Artículos y Documentos

Foro por la Memoria de Huelva investiga la vida del Guerrillero onubense Manuel Salas "El Canillo"
Foro por la Memoria de Huelva - Mayo 2006



Manuel Salas “Canillo", La leyenda de un guerrillero

La brutal represión fascista que se instaló en España tras el golpe de estado de julio de 1936 cortó de raíz las vidas y las ilusiones de toda una generación de españoles que había soñado con convertir a su país en una nación libre y moderna. Tras tres años de guerra, muchos de estos hombres y mujeres fueron asesinados, encarcelados, exiliados o marginados.

Tras la destrucción de la República y todo lo que representaba, muchos españoles se negaron a aceptar la derrota y decidieron continuar luchando, encuadrados en las guerrillas. Era una lucha sin uniforme ni frente continuo, y que no respondía a las leyes de la guerra “ civilizada “, por lo que aquellos que eran capturados no podían esperar ninguna piedad del enemigo. Sin embargo, la dureza de las condiciones de vida a las que tuvieron que enfrentarse estas personas no hace sino que aumente la admiración que sentimos por ellos. Uno de estos hombres era el o­nubense Manuel Salas, alias El Canillo.

Sin ningún género de dudas, Manuel es un ejemplo para todos nosotros, ejemplo de lucha, de sacrificio y de humanidad. El símbolo de toda una generación, la de un conjunto de hombres y mujeres sacrificados en nombre de la libertad, frente a las tiranías fascistas que se implantaron en Europa a partir de los años 30. En una época como ésta que nos ha tocado vivir, que rinde culto al individualismo y la insolidaridad, estas personas adquieren a nuestros ojos la categoría de gigantes, de héroes, de leyendas.

Manuel nació el 14 noviembre de 1914 en Bollullos del Condado (Huelva), en la actual calle Medina Sidonia, que por aquel entonces era conocida como “el cabezo". Bollullos es un pueblo de gran tradición vitivinícola, donde la extrema explotación que sufrían los jornaleros hizo que éstos adquirieran muy pronto una gran conciencia obrera, destacando la actividad sindical de anarquistas primero y socialistas después.

El Canillo provenía de una familia muy humilde, conservadora y religiosa. Su padre, Manuel, era jornalero, y su madre, Ana, trabajaba sirviendo en las casas pudientes de la localidad, a la vez que ejercía de ama de casa. Tuvieron cinco hijos, de los que Manuel era el único varón. La necesidad le hizo seguir muy pronto los pasos de su padre, trabajando en la agricultura o la ganadería.


MANUEL SALAS EN EL SERVICIO MILITAR

Como tantos jóvenes del medio rural de su época, Manuel ansiaba el momento en que fuera llamado para cumplir el servicio militar, ya que era el único recurso para abandonar la ingrata vida del pueblo e intentar labrarse un futuro mejor. En un primer momento fue destinado a Sevilla, en un regimiento de infantería. De allí se embarcó como voluntario a las islas Canarias, donde le sorprendió la sublevación fascista.

Manuel fue testigo de la preparación y ejecución del golpe de estado del 18 de julio de 1936, y conoció de primera mano la salvaje “justicia" del bando nacional. Pudo ver cómo, tras un juicio sumarísimo, cayeron fusilados los mandos militares que se mantuvieron leales al gobierno legítimo de la República, soldados que poco antes habían sido sus compañeros de armas. Esto le marcaría para el resto de su vida, tanto que más adelante reconocería que en este momento nació su conciencia política.

Manuel se ofreció como voluntario para el frente de Madrid, con la secreta intención de pasar a las líneas republicanas en cuanto tuviera la oportunidad. Fue adscrito a las tropas que cercaban Madrid, pero poco tiempo después abandonó las tropas rebeldes y junto con otros compañeros logró llegar a la zona leal. Tras pasar casi una semana en tierra de nadie, pasando las líneas una y otra vez. Cuando, por fin, contactan con el Ejercito Popular Republicano, son acogidos con la máxima cautela, los hacen prisioneros y los llevan al alto mando del sector para interrogarlos. Los republicanos temen que sean espías. Sin embargo, la suerte acompaña a “ El Canillo “ encontrando allí a un paisano de su pueblo que atestigua por él y los compañeros que con él se encuentran. Manuel se implicó en el Partido Comunista, combatiendo bajo sus banderas en la defensa de la capital.

