Federación Foros por la Memoria
Comunicados y Documentos de la Federación
Noticias
Agenda
Artículos y Documentos
Home » Artículos y Documentos

«La singularidad española no es el genocidio, sino la absoluta impunidad de sus ejecutores»

Adiante.Gal, | 29 abril 2018

Entrevista a Antonio Míguez Macho

 

Antom Santos  | Lugo | 15 de marzo. profesor de Historia Contemporánea e investigador en la Universidad de Santiago de Compostela, Antonio Míguez Macho es un autor de la obra colectiva Verdugos impunes. El franquismo y la violación sistémica de los derechos humanos (Pasado y Presente, 2018)

; su investigación da continuidad a un estudio a largo plazo del genocidio que ha cambiado drásticamente los comportamientos sociales en nuestra tierra. Con él hablamos sobre silencios impuestos, tópicos aún vivos, y la impunidad de los ejecutores, una sombra que se cierne sobre el sistema político español.

Como te decides a adentrarte en el estudio del franquismo; de la guerra civil de la que nace lo que califica como «genocidio». ¿Partes de ciertas inquietudes intelectuales previas o tiene que ver con las líneas prioritarias del departamento en lo que investigas?

En realidad, mis intereses investigadores no empezaron por ahí. Mi tesis tenía que ver con cuestiones anteriores al 1936, en particular con el estudio del movimiento obrero en Galicia desde la perspectiva de los movimientos sociales. Lo que empecé a estudiar de aquella, alrededor de aquella fecha, del año 2006, es el fenómeno de la violencia que tiene lugar alrededor del golpe de Estado y de la guerra. Me inclino después del Franco pola mi participaçom un proyecto de investigaçom, nombres y vocesque arranca en ese momento, y con lo que yo estuve colaborando unos tres años. En él realizamos una llena de entrevistas a personas relacionadas con la violencia del 36, desde víctimas a familiares de víctimas; fijemos muchos trabajos relacionados con eso que se llama la memoria histórica. Esta participación me llevó directamente al tema de la violencia asociada al Régimen. Y después todavía estuvieron haciendo una pasantía en la London School of Economics bajo la supervisión de Paul Preston y eso contribuyó para poder consolidar esa línea. Ahora mismo dirijo distintos proyectos en el departamento en el marco del grupo de investigación HISTAGRA, que alberga buena parte de las investigaciones que tenemos en la actualidad sobre franquismo y memoria.

Comenzamos entonces hace poco más de una década. En ese momento, ante qué panorama se topaba un historiador de la guerra civil o del franquismo en lo que se refiere a archivos y fuentes? ¿Y de qué equipaje historiográfico se partía?

Hace doce años se dio un cambio muy importante que no tiene causas exactas historiográficas, sino políticas y sociales. Y es que en aquel momento, por distintos acasos institucionales, se pusieron en marcha muchas iniciativas alrededor de la memoria histórica. En el caso gallego fue la época del gobierno bipartido, que entre otras cuestiones activó el proyecto Nombres y Voces. Fue la primera vez que en Galicia se materializa un proyecto que permite contratar personal para la investigación histórica sobre el tema que nos ocupa: se trataba de una iniciativa en la que se coordinaban las tres universidades, con apoyo autonómico, para elaborar un registro de todas las víctimas de los golpistas entre el año 1936 y 1939; en el ámbito español, son los tiempos del gobierno Zapatero y del debate sobre la Ley de Memoria Histórica; de ahí nacieron líneas de fianciamiento para asociaciones de recuperación de la memoria, de exumación de fosas comunes … Por una banda existía esa efervescencia; por otra, en el ámbito historiográfico, lo que me tocó al iniciar mi investigación, fue esa historiografía de la represión que había nacido a inicios de los años 80, una tradición muy consolidada, pero con unos límites muy claros.

¿Y cuál fue tu camino?

