Artículos y Documentos

El último Mosca. La Fundación Infante de Orleans recupera el avión Polikarpov I-16 con el que combatió el as de la aviación republicana José María Bravo, piloto en dos guerras
El Periódico de Catalunya - 27/02/2006



Reencuentro. José María Bravo, con su antiguo avión, en el hangar de Cuatro Vientos, el 17 de febrero. Foto: JON BARANDICA


LUIS DÍEZ
MADRID

Se le ilumina la mirada y exclama: "Era mi avión". José María Bravo Fernández-Hermosa acaba de entrar en el hangar de la Fundación Infante de Orleans (FIO) en Cuatro Vientos (Madrid) y mira fijamente el CM-249 o caza Mosca con el número rotulado en letras negras sobre el fuselaje y la bandera tricolor en el timón de cola con el que combatió en la guerra civil y en la segunda guerra mundial.
Setenta años, el carismático piloto republicano acaricia su Polikarpov I-16 --los nacionales le llamaban "rata"-- con el que combatió en los frentes de Levante, Aragón y Catalunya. Debe su satisfacción a la labor que ha realizado el aviador Carlos Valle, presidente de la FIO. "Han sido ocho años de esfuerzos y gestiones para traer el avión, pero lo hemos logrado", dice Valle.
La FIO ha pagado 315.000 dólares (262.500 euros; 43,6 millones de pesetas) por este caza que fue rescatado de entre los restos de una escuadrilla hallada en 1992 en Nueva Zelanda. Ha sido reparado y restaurado. Sólo le faltan las ametralladoras, las dos que llevaba en las alas, y la sincronizada con la hélice. No las necesita, no volverá a combatir, aunque volará el 27 de abril en Getafe y pasará luego a formar parte del museo que diseña Norman Foster en la ciudad.

Veintitrés derribos
Bravo estudiaba para ingeniero de caminos cuando los generales se sublevaron contra el Gobierno republicano. Recuerda que pasó a Francia desde Bilbao, llegó a Catalunya en noviembre de 1936 y se apuntó en la aviación con su amigo José María Carreras. Fue enviado a Los Alcázares (Murcia) y luego a la URSS a entrenarse como piloto de caza en la escuela de Kirovabad, en el Cáucaso. En junio de 1937 estaba de nuevo en España, le enviaron al frente de Madrid a una escuadrilla de Chatos, le trasladaron a Albacete con la primera escuadrilla de Moscas, y a Llíria (Valencia). Entró en acción el 15 de agosto de 1937, preparando la ofensiva sobre Zaragoza.
Desde entonces y hasta la retirada por Catalunya, en febrero de 1939, consiguió 23 derribos individuales, 7 colectivos y 12 atribuidos a su escuadrilla, la tercera del Grupo 21, cuyo símbolo era el seis doble del dominó. Sus amigos Eduardo Claudín --primo de Fernando, dirigente comunista--; Manuel Zarauza y Antonio Arias mandaban la primera, segunda y tercera escuadrilla, respectivamente. "Claudín cayó en Teruel, Zarauza en la segunda guerra mundial y Arias murió en la cama", dice al evocarles en el libro de memorias que ha terminado y titulado Poker de ases.

Protección a Stalin
Al terminar la guerra española pasó por el campo de Gurs (Francia) y pudo alistarse en el Ejército soviético. Los rusos le enviaron a la escuela de ingenieros de Jarkov. Gracias al reencuentro con militares que habían luchado en España logró un puesto en la aviación como piloto de unos Moscas más modernos. "Le habían instalado un cañón en el morro y convertido en un caza de verdad", explica antes de recordar que los 280 aparatos que Moscú vendió a la República disparaban balas del 7,6 milímetros, o sea, "perdigones muy poco eficaces contra el blindaje de los Junker y los Heinkel que los alemanes suministraron a Franco".
Un día de 1943, en plena defensa de los pozos petrolíferos de Bakú, en Ucrania, donde derribaron no menos de 10 aviones nazis, le llamaron para que realizara una misión especial: "Tenía que escoltar con mi escuadrilla el avión de José Stalin hasta Teherán (Irán), donde iba a reunirse con Churchill y Roosevelt". El dirigente soviético se extrañó de "los calzoncillos largos" de sus pilotos. Bravo le contestó que no eran calzoncillos sino los pantalones del uniforme desteñidos por el sol de Ucrania. Y Stalin ordenó que les confeccionaran un uniforme con tela especial que ni destiñera ni se gastara al lavar.
Tras la desmovilización, en 1948, Bravo llegó a catedrático y decano de la Facultad de Filología de Moscú, donde impartió clase de español durante 20 años. Experto en poesía rusa, ha traducido junto a su segunda esposa, Natalia Ujánova, a los grandes de la literatura rusa. La última es Relatos de un cazador de Ivan Turgueniev para la editorial Cátedra.