Poco a poco llegó a convertirse en un destacado miembro del Partido y del ejército popular, y fue ascendido al cargo de comisario político. En 1938 fue enviado por el gobierno republicano en un destacamento de tropas enviado a Barcelona para detener la sublevación anarquista. Manuel siempre deploró estos enfrentamientos fratricidas dentro del bando republicano, cuya gravedad le terminó de convencer de que era imposible ganar la guerra.

Poco después fue destinado a Alicante. Al ser de Huelva, fue propuesto al alto mando para una misión de apoyo y aprovisionamiento de las guerrillas que por aquel entonces operaban en el paraje de la Pata del Caballo. Llevando bestias de carga con material para los guerrilleros, atravesó clandestinamente las líneas franquistas, y, para no llamar la atención de las fuerzas represivas, optó por alcanzar nuestra provincia a pie campo a través, evitando las rutas principales. Manuel jamás olvidaría ese viaje por un país arrasado por la guerra y encogido por el hambre y el miedo.

Manuel Salas y uno de los Grupos Guerrilleros de “ La Pata del Caballo “ Huelva 

Años más tarde contaría varias anécdotas de ese periplo. Una vez él sus compañeros se percataron de que se acercaba alguien, y decidieron ocultar el material. Poco después se encontraron con un guarda forestal a caballo, que les interrogó sobre quienes eran y adónde iban. Ellos respondieron que iban de paso a un pueblo cercano, pero como no le dieron el nombre de la población, el guarda desconfió de ellos y los prendió para llevarlos al cuartel de la guardia civil más cercano. En un descuido del guarda Manuel saltó sobre él, desmontándolo del caballo y desarmándolo. Éste les rogó que le respetaran la vida, a lo que ellos accedieron. Lo dejaron atado a un árbol, tras incautarle el armamento, la caballería y la ropa.

Tras cumplir su misión, regresó a Alicante, donde permaneció hasta el final de la guerra. En los últimos días de la contienda, el gobierno de la República contrató unos barcos franceses para evacuar el máximo número posible de combatientes. El punto de embarque era precisamente Alicante, uno de los últimos puertos importantes que quedaban en manos republicanas. Pero la amenaza de unos submarinos alemanes impidió a estos barcos alcanzar el puerto, por lo que miles de republicanos y sus familias fueron capturados en esta ciudad como si de una ratonera se tratase. Entre éstos se encontraba El Canillo.

Fue internado en un campo de concentración construido a pie de playa, donde muchos de sus compañeros murieron a causa del hambre, las torturas y las ejecuciones masivas. Aprovechando el caos indescriptible de aquellos días, logró fugarse junto con otro o­nubense, que fue concejal en el ayuntamiento de la capital durante la etapa republicana. Decidieron entonces volver a Huelva para reintegrarse en la guerrilla

Manuel volvió a hacer a pie y campo a través el trayecto hacia la provincia, en un viaje muy distinto al primero, ya que esta vez se encontraban solos y carecían de armamento y provisiones. Durante este segundo viaje a Huelva también se sucedieron las anécdotas. Un día quisieron pedir comida y ayuda en una casa rural que se encontraron, pero estaban indecisos pues temían posibles delaciones. El hambre les hizo olvidar el miedo y decidieron bajar a pedir al menos algo de pan duro o tocino, pero cuando se acercaron fueron recibidos a tiros, logrando huir ilesos. Una vez a salvo El Canillo, en tono de broma, preguntó a su compañero: ¿No te parece que el tocino estaba un poco “ entrevetado “ ? A pesar de estas dificultades, Manuel y su compañero, este último en muy mal estado de salud debido a las penalidades del camino, lograron llegar a Huelva y enlazar con la guerrilla.

Gracias a su experiencia, Manuel se convirtió en uno de los elementos más activos de la guerrilla o­nubense. Muy pronto las autoridades franquistas tuvieron noticias de El Canillo y sus hazañas, llegando a estar considerado por éstas como “peligrosísimo". Durante dos años tuvieron en jaque a las fuerzas franquistas, que fracasaron en todos sus intentos de capturarle. La guardia civil y los falangistas hacían llegar a los guerrilleros panfletos donde se les conminaba a entregarse con la promesa de que sus vidas serían respetadas, pero Manuel recuerda que todos los que confiaron en esas promesas y se entregaron fueron ejecutados sin miramientos.

Al no poder atraparlo por la fuerza, las autoridades lo intentaron a través de su familia, que sufrió brutales represalias. Sus padres fueron detenidos y torturados para que revelaran su paradero. Su padre sufrió brutales palizas, golpes en los pies y una cruel vejación consistente en hacerlo permanecer durante horas con las rodillas apoyadas sobre una barra de madera, todo esto le provocó graves heridas físicas y psicológicas, le probocaron problemas para andar y que durante el resto de su vida viviera aterrorizado. Sin embargo, nunca revelaron el paradero de “ El Canillo “.