Yo desarrollé una perspectiva crítica, desde el punto de vista historiográfico, con lo que se venía haciendo. Tomé una diferente Vieiro, conocido como los estudios sobre el genocidio ; se vinculan con otro tipo de bibliografía académica y con otro tipo de inquietudes: se trata de llevar el cuadro de análisis fuera del caso más estrictamente local, de dejar de ver la guerra civil como un fenómeno exclusivamente español; se aborda todo esto con una mirada más amplia. coincidió hecho de que mi inquedança por estos questons que TIVE como un resultado del trabajo del publicaçom Lo que fijemos en Galicia. Ensayo sobre el feto de la práctica xenocida fue compartida por otras personas que trabajan en la misma direcçom: contra las deficiencias del modelo heredado, y apoyar el nuevo paradigma, que llamamosparadigma post-represión . Este habla en un lenguaje nuevo, enmarcado en los derechos humanos, y tiene una perspectiva muy amplia. Al mismo tiempo, desde la memoria, las proyecciones que alcanzan el presente. Yo en aquel momento no me decataba, pero estábamos viviendo un tiempo de cambio: se agota un paradigma y nacía otro.

Esto se da en un contexto de politización intensa de la historiografía, la politización aún más intensa de lo habitual. ¿Qué elementos positivos y qué elementos negativos conlleva un panorama tan especial?

Se daba un perfil muy claro: quienes investigaban la guerra y el franquismo eran personas que procuraban topar una forma de expiación o de reafirmación de la lucha contra la dictadura. Los estudios se centraron en la santificación de la figura de las víctimas, y partieron de la idea de que existía un ente agresor -los franquistas- y un ente sufriente -las víctimas. Sin ánimo de simplificar, las preguntas que se hacían eran éstas. En ese ámbito, el público potencialmente interesado en los estudios de la represión también estaba muy claro. En el caso de que se produzca un cambio en la calidad de vida de las personas que viven en el país, se extiende por una banda, pero por otra se pierde, o se produce un cierto rechazo.

¿A qué te refieres exactamente?

A las personas que buscaban en este tipo de investigaciones algo muy concreto, es decir, actos de reafirmación de la propia identidad personal y política. Cuando, por ejemplo, ponemos la mirada no sólo en el 36, sino también a finales de los 70, hay problemas: ¿cómo conectar ciertas tradiciones políticas con esas líneas que fueron partícipes de cómo se fije la transición? Pienso que el proceso tiene que ver con un cambio generacional, pues hablamos de una promoción de historiadoras e historiadores que andan entre los treinta y los cincuenta años de edad; y es esta generación la que está en condiciones de poner en cuestión la manera en que se aborda la cuestión de la memoria en la propia transición, esa memoria que fue oficializada en la década de 90 por productos tan masivos como el famoso documental de Victoria Prego. Por eso el libro que vimos de escribir Babiano, Gómez,

Hablamos de una promoción de historiadoras e historiadores que andan entre los treinta y los cincuenta años de edad; y es esta generación la que está en condiciones de poner en cuestión la manera en que se aborda la cuestión de la memoria en la propia transición, esa memoria que fue oficializada en la década de los 90.

En tu libro «Lo que fijamos en Galicia» recurra a la utilización del término «genocidio» de manera innovadora. ¿Por qué te decides a ese uso?

