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Juan Pablo II y sus mártires de la Guerra Civil
JOSÉ MARTÍNEZ DE VELASCO/EFE - 4 de abril de 2005

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Una de las características del Pontificado de Juan Pablo II ha sido el elevado número de beatos y santos que ha llevado a los altares, muchos de ellos laicos, por haber sufrido martirio a causa de sus creencias religiosas.

El elevado número de canonizaciones y beatificaciones realizadas por Juan Pablo II, entre ellos las de los denominados mártires de la Guerra Civil española, tendría su origen, según fuentes eclesiales, en la represión religiosa que vivió Polonia y que Karol Wojtyla conoció desde niño.

Y, a la vez, en el interés del Pontífice por reconocer las virtudes heroicas de los laicos en países gobernados por los totalitarismos y en los que es práctica habitual la persecución por las creencias religiosas.

En España esta política de Juan Pablo II ha generado críticas en distintos sectores de la sociedad, incluso en el ámbito católico, que han reprochado el olvido de las víctimas del otro bando.


Manipulando los términos

Ante la controversia, el historiador Vicente Cárcel Ortí mantiene que cuando se emplea la denominación de "mártires de la guerra civil", se están manipulando los términos, porque la contienda "es el contexto sociopolítico en que se produce su muerte; pero ellos, dice, no son víctimas de una guerra civil, sino de una persecución religiosa, que son dos conceptos totalmente distintos".

El motivo de que estas causas de beatificación se abrieran prácticamente 65 años después de finalizada la contienda, fue una decisión política del Papa Pablo VI, quien consideró que debían suspenderse los procesos, al menos durante cincuenta años. De hecho, las primeras se realizan en 1987 con Juan Pablo I.

Son los españoles, los mexicanos y fieles de diversos países del Este de Europa quienes engrosan el capítulo más importante del catálogo de "mártires del siglo XX", elaborado por la comisión de los "Nuevos Mártires del Jubileo" en el que figuran alrededor de 13.000 nombres.


Los mártires

Hasta 10.000 españoles, según el mencionado catálogo, han sido propuestos por la Iglesia católica como mártires y la mayoría de ellos pertenecen al período comprendido entre 1931 y 1939, coincidiendo con la República y el estadillo de la Guerra Civil Española.

"La documentación sobre los mártires españoles es rigurosa y, de hecho, sabemos que 13 de ellos fueron obispos, unos 7.000 sacerdotes y religiosos y alrededor de 3.000 seglares ligados a Acción Católica", declaró a Efe Cárcel Ortí durante el simposio "Mártires del siglo XX: venerar a Cristo a través de ellos", celebrado en Roma en el año 2000.

Junto a los mártires de la guerra civil, el Papa ha beatificado también a nueve religiosos, víctimas de la revolución de octubre de 1934, en Asturias.

El 21 de noviembre de 1999, Juan Pablo II canonizó al sacerdote Jaume Hilari, que "murió mártir el 1936 en Tarragona" y que se convirtió en el "primer canonizado de los mártires de la guerra civil española", aunque previamente el Pontífice había ya beatificado a un grupo numeroso de sacerdotes, religiosos y religiosas muertos durante la contienda.

Con Pedro Poveda (canonizado por el Papa en Madrid en mayo de 2003 junto a la madre Maravillas de Jesús, Sor Angela de la Cruz, la religiosa Genoveva Torres y el padre jesuita José María Rubio), son o­nce los mártires españoles de este periodo histórico declarados santos por Juan Pablo II.


Las beatificaciones

En cuanto a las beatificaciones, la primera de los mártires de la contienda se realizó el 29 de marzo de 1987. En aquella ocasión las nuevas beatas fueron tres carmelitas descalzas asesinadas en julio de 1936, en Guadalajara.

La beatificación conjunta más numerosa se produjo en marzo de 2001, elevándose a los altares a 233 beatos durante una ceremonia en la que el Pontífice pidió a los españoles congregados en la basílica de San Pedro que "promuevan la cultura de la vida" y les animó a ser, en todo momento, "testigos vivos y creíbles del amor, de la unidad y de la paz".

El martirio, dijo Juan Pablo II, no es una realidad perteneciente al pasado, sino del tiempo actual y se preguntó si no lo será también para el siglo y milenio que comenzaba.

Dentro de este proceso masivo de beatificaciones, el 4 de mayo de 1997, fueron beatificados en Roma, Florentino Asensio Barroso y Ceferino Giménez Malla, el primero Obispo y el segundo seglar, martirizados en Barbastro (Huesca) en 1936. Giménez Malla "el Pelé", natural de dicha localidad, fue el primer gitano elevado a los altares.

Ante el número de causas pendientes, en febrero de 2003, y ante el plenario de los obispos españoles, el cardenal y entonces presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco, propuso unificar y agilizar "los procesos de canonización de algunos de los numerosos hermanos y hermanas en la fe que dieron su vida por Cristo en los trágicos acontecimientos de la Guerra Civil española".

Al referirse a las más de mil causas de canonización que tenía abierta entonces la Conferencia Episcopal, Rouco dijo que "el recuerdo y la honra que les tributamos no debe inducir a nadie a reabrir viejas heridas ni a justificar la violencia como arma política".