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Dignidad mucho más allá de la esperanza. Mujeres encarceladas. La prisión de Ventas: de la República al franquismo,1931-1941
El Periódico - 27/02/2004

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Quien se emocionó con la novela La voz dormida, de la escritora Dulce Chacón, reciente y prematuramente desaparecida, puede ahora acceder a las razones de la brutal represión femenina ejercida por el franquismo tras la derrota republicana a través del testimonio oral de las supervivientes y los escasos documentos conservados. Siguiendo los pasos de Mercè Núñez, Juana Doña y Tomasa Cuevas, y de historiadores como Ricard Vinyes (Irredentas, Temas de Hoy, 2002), el también historiador Fernando Hernández Holgado convierte en Mujeres encarceladas la madrileña cárcel de Ventas en objeto historiográfico para mostrarnos "la cultura femenina del hecho penitenciario", específica en el ámbito represivo, laboral y humano, en los tres primeros y dramáticos años del franquismo.

Hernández Holgado acierta en arrancar su estudio con la creación de la cárcel de mujeres de Ventas, en 1931, como símbolo del discurso reformista republicano, basado no tan sólo en la vigilancia, sino también en la reeducación, promovido por la primera y única mujer que ha ocupado el cargo de directora general de Prisiones, la socialista Victoria Kent.
En este sentido, la comparación con el régimen franquista resulta todavía más odiosa y pedagógica, aunque fue el propio presidente de la República, Manuel Azaña, quien, justo antes de la guerra civil, liquidó el modelo correctivo en aras del tradicional modelo represivo, alejado, no obstante, del infierno del hacinamiento y de las sacas de la posguerra.

La feroz represión franquista transformó Ventas en un "almacén de reclusas", con 10 o 12 mujeres, quinceañeras y abuelas de más de 70 años, amontonadas en celdas individuales, y la cárcel "vino a actuar como un gigantesco corazón receptor y bombeador de reclusas hacia todo el Estado". Los datos obtenidos, que no pueden darse por definitivos, arrojan decenas de muertes por enfermedad o suicidio y 78 fusiladas, entre las que destacan las trece rosas, siete de ellas menores de edad, ejecutadas el 5 de agosto de 1939, junto con 43 hombres, pertenecientes a la Juventud Socialista Unificada. Asimismo, Fernández Holgado documenta la terrible experiencia vivida por las madres que tuvieron que soportar el sufrimiento y la muerte de sus hijos en la cárcel.

El denominador común de las presas de Ventas era ser "presas políticas", aunque en realidad en la mayoría de los casos su delito era estar emparentadas (madre, esposa, hermana, hija) con hombres perseguidos por el nuevo régimen. El franquismo contrapuso el modelo "mujer-madre" al de "mujer degenerada", asociada a la "miliciana" del tiempo de guerra, para justificar el fuego purificador de la "regeneración moral de la patria", protagonizado por las "monjas carceleras", de nuevo reintroducidas en el sistema penitenciario.

El autor destaca la capacidad de resistencia y solidaridad de estas mujeres, que fueron capaces de crear una estructura de "madres" y "familia", con posterioridad aplicada en los campos de concentración nazis, que supuso la "supervivencia como colectivo y la afirmación de la vida y de la dignidad más allá de toda esperanza". Irredentas, las llamará Ricard Vinyes; subversivas, terciará Hernández Holgado, capaces incluso de reírse durante el tormento y de recordar para que nadie lo olvide, aunque la cárcel de Ventas desapareciera a principios de los años 70.