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18 de julio: para cerrar heridas hay que abrir las fosas

Jaime Cedrún. Madrid Diario, 19-07-2018 | 20 julio 2018

Hay que poner fin a la impunidad del franquismo y para ello es necesaria una ley de víctimas del franquismo

Redacto estas líneas con el aciago y trágico recuerdo de lo que aconteció en el verano de 1936. Aquel 18 de julio se asesinaba, a golpe de bayoneta traidora, la esperanza en un futuro de progreso que pusiera a España en un relevante lugar del mundo. El fascismo, encarnado en nuestro país por Franco, derrocaba a la República Española después de tres años de furiosas embestidas. Con la victoria franquista, que no con la paz, la persecución y el aniquilamiento del progreso se prolongaría a lo largo de cuatro décadas ominosas.

Pero creo que la tristeza del recuerdo de esos días puede verse en parte superada por la consecución de cierta reparación y justicia. El presidente del Gobierno ha confirmado en sede parlamentaria que “la exhumación de Franco se hará en breve”. El traslado de los restos del dictador del Valle de los Caídos es fundamental para hacer desaparecer símbolos que posibilitan ancestrales enfrentamientos e ir creando otros que aúnen.

También es buena noticia que el Gobierno asuma la búsqueda de desaparecidos del franquismo que aún yacen en fosas comunes y cunetas. Porque para cerrar las heridas hay que abrir las fosas. Además, el nuevo Ejecutivo ha asegurado que elaborará un censo oficial de víctimas de la Guerra Civil y la dictadura y que se perseguirá a quienes hagan “apología del franquismo”.

En la cúspide de esta apología del franquismo se encuentra la Fundación Francisco Franco, con alrededor de un millar de socios, y que bajo la presidencia de José María Aznar contó con subvenciones que alcanzaron los 150.000 euros y deducciones fiscales. La legalidad de esta fundación sería impensable en Europa, donde existe una legislación específica contra la apología del nazismo, la negación del holocausto o similares.

En España, la Fundación Francisco Franco niega la represión franquista y lo que el historiador Paul Preston califica de “holocausto español”. Una persecución que los facciosos iniciaron el 18 de julio de 1936 en Sevilla contra el sindicalismo de clase, como muestra el primer bando de Queipo de Llano, que “ordenaba y mandaba” lo siguiente:

“Primero.- Queda declarado el estado de guerra en todo el territorio de esta División.

Segundo.- Queda prohibido terminantemente el derecho a la huelga. Serán juzgados en juicio sumarísimo y pasados por las armas, los directivos de los Sindicatos, cuyas organizaciones vayan a la huelga o no se reintegrasen al trabajo los que se encuentren en tal situación a la hora de entrar el día de mañana”.

Ochenta y dos años después, la lectura del bando sigue impactando. Impresiona el brutal y directo ataque contra los trabajadores y sus organizaciones. La primera decisión de los militares golpistas y sus cómplices civiles fue aniquilar el derecho de huelga, convirtiéndolo en un delito, una melodía que en los últimos años ha vuelto a resurgir procesando sindicalistas por ejercer el derecho a la huelga.

La eliminación de sindicalistas no fue algo espontáneo. La hoja de ruta golpista para descabezar las organizaciones de trabajadores estaba perfectamente estructurada. El director del Golpe de Estado, el General Emilio Mola, escribía el 25 de mayo de 1936 su primera instrucción: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.

El general Mola, que hasta hace pocas semanas ensuciaba el callejero madrileño, alardeaba de que había que dar un escarmiento que se extendiera tres generaciones. Y a la cabeza de los escarmentados se encontraban el sindicalismo de clase, en aquellos días representado fundamentalmente por UGT y CNT.

El exterminio del sindicalismo por parte del franquismo fue exitoso. En los años de plomo fueron asesinadas miles de personas en actos silenciados por la historia. De hecho, para hacer frente al franquismo hubo que esperar a esas generaciones nuevas que no vivieron la guerra, la desconocían y por ello fuimos “tan ingenuos como osados” como para crear las Comisiones Obreras, según, en alguna ocasión, ha comentado Eduardo Saborido, cofundador del sindicato y condenado en el Proceso 1.001.

El pasado fue terrible. Se exterminó a sindicalistas, a políticos, intelectuales, maestros, artistas, deportistas… Sin duda, se siguió al pie de la letra el dictado de general Mola lanzado el 19 de julio de 1936: “Hay que sembrar el terror… hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”.

Los crímenes del franquismo todavía perduran en España, con más de 150.000 desaparecidos, 2.300 fosas comunes; hubo miles de niños robados; juicios sumarísimos; aplicación de la “ley de fugas”… Se pueden contabilizar dos millones de víctimas de la dictadura franquista en un país en que perviven símbolos, monumentos y calles con nombres fascistas.

Es necesario cerrar heridas y para ello hay que abrir fosas. Hay que poner fin a la impunidad del franquismo y también para ello es necesaria una ley de víctimas del franquismo. Todas las instituciones de este país deben dejar meridianamente claro que condenan el franquismo como régimen criminal en los términos desarrollados históricamente por la ONU. Todas las instituciones deben expresar el reconocimiento jurídico y político de las víctimas. Parece que el nuevo Gobierno va a tomar medidas. Esperemos que esta vez sea cierto.

Jaime Cedrún, Secretario general de CCOO de Madrid

https://www.madridiario.es/noticia/458453/opinion/18-de-julio:-para-cerrar-heridas-hay-que-abrir-las-fosas.html