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Ridículo

Mauricio Basterra. 16-05-2018 | 17 mayo 2018

El problema es cuando la Historia cae en la boca y la valoración de algunos políticos, donde hay opiniones que dan auténtica vergüenza ajena

MAURICIO BASTERRA

En España, cada vez que hablamos de fútbol, todo el mundo tiene una alineación de su equipo en la cabeza, una mejor estrategia que el entrenador y una mejor jugada que el protagonista de la misma. No todo el mundo, claro está, pero es como si todo el mundo hubiese sido profesional de fútbol y se siente con la potestad de criticar cada jugada, decisión o determinación.

Si solo fuese en el fútbol, quizá sería hasta gracioso (sobre todo para quienes nos gusta mucho ese deporte), pero es algo que se hace extensivo a muchos otros sectores, incluido el de la Historia. Y no voy a hacer aquí una crítica al intrusismo profesional, pues de Historia se escribe mucho y bien desde algunos investigadores que no son profesionales de la misma. El problema es cuando la Historia cae en la boca y la valoración de algunos políticos, donde hay opiniones que dan auténtica vergüenza ajena. En las últimas semanas hemos asistido a varios episodios de ese tipo que no me han sido ajenos y, en ocasiones, me gusta plasmar esas cuestiones por escrito.

Una de las opiniones que más me ha llamado la atención en las últimas semanas es las que realizó a través de las redes sociales el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, sobre Clara Campoamor.

Para el líder de Ciudadanos, Campoamor era una liberal que luchó por los derechos del sufragio femenino a pesar de que las izquierdas, y más concretamente los socialistas, se opusieron al mismo. Como si de bots se tratasen, otros líderes de la formación naranja hicieron opiniones similares para reforzar las ideas de su líder.

Independientemente de las razones que llevaron al señor Rivera a realizar esa manifestación, lo que demostró ante todo es un desconocimiento absoluto de la historia por la conquista del voto femenino en las Cortes de la Segunda República. Quizá con haber mirado un libro de Historia del momento le habría bastado pero quizá era pedir demasiado.

El primer punto sería contextualizar a Clara Campoamor, que efectivamente era liberal, pero de un liberalismo republicano que tenía sus profundas raíces en el XIX. Fue una mujer coherente con sus principios y, desde mucho antes de la proclamación de la República, reivindicó los derechos políticos de las mujeres. A pesar de que fue diputada por el Partido Republicano Radical, encabezado por Alejandro Lerroux, su contenido social le acercaba más a las posiciones de la izquierda, aunque no se sintió identificada con ninguna formación de la misma en el momento. Es decir, el liberalismo de Clara Campoamor dista mucho del defendido por Albert Rivera.

Pero podemos dar un paso más, y comprobar cómo el voto femenino en la España republicana se consiguió gracias al voto de la izquierda, sobre todo del Partido Socialista, que con alguna excepción era favorable a dicho derecho. Y esto no es un patinazo sino un desconocimiento de la Historia por parte del señor Rivera que intentó arrimar el ascua a su sardina y salió mal parado.

Algo similar le pasó al diputado Pablo Casado, cuando en plena crisis de Cataluña, dijo que al señor Puigdemont le iba a pasar lo mismo que a Lluís Companys, encarcelado tras la revuelta de 1934 en Cataluña. Ignoraba completamente el señor Casado (o eso parece) que el final de Lluís Companys fue un paredón de fusilamiento en Montjuic tras ser reclamado y extraditado por la Gestapo a España y juzgado y condenado a muerte por sus posiciones políticas.

Patinazo es lo que le sucedió a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, cuando inauguró la calle del humorista Pepe Rubianes en el barrio de la Barceloneta. Aquel día, la alcaldesa de Barcelona para justificar el cambio de calle calificó al almirante Cervera, que ostentaba el nombre de esa aquella hasta ese momento, de “facha”. Desde luego una calificación que no puede encajar en la figura de Cervera. Lejos de hacer una crítica furibunda, como muchos medios han despachado contra la alcaldesa de Barcelona, lo que sí es cierto es que patinó a la hora de calificar a la persona. Pascual Cervera y Topete nunca podría haber sido un facha, pues su muerte acaeció en el año 1909 y la aparición del fascismo como movimiento político se produjo en Italia a finales de la década de 1910.

Cervera podría ser calificado de muchas otras cosas. Sí que fue un defensor del militarismo decimonónico, pero al mismo tiempo era un liberal al estilo de Sagasta, del que formó parte de sus gobiernos. Se podría decir que fue un defensor del sistema de la Restauración, del turnismo político entre conservadores y liberales, y representaba a un sector militar que defendía la empresa española en el mantenimiento de las colonias ultramarinas. Lejos de relatar aquí su vida militar, lo cierto es que su actuación durante la Guerra de Cuba en el final del siglo XIX fue puesta en tela de juicio por sus compañeros de armas del momento.

