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Los últimos vestigios del franquismo
El País, 27 de marzo de 2005


La arqueología de la dictadura casi ha desaparecido de Cataluña y sólo quedan por retirar placas del Instituto de la Vivienda

LLUÍS PELLICER  -  Barcelona

Cataluña no tardó demasiado en lavarse la cara tras la muerte del dictador Francisco Franco. Asociaciones de vecinos, partidos políticos y las primeras instituciones democráticas retiraron de forma casi inmediata los centenares de símbolos franquistas que a finales de la década de 1970 aún presidían fachadas, parques y calles. Salvo alguna excepción, los ayuntamientos catalanes no dudaron en cambiar nombres del callejero o retirar bustos y monumentos que exaltaban la figura de los caídos en el bando franquista. Aun así, algunos rincones de Cataluña siguen exhibiendo hoy los últimos vestigios del régimen dictatorial; entre ellos, las placas del antiguo Instituto Nacional de la Vivienda, con el yugo y las flechas grabados, que aún conservan cientos de edificios.

En el callejero de Barcelona ya no constan nombres de dirigentes franquistas o fechas señaladas para el régimen. En 1979, por ejemplo, la plaza de Calvo Sotelo adquirió el nombre del ex presidente de la Generalitat Francesc Macià y la avenida del Generalísimo Franco pasó a conocerse de forma oficial como la Diagonal.

La presión popular tuvo mucho que ver en el cambio de esta nomenclatura. En muchas ocasiones, los vecinos se anticiparon a las modificaciones oficiales. "En el barrio barcelonés de Sant Martí, por ejemplo, había la calle del Movimiento Nacional, que antes de la guerra se llamaba calle de la Democracia. En 1976, los vecinos pegaron encima de la placa otra que recuperaba el nombre que tenía durante la República. La acción tuvo tal éxito que cualquier cartero que leyera calle de la Democracia ya sabía dónde tenía que hacer la entrega", explica el historiador Joan B. Culla. "Hay otro caso", ejemplifica Culla: "Un comerciante pidió que se catalanizara en su correspondencia el nombre de su plaza, llamada del Caudillo. A partir de entonces las cartas le llegaban con la dirección plaça del Capitost".

Prácticamente han desaparecido de la capital catalana los monumentos a los dirigentes franquistas. La última figura de Franco que quedaba en Barcelona presidió hasta 1986 el castillo de Montjuïc. La estatua ecuestre, encargada al escultor Josep Viladomat -que se negó a firmar la obra-, fue guardada entonces en el museo del castillo.

El proceso de retirada de estas piezas culminó en 2003. Entonces, se sacó de su emplazamiento el Monumento a los Caídos de la Diagonal, que el escultor Josep Clarà terminó en 1951. Cuando se proyectó su sustitución, ya estaba medio destrozado. El arquitecto Helio Piñón se encarga de idear el contenido que tendrá el espacio que ha dejado libre la columnata del monumento, situada frente a la entrada del Palacio de Pedralbes. Fuentes del Ayuntamiento de Barcelona señalan que este año se aprobará el proyecto de reforma, que consistirá en una plaza dedicada a la paz.

En el monumento conocido como el lápiz, en la plaza de Joan Carles I, junto a los Jardinets de Gràcia, se retiró la placa dedicada a los soldados del bando franquista, a pesar de que no se han eliminado las modificaciones sobre el monumento original que se efectuaron tras la Guerra Civil. En 1939, el escultor Frederic Marès erigió el monumento a la Victoria, que sustituyó al que antes se dedicaba a la República.

Quedan pocos símbolos visibles de la dictadura en los edificios oficiales. En las fachadas de Capitanía General, el Gobierno Militar y los cuarteles del Bruc aún se mantiene el escudo con el águila franquista, que popularmente se ha conocido como la gallina. El símbolo también preside uno de los antiguos inmuebles de viviendas militares de la calle de Wellington. A pesar de que el edificio está muy degradado, aún se puede leer la inscripción Una, grande y libre.

En el resto del territorio catalán casi no queda rastro de la arqueología franquista. "La falta de estos símbolos es bastante sintomática del poco arraigo que el régimen tuvo en Cataluña como visión del mundo, lo cual no significa que no haya quien se apuntó a él cuando le convino", considera Culla. Uno de los vestigios que más polémica ha suscitado en las últimas semanas es la cruz de Sant Adjutori, situada en Olost de Lluçanès (Osona), en la que antes colgaba una placa dedicada a los militares del bando franquista que murieron durante la Guerra Civil. Hace dos semanas, los habitantes del municipio se encontraron con la cruz tumbada en el suelo. Tres días después, el símbolo volvía a estar en su lugar, después de que la parroquia ordenara su restitución.

El Ayuntamiento de Olost aprobó en 2003, con los votos a favor de ERC y la abstención de CiU, una moción para que se retirara la cruz de Sant Adjutori y se restituyera la antigua cruz del Padró, que estaba en este lugar antes de la guerra. El alcalde del municipio, Josep Maria Freixanet, asegura que el consistorio trasladó la moción al Arzobispado de Vic, propietario del terreno.