Yo, cuando empecé a ver este concepto, tengo constancia de que el término se utilizaba historiográficamente, pero de manera circunstancial, y sin ninguna relación con el sentido que yo le doy. El genocidio es un término que saltó del plano académico y jurídico, donde se gestó, al lenguaje popular, para expresar un gran número de muertes. Así se utilizaba. Ahora tengo que explicarlo mucho más allá del interés nominalista; una forma distinta de pensar, y por eso hablo de pensar en genocidio. La cuestión central es la conversación de un fenómeno de violencia en algo más que una suma de violencias individualizadas sin conexión entre ellas. Me explico: la palabra genocidio puede entender a alguien que está en Compostela, alguien que está en Bos Aires, alguien que está en Varsovia, o alguien que está en Australia. Hablamos en términos comprensibles en un código internacional. Cuando lo utilicé pretendía salir también de la dialéctica franquismo-anti-franquismo, que caracterizó buena parte de los estudios sobre la represión; tal dialéctica reducía a todas las víctimas de la violencia a una única categoría, la de anti-franquistas, y la misma reducción operaba con los verdugos. Lo que nos permite la óptica del genocidio es subrayar que sobre todo las víctimas son construidas por el que los mata. No es que tengan sobre sí una etiqueta previa: lo fundamental es que el verdugo trabaja para atribuir características, reales o infundadas. Pueden ser cuestiones ideológicas-políticas, cuestiones identitarias, de género, de clase … el perpetrador, el verdugo, vinca en estas etiquetas. Y otra cuestión importante es la temporalidad: los genocidios son fenómenos que no sólo comprenden el momento en que se matan las víctimas, sino que lo sobran. Este sobardón es clave en nuestro caso. La última fase de todos los exterminios es la negación; y nosotros todavía estamos en ella. Hay una agencia, una actividad particular, para convertir lo que sucedió en algo de una naturaleza totalmente distinta: se buscan diversas excusas y justificaciones para no afrontar la realidad. Estamos viviendo esa fase arista. Con esa herramienta, por lo tanto, explicamos el 1975, pero también el 2018. se buscan diversas excusas y justificaciones para no afrontar la realidad. Estamos viviendo esa fase arista. Con esa herramienta, por lo tanto, explicamos el 1975, pero también el 2018. se buscan diversas excusas y justificaciones para no afrontar la realidad. Estamos viviendo esa fase arista. Con esa herramienta, por lo tanto, explicamos el 1975, pero también el 2018.

Lo que nos permite la óptica del genocidio es subrayar que sobre todo las víctimas son construidas por el que los mata. No es que tengan sobre sí una etiqueta previa: lo fundamental es que el verdugo trabaja para atribuir características, reales o infundadas.

¿Es el genocidio un fenómeno específico de la edad contemporánea, o aparece como constante histórica?

Muchos de los estudiosos de la violencia masiva se han puesto esta cuestión. El genocidio es un neologismo relativamente reciente y un éxito abrumador. En el año 1944 el jurista de origen polaco Rapahel Lemkin, para describir una de las técnicas de exterminio de los nazis contra los judíos en Europa Oriental. Él tenía una gran predilección por la historia, y por eso estudia la conquista de América, la colonización africana, o del caso armenio. Se quita la conclusión de que existe un acto de naturaleza histórica sustancialmente diferente al simple conjunto de asesinatos: el acto por el que se dirige la acción contra una colectividad. Esta es la idea central. Es decir, se trata de un asesinato colectivo; no interesa tanto destruir a los puros individuos, como el grupo al que esas personas pertenecen (de manera real o atribuida). La controversia sobre hechos históricos más o menos remotos continúa hoy; lo que para mí queda claro es que en el siglo XX el fenómeno genocida adquiere características nuevas; que cambian muchos factores alrededor del acto: el desarrollo de los estados de la nación, burocracias poderosas … esto lleva a rasgos característicos: hablamos de auto-genocidios, pues pretenden reorganizar la propia sociedad desde su interior. De él participa toda maquinaria burocrática estatal para extirpar una cierta colectividad, ya partir de ahí reartelar el funcionamiento del Estado. porque pretenden reorganizar la propia sociedad desde su interior. De él participa toda maquinaria burocrática estatal para extirpar una cierta colectividad, ya partir de ahí reartelar el funcionamiento del Estado. porque pretenden reorganizar la propia sociedad desde su interior. De él participa toda maquinaria burocrática estatal para extirpar una cierta colectividad, ya partir de ahí reartelar el funcionamiento del Estado.

¿Es comparable el volumen de víctimas en el Estado al registrado en otras latitudes que padecían fenómenos semejantes?