Con esto, lo que quiero decir es que el calificativo que le denominó como “facha” por parte de Ada Colau es inadecuado, y un patinazo histórico y de contextualización bastante importante. Coincido en una cosa con la alcaldesa de Barcelona y es que esa calle se la merecía bastante más Pepe Rubianes que el almirante Cervera, pues recuerdo con mucho cariño al humorista gallego. Pero esto entra dentro de los gustos y no de la Historia, que tiene otros componentes.

Mas recientemente hemos asistido a la investidura del President de la Generalitat, el señor Quim Torra. Cometí el error (o el acierto) de escuchar in situ todo el proceso de investidura, y volví a comprobar cómo los señores diputados sacaban a pasear la Historia con mucha soltura y, al mismo, con mucho desconocimiento. Además, la investidura de Quim Torra ha venido acompañada de la polémica del propio personaje, a lo que me referiré también por su peculiar forma de entender la Historia. Del debate de investidura solo salvo a un diputado, al señor Xavier Domenech, que es historiador de formación y profesor de historia de la UAB y sabe perfectamente de lo que habla. Sus argumentaciones históricas sí tenían un perfecto componente investigador, cosa que del resto dejó mucho que desear. Desde el representante del PdeCat, que hablaba de las instituciones catalanas desde la Edad Media para defender la independencia, hasta la señora Inés Arrimadas que hablaba de la Generalitat como un producto de la Constitución de 1978. Unos y otros incidían en una cosa: el anacronismo.

Porque, efectivamente, la Generalitat de Catalunya, así como el Consell de Cent y la Diputació fueron instituciones que se desarrollaron en la Edad Media, pero cuya configuración interna poco tiene que ver con lo que existe ahora. Porque el nacionalismo catalán se apega a unas consideraciones que sobrepasan lo estrictamente histórico.

Las revueltas que se produjeron durante el siglo XVII en Cataluña (la de Els Segadors de 1640 o la revuelta de las barretinas de 1687-1689) buscaron más que nada una basculación de las influencias entre la corona Habsburgo y la corona Borbón en Francia, bajo cuya protección se puso Catalunya en algunos momentos, pero nunca como entidad independiente. De hecho, durante la revuelta de las barretinas buscó esa protección pero no la consiguió.

Ciertamente, los Decretos de Nueva Planta de Felipe V tras la Guerra de Sucesión determinan el final de las instituciones catalanas como pasó con las aragonesas y mallorquinas y de todos aquellos territorios que se declararon austracistas (seguidores del archiduque Carlos de Austria) en aquella guerra en contra de los Borbones, estableciendo una centralización política. La configuración de aquellas instituciones abolidas poco tendría que ver, excepto el nombre, con las que se constituyen tras la aprobación del Estatuto de Nuria de 1932 ya en la Segunda República española. Es la diferencia fundamental entre unas instituciones del Antiguo Régimen y unas instituciones democráticas, propias del siglo XX.

Tal como señaló Xavier Domenech, ahí está el origen de la Generalitat actual, y no en 1978 donde se miró a esa institución republicana que, para más inri, fue repuesta de su exilio en la persona de Josep Tarradellas. El problema que, en este caso, tiene el partido de Ciudadanos con la Historia es que no le da ninguna carta de naturaleza las instituciones republicanas del periodo comprendido entre 1931 y 1936.

Sin embargo, esta no ha sido la única polémica generada alrededor de la investidura del señor Torra. En estos días han salido a relucir artículos escritos por el hoy President de la Generalitat, de un contenido claramente etnicista y racista, siguiendo las teorías de Daniel Cardona, o la defensa de personalidades como los hermanos Badía, Josep Dencás o Ventura Gassol. No voy a entrar a hacer una valoración de las ideas del señor Torra, pero sí de la visión que en algunos de sus artículos dio de uno de los componentes más importantes de la sociedad catalana en el último tercio del siglo XIX y primer tercio del siglo XX: el anarquismo.

Repasando algunos de los artículos del señor Torra, su antianarquismo es más que evidente (aunque el anticomunismo es un fenómeno muy extendido también, habría que hablar en muchos sectores de un antianarquismo palpitante en muchos sectores, que merecería un artículo propio). Por ideología, desde luego que lo tiene que ser, pero realiza una visión etnicista del mismo al calificar al anarquismo catalán como una desviación españolista en Cataluña, haciéndose eco de algunos de los personajes arriba citados y que vieron en el anarquismo uno de sus máximos enemigos.