"Entendemos que este símbolo aún hiere la sensibilidad de mucha gente del pueblo. Pero el arzobispado consideró que sólo es una cruz católica. Después de enterarnos de que alguien la arrancó de su sitio, hablamos con el rector porque era el momento adecuado para cambiarla. Nos dijo que cuando se retiró la placa ya se compensó el agravio", sostiene Freixanet. "Creo que hemos actuado como debíamos, ahora es el arzobispado el que debe decidir", añade.

Un portavoz del arzobispado de Vic aseguró: "No consideramos que la cruz sea un símbolo franquista". La institución católica reconoció que la cruz antes llevaba una placa en la que figuraba "a los caídos por Dios y por España", pero se apuntó que "las generaciones jóvenes ya no la conocen", por lo cual el posible agravio ya está solventado. "El diálogo tendría que atenuarse porque aquí hay algunas posturas bastante radicales. No queremos romper la convivencia", aseguró este portavoz.

La herencia franquista aún luce en algunas zonas de las comarcas del Ebro. En Tortosa (Baix Ebre) se alza todavía el monumento que inauguró Franco en la década de 1960 en el río Ebro en homenaje a los soldados "que hallaron la gloria en la batalla". Este monumento, que hoy ya recuerda a todos los caídos en la Guerra Civil, mantiene el águila imperial original, informa Oriol Aymí.

Los restos de la batalla del Ebro son visibles en la comarca de la Terra Alta. Las calles de Bot, por ejemplo, conservan numerosas pintadas efectuadas por los soldados franquistas, así como la imagen de Franco o vivas a la victoria. En Gandesa, la capital comarcal, no fue hasta hace un año y medio que el pleno municipal decidió retirar por una mayoría mínima el nombre de la calle de Ramón Serrano Suñer, una de las personas más oscuras del régimen y que varios autores señalan como artífice de la detención del presidente Lluís Companys. Hoy es la calle de Miravet, como antes de la Guerra Civil.

Durante los mandatos del socialista Joaquim Nadal se retiraron todos los símbolos que había en Girona. El escudo del águila del mercado municipal de la ciudad es uno de los pocos vestigios del franquismo que no fueron reemplazados de la ciudad con la llegada de la democracia. La decisión de mantener el escudo, incluso después de una completa reforma del edificio realizada en la década de 1990, se tomó porque está esculpido sobre la piedra y porque se optó por darle una función museológica y educativa. Se colocó ante el águila, que es objeto de frecuentes pintadas, una pieza de metacrilato transparente en la que se hace constar que se trata de un escudo derogado, perteneciente al régimen franquista, y que en la construcción del edificio intervinieron prisioneros de guerra, informa Gerard Bagué.

Permanecen también cuatro obeliscos, con símbolos de la dictadura franquista, en el puente sobre el Ter del barrio del Pont Major, también conocido como el Pont de l'Aigua. La destrucción de este puente por los republicanos en retirada fue uno de los últimos episodios de la Guerra Civil en Girona. Después, en 1940, los prisioneros republicanos fueron obligados a reconstruirlo.

Otros monumentos en memoria de los caídos, como el que hoy permanece en la Placeta de la Diputació, perdieron sus símbolos franquistas y cambiaron su dedicatoria a los caídos por la Patria, por otra más amplia en la que se incluye a todos los gerundenses fallecidos como consecuencia del conflicto bélico.

Los únicos restos de la dictadura franquista en espacios públicos son hoy los centenares de placas con el yugo y las flechas del antiguo Instituto Nacional de la Vivienda. El Departamento de Relaciones Institucionales, que encabeza el ecosocialista Joan Saura, ha puesto en marcha un plan para retirarlas.Relaciones Institucionales ha proyectado el Memorial Democrático para recuperar la cultura antifranquista y borrar del mapa de viviendas protegidas el símbolo falangista.

No hay un inventario del total de placas existentes, pero ya son varios los ayuntamientos que han informado de su intención de retirar las que aún persisten en sus calles. Lo han solicitado, por ejemplo, entidades y consistorios de La Garriga, Mataró, Vilafranca del Penedès, Sant Feliu de Llobregat y Barcelona, por ejemplo. En algunos casos, se ha empezado a quitarlas.

El Departamento de Medio Ambiente y Vivienda se encargará de sustituir estos carteles por otros que indiquen que son viviendas de protección oficial. El departamento ha explicado que la empresa pública Adigsa se encargará de esta tarea. "Ya tienen las placas, y a medida que lleguen las peticiones de los ayuntamientos y las comunidades de vecinos irán reemplazándolas", añadió la portavoz.

Con el Memorial Democrático se registrarán los lugares, espacios, monumentos y paisajes para guardar la memoria histórica de los años de dictadura. Se elaborará un trabajo audiovisual con testimonios de ciudadanos que conozcan cada una de estas piezas. Luego se señalizarán estos emplazamientos, sobre todo los que sirvieron para fusilar y encarcelar a los que mantuvieron su posición a favor de la democracia. Con todo ello, se espera cerrar definitivamente una tarea que se empredió hace 27 años.