La guardia Civil sabía que El Canillo bajaba al pueblo con regularidad para visitar a su familia, y en una de estas visitas fue descubierto, aunque consiguió huir. Salió en su persecución un grupo de hombres armados a caballo, pero, lejos de capturarle, fue Manuel el que les apresó a ellos. Mientras los encañonaba con su arma, Manuel les recriminó su comportamiento, y les acusó de ser los asesinos de su propia gente. Tras obligarles a desvestirse, les hizo volver al pueblo en calzoncillos, no sin antes advertirles de graves consecuencias para ellos si volvían a tocar a su familia.

A pesar de su valentía, la diferencia de número y medios entre los guerrilleros y sus perseguidores era muy grande y Manuel fue detenido en 1941. Fueron delatados y cayeron en una emboscada tendida por un grupo de guardias civiles y falangistas armados. Trasladado a la prisión de Huelva, Manuel es condenado a muerte por rebelión militar y deserción, pero le conmutan la pena por 30 años de cárcel gracias a la intervención de Francisco Vázquez Limón, un médico amigo de la familia que tenía conexiones con las autoridades franquistas de Huelva.

Sin embargo, el espíritu indomable de El Canillo le hizo no resignarse a esta situación. Poco después se fugó de la cárcel de Huelva, y encaminó sus pasos a Barcelona, con la intención de pasar a Francia y unirse allí a las Guerrillas que se estaban organizando. Sin embargo, esta vez no le acompañó la suerte y fue detenido en esta última ciudad. Comenzó entonces un auténtico calvario; Manuel comenzó un peregrinaje por varias prisiones: de Barcelona a Madrid, y de ahí a Burgos y El Duheso ( Santander ), donde sufrió lo indecible: palizas, torturas, hambre… Recuerda que sus carceleros lo hacían dormir al raso, y le encomendaban las tareas más ingratas, como recoger cadáveres. De ahí fue llevado a Santander, y por último Huelva, desde donde fue liberado. Le fue concedida la libertad condicional y fue excarcelado en 1946, siendo amnistiado definitivamente en 1949.

Con la libertad no acabaron ni mucho menos sus problemas; fue casi cambiar su celda por otra más grande. Manuel regresó a su pueblo natal, pero al ser considerado “rojo" sufrió una inmisericorde marginación, que le impidió por ejemplo encontrar trabajo. Viendo la imposibilidad de ganarse el sustento en su tierra, intentó emigrar, pero no pudo hacerlo porque la guardia civil se lo impidió, aduciendo que quería tenerlo cerca para vigilarlo. Tuvo entonces que aceptar los trabajos más penosos, los que nadie quería, como por ejemplo pastor para un terrateniente. Por esta época conoció a la que sería su mujer, Ana León Valderas, “anita la siguapa", que era hija de un policía local fusilado al principio de la guerra. Con ella tendría tres hijos.

Los primeros años de estancia en su pueblo fueron bastante duros, pero poco a poco fue mejorando su situación. A mediados de los 50 se comenzó a reorganizar en la localidad una célula del PCE, y Manuel colaboró activamente en ella. Su familia pasaba un miedo indecible por esta militancia. En 1960 comenzaron sus “ visitas " al cuartel de la guardia civil, donde de nuevo le amenazaron con fusilarlo. Estas “ visitas " no terminaron hasta después de la muerte del dictador y la legalización del PCE. Su labor decidida a favor del partido y su buen hacer fueron si duda claves para que los comunistas ganasen incontestablemente las primeras elecciones democráticas en Bollullos.

Siempre defendió su militancia comunista, basada en las palabras compromiso, honradez y disciplina, y mantuvo la misma actitud ante la vida: austeridad, compromiso social, solidaridad. Quienes le conocieron lo recuerdan como un hombre inquieto, que siempre estaba en activo, incluso en los años de su vejez. Hasta poco antes de su muerte siguió levantándose muy temprano todas las mañanas para ir al campo a realizar algunas labores.

Manuel Salas El Canillo falleció el 19 de julio de 2005, a los 91 años. A su entierro acudió un buen número de sus vecinos, que ya en vida le habían tributado varios homenajes. Su hijo Manuel, que nunca ha dejado de sentirse orgulloso por su padre, es ahora el continuador de su labor al frente del PCE en Bollullos.