como lo describió uno de sus arquitectos, Torcuato Fernández Miranda. Pero la violencia fue también tristemente protagonista de ese incuestionable logro de la sociedad española. Investigaciones como la del escritor murciano Mariano Sánchez Soler cifran en más de 600 las personas que perdieron la vida de forma violenta entre 1976 y 1983, tal y como recoge su libro La Transición sangrienta. El terrorismo de ETA y el GRAPO o la acción represiva del aparato del Estado cuestionan esa versión dulcificada de la llegada de la democracia a España que ha triunfado.

En Canarias sucedieron varias muertes violentas en este proceso, que eclipsan el relato más amable de la Transición, como la de Javier Fernández Quesada, un joven estudiante grancanario que murió víctima de un disparo a las puertas de la Universidad de La Laguna en 1977, donde estudiaba el segundo curso de Biología. El caso se archivó por la Justicia Militar y no se pudo demostrar oficialmente qué es lo que ocurrió aquella fatídica tarde, pese a que todas las evidencias apuntaban a que la bala que causó la muerte de Fernández Quesada procedía de uno de los disparos que realizó la Guardia Civil en el campus universitario para contener la protesta estudiantil.

Hoy se cumplen cuarenta años de aquel crimen, que dejó conmocionada a la sociedad canaria, que en aquellas fechas vivía una importante convulsión social, en la que la Universidad lagunera era uno de los focos principales de tensión, motivado ese día en particular por la huelga general convocada por los trabajadores de los sectores del tabaco, el frío y el transporte.

Aquel lunes, 12 de diciembre de 1977, las calles de La Laguna eran un polvorín. La ciudad universitaria era “un caos”, tal y como cuenta la crónica publicada por DIARIO DE AVISOS, donde se informaba de que los manifestantes levantaron barricadas en diversas arterias principales, como la avenida de La Trinidad, si bien era en la Cruz de Piedra donde se focalizó con más intensidad el conflicto con las fuerzas de orden público a primeras horas de la tarde y de ahí se desplazó hacia la sede principal de la Universidad.

El expresidente del Gobierno canario y líder de Nueva Canarias, Román Rodríguez, vivió en primera persona aquella jornada. Activista entonces de la izquierda nacionalista radical y estudiante de tercer curso de Medicina, fue una de las “14 o 15 personas” que corrieron a esconderse en el hall de la Universidad por los tiros de la Policía. “Los disparos eran a la altura del cuerpo y pudieron haber muerto tres o cuatro personas más”, recuerda el político canario.

Entre este grupo se encontraba otro estudiante grancanario de Medicina, pero de sexto curso, que fue el que trató de reanimar a Fernández Quesada sin éxito. Román Rodríguez señala que “hubo gente que pensó que el tiro me lo dieron a mí porque nos parecíamos. En esa época todos usábamos el pelo largo y llevábamos ropa similar”. Pasados 40 años, considera lamentable que este caso se haya quedado sin esclarecer y el crimen haya quedado impune.

El mismo día del asesinato, el Gobierno Civil de Santa Cruz de Tenerife, a cuyo frente se encontraba Luis Mardones Sevilla, emitió un comunicado en el que informaba de que, pasadas las tres de la tarde, “un grupo considerable de individuos se dirigió agresivamente hacia la zona que estaban las fuerzas de la Guardia Civil, las que al ser agredidas y para disuadir a los atacantes efectuaron disparos al aire”. “Sobre las 15 horas 30 minutos – prosigue – se comunicó a este Gobierno Civil que en la puerta principal de la sede central de la Universidad había caído herida por bala una persona, siendo trasladada urgentemente al Hospital General, por las propias fuerzas de la Guardia Civil, donde ingresó cadáver”.

