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"Su sangre nos salpicó". Un oficial del Ejército de Tierra de Argentina relata los atropellos que cometió durante la última dictadura en un escrito para reclamar un ascenso
El Periódico de Catalunya - 10/06/2004


ABEL GILBERT
BUENOS AIRES

"Arrodillada y con los ojos vendados, recibió los impactos de más de veinte balazos. Su sangre, a pesar de la distancia, nos salpicó a todos. Luego siguió el rito de la quema del cadáver, el olor insoportable de la carne quemada y la sepultura disimulada propia de un animal infectado". A 25 años de los hechos, la confesión del teniente coronel Guillermo Enrique Bruno Laborda suena como la bala que aún faltaba por incrustarse en el cuerpo de una de sus víctimas durante la última dictadura militar argentina (1976-1983): "Una madre que había dado a luz un día antes un hijo del que nunca se supo nada más".
Laborda se encuentra ahora detenido en una unidad del Ejército. Su confesión, sin precedentes para un militar del Ejército de Tierra, figura en un escrito presentado a sus superiores para que se revise la decisión de la Junta de Calificación de Oficiales que lo declaró no apto para ascender a coronel. El teniente coronel considera que no se tuvieron en cuenta sus "méritos militares", como llama a las violaciones de los derechos humanos cometidas, subraya, en cumplimiento de órdenes. Le recuerda al Ejército que otros oficiales hicieron lo mismo que él y fueron ascendidos.
Laborda no parece haber tenido en cuenta el cambio de las condiciones históricas desde que el Parlamento anuló las leyes de impunidad a los represores, en el 2003. Los sucesos tuvieron lugar en la provincia de Córdoba, sede del Tercer Cuerpo del Ejército y una de las regiones más castigadas por la represión ilegal.
Otra de sus víctimas fue una joven a la que se acusó de boicotear el Mundial de fútbol de 1978. Laborda califica de "acto de combate" el asesinato de cuatro detenidos en una carretera. Pero, al recordar lo sucedido, es como si se inculpara. "Era de noche y, por las circunstancias propias de una ejecución a sangre fría, todo fue brutal. Hasta hoy me parece escuchar los gritos desgarradores de dolor de uno de ellos que pedía desesperadamente: '¡Mátenme, por favor, mátenme!' Un oficial más antiguo y yo pusimos fin al suplicio de ese hombre", cuenta.
El jefe del Ejército, general Roberto Bendini, presentó la denuncia ante la justicia. "No iba a tapar esto", dijo Bendini, quien responde políticamente ante el presidente, Néstor Kirchner.
Laborda, hijo de una familia de militares con antecedentes en actos represivos, intentó una vez descargar su conciencia en un sacerdote, quien lo perdonó por actuar como "soldado de la Iglesia".