Sin ir más lejos, los hermanos Badía fueron unos conspicuos antianarquistas y participaron de la represión contra el movimiento obrero anarcosindicalista en Cataluña (y que les costó la vida). Y esto, más que un patinazo histórico o un desconocimiento de la misma Historia, es una visión demencial de la misma. La CNT y el anarquismo fueron agentes fundamentales en la historia de España en general, y de Cataluña en particular, donde el anarcosindicalismo fue hegemónico, y aglutinó a miles de trabajadores, protagonizando procesos como el de la Huelga de la Canadiense en 1919 que llevó a la aprobación de la jornada de 8 horas de trabajo. Trabajadores catalanes e inmigrantes de otras regiones del país engrosaron las filas del anarcosindicalismo. Y por ello una parte del nacionalismo catalán, del que parece que el señor Torra hace gala, calificó al movimiento anarcosindicalista como “foráneo” y recibían el despectivo nombre de “murcianos”. Estas visiones, que parecían superadas, parece que en determinados círculos aun gozan de predicamento.

Por último, pero no por ello menos importante, está todo el contexto de debate histórico que ha suscitado las políticas de memoria histórica en el Ayuntamiento de Madrid, desde la polémica surgida alrededor de la Cátedra de Memoria Histórica hasta la constitución del Comisionado de la misma encabezado por Francisca Sahuquillo.

Quizá lo más llamativo ha sido la última polémica generada alrededor del memorial a los fusilados en el cementerio de La Almudena, tras la investigación que realizó el profesor de la Universidad Complutense de Madrid Fernando Fernández Holgado. Parte de los políticos del Ayuntamiento de Madrid (con especial beligerancia de PP y Ciudadanos) se oponían al memorial porque entre los ejecutados en el cementerio había “chequistas”, nombre utilizado para denominar a los integrantes de la checas o prisiones que tenían implantación en la retaguardia republicana. Unas acusaciones que fueron reforzadas por algunos de los integrantes del Comisionado del Ayuntamiento. Aquí el debate con los políticos sería bastante más profundo. Lo primero sería la aclaración de los términos, y el de “checa” está puesto en entredicho por las novísimas investigaciones sobre la represión en la retaguardia republicana. La palabra “checa” o “chequista” no deja de estar en el imaginario colectivo de la propaganda franquista tras la Guerra Civil, para asimilar a la República española con los métodos de represión de la URSS y establecer un lazo de unión entre ellas.

Sin embargo, no son los deseos lo que mueve a la Historia sino la investigación científica de la misma, y lo que se constituyó en Madrid (como en otros puntos de España) no eran “checas” sino comités de organizaciones integrantes del Frente Popular que tuvieron actuaciones luctuosas entre julio y noviembre de 1936, cuando fueron clausurados como tal y sus actividades pasaron a estar controladas por las instituciones republicanas y los tribunales garantistas de la República en tiempo de Guerra.

Y aunque parezca una nimiedad, los conceptos y las palabras son muy importantes en Historia (como en otras disciplinas de la vida). Pero haciendo un balance más profundo, claro que hubo personas de una reputación dudosa o criminal durante el periodo republicano en la retaguardia. Eso nadie lo pone en duda. La cuestión es que al hablar de “chequistas”, de “asesinos”, por parte de algunos políticos se da carta de naturaleza a las acusaciones a las que fueron sometidos los reos durante el franquismo, que provienen de dos fuentes fundamentales: la Causa General y los Consejos de Guerra Sumarísmos. Dos fuentes fundamentales para investigación histórica pero que hay que contrastar con otras para corroborar.

Además, lo que se denuncia con este tipo de memoriales es la llamada “justicia al revés” del franquismo, pues los fusilados en el cementerio de La Almudena nunca tuvieron una presunción de inocencia y sí de culpabilidad. Sin embargo, los políticos se lanzan prestos y hablan de cifras exactas (300 “chequistas”), como si los titulares de esas concejalías estuviesen todos los días en archivos y bibliotecas vaciando información y documentación. Posiciones que hacen que nuestro país tenga unas cotas bajísimas de políticas públicas de la memoria y se tienda constantemente a la equiparación, como si la Guerra Civil fuese una responsabilidad compartida (discurso político y no histórico instalado en las instituciones).

Vistos todos estos ejemplos, lo único que hacen nuestros políticos (en su amplia mayoría) cuando toman la historia como emblema es el rídiculo. Quizá aquí viene muy bien un refrán que dice “zapatero a tus zapatos”. Pues eso.

https://www.elsaltodiario.com/historia/ridiculo