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Un grito en la pared
El Périódico de Catalunya - 21 de junio de 2004



Historia Rubio muestra uno de los carteles de su colección. Foto: JOSEP GARCIA


• Mollet expone 150 carteles propagandísticos de la guerra civil española y de la Segunda República recopilados por Tàrio Rubio, excombatiente republicano

PERE DAMIÁN
MOLLET DEL VALLÈS

Un joven toca el acordeón a cambio de unas monedas en la céntrica rambla de Fiveller, en Mollet del Vallès. El sonido transporta al paseante en el tiempo, hasta la que podría ser la terraza de un café francés en el que se reúnen republicanos exiliados tras la guerra civil (1936-1939). Pero entre ellos no está Tàrio Rubio, porque cuando sus compañeros de filas emprendían el camino de la frontera, él ya hacía más de un año que estaba entre rejas.
Rubio, que ahora tiene 84 años, expone hasta finales de este mes 150 reproducciones de carteles de la Segunda República y de la guerra civil en seis locales de Mollet: el Casal Cultural, el centro cívico de Can Pantiquet, el ateneo La Maketa, el Casal Tío Canya y las librerías La Casa Blava y L'Illa. El excombatiente republicano comenzó a coleccionar carteles en 1947.

Difundir mensajes
Rubio vivía entonces de la calle de Tallers de Barcelona. Allí entabló amistad con dibujantes que diseñaron carteles propagandísticos como Lluís Perotes, Jaume Solà, Francesc Nel.lo y Carles Fontserè.
En una época en que la televisión era ciencia ficción y muy poca gente tenía radio, los carteles propagandísticos eran el mejor sistema para difundir mensajes cortos, sencillos y directos. Rubio resume la esencia del cartelismo con emoción citando a un dibujante valenciano de la época, Josep Renau: "Un cartell és un crit enganxat a la paret".
De familia republicana y nacido en una pequeña localidad de Castellón, Rubio militaba en la Juventut Socialista Unificada, la rama juvenil del PSUC, cuando en el otoño de 1937 se alistó voluntario para ir al frente. Le tocó bailar con una de las más feas lides de la guerra, los ataques y contrataques que en los siguientes meses se llevaron a cabo en el frente de Teruel.
Herido en una pierna por la metralla de una bomba, a Rubio le hicieron prisionero en la primavera de 1938, junto a una veintena de compañeros, el teniente y el comisario político de la compañía. A los dos últimos los mataron inmediatamente tras "una pantomima de juicio y un soldado malherido recibió dos disparos en la cabeza porque no podía caminar".

Una larga odisea
Comenzó entonces una odisea de ocho años durante los que estuvo en cuatro campos de concentración, nueve prisiones y un batallón disciplinario, incluyendo una temporada "en el valle de las lágrimas" (las obras del Valle de los Caídos). "Ninguna guerra es civil, todas son inciviles", asegura.
Rubio sostiene que "un pueblo sin historia no es nada". Por eso, y "para homenajear a quienes en momentos tan difíciles defendieron unas libertades conquistadas en unas elecciones democráticas", expone sus carteles.