El libro que vimos de editar funciona como un informe; es un compendio de todos los actos de violación de derechos humanos desde 1936 hasta la transición. Sobre todo cuestiona una serie de preguntas en términos muy periodísticos: qué, cómo, y quién (incluyendo víctimas y autores). Uno de los datos que ofrece es un registro actualizado de las víctimas mortales de la violencia en la llamada retaguardia y en la post-guerra, hasta el final de la dictadura. De 1936 a 1945 es cuando tiene lugar el grueso de la represión. Hablamos de una cifra ligeramente superior a las 150.000, obtenida a partir de datos empíricos; en el caso gallego, había contabilizado alrededor de 4.800 víctimas.

¿Qué nos de estos volúmenes? ¿Cómo se interpretan?

Necesita un análisis matizado y muy por el chico. Un caso enormemente llamativo es el de Andalucia, con un número de víctimas elevadísimo, casi 60.000. Llama la atención también a Galicia, que tiene más víctimas, o prácticamente las mismas, que lugares como Madrid o el País Vasco.

De 1936 a 1945 es cuando tiene lugar el grueso de la represión. Hablamos de una cifra ligeramente superior a las 150.000, obtenida a partir de datos empíricos; en el caso gallego, había contabilizado alrededor de 4.800 víctimas.

¿Y cuál es la explicación?

Tiene mucho que ver con el desarrollo de la guerra. En Galicia se organizan desde el primer día la persecución y las matanzas. Las primeras víctimas son temperas y siguen una secuencia continuada durante los años 36 y 37; en otros casos, la propia lógica de la guerra lleva a los golpistas a pensar que el grueso del trabajo de desarticulación del enemigo está en gran medida hecho; y en el caso gallego, topan todo como si estuviera nuevo, y por eso la acción es tan feroz y sistemática. El número de víctimas del gran proceso de violencia, hasta 1945, es extraordinariamente alto. Los 150.000 muertos en España sobardan los de varios lugares que han vivido dramas similares. Por ejemplo, en América Latina, el resultado golpes militares, que adopta una cierta inspiración española, no tiene comparación: en Chile, desde 1973 hasta finales de los años 80, el número de víctimas no alcanza los 4.000. Una cifra, por ejemplo, inferior a la de Galicia; en Argentina, se da una cifra de 30.000 personas desaparecidas en la dictadura militar, otra cifra inferior a la española. Imos ver, el español es un caso de violencia relativamente elevado; claro, hay gente que dice que no tiene nada que ver con el caso del genocidio judío a manos de los nazis; es cierto, evidentemente, cómo tampoco se puede comparar con Indonesia o Ruanda. Pero si lo entendemos en el contexto histórico en lo que sucede, es una cifra elevadísima. Pensemos, además, que las víctimas de la violencia no son sólo las asesinadas, sino las que padecen otras formas de represión y aldifusión: cárcel, torturas, expedientes laborales, robos de niños, la incautación de bienes … todas ellas prácticas sistémicas. La verdad es que eso se corresponde con la memoria que todo el mundo, en sus familias, recibió. No hay un fenómeno de represión selectiva: es masivo, porque he sido concebido desde el principio.

El número de víctimas del gran proceso de violencia, hasta 1945, es extraordinariamente alto. (…) No hubo un fenómeno de represión selectiva: es masivo, porque he sido concebido desde el principio.

Este genocidio forma parte de una cierta excepcionalidad española, de una historia de permanente conflicto e inestabilidad?