LA BALA QUE NO APARECIÓ

Rosa Burgos ha investigado a fondo este caso, cuyo resultado ha publicado en dos obras: La bala que cayó del cielo y El sumario Fernández Quesada. La autora, en declaraciones a este periódico, concluye que “la Guardia Civil entró disparando, y una de esas balas, que por cierto nunca apareció”, fue la que hirió de muerte al joven estudiante. A esa misma conclusión, asegura, es a la que llegaron los testigos que vivieron aquella trágica jornada.

El caso de Hernández Quesada, además de derivar a la jurisdicción militar, dada la naturaleza del cuerpo que estaba implicado, también fue abordado por una comisión del Congreso de los Diputados, en cuyas conclusiones no apreció ninguna responsabilidad política. Para Burgos, los parlamentarios que intervinieron en este proceso de investigación “no profundizaron en el caso”.

En el sumario de la investigación judicial figura un informe del General de zona, Guillermo Gutiérrez, en el que, según la investigadora, asegura que “es imposible que fueran los miembros de la Guardia Civil porque el que disparó estaba en un plano superior, que podía estar dentro de la propia Universidad o en las terrazas”. Incluso se llegó a señalar a la hipótesis de que el tiro mortal procediera desde un helicóptero.

Burgos considera que esta prueba no demuestra que el disparo letal no procediera de los aproximadamente 200 tiros que efectuaron los agentes del orden público, porque “nadie tuvo en cuenta de que Javier se encontraba en la entrada de la Universidad, en la zona donde están los muros y pequeños jardines, agachado, resguardándose de los disparos de la Guardia Civil”.

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Es tajante, además, en negar que los disparos procedieran de dentro de la Universidad, tal y como se llegó a especular. “Dentro de la Universidad nadie disparó ni se acreditó que hubieran armas. Los disparos procedieron de las únicas personas que dispararon ese día, la Guardia Civil”, sentenció.

Burgos señala que es cierto que los estudiantes que se encontraba en las terrazas del edificio universitario estaban tirando piedras e insultando a los agentes de la Policía Armada, “¿pero hay proporcionalidad entre una piedra y las armas que llevaba la Guardia Civil?”, se pregunta. Cabe destacar que, según la versión oficial, los agentes contestaron inicialmente a las protestas con pelotas de goma y después con disparos al aire.

La autora señala que aún existe “un gran enigma” en el proceso porque entre los guardias civiles que se identifican en el recinto universitario, “hay un jefe, el Comandante Palau, que dio órdenes dentro del campus, pero al que nunca se le tomó declaración ni manifestó el arma que tenía”. Esta persona, a la que la autora pudo identificar años después, “dejó la Guardia Civil y se dedicó a cuestiones inmobiliarias”.

INCOMPRENSIÓN

El periodista Enrique Bethencourt, que fue testigo de los hechos desde la azotea de su casa, cercana al edificio central de la Universidad de La Laguna, desmontaba ayer en un artículo publicado en Canarias 7, otro de los argumentos que sirvió para justificar la fuerza con la que intervino la policía aquella tarde. “Pasado el mediodía, eran apenas unas decenas de personas –aunque la falseada versión oficial las elevó a 500- las que mantenían la protesta en los alrededores del centro universitario. Entonces se produjeron hechos que aún me cuesta entender”, recuerda..

Bethencourt señala que “un chico agitando un pañuelo blanco trató de acercarse al lugar donde se encontraban los guardias civiles, para avisar de que había un herido grave, y fue recibido a golpes por estos. Casi inmediatamente, otros jóvenes bajaban el cuerpo sin vida de Javier por las escaleras del recinto”.

A Rosa Burgos no le cabe duda de que la muerte de Javier Fernández Quesada fue “un crimen de Estado” sobre el que las instituciones, en los albores de la democracia, arraigadas todavía en el humus del tardofranquismo, echaron tierra encima. Destacando además el papel de responsabilidad que tuvieron tanto el entonces Gobernador Civil como Martín Villa, ministro de Gobernación.

http://diariodeavisos.elespanol.com/2017/12/javier-fernandez-quesada-40-anos-crimen-impune/