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Pfffranco y Queipfffo de Llano

Gerardo Tecé. Ctxt, 18-07-2018 | 20 julio 2018

Lo de la familia Franco no es rechazo al abuelo, sino una maniobra para complicar su salida del Valle de los Caídos

GERARDO TECÉ

La familia Franco no se quiere hacer cargo de los restos del dictador. Leído un 18 de julio, el titular no podría dar más gustirrinín. La imagen del asesino abandonado en una gasolinera de la Sierra de Guadarrama mientras los nietos aceleran montaña abajo camino del chalet de Gandía sería pura justicia poética para quien llenó las cunetas de dolor y abandono. La verdad, como saben, es otra distinta: lo de la familia Franco no es rechazo al abuelo, sino una maniobra para complicar su salida del Valle de los Caídos. Mantener su pomposidad es lo único que permite diferenciar los huesos grises y fascistas de otros huesos cualesquiera. En Sevilla estamos en las mismas con nuestro Franco local. Como si se hubieran educado todos en el mismo colegio de nietos de criminales –¿Qué hacer si piden la exhumación del yayo? Rechazar sus restos, seño– cuando a la familia del genocida Queipo de Llano le preguntan por los restos del abuelo, enterrados y expuestos con honores en una basílica de la ciudad en la que ordenó asesinar a miles de rojos y “violar a sus mujeres”, los nietos silban y miran para otro lado. La diferencia entre uno y otro personaje a estas alturas de la Historia es que a los de Queipo de Llano, al contrario que a los restos de Franco, se les va a dar una salida a la sevillana: no saldrán pero haremos como si ya no estuvieran. Ese es el plan.

Casa Coronado es uno de esos bares en los que al perfil del cliente le pasa como al perfil de la ciudad: no existe, aquí no hay de eso. Dos jubilados en sandalias, pantalón corto y con camisa de cuadros del Alcampo perfectamente colocada por encima del ombligo, comparten mesa alta para apoyar la cerveza con dos chicas jóvenes que, por su forma de conjugar el sombrero y los zapatos, lo vintage con lo moderno, parecen recién salidas de un congreso de publicistas catalanes. ¿Se puede?, pregunta siempre en Casa Coronado por cortesía el que llega a invadir la mesa de otro. Sí, claro, responde obligatoriamente el otro, bajo pena de ser expulsado más allá de Despeñaperros si se negase a compartir el espacio, sea quien sea el que llegue. Funciona así. En otra mesa, tres bomberos ocupan tanto por culpa de sus espaldas anchas que uno de esos señoritos, que te sorprendería muchísimo que no se llamase Cayetano, acaba pidiendo asilo para apoyar la cerveza en la mesa de lo que un buen Cayetano llama niñatos. De esos con pintas, que se mueven por la vida en rastas y bici en vez de en gomina y caballo. ¿Se puede?, pregunta Cayetano; sí, claro, responden los niñatos mientras le hacen hueco en una danza de la convivencia aprendida en la ciudad tras siglos de compartir tascas y calles estrechas. Transversalidad en estado puro. Cada vez que voy, pienso que allí Errejón podría hiperventilar.

Los bares como este, que no tienen definido el target –así lo llamarían las publicistas catalanas elegantes–, son un regalo para quienes disfrutamos de la mezcla, de espiar estéticas y conversaciones sin el riesgo de que te pillen en una situación incómoda. Aquí es natural espiar. Por eso voy. Y por la cerveza. Hace justo un año –otro 18 de julio– estaba en aquel mismo sitio con un amigo de tareas antropológicas –dos más, por favor– cuando en el telediario una imagen de la basílica de la Macarena provocó una bajada importante de los decibelios de las conversaciones en el bar. Cuando los periféricos nos vemos por la tele de Madrid, es costumbre callar, mirar y escuchar. El telediario hablaba de una vigilia antifascista que reclamaba, delante de la basílica, sacar los restos del hombre que había ordenado asesinar y violar a media ciudad unas décadas atrás. La maravillosa transversalidad, a veces, da disgustos. Yo me llevé uno cuando, el silencio que acompañó a la televisión en el bar sólo lo rompió un pfff que, traducido al idioma transversal, significaba algo así como: ya estamos con las tonterías. Aquel pfff se quedó flotando en el bar sin que las publicistas catalanas que hubiera aquel día, ni los niñatos, ni los señores con camisas por el ombligo, ni los bomberos ni yo mismo dijésemos nada. Ni siquiera un ¿Pfff? ¿¡Pfff de qué!? Flotando como una realidad que en toda España lleva flotado décadas, dejando siempre para mañana la tarea de limpiar la sangre de los lugares públicos.

Y de mañana en mañana, de pfff en pfff, nos hemos plantado en, pfff, 2018 teniendo que hablar de personajes grises, de asesinos, genocidas y violadores de otra época a los que, en plena conciencia ecológica y con contenedores de todos los colores para cada material, no sabemos dónde dejar aparcados. El genocida de Sevilla, el prenda Histórico que proponía por radio violaciones tras los asesinatos, se quedará, como un pfff, flotando sobre el mismo lugar, que seguirá manchado. Un columbario –una especie de cementerio dentro de la misma instalación, pero fuera de la vista del público– parece ser la solución ideal para la convivencia. Espero que hoy, en Casa Coronado, cuando el telediario cuente esto, al menos se escuche un pfff que signifique: pues seguimos en las mismas.

http://ctxt.es/es/20180718/Firmas/20832/Gerardo-Tece-Franco-Queipo-de-Llano-Valle-de-los-caidos-Sevilla.htm