Es muy difícil hablar en términos de excepción y norma, como todo historiador sabe; porque en general no existen excepciones. Ahora bien, si hay características del caso español que el fam fundador y temperamento. Por ejemplo, esta idea que asocia la defensa de occidente y la cristiandad con el exterminio de un enemigo interior, ocurre antes en España que en muchos otros casos; e incluso hay elementos que ocurren en España antes que en la Alemania nazi. El nazismo en el año 36 no estaba llevando a cabo una práctica de exterminio masivo de personas, eso sucede después; la represión alemana de opositores políticos, en aquel momento, era muy inferior a la que ocurría en Galicia. Además, el caso español es muy capilar, se extiende. En el caso de los armenios, lo que acomete el Imperio Otomano es un desplazamiento masivo de la población para posteriormente exterminarla. En este caso era imposible: el considerado enemigo estaba infiltrado en los centros de trabajo, en las escuelas, en las aldeas, en las parroquias, en el hogar. ¿Cómo el delimitas? La depuración es muy compleja. Finalmente, si el caso español es paradigmático (no único) es por la impunidad. No hay ni una sola persona, no pocas, ni una sola persona procesada o juzgada por uno de estos fenómenos masivos de violencia. En otros casos hubo limitaciones en los procesos, depuraciones parciales … pero no tal impunidad. Quizá el caso de Indonesia tenga ciertos paralelismos en este punto con el español, porque nadie ha sido culpable, pero se trata de ejemplos muy específicos. si el caso español es paradigmático (no único) es por la impunidad. No hay ni una sola persona, no pocas, ni una sola persona procesada o juzgada por uno de estos fenómenos masivos de violencia. En otros casos hubo limitaciones en los procesos, depuraciones parciales … pero no tal impunidad. Quizá el caso de Indonesia tenga ciertos paralelismos en este punto con el español, porque nadie ha sido culpable, pero se trata de ejemplos muy específicos. si el caso español es paradigmático (no único) es por la impunidad. No hay ni una sola persona, no pocas, ni una sola persona procesada o juzgada por uno de estos fenómenos masivos de violencia. En otros casos hubo limitaciones en los procesos, depuraciones parciales … pero no tal impunidad. Quizá el caso de Indonesia tenga ciertos paralelismos en este punto con el español, porque nadie ha sido culpable, pero se trata de ejemplos muy específicos.

Como un fenómeno tan dramático como éste se integra, al cabo de las décadas, en una sociedad aparentemente normal? Porque tiene que dar lugar forzosamente a numerosas patologías …

Sin duda. Esto tiene muchas capas. La primera de ellas es que la normalización -la palabra de la que no me gusta demasiado, porque no existe un modelo normal- deja lugar a sindromes específicos. Se habló del sindrome de Vichy en Francia, por ejemplo, el trauma del colaboracionismo; algo similar sucede en el caso italiano tras el fascismo y la República de Saló. ¿Qué decir de América Latina o de Alemania? Nuestro caso no es extraordinario, por lo tanto; la cuestión es que aquí venga con la impunidad, que genera una especie de enfermedad social de amplio alcance. La idea de pasar página, pensar que el agua pasada no mueve molino, es tentadora; y es propia de tradiciones como la católica. Todo se podría solucionar con el contador a cero. Pero es irreal. Las patologías no se curan. Un buen ejemplo fue el acontecimiento en el año 2000 cuando comenzaron las exhumaciones de fosas. Fue en la comarca del Berzo. Esto provocó un impacto enorme. ¿Por qué? Fosas se venían excavando, incluso clandestinamente, desde la dictadura. Pero en el año 2000, lo sucedido fue similar a algo que se produjo durante la desnazación alemana; cuando los aliados entran en Alemania, recogían la población civil y la llevaban a ver los hornos crematorios, las cámaras de gas, las moradas de muertos … no lo sabían, los alemanes? Lo sabían, abofé. Pero faltaba el acto de enfrentarse a eso. Y en el caso español, era el mismo: cumplía enfrentarse a eso. No hay memoria silenciada, o oculta: no, a una memoria negada, que es algo distinto. Cuando algo se ve, la negación desaparece por fuerza. Es lo mismo que le puede pasar a esas personas que sufrieron abusos, y que a pesar de eso no aceptan haberlos sufrido. Esto es lo que sucede en el ámbito social:

¿Crees que esta visión traumada sigue presente en generaciones que no han vivido la dictadura?

