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Valencia. Las fosas silenciadas
MATÍAS ALONSO BLASCO - COORDINADOR DEL GRUPO PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE LA FUNDACIÓ SOCIETAT I PROGRÉS - Levante 04/06/2006

http://www.levante-emv.es/secciones/noticia.jsp?pIdNoticia=194902&pIdSeccion=5&pNumEjemplar=3143


En un año como éste, que será declarado Año de la Memoria en España, en el que la Comisión Europea va a condenar (más vale tarde que nunca) el régimen franquista a nivel mundial, declarando como fecha para ello nada menos que el 18 de julio, resulta que Rita Barberá se empeña en arrasar una de las dos últimas fosas comunes que se han podido conservar en el cementerio de Valencia. Allí fueron enterrados miles de valencianos ejecutados tras la victoria franquista; no era la única fosa, según reclaman los pocos testigos que aún quedan; pero poco a poco, una a una, han ido desapareciendo en secreto en una labor callada del ayuntamiento, que las ha ocultado bajo torres de nichos u otras construcciones. Ahora, cuando la oposición reclama la dignidad para quienes debían estar ahí, como seres humanos que fueron, sorprendentemente, el PP confiesa que han desaparecido. Los desenterraron -dicen- con nocturnidad y alevosía, en un acto de salvaje agresión a su dignidad y a su memoria, digno de las peores épocas de las dictaduras bananeras.

Si ya es una atrocidad pretender edificar encima de restos humanos, no es menos atroz confesar alegremente que han hecho desaparecer miles de cuerpos en fecha no determinada y sin conocimiento de sus familiares. Recuerda los genocidios cometidos en ciertos países balcánicos, africanos o asiáticos. Gentes de otras religiones, masones, librepensadores que habían elegido tener allí su última morada también han sido barridos por la pala de Rita, con la grave ofensa que ello significa. Como en otras épocas, todos han sido unidos en un mismo destino. No habían pasado 50 años de algunos enterramientos; y aunque así fuera, este tipo de crímenes no prescriben nunca; los familiares de los ejecutados no tenían fácil ni siquiera reconocerse herederos; el plazo no debió correr nunca para unos, igual que no corre para los caídos franquistas; lo exigía la justicia histórica. En cambio, había prisa por hacer desaparecer las últimas pruebas de la barbarie franquista en el cementerio de Valencia.

Rita quiere su cementerio limpio de esos recuerdos; limpio de memoria, sin testigos molestos de un pasado que no sé si le avergüenza. No quiere placas ni monolitos dedicados a los rojos en su cementerio. Pero ¿qué le han hecho los judíos, masones, librepensadores??

Estamos ante un acto de vejación incomprensiblemente instigado desde una institución democrática como el Ayuntamiento de Valencia. Se trata, pensamos, de un plan premeditado tendente a borrar cualquier atisbo de memoria histórica. Ahora se comprende en toda su profundidad el porqué de la negativa a colocar sobre la fosa cualquier signo de reconocimiento, aunque sólo sea humanitario, a las personas ejecutadas en circunstancias tan atroces.

Puchalt, la concejala de Cementerios, dice que eso es reabrir heridas. Yo digo que mientras la Sra. Puchalt y quienes la rodean no sean capaces de contemplar frente a frente esos monumentos sin que nada se les remueva por dentro, el problema no estará resuelto; son sus propias heridas en la conciencia las que no están cicatrizadas. Así se explica la actitud del PP de inaugurar un nuevo monolito en otro lugar mezclando a todos, diluyendo la historia y la memoria en una nueva ceremonia de la confusión. Lo que siempre han perseguido es, en el mejor de los casos, desalojarlos de allí como unos simples ocupas, si no es plantarles directamente encima los bloques de ladrillos. Es curioso como se hace con los de dentro del cementerio lo mismo que con los de fuera: todos bajo el ladrillo; y si molestas, se te desaloja incluso estando muerto.

Si es verdad el comunicado, éste es el último agravio, la burla final que Rita tenía reservada a las pocas víctimas del franquismo y de otras etnias y religiones que aún podrían identificarse en Valencia. Así se pone en evidencia ella y su equipo de gobierno municipal, haciendo pasar a los valencianos la vergüenza de ser la única ciudad que emprende semejante atrocidad cuando todo apunta en la dirección contraria.

Frente a la reconciliación, desprecio y rencor; frente al reconocimiento y la memoria, el aplastamiento y el olvido bajo toneladas de ladrillo, o el osario común donde se arroja a las víctimas al pozo del olvido final. Valencia no merece ser gobernada por este tipo de gente, los primeros en ir a comulgar cuando venga el Papa, pero que al día siguiente volverán al enfrentamiento y a la falta de respeto a sus semejantes con iniciativas como ésta; eso sí, con el contador puesto a cero en sus conciencias.

Frente a eso, cualquier persona con un mínimo de humanidad y decencia debe reclamar respeto; que se paralice de inmediato cualquier movimiento o edificación sobre los restos de los valencianos fusilados que aún quedan en el cementerio. Y si ya no están, como ahora confiesa Rita Barberá, que se diga a qué familiares consultaron la exhumación. Y que se diga dónde están los restos. Si fuera así, no es humano que se haya dejado que los familiares hayan continuado depositando flores en el mismo lugar, sobre tumbas vacías. No entiendo acertada semejante respuesta, máxime cuando hay constancia de personas que aún siguen enterradas en la fosa común.

Entre tanto, se deben investigar las denuncias de existencia de más fosas y, desde luego, restituir la única que queda a un estado donde se aprecie la dignidad de seres humanos de los allí enterrados. Es un deber humanitario frente a la barbarie insultante de quienes gobiernan esta ciudad, contrarios hasta lo indecible a todo lo que signifique normalizar la convivencia y restituir el honor y la memoria a quienes se les ha negado durante 70 años.