Animo a cualquiera que tenga el ánimo suficiente para visitar una página web, y ver los comentarios, cuando sale una noticia de exhumación de fosas o de restauración de la memoria. No es agradable ver lo que allí se escribe, pero no lo tomamos la broma. Lo que sale a relocier, y por parte de personas que no han vivido lo que ha sucedido, es puro negacionismo; un fenómeno equivalente a los que niegan la existencia de las cámaras de gas en Alemania. Pero no asociamos ambos casos. Pensamos que el de aquí es puro esbardalhe, poner por fuera, debate de bar. Sin embargo, es algo mucho más serio.

Además, el negacionismo es institucional y judicial.

Si, y el libro tiene mucho que ver con esto. Verdugos impunes tiene su origen como una petición de la Coordinadora Estatal de apoyo a la querella argentina, que lleva funcionando desde inicios del siglo. La obra nació como informe pericial para ayudar a iniciativas locales; nos pidieron centrarnos en el conjunto de la dictadura y la violación de los derechos humanos. Y aunque se dirige a distintos públicos, se enfoca al ámbito judicial. ¿Cómo es posible que exista esa falta de amparo judicial a las iniciativas de recuperación? La Ley de Amnistía, curiosamente, amnistió a las víctimas y también a los verdugos; pero es imposible amnistiar a alguien antes de ser juzgado. Si en muchos países sudamericanos supieron sortear sus propias leyes de amnistía para sentar en el banco a los genocidas, es inadmisible que en España no se diera ese paso. Es contrario a un sistema democrático, y revela una absoluta falta de cultura de derechos humanos en los jueces y en el sistema judicial español en su conjunto. El problema es sistémico, y va más allá de la particular filiación política de determinados jueces.

¿Cómo es posible que exista esa falta de amparo judicial a las iniciativas de recuperación? La Ley de Amnistía, curiosamente, amnistió a las víctimas y también a los verdugos; pero es imposible amnistiar a alguien antes de ser juzgado. Si en muchos países sudamericanos supieron sortear sus propias leyes de amnistía para sentar en el banco a los genocidas, es inadmisible que en España no se diera ese paso.

¿Qué podemos decir de las huellas de lo sucedido Galicia? ¿Existe una singularidad gallega en la vivencia del genocidio?

El caso de Galicia nos sirvió para usar ese viejo lema de Galicia, universalidad celular . A mí me ha permitido abordar el fenómeno más amplio de una perspectiva diferente. Nosotros partíamos de casos prototípicos de Cataluña, Andalucía o País Vasco. Pero, ¿qué sucedía en otros casos? Se adaptaban los modelos foráneos aquí, y muchas cosas no caducaban. Por ejemplo, la idea de acción reaccionó. Aquí no puede funcionar. Sin embargo, el caso gallego lo que permite es entender cuál era la idea de los golpistas de modo prístino, pues no había interferencia del frente de guerra.

En el libro combinaciones distintas ópticas.

Si, y no es por casualidad: un autor está en Barcelona, ​​otros dos en Madrid y Toledo, y otro en Compostela. La visión se integra, comparada. En esta comparativa, agroman las particularidades gallegas: aquí la capilaridad juega un gran papel; no hay una gran ciudad sobre la que se arta todo, hay pluralidad comarcal, en ciertas zonas la mediación de pequeños notables puede ablandar la represión … en otros casos, es lo contrario, hay una proporción altísima de víctimas en lugares de muy poca vecindad. Nos faltan ciertas cuestiones por profundizar. Luego está la lógica identitaria: la violencia contra el galleguismo, la cuestión de la lengua. Aquí, ese proceso de «reorganización nacional» se topa con elementos específicos.

https://adiante.gal/a-singularidade-espanhola-nom-e-o-genocidio-senom-a-absoluta-impunidade-dos-seus-executores/